/ viernes 2 de febrero de 2024

Artilugios | La ausencia de guerra. Luis Donaldo Colosio dice todo

¿Ha leído el lector alguna historia de esas terribles, de venganza o de ira incontenida? Hagamos un recuento de algunas.

1.- El conde de Montecristo, por supuesto.

2.- Tito Andrónico, de Shakespeare, con su escena final donde el escenario queda tapizado de cuerpos y de sangre.

3.- El padrino, en su parte final, donde Michael Corleone cobra justa venganza de los que atentaron contra el bienestar de la familia.

Tres botones de muestra. La venganza es una de las insidias perniciosas del arte. El artista, en este caso el escritor, escribe sobre esos momentos delirantes donde el personaje se deja llevar por el odio, la intriga, la seductora idea de deshacerse de los malvados que lo han apresado, porque se siente preso entre el deber y la rectitud.

Dice Hamlet, otro famoso vengador, La conciencia del rey veré desnuda. Y en otro momento de la obra viendo rezar al malvado, Reza. Ahora le mato. Y entonces se irá al cielo. Reflexionemos. Un villano mata a mi padre y yo, el hijo que debe vengar esta muerte, le aseguro la gloria. No, no. Debe morir en su más abyecta ruina, pleno de sus evidentes crímenes.

Es decir, el vengador no solo debe matar al criminal. Tiene que asegurarle el infierno eterno. Terrible postura, ¿verdad? La ironía es que el malvado, levantándose del reclinatorio, murmura empachado del perverso soliloquio. Mis palabras suben al cielo, mis afectos quedan en la tierra. Palabras sin afectos no llegan a los oídos de Dios. Ahí declaremos eso.

Ante la declaración de Luis Donaldo Colosio Riojas donde pide al presidente de México el indulto para el asesino de su padre, el presunto asesino porque la Fiscalía, 30 años después (No, si para ser ineptos…) encuentra evidencias de un segundo tirador, lo que se dijo siempre caramba, en el asesinato del entonces candidato del PRI a la presidencia de la república. Pues ante la petición del hijo, veo dos caras de la misma moneda.

1.- Estupor. Mucha gente, esa que pareciera ver en todos los escenarios del México actual, violencia y terror. Y si no los ven apoyan que se diera. El estupor radica en que, llevados quizá por las lecturas antes citadas, hubieran pensado en el hijo del excandidato pedir sana venganza. Así, con todas sus letras. Venganza por la muerte de su padre, aparentemente un hombre bueno. Venganza porque esta muerte deshizo la esperanza, la real, no la otra. Venganza porque nuestro cerebro inundado más de las películas donde los Almada desquitan la afrenta con balazos a más no poder. Venganza en fin porque nadie cree que un hijo pida el insulto, la exculpación del asesino de su padre.

No eche en saco roto el lector lo que andamos pergeñando. Vive el mexicano en el ámbito de la telenovela. En ella, la/el protagonista cobra cumplida venganza en los que atentaron contra la familia, contra ellos mismos, contra la paz del hogar. Y la lista de quienes creen fervientemente en la telenovela es amplia.

Ver la actitud de Luis Donaldo hijo es ver pobreza, mala idea, timoratez. Muchos no lo creen. Preferirían un encono total. Una maldad igualmente zafia como la del perpetrador. Y no olvidemos que siempre flotó sobre el caso el aura del asesino intelectual, ese que se escondió tras la mano de Aburto. Para seguir con las referencias, nadie buscó la mano que mecía la cuna.

Transcribo algunos aspectos de la declaración.

Apelando a la compasión del presidente, yo diría que mejor indulte a Mario Aburto, que ponga un ‘carpetazo’ final de este asunto, que permita que tanto mi familia como México sanemos. Iniciemos un camino hacia la reconciliación a través del perdón.

Así dice. Tal cual.

2.- Aplauso. Muchos apoyan, sobre todo, me parece, la última frase. Reconciliación a través del perdón. Claro, es la parte que menos quieren todos. Insisto. Hay como una maldad bajo el sol. Una desastrada pretensión de maltratar a quien no tiene, tuvo, conciencia del suceso en Lomas Taurinas.

De ahí viene el contexto. La venganza nunca es buena, mata el alma y la envenena, diría el filósofo Chespirito. Pero el pueblo quiere veneno. Quiere encontrar en el frágil tejido social una oportunidad para la venganza. Cual si fuésemos sicilianos.

El tema daría para más, pero eso tiene el mundo de la política del que vive pescado el mundo del periodismo. Una vez que alguien pide paz, ya no hay porqué hacerle caso. Si pusiese contra la pared al presidente AMLO, entonces vendría la guerra. Y la guerra da notas… y dinero. La paz no. La paz es pacifica, valga el artilugista que me lee la redundancia. La paz no solivianta, la paz imagina. La guerra certifica. ¿Qué podemos decir más?

Un pensamiento quizá de Roman Rolland.

La paz no es solo la ausencia de guerra, es un estado de armonía y equilibrio entre las personas y las naciones.

Muchos apoyan la propuesta de LDC. Una enorme demostración de madurez. Y no digan los rijosos que estoy errado, sin hache. Un hombre como él que pierde a su padre en la infancia, un hombre que debe crecer con la conmiseración de los ojos que lo ven, es un niño que muy pronto se convirtió en hombre.

Bueno, sí hubo mucho que decir. Nos leeremos en el próximo artilugio.

¿Ha leído el lector alguna historia de esas terribles, de venganza o de ira incontenida? Hagamos un recuento de algunas.

1.- El conde de Montecristo, por supuesto.

2.- Tito Andrónico, de Shakespeare, con su escena final donde el escenario queda tapizado de cuerpos y de sangre.

3.- El padrino, en su parte final, donde Michael Corleone cobra justa venganza de los que atentaron contra el bienestar de la familia.

Tres botones de muestra. La venganza es una de las insidias perniciosas del arte. El artista, en este caso el escritor, escribe sobre esos momentos delirantes donde el personaje se deja llevar por el odio, la intriga, la seductora idea de deshacerse de los malvados que lo han apresado, porque se siente preso entre el deber y la rectitud.

Dice Hamlet, otro famoso vengador, La conciencia del rey veré desnuda. Y en otro momento de la obra viendo rezar al malvado, Reza. Ahora le mato. Y entonces se irá al cielo. Reflexionemos. Un villano mata a mi padre y yo, el hijo que debe vengar esta muerte, le aseguro la gloria. No, no. Debe morir en su más abyecta ruina, pleno de sus evidentes crímenes.

Es decir, el vengador no solo debe matar al criminal. Tiene que asegurarle el infierno eterno. Terrible postura, ¿verdad? La ironía es que el malvado, levantándose del reclinatorio, murmura empachado del perverso soliloquio. Mis palabras suben al cielo, mis afectos quedan en la tierra. Palabras sin afectos no llegan a los oídos de Dios. Ahí declaremos eso.

Ante la declaración de Luis Donaldo Colosio Riojas donde pide al presidente de México el indulto para el asesino de su padre, el presunto asesino porque la Fiscalía, 30 años después (No, si para ser ineptos…) encuentra evidencias de un segundo tirador, lo que se dijo siempre caramba, en el asesinato del entonces candidato del PRI a la presidencia de la república. Pues ante la petición del hijo, veo dos caras de la misma moneda.

1.- Estupor. Mucha gente, esa que pareciera ver en todos los escenarios del México actual, violencia y terror. Y si no los ven apoyan que se diera. El estupor radica en que, llevados quizá por las lecturas antes citadas, hubieran pensado en el hijo del excandidato pedir sana venganza. Así, con todas sus letras. Venganza por la muerte de su padre, aparentemente un hombre bueno. Venganza porque esta muerte deshizo la esperanza, la real, no la otra. Venganza porque nuestro cerebro inundado más de las películas donde los Almada desquitan la afrenta con balazos a más no poder. Venganza en fin porque nadie cree que un hijo pida el insulto, la exculpación del asesino de su padre.

No eche en saco roto el lector lo que andamos pergeñando. Vive el mexicano en el ámbito de la telenovela. En ella, la/el protagonista cobra cumplida venganza en los que atentaron contra la familia, contra ellos mismos, contra la paz del hogar. Y la lista de quienes creen fervientemente en la telenovela es amplia.

Ver la actitud de Luis Donaldo hijo es ver pobreza, mala idea, timoratez. Muchos no lo creen. Preferirían un encono total. Una maldad igualmente zafia como la del perpetrador. Y no olvidemos que siempre flotó sobre el caso el aura del asesino intelectual, ese que se escondió tras la mano de Aburto. Para seguir con las referencias, nadie buscó la mano que mecía la cuna.

Transcribo algunos aspectos de la declaración.

Apelando a la compasión del presidente, yo diría que mejor indulte a Mario Aburto, que ponga un ‘carpetazo’ final de este asunto, que permita que tanto mi familia como México sanemos. Iniciemos un camino hacia la reconciliación a través del perdón.

Así dice. Tal cual.

2.- Aplauso. Muchos apoyan, sobre todo, me parece, la última frase. Reconciliación a través del perdón. Claro, es la parte que menos quieren todos. Insisto. Hay como una maldad bajo el sol. Una desastrada pretensión de maltratar a quien no tiene, tuvo, conciencia del suceso en Lomas Taurinas.

De ahí viene el contexto. La venganza nunca es buena, mata el alma y la envenena, diría el filósofo Chespirito. Pero el pueblo quiere veneno. Quiere encontrar en el frágil tejido social una oportunidad para la venganza. Cual si fuésemos sicilianos.

El tema daría para más, pero eso tiene el mundo de la política del que vive pescado el mundo del periodismo. Una vez que alguien pide paz, ya no hay porqué hacerle caso. Si pusiese contra la pared al presidente AMLO, entonces vendría la guerra. Y la guerra da notas… y dinero. La paz no. La paz es pacifica, valga el artilugista que me lee la redundancia. La paz no solivianta, la paz imagina. La guerra certifica. ¿Qué podemos decir más?

Un pensamiento quizá de Roman Rolland.

La paz no es solo la ausencia de guerra, es un estado de armonía y equilibrio entre las personas y las naciones.

Muchos apoyan la propuesta de LDC. Una enorme demostración de madurez. Y no digan los rijosos que estoy errado, sin hache. Un hombre como él que pierde a su padre en la infancia, un hombre que debe crecer con la conmiseración de los ojos que lo ven, es un niño que muy pronto se convirtió en hombre.

Bueno, sí hubo mucho que decir. Nos leeremos en el próximo artilugio.