/ miércoles 31 de enero de 2024

Artilugios | Ángel de fuego, el incesto de Dana Rotberg

Aun recuerdo esa noche de farra y bohemia donde dos amigas, en su instante viboroso, hablaron de la cinta Ángel de fuego y de su directora, Dana Rotberg.

Ambas se reían de las pretensiones de la chica, aun muy joven entendí, al solicitar el apoyo de IMCINE para realizar la cinta. Corría el año 1992 y la grey de artistas y/o creadores se esmeraba en tratar de comprender cómo era esa nueva forma del Gobierno de México para apoyar a la cultura, emanada de la buena administración y del interesante proyecto presentados por CONACULTA y el presidente Salinas de Gortari.

Pues las referidas reían a más no poder de la insensatez (que de esa palabra culta pasó a ser la de pendejez) de Dana pues Ángel de fuego era una historia que jamás dejarían pasar las autoridades de IMCINE. Era la macabra relación de un incesto, de una secta de titiriteros cristianos y de una maldad arrogante, directa, desdichada. Se adivinaban por ahí los rasgos de una relación gay a más de un ángel en la tierra y un pequeño que descree de las enseñanzas de la conductora de la secta.

Pero, pregunté, ¿no es que con esta nueva institución, CONACULTA, ya no habrá más de esos tropiezos que antes temían los creadores? Rieron más, ahora de mí. No, cómo crees. Este guion es la pretensión de una niña-bien por llevar a cabo sus aspiraciones de directora. La nueva cultura, la que será del PAN, no permitirá pasar este proyecto. Es una tontería, a más de mal escrita. Las copas menguaron la discusión u nos dedicamos a libar hasta muy entrada la mañana en que tuvimos que despedir a la Aurora quien con dorados cabellos ciño la cabeza de la noche.

Pasaron los años y grande fue mi sorpresa al ver en cartelera, en el cine Tabasco ubicado en la calle Juan Álvarez, el anuncio de la película en cuestión. Fuimos a verla Norma Domínguez y yo. Salí con muchísimas preguntas que la poca filosofía leída en ese momento no supo responder. ¿De qué va la película?

En un empobrecido circo de la ciudad de México, una joven de 13 años llamada Alma (Evangelina Sosa) escupía fuego todas las noches, columpiándose de un trapecio. Lleva en el vientre al hijo de su padre, Renato (Alejandro Parodi), un payaso viejo y enfermo de quien está enamorada. Renato muere y Alma es expulsada del circo porque, a pesar de amenazas y maldiciones, se niega a perder a su hijo. Viviendo en las calles conoce a un grupo de titiriteros ambulantes que a través de su guía Refugio (Lilia Aragón) predican la palabra de Dios. Alma reconoce en ellos una promesa, la vislumbre de una esperanza, y encomienda a Dios el futuro de su hijo. Sometida a una ceremonia de purificación en la que por medio de la privación y el dolor podría alcanzar la redención y su lugar en el Libro del Perdón, pero el Dios de la venganza y los sacrificios no atendió a su llamado, al parecer. Alma queda despojada de su fe, de su inocencia además de su hijo quien resulta lesionado en el sacrificio y es abortado.

Los valores son eliminados de cuajo en esta sociedad de parias. Tanto los del circo como los titiriteros apocalípticos deshacen las ilusiones de Alma, quien se queja con un ardor silencioso de los pesares de su vida. Las escenas, aunque esta cinta fue comparada con Santa sangre de Alejandro Jodorowsky (1988) son delicadamente atroces. Las purificaciones a los que somete a los sojuzgados la líder, una inexpresiva (como siempre) Lilia Aragón provocan en el espectador sensaciones de humillación, desdén, fealdad. Refugio entre los títeres y la pareja homosexual en el circo, conformada por Rito (Salvador Sánchez) y Lidio (Farnesio de Bernal) arrojan a Alma a la calle, que la pecadora, dos veces, por lasciva e incestuosa, pague su crimen. De ocurrir en estos tiempos, la cinta, la pareja gay sería protectora no predadora. En la cinta se recrudecen esos tiempos donde el que no encajaba en la sociedad (gays, lesbianas, incestuosos, madres solteras, pillos) era desechado. A veces por los mismos congéneres, dependiendo el delito. Hasta entre la calaña hay categorías.

Alma es la que lleva un hijo de dos pecados en sus entrañas. No hay que compadecerla, hay que apedrearla. Alma entonces acepta la purificación, que es más para Sacramento (Roberto Sosa) hijo de Refugio, para que el muchacho ascienda. Alma es el cordero del sacrificio de Isaac. Sin embargo, Dios no salva al cordero. Permite el sacrificio. Refugio no permitiría la relación de ambos jóvenes. Ella misma ve con ardores de matrona al jovencito. Espera que Sacramento, nombre es destino, ponga su simiente en ella y perpetuar la fe. Su fe.

La chica vuelve al circo, planeando la venganza. Seduce a Sacramento y aquí debo detenerme para hacer una reflexión. Los Sosa son hermanos en la vida real. Las escenas de su relación sexual no son, no pueden/quieren, ser explícitas. Apenas el desnudo parcial, apenas un beso, apenas un toqueteo de lo más torpe entre ellos. La historia rebasó la realidad. El incesto de Alma y su padre se trasladó al incesto actuado entre los hermanos, ambos muy buenos actores. Aquí sí no podría decir que espléndidos.

Aunque no seamos creyentes, el pecado repercute igualmente en dos frentes. Entre el que peca y el seductor. Apenas rozan el siniestro fluir de sus líquidos, Alma y Sacramento comprenden que el sacrificio es completo, no de la manera que esperaba la líder, pero ya hay dos seres por ahí, arrepentidos, dejados, olvidados. Alma logra la venganza, pero aun debe hacer algo más. Esto podría llamarse “alerta de spoiler” como dicen ahora los muchachos. La chica vuelve al circo y sube a su trapecio, donde era anunciada como el ángel de fuego. Desde ahí lanza gasolina, lanza fuego y quema el escenario del pecado. Arde la carpa ante el estupor de los cirqueros que se quedan sin chamba mientras el fuego consume el altar del pecado, donde Alma y su padre concibieron el hijo que abortó por amor de Sacramento. Y porque en su desastrada fe, ella misma espera la redención.

Toda esta cinta es de una belleza cotidiana. A veces raya en lo simple. Dana Rotberg dispone de sus actores como de oscuras marionetas. La maldad intrínseca se vislumbra a través de las escenas donde se citan, como un alarde blasfemo, párrafos y párrafos de las escrituras. No hablan del Mesías. Hablan de los profetas, de los exegetas, de las puñetas.

El sexo es delicado. No hay desnudos más que los de la mente. Los que ofenden más, creo. Después de verla, pensé en mis viborosas amigas. Una realizó una película cómica, decente, nada del otro mundo. La otra es generosa amiga, por ello no digo más. Lo que sí pensé en lo raros que son estos caminos del arte. Las cultas cineastas se hicieron chiquitas ante el resurgimiento de la cineasta niña-bien, mimada, confundida por esa sociedad que vio para reproducirla, a medias eso sí, pasando por una realizadora contestaria, portentosa, lo que no pueden ser los niños-bien.

He aquí un comentario sobre la cinta de la misma directora.

"Un acto considerado pecado, como el del incesto, es el único válido y hermoso del personaje central. Para mí no hay relación humana que en sí misma deba ser condenada. El incesto que comete Alma con su padre es, teóricamente, una relación prohibida, pero en cuanto generadora de amor, ternura y vida es positiva, mientras la legalmente incestuosa pero reprimida entre Refugio y su hijo Sacramento genera violencia y crueldad, y es para mí negativa. Quería, sobre todo, hacer comprender al público que nadie está seguro. Es una fantasmagoría, mi propia indagación, sobre la fe; una historia de sacrificios como máxima exigencia para sobrevivir en este planeta", comenta la realizadora Dana Rotberg sobre la temática del incesto que prevalece en la película.

¿Contundencia o reverenda fellatio? ¿Inocente blasfemia o aberración filosófica? Deberíamos descubrirlo. La cinta completa está en una plataforma de esas que no dejan duda sobre lo que ocurre. Ahí dejaremos eso

Aun recuerdo esa noche de farra y bohemia donde dos amigas, en su instante viboroso, hablaron de la cinta Ángel de fuego y de su directora, Dana Rotberg.

Ambas se reían de las pretensiones de la chica, aun muy joven entendí, al solicitar el apoyo de IMCINE para realizar la cinta. Corría el año 1992 y la grey de artistas y/o creadores se esmeraba en tratar de comprender cómo era esa nueva forma del Gobierno de México para apoyar a la cultura, emanada de la buena administración y del interesante proyecto presentados por CONACULTA y el presidente Salinas de Gortari.

Pues las referidas reían a más no poder de la insensatez (que de esa palabra culta pasó a ser la de pendejez) de Dana pues Ángel de fuego era una historia que jamás dejarían pasar las autoridades de IMCINE. Era la macabra relación de un incesto, de una secta de titiriteros cristianos y de una maldad arrogante, directa, desdichada. Se adivinaban por ahí los rasgos de una relación gay a más de un ángel en la tierra y un pequeño que descree de las enseñanzas de la conductora de la secta.

Pero, pregunté, ¿no es que con esta nueva institución, CONACULTA, ya no habrá más de esos tropiezos que antes temían los creadores? Rieron más, ahora de mí. No, cómo crees. Este guion es la pretensión de una niña-bien por llevar a cabo sus aspiraciones de directora. La nueva cultura, la que será del PAN, no permitirá pasar este proyecto. Es una tontería, a más de mal escrita. Las copas menguaron la discusión u nos dedicamos a libar hasta muy entrada la mañana en que tuvimos que despedir a la Aurora quien con dorados cabellos ciño la cabeza de la noche.

Pasaron los años y grande fue mi sorpresa al ver en cartelera, en el cine Tabasco ubicado en la calle Juan Álvarez, el anuncio de la película en cuestión. Fuimos a verla Norma Domínguez y yo. Salí con muchísimas preguntas que la poca filosofía leída en ese momento no supo responder. ¿De qué va la película?

En un empobrecido circo de la ciudad de México, una joven de 13 años llamada Alma (Evangelina Sosa) escupía fuego todas las noches, columpiándose de un trapecio. Lleva en el vientre al hijo de su padre, Renato (Alejandro Parodi), un payaso viejo y enfermo de quien está enamorada. Renato muere y Alma es expulsada del circo porque, a pesar de amenazas y maldiciones, se niega a perder a su hijo. Viviendo en las calles conoce a un grupo de titiriteros ambulantes que a través de su guía Refugio (Lilia Aragón) predican la palabra de Dios. Alma reconoce en ellos una promesa, la vislumbre de una esperanza, y encomienda a Dios el futuro de su hijo. Sometida a una ceremonia de purificación en la que por medio de la privación y el dolor podría alcanzar la redención y su lugar en el Libro del Perdón, pero el Dios de la venganza y los sacrificios no atendió a su llamado, al parecer. Alma queda despojada de su fe, de su inocencia además de su hijo quien resulta lesionado en el sacrificio y es abortado.

Los valores son eliminados de cuajo en esta sociedad de parias. Tanto los del circo como los titiriteros apocalípticos deshacen las ilusiones de Alma, quien se queja con un ardor silencioso de los pesares de su vida. Las escenas, aunque esta cinta fue comparada con Santa sangre de Alejandro Jodorowsky (1988) son delicadamente atroces. Las purificaciones a los que somete a los sojuzgados la líder, una inexpresiva (como siempre) Lilia Aragón provocan en el espectador sensaciones de humillación, desdén, fealdad. Refugio entre los títeres y la pareja homosexual en el circo, conformada por Rito (Salvador Sánchez) y Lidio (Farnesio de Bernal) arrojan a Alma a la calle, que la pecadora, dos veces, por lasciva e incestuosa, pague su crimen. De ocurrir en estos tiempos, la cinta, la pareja gay sería protectora no predadora. En la cinta se recrudecen esos tiempos donde el que no encajaba en la sociedad (gays, lesbianas, incestuosos, madres solteras, pillos) era desechado. A veces por los mismos congéneres, dependiendo el delito. Hasta entre la calaña hay categorías.

Alma es la que lleva un hijo de dos pecados en sus entrañas. No hay que compadecerla, hay que apedrearla. Alma entonces acepta la purificación, que es más para Sacramento (Roberto Sosa) hijo de Refugio, para que el muchacho ascienda. Alma es el cordero del sacrificio de Isaac. Sin embargo, Dios no salva al cordero. Permite el sacrificio. Refugio no permitiría la relación de ambos jóvenes. Ella misma ve con ardores de matrona al jovencito. Espera que Sacramento, nombre es destino, ponga su simiente en ella y perpetuar la fe. Su fe.

La chica vuelve al circo, planeando la venganza. Seduce a Sacramento y aquí debo detenerme para hacer una reflexión. Los Sosa son hermanos en la vida real. Las escenas de su relación sexual no son, no pueden/quieren, ser explícitas. Apenas el desnudo parcial, apenas un beso, apenas un toqueteo de lo más torpe entre ellos. La historia rebasó la realidad. El incesto de Alma y su padre se trasladó al incesto actuado entre los hermanos, ambos muy buenos actores. Aquí sí no podría decir que espléndidos.

Aunque no seamos creyentes, el pecado repercute igualmente en dos frentes. Entre el que peca y el seductor. Apenas rozan el siniestro fluir de sus líquidos, Alma y Sacramento comprenden que el sacrificio es completo, no de la manera que esperaba la líder, pero ya hay dos seres por ahí, arrepentidos, dejados, olvidados. Alma logra la venganza, pero aun debe hacer algo más. Esto podría llamarse “alerta de spoiler” como dicen ahora los muchachos. La chica vuelve al circo y sube a su trapecio, donde era anunciada como el ángel de fuego. Desde ahí lanza gasolina, lanza fuego y quema el escenario del pecado. Arde la carpa ante el estupor de los cirqueros que se quedan sin chamba mientras el fuego consume el altar del pecado, donde Alma y su padre concibieron el hijo que abortó por amor de Sacramento. Y porque en su desastrada fe, ella misma espera la redención.

Toda esta cinta es de una belleza cotidiana. A veces raya en lo simple. Dana Rotberg dispone de sus actores como de oscuras marionetas. La maldad intrínseca se vislumbra a través de las escenas donde se citan, como un alarde blasfemo, párrafos y párrafos de las escrituras. No hablan del Mesías. Hablan de los profetas, de los exegetas, de las puñetas.

El sexo es delicado. No hay desnudos más que los de la mente. Los que ofenden más, creo. Después de verla, pensé en mis viborosas amigas. Una realizó una película cómica, decente, nada del otro mundo. La otra es generosa amiga, por ello no digo más. Lo que sí pensé en lo raros que son estos caminos del arte. Las cultas cineastas se hicieron chiquitas ante el resurgimiento de la cineasta niña-bien, mimada, confundida por esa sociedad que vio para reproducirla, a medias eso sí, pasando por una realizadora contestaria, portentosa, lo que no pueden ser los niños-bien.

He aquí un comentario sobre la cinta de la misma directora.

"Un acto considerado pecado, como el del incesto, es el único válido y hermoso del personaje central. Para mí no hay relación humana que en sí misma deba ser condenada. El incesto que comete Alma con su padre es, teóricamente, una relación prohibida, pero en cuanto generadora de amor, ternura y vida es positiva, mientras la legalmente incestuosa pero reprimida entre Refugio y su hijo Sacramento genera violencia y crueldad, y es para mí negativa. Quería, sobre todo, hacer comprender al público que nadie está seguro. Es una fantasmagoría, mi propia indagación, sobre la fe; una historia de sacrificios como máxima exigencia para sobrevivir en este planeta", comenta la realizadora Dana Rotberg sobre la temática del incesto que prevalece en la película.

¿Contundencia o reverenda fellatio? ¿Inocente blasfemia o aberración filosófica? Deberíamos descubrirlo. La cinta completa está en una plataforma de esas que no dejan duda sobre lo que ocurre. Ahí dejaremos eso