/ sábado 3 de febrero de 2024

La aventura de cambiarte a ti mismo | Belleza, prejuicios... y Embajadoras

Hay un tema que poco se comenta, y que incluso podría parecer tabú en mi bello infierno verde: la otra cara de la Flor de Oro.

Y es que pareciera incómodo poner sobre la mesa lo que hasta el día de hoy sabemos sobre los orígenes de los concursos de belleza, y lo que las palabras “belleza y tradición” significan para nosotros los tabasqueños.

Quiero aclarar, primero y antes que nada, que no es mi objetivo juzgar, denostar y mucho menos renegar del que quizá sea el evento más importante de mi querido Tabasco. Este es un ejercicio para poder analizar, desde el pensamiento crítico del por qué y para qué de la existencia de elección de la Flor de Oro en el marco del evento que conocemos como la Feria Tabasco.

Creo que hoy en día hay cosas que ya sabemos y hay mucha información sobre la salud mental, de autoestima, de los temas que son en verdad importantes para poder desarrollarnos y crecer como personas, el amor propio, no compararse con los demás, aceptarnos como somos, descubrir las cosas que nos hacen felices.

Una definición que me gusta mucho sobre la belleza, dice que, ésta se trata de quién eres, de tu seguridad, de tu confianza, de poner al servicio de los demás tus dones y ayudarlos a brillar.

Es decir, la belleza real nada tiene que ver con tener una "estética perfecta".

Por ejemplo, en la actualidad no es sano ni digna de aplaudirse la delgadez extrema, ni tratar de cumplir ciertos estándares que lleven a trastornos alimenticios y dismórficos, que son premiados con los elogios y atención sobre el aspecto físico de una persona, en este caso de las mujeres y niñas.

Volviendo a la Feria Tabasco, el objetivo es que sea un escaparate para los aspectos positivos de "lo tabasqueño", como la gastronomía, que se muestre loo mejor de la cultura, las tradiciones y que haya un ambiente de algarabía pero, sobre todo que sea un espacio netamente familiar.

Gran parte de esta responsabilidad le tocará a mujeres bellas, dignas representantes de las costumbres y tradiciones de sus lugares de origen. Dentro de su participación llevarán a cabo actividades altruistas en cada uno de sus municipios y contarán con el respaldo de la presidenta del DIF.

Eso sí, ya sabemos que no cualquiera puede participar. Deberán ser hijas de familias distinguidas quienes se encargaran de representar el ideal local de la familia y las buenas costumbres.

Pero en la realidad, en este concurso se suele premiar solamente la belleza física, la elegancia, la personalidad, el porte y la forma en que ellas se comunican con el público; la esencia es competir por un premio, que en este caso es la Flor de Oro y el estatus social que ello conlleva; esto, crea entre ellas (¡e incluso en chicas que no están concursando!) un constante ambiente de comparación de valores superficiales que no son positivos para la salud mental de nadie.

Durante casi dos meses escuchamos por todos lados una retórica que involucra las palabras "embajadoras, bellezas, tradiciones", hablamos de lo hermosas que lucen, las historias a veces controvertidas de cómo fueron nombradas e invitadas por sus municipios, la lucha y pleitos entre las porras, chismes entre los maquillistas, suspicacias, rumores y difamación son actitudes que se normalizan.

Recientemente, las autoridades aclaran que en este certamen de belleza no se buscan "solo caras bonitas" sino que también tengan un título o estén llevando a cabo sus estudios, mínimo de preparatoria, para que no digan que sólo calificarán el "cómo se ven".

Este discurso oificial hace énfasis en que se trata de mujeres preparadas, con una carrera universitaria y que quieren usar esta plataforma para un bien mayor, aunque tengan que competir unas con otras.

Soy una fiel creyente de que las mujeres (y cualquier ser humano) es MUCHO más que su apariencia física.

En un plano ideal, no veo la necesidad de ponerlas en contextos, situaciones y circunstancias donde las califican o las hacen sentir que son feas, gordas, flacas, altas, chaparras, en conclusión; inadecuadas bajo determinadas ópticas, ya sea de la gente en redes sociales, y como lo vimos el año pasado, entre ellas terminan dándose hasta con la cubeta.

En lo personal, algo que pude cumplir, fue no inculcarle a mis dos hijas que lo máximo en la vida es ser embajadora del municipio del Centro (donde ellas nacieron) porque ahora y siempre hay muchas formas de aportar a la sociedad y de infundir confianza en las jóvenes, así como mejores oportunidades de obtener beneficios económicos, aceptación personal y familiar, así como mejores vínculos con tu entorno inmediato.

Ahora, también he podido escuchar historias de algunas participantes que a pesar de las críticas, que es algo muy difícil de manejar, han podido encontrar el lado bueno de todo eso.

Pudieron definir su belleza y talentos en sus propios términos, independientemente de cómo las juzgarán los demás. Aprendieron a ir con la frente en alto en los grandes momentos de la vida; han logrado hacer una contribución a importantes causas sociales, como una plataforma de acción para cambiar la vida de las mujeres; utilizar la audiencia que las sigue para hablar de los derechos de las mujeres y de cómo terminar con la violencia que vivimos en las calles y en nuestras casas.

Ya para terminar, solo quisiera reflexionar sobre lo que les estamos enseñando a nuestras hijas, como por ejemplo, a "gustar", a ser elegidas, a ser aceptadas y validadas por su imagen. Y a que lo más importante en la vida, es cómo se ven, porque esto distorsiona la percepción de ellas mismas y las condiciona a enfocarse en lo que, al final de cuentas, no es tan importante.

He visto mujeres cerca de mí, obsesionadas con su imagen. Se gastan la vida, la energía y los ahorros en lograr una percepción artificial de sí mismas. Para nuestra desgracia, los hijos son testigos de cómo tu cara va cambiando con rellenos, botox, tratamientos y quien sabe cuántas cosas más; todo un sacrificio económico, un estrés psicológico y un riesgo innecesario de la salud, para que les digan: "mana, te veo mas flaca ya pareces una chamaca!! que te hicijte!!!

También creo firmemente que NO está mal querer verte bien y hacerte arreglos que te hagan sentir mejor. Pero con medida y a una edad adecuada.

Leí por ahí esta frase que me sacó la carcajada:

"No es lo mismo un arreglo, que vivir en compostura".

Contrario a la idea de que no importa cuántas cosas te hagas por fuera, si no aprendes a estar bien por dentro, no sirve de absolutamente nada.

Decía una choquita: "Dios mío ¡quítame lo pobre! que con dinero, lo fea se me quita"... a ver si así puedo ser embajadora.

Olvídate de lo que dicen afuera y date todos los días un tiempo para descubrirte en aquello que te hace feliz y bien. Ahí se encuentra en lo que debes enfocarte y premiar. Así que a disfrutar de nuestra máxima fiesta sin malas vibras y con verdadera algarabía.

¡Gracias por leerme!

Hay un tema que poco se comenta, y que incluso podría parecer tabú en mi bello infierno verde: la otra cara de la Flor de Oro.

Y es que pareciera incómodo poner sobre la mesa lo que hasta el día de hoy sabemos sobre los orígenes de los concursos de belleza, y lo que las palabras “belleza y tradición” significan para nosotros los tabasqueños.

Quiero aclarar, primero y antes que nada, que no es mi objetivo juzgar, denostar y mucho menos renegar del que quizá sea el evento más importante de mi querido Tabasco. Este es un ejercicio para poder analizar, desde el pensamiento crítico del por qué y para qué de la existencia de elección de la Flor de Oro en el marco del evento que conocemos como la Feria Tabasco.

Creo que hoy en día hay cosas que ya sabemos y hay mucha información sobre la salud mental, de autoestima, de los temas que son en verdad importantes para poder desarrollarnos y crecer como personas, el amor propio, no compararse con los demás, aceptarnos como somos, descubrir las cosas que nos hacen felices.

Una definición que me gusta mucho sobre la belleza, dice que, ésta se trata de quién eres, de tu seguridad, de tu confianza, de poner al servicio de los demás tus dones y ayudarlos a brillar.

Es decir, la belleza real nada tiene que ver con tener una "estética perfecta".

Por ejemplo, en la actualidad no es sano ni digna de aplaudirse la delgadez extrema, ni tratar de cumplir ciertos estándares que lleven a trastornos alimenticios y dismórficos, que son premiados con los elogios y atención sobre el aspecto físico de una persona, en este caso de las mujeres y niñas.

Volviendo a la Feria Tabasco, el objetivo es que sea un escaparate para los aspectos positivos de "lo tabasqueño", como la gastronomía, que se muestre loo mejor de la cultura, las tradiciones y que haya un ambiente de algarabía pero, sobre todo que sea un espacio netamente familiar.

Gran parte de esta responsabilidad le tocará a mujeres bellas, dignas representantes de las costumbres y tradiciones de sus lugares de origen. Dentro de su participación llevarán a cabo actividades altruistas en cada uno de sus municipios y contarán con el respaldo de la presidenta del DIF.

Eso sí, ya sabemos que no cualquiera puede participar. Deberán ser hijas de familias distinguidas quienes se encargaran de representar el ideal local de la familia y las buenas costumbres.

Pero en la realidad, en este concurso se suele premiar solamente la belleza física, la elegancia, la personalidad, el porte y la forma en que ellas se comunican con el público; la esencia es competir por un premio, que en este caso es la Flor de Oro y el estatus social que ello conlleva; esto, crea entre ellas (¡e incluso en chicas que no están concursando!) un constante ambiente de comparación de valores superficiales que no son positivos para la salud mental de nadie.

Durante casi dos meses escuchamos por todos lados una retórica que involucra las palabras "embajadoras, bellezas, tradiciones", hablamos de lo hermosas que lucen, las historias a veces controvertidas de cómo fueron nombradas e invitadas por sus municipios, la lucha y pleitos entre las porras, chismes entre los maquillistas, suspicacias, rumores y difamación son actitudes que se normalizan.

Recientemente, las autoridades aclaran que en este certamen de belleza no se buscan "solo caras bonitas" sino que también tengan un título o estén llevando a cabo sus estudios, mínimo de preparatoria, para que no digan que sólo calificarán el "cómo se ven".

Este discurso oificial hace énfasis en que se trata de mujeres preparadas, con una carrera universitaria y que quieren usar esta plataforma para un bien mayor, aunque tengan que competir unas con otras.

Soy una fiel creyente de que las mujeres (y cualquier ser humano) es MUCHO más que su apariencia física.

En un plano ideal, no veo la necesidad de ponerlas en contextos, situaciones y circunstancias donde las califican o las hacen sentir que son feas, gordas, flacas, altas, chaparras, en conclusión; inadecuadas bajo determinadas ópticas, ya sea de la gente en redes sociales, y como lo vimos el año pasado, entre ellas terminan dándose hasta con la cubeta.

En lo personal, algo que pude cumplir, fue no inculcarle a mis dos hijas que lo máximo en la vida es ser embajadora del municipio del Centro (donde ellas nacieron) porque ahora y siempre hay muchas formas de aportar a la sociedad y de infundir confianza en las jóvenes, así como mejores oportunidades de obtener beneficios económicos, aceptación personal y familiar, así como mejores vínculos con tu entorno inmediato.

Ahora, también he podido escuchar historias de algunas participantes que a pesar de las críticas, que es algo muy difícil de manejar, han podido encontrar el lado bueno de todo eso.

Pudieron definir su belleza y talentos en sus propios términos, independientemente de cómo las juzgarán los demás. Aprendieron a ir con la frente en alto en los grandes momentos de la vida; han logrado hacer una contribución a importantes causas sociales, como una plataforma de acción para cambiar la vida de las mujeres; utilizar la audiencia que las sigue para hablar de los derechos de las mujeres y de cómo terminar con la violencia que vivimos en las calles y en nuestras casas.

Ya para terminar, solo quisiera reflexionar sobre lo que les estamos enseñando a nuestras hijas, como por ejemplo, a "gustar", a ser elegidas, a ser aceptadas y validadas por su imagen. Y a que lo más importante en la vida, es cómo se ven, porque esto distorsiona la percepción de ellas mismas y las condiciona a enfocarse en lo que, al final de cuentas, no es tan importante.

He visto mujeres cerca de mí, obsesionadas con su imagen. Se gastan la vida, la energía y los ahorros en lograr una percepción artificial de sí mismas. Para nuestra desgracia, los hijos son testigos de cómo tu cara va cambiando con rellenos, botox, tratamientos y quien sabe cuántas cosas más; todo un sacrificio económico, un estrés psicológico y un riesgo innecesario de la salud, para que les digan: "mana, te veo mas flaca ya pareces una chamaca!! que te hicijte!!!

También creo firmemente que NO está mal querer verte bien y hacerte arreglos que te hagan sentir mejor. Pero con medida y a una edad adecuada.

Leí por ahí esta frase que me sacó la carcajada:

"No es lo mismo un arreglo, que vivir en compostura".

Contrario a la idea de que no importa cuántas cosas te hagas por fuera, si no aprendes a estar bien por dentro, no sirve de absolutamente nada.

Decía una choquita: "Dios mío ¡quítame lo pobre! que con dinero, lo fea se me quita"... a ver si así puedo ser embajadora.

Olvídate de lo que dicen afuera y date todos los días un tiempo para descubrirte en aquello que te hace feliz y bien. Ahí se encuentra en lo que debes enfocarte y premiar. Así que a disfrutar de nuestra máxima fiesta sin malas vibras y con verdadera algarabía.

¡Gracias por leerme!