/ lunes 29 de abril de 2019

¿Quién iba a imaginárselo?

Con todo el currículo vitae que traía sobre su espalda el entonces candidato de las izquierdas Arturo Núñez Jiménez cuando en julio de 2012 barrió en las urnas a sus oponentes, a nadie le pasó por la mente -ni en sueños-, que a la postre, terminaría siendo calificado por sus gobernantes como el peor gobernador de la historia moderna de Tabasco.

Propios y extraños juraban y apostaban que iba a ser mejor mandatario que el desaparecido Leandro Rovirosa Wade, Enrique González Pedrero e incluso que el extinto Carlos A Madrazo Becerra.

Curricularmente, nadie estaba mejor preparado que él.

Tal vaticino estaba fundamentado no nada más en su exitosa carrera política, académica y administrativa, sino en que el grupo político mexiquense, que había ganado con Enrique Peña Nieto la presidencia de la República, no le era ajeno, con muchos de ellos, tenía -tiene, mejor dicho- una magnífica relación política, como es el caso conocido de Emilio Chuayffet Chemor.

Empero, nada de eso finalmente sucedió.

La “eminencia” de Arturo Núñez Jiménez, me estoy refiriendo al mismo que fue dos veces ex subsecretario de Gobernación, director General del IFE, del INFONAVIT, líder del Senado y de la Cámara de Diputado federal, consultor de la ONU, etcétera, etcétera, acabó en su tierra natal, para la que decía, que se había preparado toda su vida para gobernarla, dando lástima, dando pena ajena.

Ni resultó mejor que Rovirosa Wade, González Pedrero, Madrazo Becerra, ni que Roberto Madrazo Pintado, Manuel Andrade Díaz y Andrés Rafael Granier Melo.

Y que conste, que no solamente lo afirmó yo, sino el imaginario colectivo.

Desde antes de que concluyera su mal gobierno, la población estaba convencidísima de que Arturo Núñez Jiménez había pasado al basurero de la historia. De que fue la peor apuesta que habían hecho cuando masivamente acudieron a las urnas por lo que suponía era la mejor opción.

Ni toda la millonada de pesos que se gastó en la guerra sucia por desacreditar a los gobiernos de Madrazo Pintado, Andrade Díaz y Granier Melo y en especial el del químico, que hasta a la cárcel lo metió, evitó su enorme impopularidad y descrédito a nivel internacional y nacional.

Y es que la administración pública de Arturo Núñez Jiménez fue un total desastre.

Económicamente, dejó quebrada a la entidad.

Se robaron todo lo que estuvo a su alcance, que fueron miles de millones de pesos.

Por ello, nadie se explica por qué él y su esposa Martha Lilia López Aguilera fueron exonerados cuando deberían, junto con los demás saqueadores de la hacienda pública federal y estatal, ser juzgados y condenados por sinvergüenzas, por pillos y ladrones.

Sin ninguna consideración, como la que no tuvieron ellos, cuando utilizaron el presupuesto para enriquecerse.

Ningún gobernador tabasqueño había terminado su biografía política como la concluyó Arturo Núñez Jiménez, pues si bien es cierto, que Manuel Bartlett Bautista, Manuel Rafael Mora Martínez, Salvador Neme Castillo (todos ellos fallecidos) tampoco concluyeron de acuerdo a las expectativas generadas de su época, ninguno de ellos supera las atrocidades del sátrapa que salió huyendo por la puerta de atrás de la Quinta Grijalva.

“SQUOD SCRIPSI, SCRIPSI”

(LO ESCRITO, ESCRITO ESTÁ)

El espinoso tema de la energía eléctrica (borrón y cuenta nueva y tarifa justa) nunca ha estado en manos de los gobernadores tabasqueños, quien diga lo contrario miente, es un asunto que depende directamente de la secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP).

Aunque la decisión final siempre ha estado en manos de los ex titulares del Poder Ejecutivo Federal, en este caso del paisano Andrés Manuel López Obrador.

Si no se ha cumplido su promesa de campaña y que en más de una ocasión secundó en sus mítines Adán Augusto López Hernández, es porque no se trata de enchiladas, ni de tortas, sino de trabas más complicadas que tienen que ver con las finanzas nacionales, si no, a lo mejor ni luz, pagaríamos.

Después de todo, política y electoralmente siempre ha sido muy rentable. ¿O no?

Con todo el currículo vitae que traía sobre su espalda el entonces candidato de las izquierdas Arturo Núñez Jiménez cuando en julio de 2012 barrió en las urnas a sus oponentes, a nadie le pasó por la mente -ni en sueños-, que a la postre, terminaría siendo calificado por sus gobernantes como el peor gobernador de la historia moderna de Tabasco.

Propios y extraños juraban y apostaban que iba a ser mejor mandatario que el desaparecido Leandro Rovirosa Wade, Enrique González Pedrero e incluso que el extinto Carlos A Madrazo Becerra.

Curricularmente, nadie estaba mejor preparado que él.

Tal vaticino estaba fundamentado no nada más en su exitosa carrera política, académica y administrativa, sino en que el grupo político mexiquense, que había ganado con Enrique Peña Nieto la presidencia de la República, no le era ajeno, con muchos de ellos, tenía -tiene, mejor dicho- una magnífica relación política, como es el caso conocido de Emilio Chuayffet Chemor.

Empero, nada de eso finalmente sucedió.

La “eminencia” de Arturo Núñez Jiménez, me estoy refiriendo al mismo que fue dos veces ex subsecretario de Gobernación, director General del IFE, del INFONAVIT, líder del Senado y de la Cámara de Diputado federal, consultor de la ONU, etcétera, etcétera, acabó en su tierra natal, para la que decía, que se había preparado toda su vida para gobernarla, dando lástima, dando pena ajena.

Ni resultó mejor que Rovirosa Wade, González Pedrero, Madrazo Becerra, ni que Roberto Madrazo Pintado, Manuel Andrade Díaz y Andrés Rafael Granier Melo.

Y que conste, que no solamente lo afirmó yo, sino el imaginario colectivo.

Desde antes de que concluyera su mal gobierno, la población estaba convencidísima de que Arturo Núñez Jiménez había pasado al basurero de la historia. De que fue la peor apuesta que habían hecho cuando masivamente acudieron a las urnas por lo que suponía era la mejor opción.

Ni toda la millonada de pesos que se gastó en la guerra sucia por desacreditar a los gobiernos de Madrazo Pintado, Andrade Díaz y Granier Melo y en especial el del químico, que hasta a la cárcel lo metió, evitó su enorme impopularidad y descrédito a nivel internacional y nacional.

Y es que la administración pública de Arturo Núñez Jiménez fue un total desastre.

Económicamente, dejó quebrada a la entidad.

Se robaron todo lo que estuvo a su alcance, que fueron miles de millones de pesos.

Por ello, nadie se explica por qué él y su esposa Martha Lilia López Aguilera fueron exonerados cuando deberían, junto con los demás saqueadores de la hacienda pública federal y estatal, ser juzgados y condenados por sinvergüenzas, por pillos y ladrones.

Sin ninguna consideración, como la que no tuvieron ellos, cuando utilizaron el presupuesto para enriquecerse.

Ningún gobernador tabasqueño había terminado su biografía política como la concluyó Arturo Núñez Jiménez, pues si bien es cierto, que Manuel Bartlett Bautista, Manuel Rafael Mora Martínez, Salvador Neme Castillo (todos ellos fallecidos) tampoco concluyeron de acuerdo a las expectativas generadas de su época, ninguno de ellos supera las atrocidades del sátrapa que salió huyendo por la puerta de atrás de la Quinta Grijalva.

“SQUOD SCRIPSI, SCRIPSI”

(LO ESCRITO, ESCRITO ESTÁ)

El espinoso tema de la energía eléctrica (borrón y cuenta nueva y tarifa justa) nunca ha estado en manos de los gobernadores tabasqueños, quien diga lo contrario miente, es un asunto que depende directamente de la secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP).

Aunque la decisión final siempre ha estado en manos de los ex titulares del Poder Ejecutivo Federal, en este caso del paisano Andrés Manuel López Obrador.

Si no se ha cumplido su promesa de campaña y que en más de una ocasión secundó en sus mítines Adán Augusto López Hernández, es porque no se trata de enchiladas, ni de tortas, sino de trabas más complicadas que tienen que ver con las finanzas nacionales, si no, a lo mejor ni luz, pagaríamos.

Después de todo, política y electoralmente siempre ha sido muy rentable. ¿O no?