/ martes 26 de abril de 2022

Entre Líneas | Ya se sabe: “si te aflojas te afligen y si te afligen te aflojan”

Se sabe que el tacto de la audacia consiste en calcular hasta dónde se puede dar un paso más sin meter la pata. O sin que nos lleve al borde del abismo. El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, al que en los últimos tiempos nadie puede acusar de precipitación, ha usado el eufemismo de "Defensor de la Soberanía" para definir a aquellos que le han apoyado en su defensa de la Reforma Eléctrica y ahora de la nacionalización del litio, pero también está siendo útil para apuntalar a quienes serán sus candidatos en las próximas elecciones y en las que tendrán lugar en el 2024, cuando él ya no esté en la boleta.

Sería una buena excusa para tomar dos copas y brindar por el éxito que creen, y todo apunta, que se les avecina, pero es ahora cuando vienen los problemas y basta con un solo trago por eso, a mi parecer. Aunque desde hace muchos años sigo el consejo de que una copa siempre debe ir seguida de otra.

El asunto es que MORENA es un partido que aunque está formalmente en el poder, está recién formado y con gente de aluvión de diferentes partidos y corrientes que, por un lado, huyen del fracaso de sus respectivas formaciones, a las que abandonaron en los peores momentos, y por otro buscan desesperadamente un hueso. Y hay muchos para repartir, pero no se han acumulado los merecimientos suficientes porque el "bebe" político todavía no tiene recorrido.

Por tanto es un albur el comportamiento de quienes no sean los elegidos, y eso es un riesgo que tiene prendidos los focos rojos de Adán Augusto López Hernández que, siendo formalmente el secretario de Gobernación, es la persona de todas las confianzas de AMLO y supervisa todo,-y todo es todo- lo que le preocupa o le interesa al presidente. No se le envidia a López Hernández la tarea de tratar de convencer a todos, porque de momento no les toca nada a muchos.

No hay trabajo y la política es una salida estupenda para los que no saben vivir fuera del presupuesto. No sabemos si habitamos un país de ricos poblado por menesterosos o un México de mendigos habitado por millonarios improvisados y muy recientes. Se mire por donde se mire, hay muchas cosas que no se pueden ver. El pudiente convive con la miseria de una manera escandalosa y determina un doble exhibicionismo: el de los harapientos que muestran carteles donde se detallan sus penurias y el de los potentados -no siempre políticos en desuso- que acumulan síntomas externos de riqueza sin miedo ni a la voz de su conciencia que ya está enronquecida después de tantos discursos.

La esperanza no hay que perderla, porque parece claro que una de las soluciones al hediondo clima político que padecemos es que la mujer (por ejemplo Claudia Scheinbaum en lo federal o Rosalinda López en lo estatal) ocupen espacios de poder que, generalmente, está demostrado, muestran más ganas de hacer las cosas bien y eficazmente. Creer que el mundo político mexicano y el propio tabasqueño, -en donde tiene sus raíces esta modesta y apasionada columna, que recuerdo que hay que leer entre líneas- es mejorable, a pesar de sus eventuales pobladores, siempre produce una sensación confortable.

No tenemos que resignarnos a la fauna política que tenemos: el diccionario define la palabra “resignación” como “conformidad, tolerancia y paciencia ante las adversidades”. O sea, como una cabronada. ¿Podrán curarse las heridas que tienen el priismo, el perredismo y el panismo? Los militantes de verdad se conformarían con que, entre tantas puñaladas, no haya habido ninguna de muerte.

Llegará el momento de la reconciliación porque los rivales se necesitan. Aunque no sean amigos, ni cómplices, no deben esmerarse en la elaboración de reproches. Buenos tiempos para los estrategas de campaña, que se apoyan en los periodistas de oficio y se inventan manadas de aficionados sin escrúpulos, junta letras, pero que son la infantería de la ignominia y especialistas en destrozar honras y familias. No hay que desesperanzarse nunca. Porque no somos una excepción ni un laboratorio y al final la luz aparecerá en el horizonte y nos enseñara el final del túnel. El problema es aguantar. Pero ya se sabe que "si te aflojas te afligen y si te afligen te aflojan" Así que no hay que aflojarse porque somos más los que queremos dar por terminada con éxito, y definitivamente la transición.


Se sabe que el tacto de la audacia consiste en calcular hasta dónde se puede dar un paso más sin meter la pata. O sin que nos lleve al borde del abismo. El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, al que en los últimos tiempos nadie puede acusar de precipitación, ha usado el eufemismo de "Defensor de la Soberanía" para definir a aquellos que le han apoyado en su defensa de la Reforma Eléctrica y ahora de la nacionalización del litio, pero también está siendo útil para apuntalar a quienes serán sus candidatos en las próximas elecciones y en las que tendrán lugar en el 2024, cuando él ya no esté en la boleta.

Sería una buena excusa para tomar dos copas y brindar por el éxito que creen, y todo apunta, que se les avecina, pero es ahora cuando vienen los problemas y basta con un solo trago por eso, a mi parecer. Aunque desde hace muchos años sigo el consejo de que una copa siempre debe ir seguida de otra.

El asunto es que MORENA es un partido que aunque está formalmente en el poder, está recién formado y con gente de aluvión de diferentes partidos y corrientes que, por un lado, huyen del fracaso de sus respectivas formaciones, a las que abandonaron en los peores momentos, y por otro buscan desesperadamente un hueso. Y hay muchos para repartir, pero no se han acumulado los merecimientos suficientes porque el "bebe" político todavía no tiene recorrido.

Por tanto es un albur el comportamiento de quienes no sean los elegidos, y eso es un riesgo que tiene prendidos los focos rojos de Adán Augusto López Hernández que, siendo formalmente el secretario de Gobernación, es la persona de todas las confianzas de AMLO y supervisa todo,-y todo es todo- lo que le preocupa o le interesa al presidente. No se le envidia a López Hernández la tarea de tratar de convencer a todos, porque de momento no les toca nada a muchos.

No hay trabajo y la política es una salida estupenda para los que no saben vivir fuera del presupuesto. No sabemos si habitamos un país de ricos poblado por menesterosos o un México de mendigos habitado por millonarios improvisados y muy recientes. Se mire por donde se mire, hay muchas cosas que no se pueden ver. El pudiente convive con la miseria de una manera escandalosa y determina un doble exhibicionismo: el de los harapientos que muestran carteles donde se detallan sus penurias y el de los potentados -no siempre políticos en desuso- que acumulan síntomas externos de riqueza sin miedo ni a la voz de su conciencia que ya está enronquecida después de tantos discursos.

La esperanza no hay que perderla, porque parece claro que una de las soluciones al hediondo clima político que padecemos es que la mujer (por ejemplo Claudia Scheinbaum en lo federal o Rosalinda López en lo estatal) ocupen espacios de poder que, generalmente, está demostrado, muestran más ganas de hacer las cosas bien y eficazmente. Creer que el mundo político mexicano y el propio tabasqueño, -en donde tiene sus raíces esta modesta y apasionada columna, que recuerdo que hay que leer entre líneas- es mejorable, a pesar de sus eventuales pobladores, siempre produce una sensación confortable.

No tenemos que resignarnos a la fauna política que tenemos: el diccionario define la palabra “resignación” como “conformidad, tolerancia y paciencia ante las adversidades”. O sea, como una cabronada. ¿Podrán curarse las heridas que tienen el priismo, el perredismo y el panismo? Los militantes de verdad se conformarían con que, entre tantas puñaladas, no haya habido ninguna de muerte.

Llegará el momento de la reconciliación porque los rivales se necesitan. Aunque no sean amigos, ni cómplices, no deben esmerarse en la elaboración de reproches. Buenos tiempos para los estrategas de campaña, que se apoyan en los periodistas de oficio y se inventan manadas de aficionados sin escrúpulos, junta letras, pero que son la infantería de la ignominia y especialistas en destrozar honras y familias. No hay que desesperanzarse nunca. Porque no somos una excepción ni un laboratorio y al final la luz aparecerá en el horizonte y nos enseñara el final del túnel. El problema es aguantar. Pero ya se sabe que "si te aflojas te afligen y si te afligen te aflojan" Así que no hay que aflojarse porque somos más los que queremos dar por terminada con éxito, y definitivamente la transición.


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