/ martes 7 de mayo de 2024

Artilugios | ¿En qué manos quedará la cultura?

Efectivamente. El único que habló de cultura en el segundo debate presidencial fue Máynez. Qué tal. En su ansia de pelea las otras participantes nada dijeron sobre este tema crucial para alguno de nosotros, quiero creer que para todos.

Se ufanan los candidatos cuando andan en campaña refiriéndose a la cultura como una de sus primeras y más importantes acciones. Cuando llegan al puesto, nunca vuelven a acordarse de los artistas o culturistas que se acercaron, confiaron, se pelearon con sus amigos de toda la vida, con quienes tomaron alcohol, fueron a fiestas, tertulias o pachangas.

En Tabasco, todos los artistas que hacían un trabajo más o menos interesante en la década de los 90, se declararon arteramente perredistas. La lista es larga. Inmediatamente se volvieron unos monstruos de prístina malevolencia. Eran los puros, los buenos, los rebeldes. Los que trabajábamos en la cultura oficial éramos malos, corruptos, advenedizos. Había que tumbarnos de inmediato.

En esos dorados tiempos, algo más antes, en los 80, el candidato López Obrador propuso varios puntos de su campaña referentes a la cultura. El candidato del PRI, Salvador Neme no dijo nada. En la contienda siguiente, López Obrador dejó de lado la propuesta cultural. Cosas de esos tiempos. ¿A qué se debió el cambio? Ahí fue Roberto Madrazo quien reunió al conjunto cultural, aun a los más beligerantes como Fontanelly, proponiendo que Andrés González Pagés fuese el director del Instituto de Cultura. En un principio no pareció mala idea.

Después, los intentos culturales se vieron opacados hasta el turno del peticionario. Realmente, las administraciones culturales han sido poco solidarias con los artistas. De las pocas, Laura Ramírez Rasgado, Francisco Peralta Burelo y Norma Cárdenas. Ellos le dieron lustre a la institución y ya. De los demás no podría decir cosas buenas, y mi señora madre me dijo, si no tienes nada bueno que decir de alguien… no lo digas.

De todos modos, la cultura en nuestro estado ha corrido mejores tiempos. Eso sí, en la actualidad, hasta quienes desconocen la gestión de don Enrique González Pedrero y su esposa, la escritora Julieta Campos, porque eran muy jóvenes o no habían nacido, la loan con una asiduidad digna de mejor causa. Y desconocen, por ende, las administraciones siguientes, declarando que fueron un conjunto de mediocres. Los lleva más el antagonismo político que la realidad.

Otros estados, no dudo que tengan rencillas muy personales entre los artistas. Y si las tienen, al aparecer el ajeno, se las guardan y actúan como un solo bloque. Tabasco goza de la antipatía como deporte. No nos leemos entre nosotros, no vamos a ver las exposiciones de arte, no acudimos al hecho teatral. Solo por esa sinrazón envolvente, Me cae mal. La colaboración con la administración depende de cuál sea su filiación política, no artística. En eso los artistas tabasqueños acopian una elemental dosis de rencor que pudiera ser usada en mejor causa.

¿Qué otro candidato ha hecho una propuesta seria sobre cultura? Ninguno. Todos se van por la ocurrencia. El querido Pedro Luis Bartilotti era de ocurrencias. Su sucesora, Rosa María Romo lo mismo. Se tuvieron planes y proyectos interesantes hasta que al gobernante en turno se le ocurrió cerrar el presupuesto para la cultura. Hubo alguno que cerró todos los presupuestos, lo que resultó peor. Incluso se ha dado el fenómeno del funcionario cultural sin cartera. Todo el gabinete opina sobre cultura.

El director de cultura tímido se deja acorralar. Quien ostenta un prestigio acota al gabinete con la respuesta muy oportuna, Yo no me meto a opinar de tu área porque desconozco, no opines de la mía. Esa respuesta la dio Norma Cárdenas en alguna reunión donde los funcionarios se metieron en la cultura argumentando que tiene gusto. Mal gusto, habría que agregar. La cultura comparte gusto y conocimiento. El que gusta de ella es espectador, el que conoce de ella es el artista. Es simple. Salir con aquel dogma más antiguo que los tiempos de Mari Castaña de que Yo sé admirar, puedo opinar, puedo igual hacer arte, requiere de muchos esfuerzos, de muchos actos de fe, de mucha resistencia a la crítica.

Por lo regular, el artista amateur no tiene estos dones. O maldiciones, como quiera llamarlo el lector. Quien no soporta una crítica no merece ser artista. En mi larga carrera he recibido muchísimas críticas. Hasta ahora. Buenas o malas, no constructivas porque, como bien decía mi señor padre, no existe la crítica constructiva, que es un artilugio para disfrazar la antipatía y la envidia. Para ejercer lo políticamente correcto, y quedar bien ante la sociedad. Que se joda el artista. Ese mismo pensamiento lo comparten frustrados y políticos.

No les gusta la cultura a los políticos, ¿no ha quedado claro? Si les gustara tendríamos muchos adelantos que otros estados tienen. Y no porque Tabasco no los tenga, aclaro. Además, no reside la belicosidad contra la cultura en que ven un peligro en ella, en los que la hacen. No. Simplemente es una pérdida de tiempo, según los adustos funcionarios.

En la reunión del Instituto Juárez, hace unos días, varios artistas se reunieron para exponer ante los candidatos, previamente invitados, sus propuestas para el desarrollo de la cultura. Solo llegaron las candidatas. Los señores tendrían cosas más importantes que hacer que dedicarle tiempo a lo que dijeran un grupo de artistas preocupados por la suerte de la administración cultural.

Como siempre, la cultura tiene malos presagios. No compite, no puede, contra la economía, la educación o la salud que son banderas que dan lustre, brillantez, modo de comprobar la actividad. Hacer cultura en Tabasco no solo ha devenido en la miseria, económica e intelectual, devino en la pobreza del debate, del intercambio de opiniones, del aprecio por la obra del otro. Estamos mal. El problema es que, al igual que los partidos políticos, los artistas tienen, creen tener, colores definidos. Y la cultura no debe tener filias o fobias ideológicas. No quiero decir que no existan. Deben estar en la obra, no en la vida del artista.

Espeluznantemente, el único candidato a la presidencia que se refirió a la cultura fue Máynez, proponiendo la creación de nuevos públicos (se ve que tiene un asesor en el área formado en los 90) y apostando, según él, a una nueva visión de la sociedad a raíz de la cultura. El viejo símil que compara a la cultura con la producción agrícola. Quizá por la aberrante similitud que divide la palabra en agri-cultura. Más viejo que Gramsci, dicho sea con perdón.

Pues bien. El panorama es desalentador, pero siempre lo ha sido en esta materia. La cultura es la última rueda del carro. Dejemos de creer en los santos reyes. Hagamos lo propio. Es decir, el artista que cree, el funcionario que funcione.

Alguna de las dos cosas no acaba de embonar, pero bueno. Así es la opresión cultural. Habrá que continuar.

Efectivamente. El único que habló de cultura en el segundo debate presidencial fue Máynez. Qué tal. En su ansia de pelea las otras participantes nada dijeron sobre este tema crucial para alguno de nosotros, quiero creer que para todos.

Se ufanan los candidatos cuando andan en campaña refiriéndose a la cultura como una de sus primeras y más importantes acciones. Cuando llegan al puesto, nunca vuelven a acordarse de los artistas o culturistas que se acercaron, confiaron, se pelearon con sus amigos de toda la vida, con quienes tomaron alcohol, fueron a fiestas, tertulias o pachangas.

En Tabasco, todos los artistas que hacían un trabajo más o menos interesante en la década de los 90, se declararon arteramente perredistas. La lista es larga. Inmediatamente se volvieron unos monstruos de prístina malevolencia. Eran los puros, los buenos, los rebeldes. Los que trabajábamos en la cultura oficial éramos malos, corruptos, advenedizos. Había que tumbarnos de inmediato.

En esos dorados tiempos, algo más antes, en los 80, el candidato López Obrador propuso varios puntos de su campaña referentes a la cultura. El candidato del PRI, Salvador Neme no dijo nada. En la contienda siguiente, López Obrador dejó de lado la propuesta cultural. Cosas de esos tiempos. ¿A qué se debió el cambio? Ahí fue Roberto Madrazo quien reunió al conjunto cultural, aun a los más beligerantes como Fontanelly, proponiendo que Andrés González Pagés fuese el director del Instituto de Cultura. En un principio no pareció mala idea.

Después, los intentos culturales se vieron opacados hasta el turno del peticionario. Realmente, las administraciones culturales han sido poco solidarias con los artistas. De las pocas, Laura Ramírez Rasgado, Francisco Peralta Burelo y Norma Cárdenas. Ellos le dieron lustre a la institución y ya. De los demás no podría decir cosas buenas, y mi señora madre me dijo, si no tienes nada bueno que decir de alguien… no lo digas.

De todos modos, la cultura en nuestro estado ha corrido mejores tiempos. Eso sí, en la actualidad, hasta quienes desconocen la gestión de don Enrique González Pedrero y su esposa, la escritora Julieta Campos, porque eran muy jóvenes o no habían nacido, la loan con una asiduidad digna de mejor causa. Y desconocen, por ende, las administraciones siguientes, declarando que fueron un conjunto de mediocres. Los lleva más el antagonismo político que la realidad.

Otros estados, no dudo que tengan rencillas muy personales entre los artistas. Y si las tienen, al aparecer el ajeno, se las guardan y actúan como un solo bloque. Tabasco goza de la antipatía como deporte. No nos leemos entre nosotros, no vamos a ver las exposiciones de arte, no acudimos al hecho teatral. Solo por esa sinrazón envolvente, Me cae mal. La colaboración con la administración depende de cuál sea su filiación política, no artística. En eso los artistas tabasqueños acopian una elemental dosis de rencor que pudiera ser usada en mejor causa.

¿Qué otro candidato ha hecho una propuesta seria sobre cultura? Ninguno. Todos se van por la ocurrencia. El querido Pedro Luis Bartilotti era de ocurrencias. Su sucesora, Rosa María Romo lo mismo. Se tuvieron planes y proyectos interesantes hasta que al gobernante en turno se le ocurrió cerrar el presupuesto para la cultura. Hubo alguno que cerró todos los presupuestos, lo que resultó peor. Incluso se ha dado el fenómeno del funcionario cultural sin cartera. Todo el gabinete opina sobre cultura.

El director de cultura tímido se deja acorralar. Quien ostenta un prestigio acota al gabinete con la respuesta muy oportuna, Yo no me meto a opinar de tu área porque desconozco, no opines de la mía. Esa respuesta la dio Norma Cárdenas en alguna reunión donde los funcionarios se metieron en la cultura argumentando que tiene gusto. Mal gusto, habría que agregar. La cultura comparte gusto y conocimiento. El que gusta de ella es espectador, el que conoce de ella es el artista. Es simple. Salir con aquel dogma más antiguo que los tiempos de Mari Castaña de que Yo sé admirar, puedo opinar, puedo igual hacer arte, requiere de muchos esfuerzos, de muchos actos de fe, de mucha resistencia a la crítica.

Por lo regular, el artista amateur no tiene estos dones. O maldiciones, como quiera llamarlo el lector. Quien no soporta una crítica no merece ser artista. En mi larga carrera he recibido muchísimas críticas. Hasta ahora. Buenas o malas, no constructivas porque, como bien decía mi señor padre, no existe la crítica constructiva, que es un artilugio para disfrazar la antipatía y la envidia. Para ejercer lo políticamente correcto, y quedar bien ante la sociedad. Que se joda el artista. Ese mismo pensamiento lo comparten frustrados y políticos.

No les gusta la cultura a los políticos, ¿no ha quedado claro? Si les gustara tendríamos muchos adelantos que otros estados tienen. Y no porque Tabasco no los tenga, aclaro. Además, no reside la belicosidad contra la cultura en que ven un peligro en ella, en los que la hacen. No. Simplemente es una pérdida de tiempo, según los adustos funcionarios.

En la reunión del Instituto Juárez, hace unos días, varios artistas se reunieron para exponer ante los candidatos, previamente invitados, sus propuestas para el desarrollo de la cultura. Solo llegaron las candidatas. Los señores tendrían cosas más importantes que hacer que dedicarle tiempo a lo que dijeran un grupo de artistas preocupados por la suerte de la administración cultural.

Como siempre, la cultura tiene malos presagios. No compite, no puede, contra la economía, la educación o la salud que son banderas que dan lustre, brillantez, modo de comprobar la actividad. Hacer cultura en Tabasco no solo ha devenido en la miseria, económica e intelectual, devino en la pobreza del debate, del intercambio de opiniones, del aprecio por la obra del otro. Estamos mal. El problema es que, al igual que los partidos políticos, los artistas tienen, creen tener, colores definidos. Y la cultura no debe tener filias o fobias ideológicas. No quiero decir que no existan. Deben estar en la obra, no en la vida del artista.

Espeluznantemente, el único candidato a la presidencia que se refirió a la cultura fue Máynez, proponiendo la creación de nuevos públicos (se ve que tiene un asesor en el área formado en los 90) y apostando, según él, a una nueva visión de la sociedad a raíz de la cultura. El viejo símil que compara a la cultura con la producción agrícola. Quizá por la aberrante similitud que divide la palabra en agri-cultura. Más viejo que Gramsci, dicho sea con perdón.

Pues bien. El panorama es desalentador, pero siempre lo ha sido en esta materia. La cultura es la última rueda del carro. Dejemos de creer en los santos reyes. Hagamos lo propio. Es decir, el artista que cree, el funcionario que funcione.

Alguna de las dos cosas no acaba de embonar, pero bueno. Así es la opresión cultural. Habrá que continuar.