/ sábado 24 de noviembre de 2018

Movimiento y transición

Dentro de ocho días seremos testigos de un cambio generacional en la vida política de México, en la cual el centro y la derecha fueron derrocados por la izquierda el 1 de julio de 2018, llegó a la Presidencia de la República el primer hombre originario del Sureste del país; el nuevo presidente combatirá la corrupción, el sistema neoliberal, el narco y la inseguridad, sin violencia, y será el primer mandatario mexicano que, desde la máxima tribuna del pueblo, emita un mensaje a la nación.

Esto nos hace suponer que llegará a los cargos públicos una nueva generación de políticos íntegros, caracterizados por su lealtad al pueblo y al movimiento democrático que Andrés Manuel López Obrador inició hace 30 años desde el estado de Tabasco, el cual, el próximo sábado en la mañana, se consolidará cuando el oriundo de Tepetitán, Macuspana, extienda su mano al frente y exclame ¡Protesto guardar y hacer guardar la Constitución…! Para posteriormente ser investido con la banda presidencial, símbolo del máximo nivel de poder en el país.

México anhela, desde hace muchos años, un cambio de 180 grados en el gobierno y lo dejó claro el pasado 1 de julio al sufragar arrolladoramente por la propuesta de la izquierda que representa López Obrador; sin embargo, quienes perdieron no están contentos y, aun cuando el tabasqueño todavía no ejerce el cargo de jefe del Poder Ejecutivo Federal lo descalifican a priori. Los poderosos de antaño se resisten a darle el beneficio de la duda y quieren contagiar a otros con sus toxinas.

AMLO llegará con todo el poder que le dan 30 millones de votos, la mayoría en el Congreso de la Unión, imagen de honesto y, como un hecho insólito, es el primer presidente electo que desde varios meses antes de asumir el puesto ha nombrado funcionarios de su gabinete, ha propuesto reformas constitucionales, ha cancelado multimillonarias obras y ha realizado consultas ciudadanas que le darán mucho más simpatía con el pueblo y autoridad en su gobierno.

Algunos de sus detractores cuestionan el perdón a sus antecesores y suponen que hasta hay un juego perverso de valores entendidos entre Andrés Manuel y el Poder Legislativo, pues Ricardo Monreal, desde el Senado de la República, ha contradicho la indulgencia.

Lo cierto es que estamos a un paso de ver realmente una sana distancia entre los poderes del gobierno, y lo raro es que mientras la gran mayoría de mexicanos pedía que se diera algo así, ahora muchos cuestionan la división de las soberanías que seguramente beneficiará a todo México.

La nueva generación que gobernará a partir del próximo 1 de diciembre estará desmarcada totalmente de la clase política que ha gobernado durante el último siglo y eso llevará a una verdadera transición; es decir, durante los próximos seis años, los mexicanos deben estar preparados para pasar de un estado o modo de ser a otro distinto y a cambiar de mentalidad.

Ahora sí verán una metamorfosis que empezó con el movimiento democrático de 1988, en la cual todos los mexicanos vivirán en un nuevo nivel de crecimiento político, social y económico, porque si las cosas no se dieran de esa manera, entonces no se llamaría transición, sino solo un entretenimiento que mantendría a la gente en el mismo lugar de estancamiento.

Sassón


Andrés Manuel López Obrador es terco, tenaz, obcecado en sus metas, infatigable, honrado y difícil de ser manipulado por la adulación de quienes ayer hasta financiaban la guerra en su contra y hoy lo ven como una mina de oro.


Dentro de ocho días seremos testigos de un cambio generacional en la vida política de México, en la cual el centro y la derecha fueron derrocados por la izquierda el 1 de julio de 2018, llegó a la Presidencia de la República el primer hombre originario del Sureste del país; el nuevo presidente combatirá la corrupción, el sistema neoliberal, el narco y la inseguridad, sin violencia, y será el primer mandatario mexicano que, desde la máxima tribuna del pueblo, emita un mensaje a la nación.

Esto nos hace suponer que llegará a los cargos públicos una nueva generación de políticos íntegros, caracterizados por su lealtad al pueblo y al movimiento democrático que Andrés Manuel López Obrador inició hace 30 años desde el estado de Tabasco, el cual, el próximo sábado en la mañana, se consolidará cuando el oriundo de Tepetitán, Macuspana, extienda su mano al frente y exclame ¡Protesto guardar y hacer guardar la Constitución…! Para posteriormente ser investido con la banda presidencial, símbolo del máximo nivel de poder en el país.

México anhela, desde hace muchos años, un cambio de 180 grados en el gobierno y lo dejó claro el pasado 1 de julio al sufragar arrolladoramente por la propuesta de la izquierda que representa López Obrador; sin embargo, quienes perdieron no están contentos y, aun cuando el tabasqueño todavía no ejerce el cargo de jefe del Poder Ejecutivo Federal lo descalifican a priori. Los poderosos de antaño se resisten a darle el beneficio de la duda y quieren contagiar a otros con sus toxinas.

AMLO llegará con todo el poder que le dan 30 millones de votos, la mayoría en el Congreso de la Unión, imagen de honesto y, como un hecho insólito, es el primer presidente electo que desde varios meses antes de asumir el puesto ha nombrado funcionarios de su gabinete, ha propuesto reformas constitucionales, ha cancelado multimillonarias obras y ha realizado consultas ciudadanas que le darán mucho más simpatía con el pueblo y autoridad en su gobierno.

Algunos de sus detractores cuestionan el perdón a sus antecesores y suponen que hasta hay un juego perverso de valores entendidos entre Andrés Manuel y el Poder Legislativo, pues Ricardo Monreal, desde el Senado de la República, ha contradicho la indulgencia.

Lo cierto es que estamos a un paso de ver realmente una sana distancia entre los poderes del gobierno, y lo raro es que mientras la gran mayoría de mexicanos pedía que se diera algo así, ahora muchos cuestionan la división de las soberanías que seguramente beneficiará a todo México.

La nueva generación que gobernará a partir del próximo 1 de diciembre estará desmarcada totalmente de la clase política que ha gobernado durante el último siglo y eso llevará a una verdadera transición; es decir, durante los próximos seis años, los mexicanos deben estar preparados para pasar de un estado o modo de ser a otro distinto y a cambiar de mentalidad.

Ahora sí verán una metamorfosis que empezó con el movimiento democrático de 1988, en la cual todos los mexicanos vivirán en un nuevo nivel de crecimiento político, social y económico, porque si las cosas no se dieran de esa manera, entonces no se llamaría transición, sino solo un entretenimiento que mantendría a la gente en el mismo lugar de estancamiento.

Sassón


Andrés Manuel López Obrador es terco, tenaz, obcecado en sus metas, infatigable, honrado y difícil de ser manipulado por la adulación de quienes ayer hasta financiaban la guerra en su contra y hoy lo ven como una mina de oro.