/ jueves 17 de noviembre de 2022

Entre líneas | Los trenes ya se encaminan, a toda velocidad, hacia el choque catastrófico

Con el anuncio del Presidente López Obrador de que encabezará una marcha el 27 de noviembre, para enfrentar la exitosa marcha opositora del 13 de este mismo mes a favor del INE, se concreta el previsible “choque de trenes” que se anunciaba desde este mismo espacio recientemente. La situación no puede ser más complicada, delicada y hasta peligrosa para la democracia mexicana. Los opositores al oficialismo de AMLO ya están jugando con la idea de organizar una tercera marcha para desbaratar el más que seguro triunfo en la convocatoria del tabasqueño. Por tanto, entrar en un círculo vicioso se antoja como una posibilidad cierta y que eso conduzca al enfrentamiento cada vez más subido de tono sin una frontera clara de hasta donde se podría llegar. Que el presidente cuenta con la popularidad suficiente como para reunir a más manifestantes que los que juntó la marcha del pasado domingo es un hecho incuestionable y tendrá como consecuencia el que llenará a rebosar el zócalo de la ciudad de México. Pero también se prestará a la interpretación de que el mandatario solo gobierna para sus seguidores y no para la totalidad de los mexicanos. Se calcula, según las encuestas recientes, que el 60 por ciento de los electores apoyan a AMLO, pero por el momento hay un nada despreciable 40 por ciento que no están de acuerdo con el y que por ningún motivo, a estas alturas, cambiaran su voto de aquí al año 2024. No es un asunto menor cuando además las circunstancias mundiales apuntan a un escenario nada halagüeño para el tabasqueño. Su aliado Donal Trump ha sufrido un “revolcón” electoral en las intermedias celebradas en USA hace dos semanas y eso debilita la alianza que se había puesto en marcha con éxito entre los dos líderes de uno y otro lado del rio Bravo. En Europa Putín, presidente ruso, y respaldado incondicionalmente por AMLO, también está en sus peores momentos con una guerra en Ucrania que le está haciendo jirones su estrategia tanto interna como externa. Y en Brasil el recién electo presidente de izquierda Lula, se ha posicionado como el ejemplo de cómo debe evolucionar la izquierda latinoamericana si quiere seguir teniendo los éxitos que desde hace una década estaba registrando en una buena parte de los países de habla hispana en el continente, arrebatándole el liderazgo de la izquierda a López Obrador. “En estas elecciones no tenga dudas: vote a Lula, porque él va a mejorar su vida”. Esta convocatoria fue pronunciada hace cinco días por el expresidente Fernando Henrique Cardoso, jefe histórico del Partido de la Socialdemocracia de Brasil. Tal vez haya quienes se sorprendan por el tono asertivo de un exmandatario que compitió con Luiz Inácio Lula da Silva y triunfó, primero en 1994 y después en 1998. En esa línea, la posición de José Serra, exministro de Cardoso y excanciller de Michel Temer, también podría resultar desconcertante: figuró entre las primeras personalidades en dar su aval al actual candidato del Partido de los Trabajadores (PT). Y eso a pesar de haber rivalizado con él nada menos que en 2002. Y ¿por qué no hablar de Geraldo Alckmin? Varias veces gobernador del estado de San Pablo, este fue quien desafió a Lula en las presidenciales de 2006. Pero ahora es su aliado más estrecho y ocupará la vicepresidencia de su país. Es como si AMLO necesitara de figuras notables del panismo, como Ricardo Anaya o del priismo, como Beatriz Paredes, para que su candidato o candidata de MORENA, ganará en 2024 la mayoría suficiente como para gobernar. Eso es impensable a como están las cosas en estos momentos en México, con dos trenes a punto de chocar en medio del túnel de lo inexplorado que es en el que nos encontramos en la actualidad.

Pero la idea de conformar un frente muy amplio no parece descabellada. Ese factor será clave para que Andrés Manuel decida quién será su candidato/a, que todo parece indicar que deberá enfrentar o a la senadora Lili Tellez o a Ricardo Monreal como candidatos que aglutinen el descontento ciudadano que para esas fechas se desconoce con cuanto apoyo real cuenten. Debe de calmar a sus previsibles nuevos socios, que se desesperaran por el retorno a la “política grande”. Sin embargo, en vez de negociar a diestra y siniestra todo parece indicar que el presidente confía en sus fuerzas y no está dispuesto a ceder ni un ápice.

EN TABASCO ALGUNOS NO ENTIENDEN QUE NO ENTIENDEN

A pesar del rapapolvos que el presidente hizo a su hermano Pepín para que cesara su enfrentamiento, enfermizamente sistemático, con Adán Augusto López, este ha arreciado su estrategia abusando de su posición de familiar del mandatario. Los llamados a la unidad parecen resbalarle como si fuera teflón y con su pequeño grupo de seguidores, encabezados por Javier May, todavía director de Fonatur, hacen mucho ruido pretendiendo dar la imagen de que el mar de fondo aumenta, aunque como en Tabasco todos se conocen hasta por el apodo, los movimientos se parecen más a estertores, o patadas de ahogado, que a otra cosa.

Con el anuncio del Presidente López Obrador de que encabezará una marcha el 27 de noviembre, para enfrentar la exitosa marcha opositora del 13 de este mismo mes a favor del INE, se concreta el previsible “choque de trenes” que se anunciaba desde este mismo espacio recientemente. La situación no puede ser más complicada, delicada y hasta peligrosa para la democracia mexicana. Los opositores al oficialismo de AMLO ya están jugando con la idea de organizar una tercera marcha para desbaratar el más que seguro triunfo en la convocatoria del tabasqueño. Por tanto, entrar en un círculo vicioso se antoja como una posibilidad cierta y que eso conduzca al enfrentamiento cada vez más subido de tono sin una frontera clara de hasta donde se podría llegar. Que el presidente cuenta con la popularidad suficiente como para reunir a más manifestantes que los que juntó la marcha del pasado domingo es un hecho incuestionable y tendrá como consecuencia el que llenará a rebosar el zócalo de la ciudad de México. Pero también se prestará a la interpretación de que el mandatario solo gobierna para sus seguidores y no para la totalidad de los mexicanos. Se calcula, según las encuestas recientes, que el 60 por ciento de los electores apoyan a AMLO, pero por el momento hay un nada despreciable 40 por ciento que no están de acuerdo con el y que por ningún motivo, a estas alturas, cambiaran su voto de aquí al año 2024. No es un asunto menor cuando además las circunstancias mundiales apuntan a un escenario nada halagüeño para el tabasqueño. Su aliado Donal Trump ha sufrido un “revolcón” electoral en las intermedias celebradas en USA hace dos semanas y eso debilita la alianza que se había puesto en marcha con éxito entre los dos líderes de uno y otro lado del rio Bravo. En Europa Putín, presidente ruso, y respaldado incondicionalmente por AMLO, también está en sus peores momentos con una guerra en Ucrania que le está haciendo jirones su estrategia tanto interna como externa. Y en Brasil el recién electo presidente de izquierda Lula, se ha posicionado como el ejemplo de cómo debe evolucionar la izquierda latinoamericana si quiere seguir teniendo los éxitos que desde hace una década estaba registrando en una buena parte de los países de habla hispana en el continente, arrebatándole el liderazgo de la izquierda a López Obrador. “En estas elecciones no tenga dudas: vote a Lula, porque él va a mejorar su vida”. Esta convocatoria fue pronunciada hace cinco días por el expresidente Fernando Henrique Cardoso, jefe histórico del Partido de la Socialdemocracia de Brasil. Tal vez haya quienes se sorprendan por el tono asertivo de un exmandatario que compitió con Luiz Inácio Lula da Silva y triunfó, primero en 1994 y después en 1998. En esa línea, la posición de José Serra, exministro de Cardoso y excanciller de Michel Temer, también podría resultar desconcertante: figuró entre las primeras personalidades en dar su aval al actual candidato del Partido de los Trabajadores (PT). Y eso a pesar de haber rivalizado con él nada menos que en 2002. Y ¿por qué no hablar de Geraldo Alckmin? Varias veces gobernador del estado de San Pablo, este fue quien desafió a Lula en las presidenciales de 2006. Pero ahora es su aliado más estrecho y ocupará la vicepresidencia de su país. Es como si AMLO necesitara de figuras notables del panismo, como Ricardo Anaya o del priismo, como Beatriz Paredes, para que su candidato o candidata de MORENA, ganará en 2024 la mayoría suficiente como para gobernar. Eso es impensable a como están las cosas en estos momentos en México, con dos trenes a punto de chocar en medio del túnel de lo inexplorado que es en el que nos encontramos en la actualidad.

Pero la idea de conformar un frente muy amplio no parece descabellada. Ese factor será clave para que Andrés Manuel decida quién será su candidato/a, que todo parece indicar que deberá enfrentar o a la senadora Lili Tellez o a Ricardo Monreal como candidatos que aglutinen el descontento ciudadano que para esas fechas se desconoce con cuanto apoyo real cuenten. Debe de calmar a sus previsibles nuevos socios, que se desesperaran por el retorno a la “política grande”. Sin embargo, en vez de negociar a diestra y siniestra todo parece indicar que el presidente confía en sus fuerzas y no está dispuesto a ceder ni un ápice.

EN TABASCO ALGUNOS NO ENTIENDEN QUE NO ENTIENDEN

A pesar del rapapolvos que el presidente hizo a su hermano Pepín para que cesara su enfrentamiento, enfermizamente sistemático, con Adán Augusto López, este ha arreciado su estrategia abusando de su posición de familiar del mandatario. Los llamados a la unidad parecen resbalarle como si fuera teflón y con su pequeño grupo de seguidores, encabezados por Javier May, todavía director de Fonatur, hacen mucho ruido pretendiendo dar la imagen de que el mar de fondo aumenta, aunque como en Tabasco todos se conocen hasta por el apodo, los movimientos se parecen más a estertores, o patadas de ahogado, que a otra cosa.

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