/ viernes 17 de mayo de 2024

Artilugios | CONJURA EN LA ARCADIA, de Sealtiel Alatriste.

Esta novela retoma el tema de una conjura en un momento de la Historia de México que no sabremos nunca si es una fábula del autor o una desacralización del caso político, que no mediático porque no tenían los medios en aquel momento la intrusión en la sociedad que ahora ostentan.

De qué va, el ministro sin cartera del presidente de la república (todos los presidentes de México tuvieron/¿tendrán? uno) don Luis, llamado así nomás con este nombre, es ese hombre que ve, más allá de la política o del plan nacional del presidente, los casos del momento. Es quien se reúne en el bar La arcadia y desde ahí despacha. En ese tiempo aquello podía hacerse. Tiene un equipo que lo ayuda en sus siniestros planes. Chito, algo así como un pistolero. El Chino que atiende la barra. Y el narrador de la novela, un ancestro de Sealtiel Alatriste, Uriel Eduardo, por aquella manía del abuelo de bautizar a sus hijos y nietos con nombre de arcángeles.

Uriel va narrando en un volumen de casi 430 páginas los avatares de ese día aciago en que don Venustiano Carranza, el Jefe, ofrece la fiesta como cada año una fiesta conmemorando la muerte de su madrina. 24 horas en que una conjura fue iniciada, descubierta y deshecha. En esa fiesta aparece la mujer, solucionando uno de los axiomas más importantes de la novela de intriga, cherchez la femme. La mujer es Carmenchu, la faraona de Culiacán que de inmediato seduce al viudo llevándolo a su cama, rehaciendo la primera parte de la conjura.

El Jefe es seducido por la mujer hermosa, muy bella, esplendorosa, sobrina de aquella tiple que removió los escenarios de los teatros de la capital mexicana. La faraona tiene un pasado desastrado, igualmente. Y ese es el meollo del asunto, Conjura en La arcadia ocurre entre la ciudad de México, esa romántica postporfiriana que dejaron muchas películas de Juan Bustillo Oro, y Puebla de los Ángeles. Por cierto, la insidiosa cuarta de forros señala que, por haber nacido en esa ciudad, el escritor se cree poblano. Recordamos el chiste de inmediato, Perro, perico y poblano…

La novela propone el rapto del cónsul norteamericano por fuerzas oscuras – sí, también en esos dorados años, hubo intrigas, desgracias y politiquerías – con la sola idea de provocarle un percance político al Jefe. El Jefe se enamora de Carmenchu y se dispone a hacerla primera dama. La mujer, así como otras dos, tres, cuatro mujeres de las que iremos dando cuenta, sirve a los intereses del gobernador de Puebla, el general Cacacho, al que identificamos como Ávila Camacho.

Este personaje indirectamente involucrado en este libro, y además con nombre simulado, como casi todos los personajes, propuso como una muestra más de que la Unidad Nacional pretendía erradicar los divisionismos políticos, el 15 de septiembre de 1942, Ávila Camacho convocó una Asamblea de Acercamiento Nacional, a la que fueron invitados todos los expresidentes, Adolfo de la Huerta, Plutarco Elías Calles, Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio, Abelardo L. Rodríguez y Lázaro Cárdenas. E

l hecho de reunir en un mismo evento a estos personajes, que a pesar de militar en el mismo Partido de la Revolución, tenían profundas diferencias ideológicas entre sí, llevaba la intención de hacer público el logro de la unidad nacional, y de que tal acontecimiento sirviera de ejemplo para quienes aún persistían en la discordia. Un cónclave priista como los que pudieron hacer hasta hace unos años.

El gobierno avilista se favoreció debido a su aportación de materias primas agrícolas y minerales para la producción de materiales de guerra. A cambio, recibió maquinaria, herramientas, capitales y créditos, que activaron la industria, la agricultura y la minería. De esta manera, el modelo económico capitalista favoreció a la burguesía, que se convirtió en una clase poderosa y rica. También usó el modelo de sustitución interna. La moneda se devaluó y provocó una crisis inflacionaria eso sí.

El personaje Cacacho es gobernador de Puebla, enemigo político del Jefe y uno de los más intrigantes funcionarios de esos tiempos. No es el único, sin embargo. El ministro del interior, a quien el autor convoca con el sonoro apodo de Mastuerzo igual conjura por su lado y don Luis con su equipo tienen que detener la conspiración. ¿Qué hacían, hacen, los políticos mexicanos ante tamaña cuestión? Intrigar. Hacen movimientos que deben deslizar como solitarias aves que darán en el blanco.

Don Luis, por cierto, tiene un nido de palomas mensajeras que le ayudan a enviar mensajes sin desdoro a ser descubiertos. Remito al lector a esa serie inglesa Los caballeros (2019) en una plataforma, donde el capo de tutti li capi, igualmente tiene un nido de palomas. Con las aves, Don Luis, se comunica con sus agentes femeninas, prestas a servirlo, las gemelas Cohen, Judith y Sonia.

Ellas, con Chito, deshacen el amoroso encuentro de Carmenchu y el Jefe. Además, el autor juega con las analogías pues acomoda igualmente a dos mujeres más que apoyan la conjura. Doña Carmen Serdán y Celina Aguayo. La primera, la hermana de Aquiles, aquel prócer poco sabido de nuestra Historia. La otra, una fotografía que se redime en el retrato del primer grupo de conspiradores, El grupo de la muerte. Ella toma la foto del segundo grupo de conspiradores. Este es un libro que divertirá al lector por su aventurada disposición de los personajes reales con los de ficción, así como por la visión de una Historia de México que, probablemente, no sucedió.

Uriel Alatriste es el muchacho, el aprendiz de conspirador, así como lo era Dartagnan. Ese es el otro logro de esta ficción elevadamente deliciosa. Cuenta lo que pasó, lo que ocurrió como cierto. Deja visos curiosos donde apoya que esto no pasó. Quizá. La narración se apoya en la vida de cada uno de los personajes de este cuento de intriga y traición, donde no cabe la virtud. La política no tiene corazón ni amor. Tiene intereses. Y el amor y el interés se fueron al campo un día, pudo más el interés que el amor que le tenía.

La nómina de personajes es amplia. Todo el que tuvo que ver en el rapto del cónsul está plasmado, tiene una historia, un pasado. Tener un pasado en la Literatura es tener un porqué. El porqué de todos los villanos, es decir la posibilidad de explicarse. Acuda el lector a Maléfica (2014, Robert Stromberg) para tener una idea de lo que ocurre. Conjura en La arcadia, como su nombre lo indica, es la novela de una conspiración, de su descubrimiento y de cómo fue destruida.

Don Luis invoca a su argucia politiquera, porque seamos honestos, no es una filigrana lo que describe Alatriste. Es la conjura de todos contra todos. En el viaje que hacen a Puebla en el vagón presidencial, Don Luis explica a su compadre, el general Guadalupe Arroyo lo que es en nuestro país la lógica del poder. Cito:

La lógica del poder está en la manera en que nos vemos haciendo trastadas los unos a los otros, sin querer, sin pensarlo, nomás para que nadie se salga con la suya. (pag.308).

Sí. No es que haya descubierto el hilo negro el novelista. Lo que sí encontró es la vía que siguió/sigue la política mexicana. ¿Cuándo fue escrita? La página legal de la editorial indica el año 2003. Pregunto al lector si recuerda qué elecciones se venían sobre el país. Sí.

Las tan criticadas elecciones donde los panistas, entrenados a medias, en el pentatlón político, le dieron al traste a la candidatura de López Obrador, apareciendo como presidente el tristemente recordado Felipe Calderón. Esta novela recuerda esos momentos en que se desliza la maledicencia entre la “propuesta” de los partidos.

En otro momento de la obra, Carmen Serdán, la pitonisa, avizora el porvenir mexicano, pleno de traiciones, de albures, de situaciones que rayan en la vileza. Dice Carmen Serdán, y cito:

Habrá un siglo de traiciones, de trácalas y más trácalas. México será un paraíso de corruptos. Habrá asesinatos, guerras, partidos que cambian de nombre para encubrir injusticas y perpetrarse en el poder. Habrá acuerdos tramposos entre todos los políticos, expropiaciones de todo y para todo, bajezas de todo tipo. Todo lo que no sea levantamiento parecerá que no tiene chiste. Se hablará de un milagro económico, de una dictadura perfecta que nos sumirá en la ignominia. Se venderá el país a los extranjeros. Crecerá la patria, pero no será bastante, sus hijos vivirán en el olvido. Siempre habrá alguien que traicione. Siempre un tratado que nos venda. Siempre alguien que disfrute viéndonos vivir de rodillas. (pag. 412).

El colofón es pesimista. Más aun cuando vemos el destino de Carmenchu, de su padre. De todos los implicados en la conjura, del “héroe” que la deshizo, de los muchos desordenes venideros. La política te borra del mapa mental, solo sirves para lo que sirves según el color o la persona que gobierna.

No puedo dejar de mencionar a Dagoberto Domínguez, el intelectual de la novela. Un desastrado poeta al que le dicen El Melames por su afición a recitar aquello de Entre melón y melames… Claro, este poeta tiene su participación en la conjura y se aboca a ella con resultados que, de tan peligrosos, terminaron en comedia.

Su aportación, como muchos otros poetas y escritores pescados al gobierno, es lamentarse que don Federico Gamboa le plagió la novela Santa, obra del Melames. Claro, también se lamenta de que Ramón López Velarde le plagió La suave patria.

El escritor Sealtiel Alatriste, con nombre de arcángel él mismo, titula a sus capítulos con versos de este poema enaltecedor. ¿Será un alter ego del Melames? No sé. Ahí se lo dejo al lector, esta novela vale mucho la pena. No la deje.

Esta novela retoma el tema de una conjura en un momento de la Historia de México que no sabremos nunca si es una fábula del autor o una desacralización del caso político, que no mediático porque no tenían los medios en aquel momento la intrusión en la sociedad que ahora ostentan.

De qué va, el ministro sin cartera del presidente de la república (todos los presidentes de México tuvieron/¿tendrán? uno) don Luis, llamado así nomás con este nombre, es ese hombre que ve, más allá de la política o del plan nacional del presidente, los casos del momento. Es quien se reúne en el bar La arcadia y desde ahí despacha. En ese tiempo aquello podía hacerse. Tiene un equipo que lo ayuda en sus siniestros planes. Chito, algo así como un pistolero. El Chino que atiende la barra. Y el narrador de la novela, un ancestro de Sealtiel Alatriste, Uriel Eduardo, por aquella manía del abuelo de bautizar a sus hijos y nietos con nombre de arcángeles.

Uriel va narrando en un volumen de casi 430 páginas los avatares de ese día aciago en que don Venustiano Carranza, el Jefe, ofrece la fiesta como cada año una fiesta conmemorando la muerte de su madrina. 24 horas en que una conjura fue iniciada, descubierta y deshecha. En esa fiesta aparece la mujer, solucionando uno de los axiomas más importantes de la novela de intriga, cherchez la femme. La mujer es Carmenchu, la faraona de Culiacán que de inmediato seduce al viudo llevándolo a su cama, rehaciendo la primera parte de la conjura.

El Jefe es seducido por la mujer hermosa, muy bella, esplendorosa, sobrina de aquella tiple que removió los escenarios de los teatros de la capital mexicana. La faraona tiene un pasado desastrado, igualmente. Y ese es el meollo del asunto, Conjura en La arcadia ocurre entre la ciudad de México, esa romántica postporfiriana que dejaron muchas películas de Juan Bustillo Oro, y Puebla de los Ángeles. Por cierto, la insidiosa cuarta de forros señala que, por haber nacido en esa ciudad, el escritor se cree poblano. Recordamos el chiste de inmediato, Perro, perico y poblano…

La novela propone el rapto del cónsul norteamericano por fuerzas oscuras – sí, también en esos dorados años, hubo intrigas, desgracias y politiquerías – con la sola idea de provocarle un percance político al Jefe. El Jefe se enamora de Carmenchu y se dispone a hacerla primera dama. La mujer, así como otras dos, tres, cuatro mujeres de las que iremos dando cuenta, sirve a los intereses del gobernador de Puebla, el general Cacacho, al que identificamos como Ávila Camacho.

Este personaje indirectamente involucrado en este libro, y además con nombre simulado, como casi todos los personajes, propuso como una muestra más de que la Unidad Nacional pretendía erradicar los divisionismos políticos, el 15 de septiembre de 1942, Ávila Camacho convocó una Asamblea de Acercamiento Nacional, a la que fueron invitados todos los expresidentes, Adolfo de la Huerta, Plutarco Elías Calles, Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio, Abelardo L. Rodríguez y Lázaro Cárdenas. E

l hecho de reunir en un mismo evento a estos personajes, que a pesar de militar en el mismo Partido de la Revolución, tenían profundas diferencias ideológicas entre sí, llevaba la intención de hacer público el logro de la unidad nacional, y de que tal acontecimiento sirviera de ejemplo para quienes aún persistían en la discordia. Un cónclave priista como los que pudieron hacer hasta hace unos años.

El gobierno avilista se favoreció debido a su aportación de materias primas agrícolas y minerales para la producción de materiales de guerra. A cambio, recibió maquinaria, herramientas, capitales y créditos, que activaron la industria, la agricultura y la minería. De esta manera, el modelo económico capitalista favoreció a la burguesía, que se convirtió en una clase poderosa y rica. También usó el modelo de sustitución interna. La moneda se devaluó y provocó una crisis inflacionaria eso sí.

El personaje Cacacho es gobernador de Puebla, enemigo político del Jefe y uno de los más intrigantes funcionarios de esos tiempos. No es el único, sin embargo. El ministro del interior, a quien el autor convoca con el sonoro apodo de Mastuerzo igual conjura por su lado y don Luis con su equipo tienen que detener la conspiración. ¿Qué hacían, hacen, los políticos mexicanos ante tamaña cuestión? Intrigar. Hacen movimientos que deben deslizar como solitarias aves que darán en el blanco.

Don Luis, por cierto, tiene un nido de palomas mensajeras que le ayudan a enviar mensajes sin desdoro a ser descubiertos. Remito al lector a esa serie inglesa Los caballeros (2019) en una plataforma, donde el capo de tutti li capi, igualmente tiene un nido de palomas. Con las aves, Don Luis, se comunica con sus agentes femeninas, prestas a servirlo, las gemelas Cohen, Judith y Sonia.

Ellas, con Chito, deshacen el amoroso encuentro de Carmenchu y el Jefe. Además, el autor juega con las analogías pues acomoda igualmente a dos mujeres más que apoyan la conjura. Doña Carmen Serdán y Celina Aguayo. La primera, la hermana de Aquiles, aquel prócer poco sabido de nuestra Historia. La otra, una fotografía que se redime en el retrato del primer grupo de conspiradores, El grupo de la muerte. Ella toma la foto del segundo grupo de conspiradores. Este es un libro que divertirá al lector por su aventurada disposición de los personajes reales con los de ficción, así como por la visión de una Historia de México que, probablemente, no sucedió.

Uriel Alatriste es el muchacho, el aprendiz de conspirador, así como lo era Dartagnan. Ese es el otro logro de esta ficción elevadamente deliciosa. Cuenta lo que pasó, lo que ocurrió como cierto. Deja visos curiosos donde apoya que esto no pasó. Quizá. La narración se apoya en la vida de cada uno de los personajes de este cuento de intriga y traición, donde no cabe la virtud. La política no tiene corazón ni amor. Tiene intereses. Y el amor y el interés se fueron al campo un día, pudo más el interés que el amor que le tenía.

La nómina de personajes es amplia. Todo el que tuvo que ver en el rapto del cónsul está plasmado, tiene una historia, un pasado. Tener un pasado en la Literatura es tener un porqué. El porqué de todos los villanos, es decir la posibilidad de explicarse. Acuda el lector a Maléfica (2014, Robert Stromberg) para tener una idea de lo que ocurre. Conjura en La arcadia, como su nombre lo indica, es la novela de una conspiración, de su descubrimiento y de cómo fue destruida.

Don Luis invoca a su argucia politiquera, porque seamos honestos, no es una filigrana lo que describe Alatriste. Es la conjura de todos contra todos. En el viaje que hacen a Puebla en el vagón presidencial, Don Luis explica a su compadre, el general Guadalupe Arroyo lo que es en nuestro país la lógica del poder. Cito:

La lógica del poder está en la manera en que nos vemos haciendo trastadas los unos a los otros, sin querer, sin pensarlo, nomás para que nadie se salga con la suya. (pag.308).

Sí. No es que haya descubierto el hilo negro el novelista. Lo que sí encontró es la vía que siguió/sigue la política mexicana. ¿Cuándo fue escrita? La página legal de la editorial indica el año 2003. Pregunto al lector si recuerda qué elecciones se venían sobre el país. Sí.

Las tan criticadas elecciones donde los panistas, entrenados a medias, en el pentatlón político, le dieron al traste a la candidatura de López Obrador, apareciendo como presidente el tristemente recordado Felipe Calderón. Esta novela recuerda esos momentos en que se desliza la maledicencia entre la “propuesta” de los partidos.

En otro momento de la obra, Carmen Serdán, la pitonisa, avizora el porvenir mexicano, pleno de traiciones, de albures, de situaciones que rayan en la vileza. Dice Carmen Serdán, y cito:

Habrá un siglo de traiciones, de trácalas y más trácalas. México será un paraíso de corruptos. Habrá asesinatos, guerras, partidos que cambian de nombre para encubrir injusticas y perpetrarse en el poder. Habrá acuerdos tramposos entre todos los políticos, expropiaciones de todo y para todo, bajezas de todo tipo. Todo lo que no sea levantamiento parecerá que no tiene chiste. Se hablará de un milagro económico, de una dictadura perfecta que nos sumirá en la ignominia. Se venderá el país a los extranjeros. Crecerá la patria, pero no será bastante, sus hijos vivirán en el olvido. Siempre habrá alguien que traicione. Siempre un tratado que nos venda. Siempre alguien que disfrute viéndonos vivir de rodillas. (pag. 412).

El colofón es pesimista. Más aun cuando vemos el destino de Carmenchu, de su padre. De todos los implicados en la conjura, del “héroe” que la deshizo, de los muchos desordenes venideros. La política te borra del mapa mental, solo sirves para lo que sirves según el color o la persona que gobierna.

No puedo dejar de mencionar a Dagoberto Domínguez, el intelectual de la novela. Un desastrado poeta al que le dicen El Melames por su afición a recitar aquello de Entre melón y melames… Claro, este poeta tiene su participación en la conjura y se aboca a ella con resultados que, de tan peligrosos, terminaron en comedia.

Su aportación, como muchos otros poetas y escritores pescados al gobierno, es lamentarse que don Federico Gamboa le plagió la novela Santa, obra del Melames. Claro, también se lamenta de que Ramón López Velarde le plagió La suave patria.

El escritor Sealtiel Alatriste, con nombre de arcángel él mismo, titula a sus capítulos con versos de este poema enaltecedor. ¿Será un alter ego del Melames? No sé. Ahí se lo dejo al lector, esta novela vale mucho la pena. No la deje.