/ viernes 29 de marzo de 2024

Artilugios | Fe y conocimiento en La última tentación de Cristo, de Nikos Kazantzakis

En estos días de reflexión, prefiero llamarlos así, me viene a la mente esa demostración de conocimiento, imaginación y detallado sentido histórico, un documento, más que una novela que se titula La última tentación de Cristo del escritor de origen griego Nikos Kazantzakis. En su momento significó una revelación en el tema.

Para mí, católico formado de manera sencilla, las especulaciones sobre este personaje tan importante para la Humanidad fueron muy importantes en mi vida. Después no. No dejé de creer como muchos de mis compañeros en la Literatura. Al contrario, leer esta relación alterna de la vida del redentor, me hizo reafirmar la fe. Otros se empeñaron en que la novela era hereje, cuando menos réproba. Lo primero lo dijeron quienes sustentaban una fe más hija de la familia que del conocimiento. Los segundos, los ateos recalcitrantes, indicaban que era una buena novelita. Lo cierto es que muchos autores volvieron la vista a este escritor altamente desconocido. Es un autor que se evade tras la delicada historia de la fraternidad entre dos hombres, lo que fue su novela Zorba el griego (1946).

Después de la filmación de la película, uno de los más enormes papeles de Anthony Queen, el nombre de Kazantzakis voló por todos los salones literarios del mundo. Era una historia diferente, que no rayaba en la homosexualidad sino en la fraternidad, esa que solamente encontramos en los amigos. Esta novela fue la causa de que la iglesia ortodoxa excomulgara al escritor. Él mismo aseguró que no es una novela histórica o religiosa. Es la novela donde el protagonista es como todos los hombres y confiesa su lucha. Todos los hombres luchamos y Jesús más que ningún otro. La novela tiene momentos dignos de un teólogo y momentos dignos de un poeta. Ambas tendencias reconforman el entorno de un autor que se hace a sí mismo sublime. No retiro una letra.

En el camino Kazantzakis simpatizó con la izquierda hasta el advenimiento de Stalin. Después perdió el premio Nobel ante Juan Ramón Jiménez, otro gigante de las letras. Después se afilió a un partido de izquierda moderada y continuó la escritura de sus obras. Recomiendo al lector esa deliciosa relación, Carta al Greco donde el autor de Zorba expone ante su ilustre antepasado y paisano los derroteros de un siglo que no comprende. Y para explicarlo está el poeta.

Si nos detenemos a ver tres autores que signan el paso de Cristo en nuestra tierra, podrían ser Pellicer, León Felipe y este que nos ocupa. Pero hablemos de La última tentación de Cristo.

Jesús es un carpintero nazareno odiado por los demás judíos por tratarse del único carpintero que sigue fabricando cruces para los romanos. Lo hace porque sufre unos ataques en los que una voz le dice que él es elegido, y quiere que Dios lo odie, aun así las voces parecen no cesar. En la decidida paranoia, Jesús lucha por mantener la cordura. Y de eso trata, en parte, la novela. El elegido, el gran iniciado, tiene problemas con su entorno, el social, el mental.

Un día parte para el desierto para hacerse monje. Una vez allí se purifica y empieza su tarea evangelizadora seguido siempre por Judas, zelote a quien habían encomendado matarlo pero que al final acaba siendo su mejor discípulo. Esa es justamente la razón por la que Jesús le confía la misión de traicionarlo.

Mientras Jesús es crucificado, recuerda las tentaciones a las que fue sometido por el Diablo y a las cuales resistió. Tras gritar las palabras Eli, Eli..., desfallece. Al despertar, se da cuenta de que no está en la cruz sino apoyado en un árbol gigantesco que florece en primavera. Entonces, se le aparece un ángel que le dice que todo ha sido un sueño. Jesús sigue los consejos del ángel y huye con María Magdalena.

Pasado un tiempo, y tras la muerte de María Magdalena, Jesús se casa con María hermana de Marta y forma una familia, viviendo como un hombre más. Un día, se encuentra con Pablo, quien predicaba sobre el Mesías y su sacrificio. Jesús se le acerca y trata de desmentirle, pero Pablo lo reconoce y le dice que seguirá predicando, aunque le duela.

Pasado un tiempo, y en medio de las invasiones de Tito a Jerusalén, Jesús vive sus últimas horas. Entonces se acercan todos los apóstoles a verlo, y le recriminan el no haber consumado su Pasión. Jesús les indica que un ángel lo había autorizado. Los discípulos, espantados, reconocen al Diablo en el supuesto ángel.

Jesús, al saber esto, se levanta de su lecho y vuelve al Gólgota, queriendo terminar su Pasión... entonces despierta y descubre que todo fue un sueño, y que va a terminar su sacrificio. La cruz es el sino, nada más que esa es la verdadera fe, la verdadera palabra.

Si nos acercamos a esta fábula de la incertidumbre, y rascamos en la cocina del autor, encontraremos ingredientes fascinantes. La Biblia, claro, pero en el evangelio de ese mirón del caso llamado Tito. Este texto es una de las epístolas pastorales (a un pastor, o líder, de la Iglesia) junto con las escritas a Timoteo. La epístola de Tito proporciona la primera evidencia de que la Iglesia se había establecido en la isla griega de Creta, en el Mar Mediterráneo (véase Tito 1:5).

Tito tenía la responsabilidad de llamar a nuevos obispos en la isla. Pablo nombra algunos de los requisitos espirituales para los obispos. Además, dio consejo específico a hombres, mujeres y siervos acerca del comportamiento apropiado de los santos.

Después la obra de teatro de Tirso de Molina, El condenado por desconfiado en la que el ermitaño Paulo (una curiosa ironía contra el apóstol) vive feliz pero duda si tanto sacrificio valdrá la pena, si aun con su penitencia podrá entrar en el reino de los cielos. Y cuando dudas, el Diablo está pendiente. Se aparece al ermitaño en forma de arcángel y le dice que baje a la ciudad y que busque a Enrico, el mismo fin que tenga él, tendrá Paulo.

Hace caso el hombre y baja. Enrico es un peleón malvado, asesino, jugador, mujeriego, ladrón, tiene todo para condenarse y Paulo, al ver su maldad, reniega. Hace a un lado el hábito y se convierte en copia fiel de Enrico, al que aprende la Justicia y condenan a la horca. Paulo, detenido también, se asoma a la única ventanita de su celda y ve el milagro. Enrico se salva porque se arrepintió en el último momento, y porque pide que lo ahorquen hasta que su padre muera para no dejarlo en el desamparo. Esta muestra de piedad, de empatía, es lo que salva al malvado. Paulo se da cuenta que su desconfianza lo llevó a su condenación. La última vez que lo vemos en escena, los demonios lo arrastran al infierno ante la impotencia de todos.

Kazantzakis debe haber conocido ambas historias. En ellas se adelanta la tortura o la redención. Esa que Jesús, aun siendo hombre santo, tuvo.

Dejo algún dato del autor, aunque ya he dado algunos por ahí. Fechas de nacimiento, 1883-1957, en Grecia y Alemania. Es una de las mejores lecturas para estos días en que debe prevalecer la sabiduría, la fe, el conocimiento.

En estos días de reflexión, prefiero llamarlos así, me viene a la mente esa demostración de conocimiento, imaginación y detallado sentido histórico, un documento, más que una novela que se titula La última tentación de Cristo del escritor de origen griego Nikos Kazantzakis. En su momento significó una revelación en el tema.

Para mí, católico formado de manera sencilla, las especulaciones sobre este personaje tan importante para la Humanidad fueron muy importantes en mi vida. Después no. No dejé de creer como muchos de mis compañeros en la Literatura. Al contrario, leer esta relación alterna de la vida del redentor, me hizo reafirmar la fe. Otros se empeñaron en que la novela era hereje, cuando menos réproba. Lo primero lo dijeron quienes sustentaban una fe más hija de la familia que del conocimiento. Los segundos, los ateos recalcitrantes, indicaban que era una buena novelita. Lo cierto es que muchos autores volvieron la vista a este escritor altamente desconocido. Es un autor que se evade tras la delicada historia de la fraternidad entre dos hombres, lo que fue su novela Zorba el griego (1946).

Después de la filmación de la película, uno de los más enormes papeles de Anthony Queen, el nombre de Kazantzakis voló por todos los salones literarios del mundo. Era una historia diferente, que no rayaba en la homosexualidad sino en la fraternidad, esa que solamente encontramos en los amigos. Esta novela fue la causa de que la iglesia ortodoxa excomulgara al escritor. Él mismo aseguró que no es una novela histórica o religiosa. Es la novela donde el protagonista es como todos los hombres y confiesa su lucha. Todos los hombres luchamos y Jesús más que ningún otro. La novela tiene momentos dignos de un teólogo y momentos dignos de un poeta. Ambas tendencias reconforman el entorno de un autor que se hace a sí mismo sublime. No retiro una letra.

En el camino Kazantzakis simpatizó con la izquierda hasta el advenimiento de Stalin. Después perdió el premio Nobel ante Juan Ramón Jiménez, otro gigante de las letras. Después se afilió a un partido de izquierda moderada y continuó la escritura de sus obras. Recomiendo al lector esa deliciosa relación, Carta al Greco donde el autor de Zorba expone ante su ilustre antepasado y paisano los derroteros de un siglo que no comprende. Y para explicarlo está el poeta.

Si nos detenemos a ver tres autores que signan el paso de Cristo en nuestra tierra, podrían ser Pellicer, León Felipe y este que nos ocupa. Pero hablemos de La última tentación de Cristo.

Jesús es un carpintero nazareno odiado por los demás judíos por tratarse del único carpintero que sigue fabricando cruces para los romanos. Lo hace porque sufre unos ataques en los que una voz le dice que él es elegido, y quiere que Dios lo odie, aun así las voces parecen no cesar. En la decidida paranoia, Jesús lucha por mantener la cordura. Y de eso trata, en parte, la novela. El elegido, el gran iniciado, tiene problemas con su entorno, el social, el mental.

Un día parte para el desierto para hacerse monje. Una vez allí se purifica y empieza su tarea evangelizadora seguido siempre por Judas, zelote a quien habían encomendado matarlo pero que al final acaba siendo su mejor discípulo. Esa es justamente la razón por la que Jesús le confía la misión de traicionarlo.

Mientras Jesús es crucificado, recuerda las tentaciones a las que fue sometido por el Diablo y a las cuales resistió. Tras gritar las palabras Eli, Eli..., desfallece. Al despertar, se da cuenta de que no está en la cruz sino apoyado en un árbol gigantesco que florece en primavera. Entonces, se le aparece un ángel que le dice que todo ha sido un sueño. Jesús sigue los consejos del ángel y huye con María Magdalena.

Pasado un tiempo, y tras la muerte de María Magdalena, Jesús se casa con María hermana de Marta y forma una familia, viviendo como un hombre más. Un día, se encuentra con Pablo, quien predicaba sobre el Mesías y su sacrificio. Jesús se le acerca y trata de desmentirle, pero Pablo lo reconoce y le dice que seguirá predicando, aunque le duela.

Pasado un tiempo, y en medio de las invasiones de Tito a Jerusalén, Jesús vive sus últimas horas. Entonces se acercan todos los apóstoles a verlo, y le recriminan el no haber consumado su Pasión. Jesús les indica que un ángel lo había autorizado. Los discípulos, espantados, reconocen al Diablo en el supuesto ángel.

Jesús, al saber esto, se levanta de su lecho y vuelve al Gólgota, queriendo terminar su Pasión... entonces despierta y descubre que todo fue un sueño, y que va a terminar su sacrificio. La cruz es el sino, nada más que esa es la verdadera fe, la verdadera palabra.

Si nos acercamos a esta fábula de la incertidumbre, y rascamos en la cocina del autor, encontraremos ingredientes fascinantes. La Biblia, claro, pero en el evangelio de ese mirón del caso llamado Tito. Este texto es una de las epístolas pastorales (a un pastor, o líder, de la Iglesia) junto con las escritas a Timoteo. La epístola de Tito proporciona la primera evidencia de que la Iglesia se había establecido en la isla griega de Creta, en el Mar Mediterráneo (véase Tito 1:5).

Tito tenía la responsabilidad de llamar a nuevos obispos en la isla. Pablo nombra algunos de los requisitos espirituales para los obispos. Además, dio consejo específico a hombres, mujeres y siervos acerca del comportamiento apropiado de los santos.

Después la obra de teatro de Tirso de Molina, El condenado por desconfiado en la que el ermitaño Paulo (una curiosa ironía contra el apóstol) vive feliz pero duda si tanto sacrificio valdrá la pena, si aun con su penitencia podrá entrar en el reino de los cielos. Y cuando dudas, el Diablo está pendiente. Se aparece al ermitaño en forma de arcángel y le dice que baje a la ciudad y que busque a Enrico, el mismo fin que tenga él, tendrá Paulo.

Hace caso el hombre y baja. Enrico es un peleón malvado, asesino, jugador, mujeriego, ladrón, tiene todo para condenarse y Paulo, al ver su maldad, reniega. Hace a un lado el hábito y se convierte en copia fiel de Enrico, al que aprende la Justicia y condenan a la horca. Paulo, detenido también, se asoma a la única ventanita de su celda y ve el milagro. Enrico se salva porque se arrepintió en el último momento, y porque pide que lo ahorquen hasta que su padre muera para no dejarlo en el desamparo. Esta muestra de piedad, de empatía, es lo que salva al malvado. Paulo se da cuenta que su desconfianza lo llevó a su condenación. La última vez que lo vemos en escena, los demonios lo arrastran al infierno ante la impotencia de todos.

Kazantzakis debe haber conocido ambas historias. En ellas se adelanta la tortura o la redención. Esa que Jesús, aun siendo hombre santo, tuvo.

Dejo algún dato del autor, aunque ya he dado algunos por ahí. Fechas de nacimiento, 1883-1957, en Grecia y Alemania. Es una de las mejores lecturas para estos días en que debe prevalecer la sabiduría, la fe, el conocimiento.