/ martes 30 de abril de 2024

Artilugios / El engaño y la inocencia.

En la novela Los tres mosqueteros, Dumas acude a un personaje real y a otro imaginario para demostrarle al lector lo que es la intriga. El primero es el cardenal Richeliu. Armand Jean du Plessis (1585- 1642) fue un cardenal y estadista francés, además de duque de Richelieu, duque de Fronsac y par de Francia. Ordenado obispo en 1607 entró en política y fue nombrado secretario de Estado en 1616. Richelieu pronto alcanzó un gran poder en la Iglesia católica y en Francia, hasta alcanzar la dignidad cardenalicia en 1622, y el cargo de primer ministro del rey Luis XIII en 1624. Permaneció en el cargo hasta su muerte en 1642, y fue sucedido por el también cardenal Julio Mazarino.

La otra es Milady de Winter, esposa de Athos, y la más terrible espía e intrigante de la corte. Richeliu era su jefe.

En otro sentido, aunque los espías son los mismos, descritos por Dumas, por LeCarré o Sealtiel Alatriste, en la novela de este último Conjura en la Arcadia, encontramos que las espías eran sibilinas y poderosas. Las gemelas Cohen o la faraona de Culiacán se meten en las camas de sus víctimas, espiando, husmeando en la correspondencia, en los papeles, oyendo detrás de las puertas, al mismísimo estilo de Mata Hari, esa mujer que fue erotizada al máximo por los dos bandos en guerra desde 1914 a 1918. La faraona de Culiacán se convierte en amante del mismo presidente de la república y así obtener información de primera mano.

Todas ellas, espías de altos vuelos, están retratadas como las que hicieron la guerra no solo en favor de sus países sino contra esos hombres que las relegaron al papel de dulces amas de casa, de madres o de sumisas esposas que debían ser fieles a sus maridos, los verdaderos “héroes” del conflicto.

Estas mujeres sabían que no trabajaban para ser heroínas. El papel de espía, lo comprobaron Mata Hari y Milady terminó para ellas en la muerte. De hecho, Milady es un personaje tan intensamente malvado que cuando llega su hora, ajusticiada por los benévolos mosqueteros que no pudieron serlo con ella, el lector deja un momento el libro y deplora la maldad de esta hermosísima mujer, interpretada en la película (1948, George Sidney) por Lana Turner.

Sí, Dumas lo logra una vez más. La muerte de Milady la condesa de Winter es un momento duro de tragar, es ver morir a la gran villana. Eso vale mucho, creo.

Bueno, te dirás artilugista que pasas la vista por estas letras, a qué viene todo esto. Es simple.

Hace poco, en una entrevista con Carlos Alazraki, Susana Zabaleta dijo que el actual presidente de México la embaucó. Oh.

Primero que nada, señora de todos mis respetos, la inocencia después de los 20 años recibe otro nombre que comienza con P. Por si no lo recuerda. Los políticos embaucan a quien se deja. Esa es su profesión, además. No vibrar al ritmo de la esperanza sino de la propia ambición. El poder es una droga poderosísima.

En tiempos del PRI muchos presidentes hubieran dado lo obtenido por continuar en el poder, por seguir en el usufructo del poder. El dinero va y viene, el poder permanece. Sabiéndolo mantener, claro. Pero el mismo partido se encargaba de frustrar ese sueño guajiro. Nada de eso. Tuviste seis años. Ya te vas.

No dude quien me lee que hubo presidentes de México que soñaron, acariciaron la idea de permanecer hasta que el tiempo terminase, eternos, parásitos, pulmódromos. El mismo partido frustró la ambición. El caso es que en estos inciertos tiempos donde la política da giros en espirales caleidoscópicas no dude el lector que hay alguien que busque perpetuarse. Ese no es el tema de este artilugio.

Interesante es que una mujer como la Zavaleta, que tiene fama de dura, echadora, concomitante, confiese en entrevista que fue embaucada. Recuerdo a mi querida maestra Maricela Lara que decía que la Tigresa no tenía ese nombre por pendeja. Irma, agregaba, es una mujer muy lista. Por eso tuvo lo que tuvo. Hasta que le pasó lo que les pasa a las mujeres inteligentes. Se enamoró. Y ahí se volvió pendeja. Ese tampoco es tema.

Susana Zavaleta opone a su decepción que fue convencida con la propuesta cultural del entonces candidato (¿?). Al no cumplirlas, se decepcionó. Lo que no dice la señora Zavaleta es que las figuras públicas, como ella, al optar por una opción política deberían tener mucho cuidado. Recuerdo a ese admiradísimo escritor, Germán Dehesa, que se sentía ofendido cuando sus lectores reclamaban que los hubiera incitado a votar por Fox. Tu Fox, le decían, lo que causaba que a Dehesa se le cayera el pelo. Sí, no siempre fue peloncillo. El caso es que era figura pública y al apoyar tal o cual, talporcual, el lado político de Fox tuvo auge.

Que un comunicador, actor, actriz, escritor, pintor, etcétera, diga que fulanito sería un excelente diputado, gobernador, presidente, senador, provoca en sus seguidores el ánimo de votar por esa oportunidad. Al no cumplir las promesas de campaña, viene la decepción. En nuestro estado me dicen que mi querido Moncho Bolívar está muy decepcionado. Bueno, mal por él. Qué pena. Él fue una de esas figuras públicas que convenció a un sector muy grande del público para votar en determinado sentido. Mal por él.

El caso de doña Susana es parecido. Ahora se da cuenta que fue embaucada. Qué triste. Mal por ella. ¿Qué esperaba cuando la principal causa del político es esa? Convencernos de votar por él, lesionar al contrario y después hacerse perdedizo. Qué tal. Pretender que fui embaucado es dar a entender que soy pendejo. Y disculpen que abuse de la palabrita. No da coraje. Da un poco de risa.

Muchos hay por ahí que se rasgan las vestiduras diciendo que fueron embaucados igualmente. Qué tal. No es que doña Susana fuera una espía como esas que cité al principio. Pero sí estuvo del lado que creyó mejor… para ella, por supuesto. Ahora que las cosas no fueron como pensó, quiso, creyó es cuando se deslinda poniendo tierra de por medio. Habrá que ver a quién apoya en estos tiempos inciertos, de giros caleidoscópicos.

Dice un canon de los artículos de fondo que no debemos escribir onomatopeyas o sonidos oropéndolos. Pero no me resisto. Jajaja. Me da risa.

Espero que no nos decepcionemos de nuestra opción en estas votaciones próximas. Y si nos sucede, pues asumamos la responsabilidad. Es cuanto.

En la novela Los tres mosqueteros, Dumas acude a un personaje real y a otro imaginario para demostrarle al lector lo que es la intriga. El primero es el cardenal Richeliu. Armand Jean du Plessis (1585- 1642) fue un cardenal y estadista francés, además de duque de Richelieu, duque de Fronsac y par de Francia. Ordenado obispo en 1607 entró en política y fue nombrado secretario de Estado en 1616. Richelieu pronto alcanzó un gran poder en la Iglesia católica y en Francia, hasta alcanzar la dignidad cardenalicia en 1622, y el cargo de primer ministro del rey Luis XIII en 1624. Permaneció en el cargo hasta su muerte en 1642, y fue sucedido por el también cardenal Julio Mazarino.

La otra es Milady de Winter, esposa de Athos, y la más terrible espía e intrigante de la corte. Richeliu era su jefe.

En otro sentido, aunque los espías son los mismos, descritos por Dumas, por LeCarré o Sealtiel Alatriste, en la novela de este último Conjura en la Arcadia, encontramos que las espías eran sibilinas y poderosas. Las gemelas Cohen o la faraona de Culiacán se meten en las camas de sus víctimas, espiando, husmeando en la correspondencia, en los papeles, oyendo detrás de las puertas, al mismísimo estilo de Mata Hari, esa mujer que fue erotizada al máximo por los dos bandos en guerra desde 1914 a 1918. La faraona de Culiacán se convierte en amante del mismo presidente de la república y así obtener información de primera mano.

Todas ellas, espías de altos vuelos, están retratadas como las que hicieron la guerra no solo en favor de sus países sino contra esos hombres que las relegaron al papel de dulces amas de casa, de madres o de sumisas esposas que debían ser fieles a sus maridos, los verdaderos “héroes” del conflicto.

Estas mujeres sabían que no trabajaban para ser heroínas. El papel de espía, lo comprobaron Mata Hari y Milady terminó para ellas en la muerte. De hecho, Milady es un personaje tan intensamente malvado que cuando llega su hora, ajusticiada por los benévolos mosqueteros que no pudieron serlo con ella, el lector deja un momento el libro y deplora la maldad de esta hermosísima mujer, interpretada en la película (1948, George Sidney) por Lana Turner.

Sí, Dumas lo logra una vez más. La muerte de Milady la condesa de Winter es un momento duro de tragar, es ver morir a la gran villana. Eso vale mucho, creo.

Bueno, te dirás artilugista que pasas la vista por estas letras, a qué viene todo esto. Es simple.

Hace poco, en una entrevista con Carlos Alazraki, Susana Zabaleta dijo que el actual presidente de México la embaucó. Oh.

Primero que nada, señora de todos mis respetos, la inocencia después de los 20 años recibe otro nombre que comienza con P. Por si no lo recuerda. Los políticos embaucan a quien se deja. Esa es su profesión, además. No vibrar al ritmo de la esperanza sino de la propia ambición. El poder es una droga poderosísima.

En tiempos del PRI muchos presidentes hubieran dado lo obtenido por continuar en el poder, por seguir en el usufructo del poder. El dinero va y viene, el poder permanece. Sabiéndolo mantener, claro. Pero el mismo partido se encargaba de frustrar ese sueño guajiro. Nada de eso. Tuviste seis años. Ya te vas.

No dude quien me lee que hubo presidentes de México que soñaron, acariciaron la idea de permanecer hasta que el tiempo terminase, eternos, parásitos, pulmódromos. El mismo partido frustró la ambición. El caso es que en estos inciertos tiempos donde la política da giros en espirales caleidoscópicas no dude el lector que hay alguien que busque perpetuarse. Ese no es el tema de este artilugio.

Interesante es que una mujer como la Zavaleta, que tiene fama de dura, echadora, concomitante, confiese en entrevista que fue embaucada. Recuerdo a mi querida maestra Maricela Lara que decía que la Tigresa no tenía ese nombre por pendeja. Irma, agregaba, es una mujer muy lista. Por eso tuvo lo que tuvo. Hasta que le pasó lo que les pasa a las mujeres inteligentes. Se enamoró. Y ahí se volvió pendeja. Ese tampoco es tema.

Susana Zavaleta opone a su decepción que fue convencida con la propuesta cultural del entonces candidato (¿?). Al no cumplirlas, se decepcionó. Lo que no dice la señora Zavaleta es que las figuras públicas, como ella, al optar por una opción política deberían tener mucho cuidado. Recuerdo a ese admiradísimo escritor, Germán Dehesa, que se sentía ofendido cuando sus lectores reclamaban que los hubiera incitado a votar por Fox. Tu Fox, le decían, lo que causaba que a Dehesa se le cayera el pelo. Sí, no siempre fue peloncillo. El caso es que era figura pública y al apoyar tal o cual, talporcual, el lado político de Fox tuvo auge.

Que un comunicador, actor, actriz, escritor, pintor, etcétera, diga que fulanito sería un excelente diputado, gobernador, presidente, senador, provoca en sus seguidores el ánimo de votar por esa oportunidad. Al no cumplir las promesas de campaña, viene la decepción. En nuestro estado me dicen que mi querido Moncho Bolívar está muy decepcionado. Bueno, mal por él. Qué pena. Él fue una de esas figuras públicas que convenció a un sector muy grande del público para votar en determinado sentido. Mal por él.

El caso de doña Susana es parecido. Ahora se da cuenta que fue embaucada. Qué triste. Mal por ella. ¿Qué esperaba cuando la principal causa del político es esa? Convencernos de votar por él, lesionar al contrario y después hacerse perdedizo. Qué tal. Pretender que fui embaucado es dar a entender que soy pendejo. Y disculpen que abuse de la palabrita. No da coraje. Da un poco de risa.

Muchos hay por ahí que se rasgan las vestiduras diciendo que fueron embaucados igualmente. Qué tal. No es que doña Susana fuera una espía como esas que cité al principio. Pero sí estuvo del lado que creyó mejor… para ella, por supuesto. Ahora que las cosas no fueron como pensó, quiso, creyó es cuando se deslinda poniendo tierra de por medio. Habrá que ver a quién apoya en estos tiempos inciertos, de giros caleidoscópicos.

Dice un canon de los artículos de fondo que no debemos escribir onomatopeyas o sonidos oropéndolos. Pero no me resisto. Jajaja. Me da risa.

Espero que no nos decepcionemos de nuestra opción en estas votaciones próximas. Y si nos sucede, pues asumamos la responsabilidad. Es cuanto.