/ lunes 13 de mayo de 2024

Artilugios / Equidad VS Literatura. El premio Pulitzer a Cristina Rivera Garza.

Bueno, pues lo que tenía que pasar, pasó. Fue dándole a Cristina Rivera Garza el premio Pulitzer por su libro El invencible verano de Liliana. Los premios Pulitzer anunciaron este lunes en su cuenta oficial que la escritora mexicana Cristina Rivera Garza fue galardonada con el premio Pulitzer en la categoría de Memoria o autobiografía, por su libro El invencible verano de Liliana.

El libro cuenta la historia de la hermana de 20 años de la autora, asesinada por un exnovio. En esta obra, Rivera Garza mezcla memorias y periodismo de investigación. Es realmente un libro de crónica. Bien escrito, parece ser.

Hace algunos meses, la escritora en cuestión y el escritor y promotor de lectura, Felipe Garrido, tuvieron un agarrón en la entrega del premio Xavier Villaurrutia a la autora. Felipe Garrido declaró algunas polémicas maneras de hacer Literatura, al menos las de la escritora. Durante su intervención, criticó la obra de Rivera Garza porque, bajo su consideración, el feminicida no tenía el protagonismo suficiente y estaba intencionalmente opacado. Supongo, porque igual me hubiera detenido en ese punto, el literario, que el señor Garrido lo dijo por aportar alguna propuesta sobre la técnica. Supongo, insisto.

Esta declaración prendió la mecha y la autora se volcó en varios comentarios no agradables contra la opinión del reconocido autor mexicano.

“Su historia, sus motivos, la manera en que pueda pretender justificar su crimen ocupan un lugar muy secundario en la novela. Comprendo la repulsión de Cristina por el asesino de su hermana, pero como lector me intriga ese personaje”, comentó el también escritor al afirmar que Ángel González Ramos, el feminicida, tiene un papel importante en la trama.

Posteriormente, afirmó que “de La Biblia en adelante hay una multitud de obras de arte literarias, cinematográficas y televisivas que exploran los motivos, las formas de actuar y las justificaciones de los feminicidas” y agregó que “está claro que los crímenes nos fascinan”. Dijo la verdad, por supuesto.

Hace años, un servidor trabajaba con una reconocida firma de comunicadores. En aquel momento se hablaba mucho de la detención de algunos criminales connotados por los medios de comunicación. Comenté con el director que debería dejar de hacerse una tan elevada promocion de los criminales, al fin y al cabo lo eran, porque el público, siempre voluble, los convertiría tarde que temprano en Robin Hood, más que en su flagrante papel de perpetradores de delitos. Mi jefe en ese momento dijo que dejara de decir tarugadas y me pusiese a mis obligaciones. Quedé perplejo. Está bien, el medio aquel era, es, serio, me dije. Y me desentendí.

Los hechos me dieron la razón. Hoy, referirse a los criminales es verlos como esos antihéroes que la literatura popular convirtió en mártires de una Justicia veleidosa. Muchos aplaudieron el escape del Chapo Guzmán pues así huyó como un moderno Rocambole, un prisionero injustamente encerrado.

Algo parecido le ocurrió a Garrido. La autora montó en cólera, le dijo hasta de lo que moriría y se plantó al borde del precipicio, supusieron muchos que para arrojarse en su vejación. No lo creo. Todo el que dice ¡Deténganme!, no tiene intenciones de arrojarse.

El caso es que a partir de tan curiosas, no equivocadas, declaraciones, Felipe Garrido, de ser un respetable autor, galardonado él mucho más que la señora Garza, ahora es el promotor número 1 de los feminicidas. Y aquí es donde valdría hacer una reflexión.

Sí, supongo que la repugnancia hacia el asesino obligó a no ver su potencial como personaje. Quizá, pensé, la señora Rivera Garza es una novel autora, quizá hay mucho ruido de fondo en este sainete, ruido que no dejó entender la posición de Garrido. Pero no.

La autora de ambos premios, Villaurrutia y Pulitzer, tiene una sólida carrera en letras, no es ajena a la publicación, no debe asombrarse por las críticas adversas, que la de Felipe Garrido no lo era. Entonces, ¿a qué viene el enojo? Creo que la palabra es simple, notoriedad. Vio la ocasión de embrollar al presentador y declaró en el mismo evento que “tenemos que verlas siempre a ellas, no a sus asesinos. A ellos los vemos en todos lados, ellos tienen demasiada prensa”. Enseguida, afirmó que es necesario conocer los nombres y recordar los lugares donde las víctimas de feminicidio dejaron su huella en la Tierra.

Al evidenciarse ambas posturas, podríamos oponer la nuestra. Habló de técnicas el señor Garrido, habló de lo políticamente correcto la señora Rivera Garza. Alguno de los dos tuvo, tiene, razón.

Hoy le concedieron el premio Pulitzer a Cristina Rivera Garza por la novela en comento. En una pueril visión del tema, ella ganó. Y deberíamos suponer que quienes están imbuidos en el ajo son gente pensante, escritores, críticos, intelectuales. No podría opinar lo mismo. Todo(a)s apoyaron a la escritora por su postura feminista. Muchos, como pasa siempre, no han leído el libro. Otros se rasgan las vestiduras y condenan a Garrido. Esos mismos hacen zalemas y genuflexiones a la autora. Alguno tendrá, tiene, razón.

Los hechos son esos. No pude cambiar los nombres para proteger a los inocentes porque no hay inocentes que proteger. Lea el libro, artilugista que me sigue, forme su opinión y que haya paz en la Literatura de todos.

Bueno, pues lo que tenía que pasar, pasó. Fue dándole a Cristina Rivera Garza el premio Pulitzer por su libro El invencible verano de Liliana. Los premios Pulitzer anunciaron este lunes en su cuenta oficial que la escritora mexicana Cristina Rivera Garza fue galardonada con el premio Pulitzer en la categoría de Memoria o autobiografía, por su libro El invencible verano de Liliana.

El libro cuenta la historia de la hermana de 20 años de la autora, asesinada por un exnovio. En esta obra, Rivera Garza mezcla memorias y periodismo de investigación. Es realmente un libro de crónica. Bien escrito, parece ser.

Hace algunos meses, la escritora en cuestión y el escritor y promotor de lectura, Felipe Garrido, tuvieron un agarrón en la entrega del premio Xavier Villaurrutia a la autora. Felipe Garrido declaró algunas polémicas maneras de hacer Literatura, al menos las de la escritora. Durante su intervención, criticó la obra de Rivera Garza porque, bajo su consideración, el feminicida no tenía el protagonismo suficiente y estaba intencionalmente opacado. Supongo, porque igual me hubiera detenido en ese punto, el literario, que el señor Garrido lo dijo por aportar alguna propuesta sobre la técnica. Supongo, insisto.

Esta declaración prendió la mecha y la autora se volcó en varios comentarios no agradables contra la opinión del reconocido autor mexicano.

“Su historia, sus motivos, la manera en que pueda pretender justificar su crimen ocupan un lugar muy secundario en la novela. Comprendo la repulsión de Cristina por el asesino de su hermana, pero como lector me intriga ese personaje”, comentó el también escritor al afirmar que Ángel González Ramos, el feminicida, tiene un papel importante en la trama.

Posteriormente, afirmó que “de La Biblia en adelante hay una multitud de obras de arte literarias, cinematográficas y televisivas que exploran los motivos, las formas de actuar y las justificaciones de los feminicidas” y agregó que “está claro que los crímenes nos fascinan”. Dijo la verdad, por supuesto.

Hace años, un servidor trabajaba con una reconocida firma de comunicadores. En aquel momento se hablaba mucho de la detención de algunos criminales connotados por los medios de comunicación. Comenté con el director que debería dejar de hacerse una tan elevada promocion de los criminales, al fin y al cabo lo eran, porque el público, siempre voluble, los convertiría tarde que temprano en Robin Hood, más que en su flagrante papel de perpetradores de delitos. Mi jefe en ese momento dijo que dejara de decir tarugadas y me pusiese a mis obligaciones. Quedé perplejo. Está bien, el medio aquel era, es, serio, me dije. Y me desentendí.

Los hechos me dieron la razón. Hoy, referirse a los criminales es verlos como esos antihéroes que la literatura popular convirtió en mártires de una Justicia veleidosa. Muchos aplaudieron el escape del Chapo Guzmán pues así huyó como un moderno Rocambole, un prisionero injustamente encerrado.

Algo parecido le ocurrió a Garrido. La autora montó en cólera, le dijo hasta de lo que moriría y se plantó al borde del precipicio, supusieron muchos que para arrojarse en su vejación. No lo creo. Todo el que dice ¡Deténganme!, no tiene intenciones de arrojarse.

El caso es que a partir de tan curiosas, no equivocadas, declaraciones, Felipe Garrido, de ser un respetable autor, galardonado él mucho más que la señora Garza, ahora es el promotor número 1 de los feminicidas. Y aquí es donde valdría hacer una reflexión.

Sí, supongo que la repugnancia hacia el asesino obligó a no ver su potencial como personaje. Quizá, pensé, la señora Rivera Garza es una novel autora, quizá hay mucho ruido de fondo en este sainete, ruido que no dejó entender la posición de Garrido. Pero no.

La autora de ambos premios, Villaurrutia y Pulitzer, tiene una sólida carrera en letras, no es ajena a la publicación, no debe asombrarse por las críticas adversas, que la de Felipe Garrido no lo era. Entonces, ¿a qué viene el enojo? Creo que la palabra es simple, notoriedad. Vio la ocasión de embrollar al presentador y declaró en el mismo evento que “tenemos que verlas siempre a ellas, no a sus asesinos. A ellos los vemos en todos lados, ellos tienen demasiada prensa”. Enseguida, afirmó que es necesario conocer los nombres y recordar los lugares donde las víctimas de feminicidio dejaron su huella en la Tierra.

Al evidenciarse ambas posturas, podríamos oponer la nuestra. Habló de técnicas el señor Garrido, habló de lo políticamente correcto la señora Rivera Garza. Alguno de los dos tuvo, tiene, razón.

Hoy le concedieron el premio Pulitzer a Cristina Rivera Garza por la novela en comento. En una pueril visión del tema, ella ganó. Y deberíamos suponer que quienes están imbuidos en el ajo son gente pensante, escritores, críticos, intelectuales. No podría opinar lo mismo. Todo(a)s apoyaron a la escritora por su postura feminista. Muchos, como pasa siempre, no han leído el libro. Otros se rasgan las vestiduras y condenan a Garrido. Esos mismos hacen zalemas y genuflexiones a la autora. Alguno tendrá, tiene, razón.

Los hechos son esos. No pude cambiar los nombres para proteger a los inocentes porque no hay inocentes que proteger. Lea el libro, artilugista que me sigue, forme su opinión y que haya paz en la Literatura de todos.