/ martes 17 de noviembre de 2020

Punto y Aparte | Ventura Marín, un icono artístico

El pasado domingo 15, a las 9:45 horas, en Mérida, Yucatán; falleció uno de los iconos artísticos de Tabasco, Ventura Marín Azcuaga, quien fuera arquitecto, pintor, fotógrafo y escultor.

Ese mismo día, fue incinerado. Sus cenizas fueron trasladadas a Emiliano Zapata, para que después de una misa, sus restos descansen, en el mismo lugar donde están los de sus padres, en la iglesia de El Cerrito.

Marín Azcuaga nació en Emiliano Zapata, Tabasco; el 12 de febrero 1934. Hijo de la señora Ana María Azcuaga Sherrer; y, del señor Ventura Marín Ocampo, uno de los pioneros del comercio y la navegación aérea en aquel municipio e impulsor de la ganadería en la región y el Estado. Introductor del ganado Gyr.

Marín Azcuaga fue hermano de: María del Carmen Marín de Juanes (+); Josefa Nicasia Marín de Rodríguez (+); Ana María Marín de Gloria (+); Amada Marín de González; y, Teresa Marín de García.

Casado con la señora Elena Díaz de Marín, con quien procreó a: Ventura, Elena, Ernesto, Ana María, Mónica, Raúl, y, Eduardo.

Terminando su carrera de arquitecto, que cursó en la UNAM, en 1957; regresa a su tierra, convirtiéndose en el primer arquitecto que llega a trabajar a Tabasco.

En 1958, lo nombran Presidente de la Junta de Mejoramiento Moral Cívico y Material de Emiliano Zapata.

A sus 25 años fue diputado local, por el entonces, noveno distrito (Emiliano Zapata, Balancán y Tenosique) durante la XLIII Legislatura.

Fundador y Presidente del Colegio de Arquitectos. Vice-presidente de la Cámara Nacional de la Industria de la Construcción Tabasco.

Tras cada una de sus esculturas, hay una historia. Leamos la de La Mujer Ceiba, contada por él:

“…en 1988, viajando de Emiliano Zapata a Tenosique, donde tenía el encargo de realizar unas tarjetas postales, vi en el camino, … tres gigantescas ceibas y limitando el paisaje muchos árboles de macuilís a punto de florear, de inmediato me imaginé que cuando esto sucediera sería un estupendo tema para una de las postales solicitadas.

Días después, cuando esos árboles floreaban… preparé mi equipo fotográfico y les avisé a los familiares de las jovencitas que regularmente posaban para mis fotos de paisaje…

Con ansias llegamos al lugar esperado y las grandes ceibas, árbol sagrado de los mayas: ¡no estaban!... Las habían cortado para hacer relleno de triplay en la fábrica de Palenque.

Las flores del macuilís por primera vez me parecieron tristes, me dieron la impresión de formar una gran corona que rodeaba los árboles muertos.

Fue tanto mi enojo, mi indignación y mi tristeza ante esa agresión ecológica que en el momento me pregunté: ¿qué puedes hacer tú Ventura Marín, con las artes plásticas, para mostrar un reclamo ecológico?

Mientras pensaba, tomé fotos de las raíces heridas, aun chorreando su sangre hecha savia, y, posteriormente con ellas, formé escultóricamente una sola raíz.

El tronco inexistente lo transformé en un bello y frondoso cuerpo de mujer girando con ansias de crecer hasta llegar a acariciar las nubes y su sufrimiento y el mío (que debiera ser el de todos) lo simbolicé presentándola decapitada y sin brazos... por eso en la placa sólo se lee:

Mujer Ceiba: Un reclamo ecológico. El árbol sagrado de los mayas. Transformado en una bella mujer. Que la tala inmoderada decapita y mutila.”

Para cerrar, compartimos una anécdota del amigo e historiador Jorge Priego Martínez:

Las pompis de la Mujer Ceiba: “Cuando terminó la escultura de la famosa Mujer Ceiba, el arquitecto Ventura Marín invitó a quien fuera su modelo para que viese la obra terminada. La bella joven examinó detenidamente la espléndida escultura y al terminar sus observaciones le dijo muy seria a nuestro querido amigo:

—Oiga arquitecto, pero yo tengo más pompas que las que le puso a la escultura, ¿por qué no se las puso así?

Ante lo imprevisto de la pregunta y no sabiendo qué contestar, Ventura sólo se atrevió a responder:

—Es que se me acabó la plastilina…”

Descanse en paz, el oriundo de la “futura capital del mundo”, como él llamaba a su municipio.

El pasado domingo 15, a las 9:45 horas, en Mérida, Yucatán; falleció uno de los iconos artísticos de Tabasco, Ventura Marín Azcuaga, quien fuera arquitecto, pintor, fotógrafo y escultor.

Ese mismo día, fue incinerado. Sus cenizas fueron trasladadas a Emiliano Zapata, para que después de una misa, sus restos descansen, en el mismo lugar donde están los de sus padres, en la iglesia de El Cerrito.

Marín Azcuaga nació en Emiliano Zapata, Tabasco; el 12 de febrero 1934. Hijo de la señora Ana María Azcuaga Sherrer; y, del señor Ventura Marín Ocampo, uno de los pioneros del comercio y la navegación aérea en aquel municipio e impulsor de la ganadería en la región y el Estado. Introductor del ganado Gyr.

Marín Azcuaga fue hermano de: María del Carmen Marín de Juanes (+); Josefa Nicasia Marín de Rodríguez (+); Ana María Marín de Gloria (+); Amada Marín de González; y, Teresa Marín de García.

Casado con la señora Elena Díaz de Marín, con quien procreó a: Ventura, Elena, Ernesto, Ana María, Mónica, Raúl, y, Eduardo.

Terminando su carrera de arquitecto, que cursó en la UNAM, en 1957; regresa a su tierra, convirtiéndose en el primer arquitecto que llega a trabajar a Tabasco.

En 1958, lo nombran Presidente de la Junta de Mejoramiento Moral Cívico y Material de Emiliano Zapata.

A sus 25 años fue diputado local, por el entonces, noveno distrito (Emiliano Zapata, Balancán y Tenosique) durante la XLIII Legislatura.

Fundador y Presidente del Colegio de Arquitectos. Vice-presidente de la Cámara Nacional de la Industria de la Construcción Tabasco.

Tras cada una de sus esculturas, hay una historia. Leamos la de La Mujer Ceiba, contada por él:

“…en 1988, viajando de Emiliano Zapata a Tenosique, donde tenía el encargo de realizar unas tarjetas postales, vi en el camino, … tres gigantescas ceibas y limitando el paisaje muchos árboles de macuilís a punto de florear, de inmediato me imaginé que cuando esto sucediera sería un estupendo tema para una de las postales solicitadas.

Días después, cuando esos árboles floreaban… preparé mi equipo fotográfico y les avisé a los familiares de las jovencitas que regularmente posaban para mis fotos de paisaje…

Con ansias llegamos al lugar esperado y las grandes ceibas, árbol sagrado de los mayas: ¡no estaban!... Las habían cortado para hacer relleno de triplay en la fábrica de Palenque.

Las flores del macuilís por primera vez me parecieron tristes, me dieron la impresión de formar una gran corona que rodeaba los árboles muertos.

Fue tanto mi enojo, mi indignación y mi tristeza ante esa agresión ecológica que en el momento me pregunté: ¿qué puedes hacer tú Ventura Marín, con las artes plásticas, para mostrar un reclamo ecológico?

Mientras pensaba, tomé fotos de las raíces heridas, aun chorreando su sangre hecha savia, y, posteriormente con ellas, formé escultóricamente una sola raíz.

El tronco inexistente lo transformé en un bello y frondoso cuerpo de mujer girando con ansias de crecer hasta llegar a acariciar las nubes y su sufrimiento y el mío (que debiera ser el de todos) lo simbolicé presentándola decapitada y sin brazos... por eso en la placa sólo se lee:

Mujer Ceiba: Un reclamo ecológico. El árbol sagrado de los mayas. Transformado en una bella mujer. Que la tala inmoderada decapita y mutila.”

Para cerrar, compartimos una anécdota del amigo e historiador Jorge Priego Martínez:

Las pompis de la Mujer Ceiba: “Cuando terminó la escultura de la famosa Mujer Ceiba, el arquitecto Ventura Marín invitó a quien fuera su modelo para que viese la obra terminada. La bella joven examinó detenidamente la espléndida escultura y al terminar sus observaciones le dijo muy seria a nuestro querido amigo:

—Oiga arquitecto, pero yo tengo más pompas que las que le puso a la escultura, ¿por qué no se las puso así?

Ante lo imprevisto de la pregunta y no sabiendo qué contestar, Ventura sólo se atrevió a responder:

—Es que se me acabó la plastilina…”

Descanse en paz, el oriundo de la “futura capital del mundo”, como él llamaba a su municipio.