/ domingo 22 de enero de 2023

(Crónica) Tabasqueños se juegan la vida con viajes ‘patito’

Los escenarios de esta historia son: un estacionamiento subterráneo y clandestino en la Ciudad de México, y otro que está a mil kilómetros hacia el sureste, en Villahermosa

Esta historia comienza con una necesidad. La de transportar personas y mercancías del punto A al punto B, al costo más económico posible. Y debido a ello, los escenarios de esta historia son: un estacionamiento subterráneo y clandestino, en algún punto de la calle de República de Argentina, enclavada en un barrio bravo de la Ciudad de México. El otro escenario está mil kilómetros hacia el sureste, en la calle Pedro Fuentes, en pleno corazón de Villahermosa, Tabasco.

Lo que se narra a continuación, ocurre en los últimos días de diciembre. Sin embargo, podría ser un retrato fiel de las situaciones que un viajero, ya sea asiduo o incidental, puede encontrarse al realizar este trayecto en cualquier fecha del año...

Te puede interesar: ¡Abusado con las agencias de viaje ‘patito’!, aquí unos datos

I.- DE IDA…

Para llegar a la CDMX desde Tabasco no hacen falta pagar los precios que ofrecen la líneas de autobuses más comerciales y publicitadas, como ADO y sus diferentes "experiencias", que van de los 986 pesos a los 1 mil 492 pesos, tan sólo en viaje sencillo, no.

Agencias de viajes consideradas 'patitos' son usadas por ciudadanos en Villahermosa como medio de transporte a cualquier estado a bajo costo. Foto: Iván Sánchez | El Heraldo de Tabasco

Desde la "terminal" improvisada (esto es, que en apariencia no cumple con los requisitos mínimos necesarios para ser un punto de alta movilidad de pasajeros, como una sala de espera adecuada; instalaciones sanitarias; espacios para documentación y manejo de equipaje; ni qué decir de un andén de abordaje, talleres, espacios para maniobra de autobuses, etc.) de la calle Pedro Fuentes, a espaldas del parque La Paz de Villahermosa, puede comprarse un viaje redondo por módicos 600 pesos.

Pasajeros tienen que acomodar, en algunas ocasiones, sus pertenencias ya sean en cajas o bolsas dentro del maletero de la unidad. Foto: Iván Sánchez | El Heraldo de Tabasco

Son las 18:40 horas de un lunes. En la ventanilla de "Viajes Hilda" hacen fila tres o cuatro personas. El boletero advierte que quedan pocos lugares y que el autobús está a punto de salir. El boletero también vende dulces y cigarros sueltos, los cuales tiene acomodados en una cajita que está sobre el mostrador. A unos metros, bajo un techo de lámina y sentados sobre las bancas de una improvisada sala de espera, otros pasajeros aguardan. Llevan poco equipaje; la mayoría viajan ligeros, porque volverán cargados de mercancías; ropa, zapatos, bisutería, juguetes. Algunos tienen como destino la CDMX, y otros se irán quedando en las distintas paradas que el autobús realizará durante su incierto trayecto; Coatzacoalcos, Minatitlán, Puebla... en San Martín Texmelucan algunos realizarán sus compras en el gigantesco tianguis que lleva años de operar en esta ciudad... hasta finalmente llegar a la capital del país.

Muchas de las agencias carecen de una área de abordaje en espera. Foto: Iván Sánchez | El Heraldo de Tabasco

Después de pagar el importe, recibo un deslucido boleto impreso a una tinta sobre papel corriente. Antes de abordar al autobús, el mismo sujeto que me acaba de vender el boleto en la ventanilla me lo exige de vuelta, pidiéndome además que le muestre una credencial para votar. Anota mi nombre en una libreta y se queda con el papelito, que no tiene folio ni razón social.

—Y sin mi ticket, ¿cómo le hago para hacer válido el seguro del viajero? —pregunto.

Me mira de reojo, gira la cabeza en señal de negación, medio se ríe. Luego estira la mano para pedirle su boleto al siguiente pasajero, y permanece en silencio.

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El autobús huele a desodorante en spray, a Fabuloso, al Vainillo locochón. Le acaban de dar un trapazo mientras el conductor se tomaba un café y fumaba un cigarro. Es un modelo viejo, con el exterior pintado de azul, dorado y blanco. Los asientos se ven gastados y se sienten un poco incómodos.

El vehículo se va llenando con personas de las más variadas apariencias. Foto: Ángel Vega

Poco a poco, el vehículo se va llenando con personas de las más variadas apariencias; hombres solos con facha de empleados o jornaleros, parejas jóvenes, adultos mayores, un par de mujeres que viajan con niños. En las bocinas suena música de tecladistas tabasqueños, seguida de canciones de banda, cumbias. Todos acomodan sus pertenencias y se preparan para un largo viaje, calculado entre 12 a 14 horas, no se sabe con certeza, debido a la cantidad de paradas obligadas. Depende también del tráfico en las casetas de cobro de Capufe, y de los retenes de la Guardia Nacional que buscan migrantes sudamericanos viajando de incógnito y sin documentos, los cuales interrumpen el trayecto hasta en cuatro ocasiones.

”Pues podemos llegar a las 7 u 8 de la mañana o un poco más tarde, pero lo que importa es que llegaremos todos con bien, primero Dios”, responde el chofer cuando se le pregunta por la hora estimada de llegada a la Ciudad de México.

El autobús se echa en reversa lentamente, mientras que el boletero, ahora convertido en encargado de maniobras, le hace señas al operador, quien lo mira a través de uno de los espejos laterales.

II.- INCIERTO DESTINO: ROBOS, DESCOMPOSTURAS Y ACCIDENTES

El problema con las líneas de autobús no reguladas, radica, precisamente, en esa frase expresada por el chofer; “llegar con bien”. En la historia reciente de Tabasco, es decir en la última década, se cuentan al menos cuatro accidentes graves protagonizados por camiones pertenecientes a este tipo de empresas; entre todos superan el centenar de muertos, decenas de heridos y millones de pesos en pérdidas materiales. Son "agencias de viajes" que funcionan cumpliendo de panzazo la legislación vigente, pero con tantos vacíos y carencias, que viajar en sus camiones se convierte en un acto de fe casi ciega: una auténtica ruleta rusa.

Haciendo el obligado recuento trágico: el 13 de abril del 2014 un camión perteneciente a Viajes Huicho S.A., procedente de Villahermosa, chocó contra un tractocamión de la empresa Prolat, de Tepetitán, Jalisco, en el tramo Isla-Cosoleacaque. A consecuencia del encontronazo, el autobús se incendió tan rápidamente que a los pasajeros nos les dio tiempo de alcanzar la salida, ni tampoco de desbloquear las ventanillas de emergencia, resultando un saldo de 36 personas calcinadas. Entre las víctimas había varios comerciantes e incluso una familia entera de seis miembros, además de un bebé. Los restos irreconocibles volvieron a Tabasco en bolsas del Semefo, y la labor de identificación se prolongaría durante meses.

El 13 de abril del 2014 un camión perteneciente a Viajes Huicho S.A., procedente de Villahermosa, chocó contra un tractocamión de la empresa Prolat, de Tepetitán, Jalisco, en el tramo Isla-Cosoleacaque. Foto: Archivo

Es, tristemente, uno de los accidentes que han dejado mayor cantidad de personas fallecidas y de los que han impactado más fuertemente a la opinión pública. Sin embargo, entrevistado al respecto, un exoperador de conocida línea de autobuses, quien debido a su empleo actual decidió reservar su identidad, señala:

“Sería injusto decir que los accidentes solamente le pasan a las empresas patito. También han pasado carreterazos muy fuertes (Sic) a empresas reconocidas, con un supuesto prestigio, una marca. Y también han dejado muchos muertos. Sólo que las empresas patito a veces no tienen el capital para indemnizar a los deudos conforme a la ley, y naturalmente, sufren más percances porque sus flotillas no están actualizadas. Casi siempre son autobuses viejos, de modelos descontinuados, y tampoco tienen tanto mantenimiento como los de las otras líneas. O sea, sí es un riesgo viajar en las patito, pero, o no aprendemos, o la necesidad es mucha. Además, los viajeros ya saben a lo que le tiran cuando se suben a uno de estos”, argumenta Jorge 'N', tajante.

Se refiere, casi con seguridad, a otro tipo de accidentes que también dejaron su cicatriz, profunda e indeleble, en la memoria de los tabasqueños, de muchas familias. Por ejemplo, en abril de 2006, un autobús se desbarrancó en las Cumbres de Maltrata, Veracruz, dejando 67 personas muertas, de las que 57 eran de Tabasco. Según se asentó en la investigación posterior, el vehículo era viejo, se trasladaba con sobrecarga de pasajeros y el conductor cometió un error mortal: al presuntamente quedarse sin frenos, entró a una rampa de frenado que tenía dos pistas; una de arena y otra de asfalto. El chofer tomó la rampa equivocada, la cual le condujo a un barranco de 150 metros de profundidad, donde el vehículo terminó destrozado.

En abril de 2006, un autobús se desbarrancó en las Cumbres de Maltrata, Veracruz, dejando 67 personas muertas, de las que 57 eran de Tabasco. Foto: Archivo

Los pasajeros regresaban de un acto religioso celebrado en Tequila, Jalisco. Desde Veracruz, los cadáveres de las personas originarias de Tabasco arribaron en avión a su estado natal, donde una multitud de familiares dolidos los esperaban. Escenas verdaderamente desgarradoras se dieron durante el sepelio.

Años más tarde, en 2014, un autobús de la empresa Autobuses de Oriente (ADO) se estrelló contra una pipa de doble tanque que transportaba Diesel, dejando un saldo de 15 muertos y al menos 4 heridos. El percance sucedió a las 14:30 horas en el kilómetro 108 de Nuevo Campechito, Campeche, cuando el vehículo se dirigía a la ciudad de Villahermosa, Tabasco.

Sin embargo, y a pesar de ello, el índice de siniestralidad de las líneas de autobuses que cumplen con las normatividades de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT) "es bajo", y de acuerdo a la emisión 523 "Buenas prácticas de seguridad vial" y del "Manual de Gestión de Seguridad Vial" de la Asociación Nacional de Transporte Privado (ANTP), las unidades deben ser sometidas a revisiones constantes, a los choferes deben practicárseles exámenes médicos y controles antidoping, además de recibir capacitación constante y cumplir estrictos tiempos de manejo límite y descansos.

En 2014, un autobús de la empresa Autobuses de Oriente (ADO) se estrelló contra una pipa de doble tanque que transportaba Diesel, dejando un saldo de 15 muertos y al menos 4 heridos.

Lo anterior también podría ser cuestionable. En el transcurso de una charla realizada en una de las terminales de autobuses de Villahermosa, durante un descanso entre viajes, nuestro informante Jorge 'N', chofer en activo, vuelve a la carga:

"Algunas veces te ponen más viajes de los que puedes hacer, sin tiempos de descanso. Muchos choferes tienen que zumbarse un perico, para que les vaya hablando durante todo el camino y no se queden dormidos. Si a eso le sumas el estrés, los bajos salarios, las fechas complicadas que saturan las carreteras, pues se convierte en un riesgo, es más probable sufrir un percance", señala.

Otras de las amenazas que deben sortear los pasajeros que usan las unidades pertenecientes a empresas no regulares, son los robos en carretera; datos de la Guardia Nacional revelan que entre las carreteras mas peligrosas y con más robos en México, se encuentra la carretera 150D, que corre de la Ciudad de México a Veracruz, pues tan solo en el año 2020 se registraron al menos 22 denuncias de robo violento en varios de sus tramos.

Al verse obligados a parar en carretera, los pasajeros se exponen a un accidente o un asalto. Foto: Ángel Vega

Con esto en mente, continuamos con el trayecto a bordo de "Viajes Hilda". Trece horas sobre la carretera y al menos siete paradas después, algunas por puntos de inspección de la Guardia Nacional, otras para "comer algo o ir al baño" y algunas más por la intensa fila para pagar el peaje en algunas casetas de Veracruz, conseguimos llegar a la Ciudad de México sin mayores "percances"...

El regreso a Tabasco, es otra historia.

III. DE VUELTA...

Son las seis de la tarde en la Ciudad de México. La bulliciosa calle de República de Argentina, tradicionalmente ocupada por comerciantes de joyas y bisutería, entre otras mercancías, es también un paradero clandestino para autobuses patito que corren hacia diversos derroteros del sureste del país, incluyendo Veracruz, Tabasco, Campeche, Chiapas, Yucatán y Quintana Roo.

Al transitar sobre esta calle cercana a la Merced, e incluso en las inmediaciones (como el callejón de Santa Escuela), maleta en mano, el agresivo estilo de ventas del tercer mundo hace su aparición. Y ahí, camuflados entre los comercios establecidos y los puestos informales, se encuentran diversos paraderos de autobuses "pirata", como los llaman más duramente los chilangos.

La bulliciosa calle de República de Argentina, tradicionalmente ocupada por comerciantes de joyas y bisutería, entre otras mercancías, es también un paradero clandestino para autobuses patito. Foto: Google Maps

Aquí, entre campamentos de viajeros que a su arribo a la ciudad no tienen un lugar en dónde quedarse, los "boleteros" enganchan a los potenciales pasajeros y los llevan personalmente hasta las distintas "terminales" que existen en los viejos edificios, algunos de los cuales, con sus fachadas artesonadas y sus muros de tezontle, datan de la época colonial.

Las opciones son muchas: Viajes Chiapas, Viajes Romo, Turismo Leo, Turipaquetes, Viajes Exprés, Turismo Jorge Luis, Turismo Tres Hermanas...

Viajes Hilda, el autobús que nos trajo de Tabasco a CDMX, curiosamente, no para en República de Argentina, sino en República del Perú.

Para el regreso, elegimos otra línea de autobuses "patito" o "pirata" distinta. De mano de un sujeto que viste jeans, playera sin mangas y lleva corte de pelo tipo militar, recibo una tarjeta que dice:

"Viajes especiales. Punto de reunión: Prolongación de Mina #502, antes de la gasolinera La Gas. Contamos con seguro del viajero. Agradecemos su preferencia", seguida de al menos seis números telefónicos celulares. El que me dio la tarjeta pregunta, con marcado acento chilango, "cantadito":

En la CDMX hay personas promoviendo otras agencias "patito" para el viaje de regreso. Foto: Ángel Vega

—¿A dónde viaja, mi jefe?

La "terminal" es el sótano de un viejo edificio. Ahí, algunos con los motores encendidos, se encuentran estacionados una docena de autobuses, entre cargadores que llevan mercancías con diablitos y que llenan afanosamente los compartimientos de los camiones.

—¿Tiene boletos para Tabasco? ¿A qué hora sale? —pregunto.

Hay basura por todas partes, huele a humo de escape, está oscuro, la sensación es de caos, opresiva. Hay personas haciendo filas para abordar. Me asignan mi lugar. En el reloj son las 6:38, pero no sería sino hasta las 8 de la noche en que, por fin, el autobús partiría, siendo que la promesa de salida era a las 7 de la noche.

Pese a ello, los pasajeros lucen tranquilos, relajados. Como habituados a este tipo de situaciones, o como si el tiempo no les importara en lo más mínimo.

El autobús va a tope, igual que los compartimientos de carga. La primera parte del trayecto transcurre como en cámara lenta. Sin contratiempos, el transporte sale del área urbana y toma la salida a Puebla. En San Martín hace la primera parada. Baja mucha gente y los asientos de atrás se desocupan. Pero esto no dura mucho tiempo, porque de pronto, una mujer y el ayudante del chofer, un señor de la tercera edad de apariencia nerviosa, se ponen a subir cajas de zapatos que acomodan en la parte trasera. De pronto llegan a ser tantas que bloquean la entrada al baño y ocupan varios asientos.

En el viaje de regreso, la mercancía es acomodada en los asientos traseros del autobús, llegando a bloquear la entrada al baño, además de ocupar varios asientos.. Foto: Ángel Vega | El Heraldo de Tabasco

La parada se prolonga por al menos cuarenta minutos.

Esta vez, ahora sí, algunos pasajeros comienzan a impacientarse:

—Oiga, ¿a qué hora nos vamos? ¿A qué hora piensa que vamos a llegar a Tabasco? —pregunta uno de ellos.

—A la hora que tengamos que llegar. Son viajes especiales —le contesta, groseramente y sin mirarlo, el viejo ayudante del operador, que además, entre pausas, se da tiempo de comerse un tamal.

—¿Y ahora cómo vamos a usar el baño? —pregunta una señora acompañada de una adolescente, aparentemente, su hija.

—Vamos a estar haciendo varias paradas para que puedan hacer sus necesidades —recibe por respuesta.

Por lo bajo, alguien comenta que el autobús está sobrecargado, y que llevar mercancia suelta en los espacios reservados para los pasajeros, es una grave falla de seguridad. "Luego por eso chocan estos diantres y agarran fuego en chinga". Pero, abiertamente, nadie se atreve a reclamar nada.

El viaje prosigue con las luces apagadas. El autobús toca su propia música en las bocinas, la cual no para ni tampoco baja de volumen ni siquiera de madrugada. Algunos pasajeros deciden que su playlist es mejor que el del chofer, y hacen sonar sus propias canciones desde su teléfono móvil. De pronto, el ambiente es una mezcolanza infernal de estridentes géneros musicales y ronquidos humanos de alto decibel.

Y efectivamente, el chofer realiza otras paradas a lo largo del trayecto, ninguna de las cuales es inferior a los 15 minutos. Ya cerca de Coatzacoalcos, Veracruz, realiza una parada más para, esta vez, descargar la enorme cantidad de cajas de zapatos que algún pasajero comerciante subió en San Martín Texmelucan. Ahí se nos va otra media hora.

* * *

Han pasado más de 12 horas y aún no llegamos a Cárdenas, Tabasco. Faltando medio kilómetro para la caseta de cobro, el autobús, de pronto, se apaga. El chofer intenta ponerlo en marcha de nuevo, pero no hay corriente. Abre la puerta, desciende, revisa los fusibles, vuelve a subir, intenta encenderlo, pero nada. "No tengo ni siquiera corriente, está bloqueado", le grita a su ayudante. Hace una llamada de emergencia por su celular. "Me quedé tirado cerca de Cárdenas... es algo eléctrico... voy a necesitar que nos manden otro camión", dice. Luego corta y se dirige a los pasajeros, algunos de los cuales ya se muestran impacientes.

—Porfa, voy a necesitar que se bajen a empujar...

Refunfuñando, pues afuera una llovizna cae, varios descienden. El autobús está en el carril derecho. El ayudante hace señas con un trapo y los demás empujamos para que el pesado vehículo se acomode en el acotamiento.

Pese a todos sus esfuerzos y revisiones, el autobús "patito" no vuelve a encender. Está muerto.

Las averías de las unidades son el pan de cada día, en cualquier tramo de la carretera. Foto: Ángel Vega

En un momento dado, el resto de los pasajeros se aburre y pisan carretera. Aquí ocurre un fenómeno extraño, porque contrario a todo pronóstico, lejos de enojarse, se solidarizan con el chofer. Y pese a que este les promete que el camión de relevo llegará pronto, esto no habría de pasar sino hasta más de una hora después. Luego de traspasar toda la carga al nuevo camión, la marcha se reanuda.

Llegamos, "con bien" a Tabasco cerca de las diez y media de la mañana.

Y es que, como lo dijera el ayudante del chofer: "son viajes especiales"...

Esta historia comienza con una necesidad. La de transportar personas y mercancías del punto A al punto B, al costo más económico posible. Y debido a ello, los escenarios de esta historia son: un estacionamiento subterráneo y clandestino, en algún punto de la calle de República de Argentina, enclavada en un barrio bravo de la Ciudad de México. El otro escenario está mil kilómetros hacia el sureste, en la calle Pedro Fuentes, en pleno corazón de Villahermosa, Tabasco.

Lo que se narra a continuación, ocurre en los últimos días de diciembre. Sin embargo, podría ser un retrato fiel de las situaciones que un viajero, ya sea asiduo o incidental, puede encontrarse al realizar este trayecto en cualquier fecha del año...

Te puede interesar: ¡Abusado con las agencias de viaje ‘patito’!, aquí unos datos

I.- DE IDA…

Para llegar a la CDMX desde Tabasco no hacen falta pagar los precios que ofrecen la líneas de autobuses más comerciales y publicitadas, como ADO y sus diferentes "experiencias", que van de los 986 pesos a los 1 mil 492 pesos, tan sólo en viaje sencillo, no.

Agencias de viajes consideradas 'patitos' son usadas por ciudadanos en Villahermosa como medio de transporte a cualquier estado a bajo costo. Foto: Iván Sánchez | El Heraldo de Tabasco

Desde la "terminal" improvisada (esto es, que en apariencia no cumple con los requisitos mínimos necesarios para ser un punto de alta movilidad de pasajeros, como una sala de espera adecuada; instalaciones sanitarias; espacios para documentación y manejo de equipaje; ni qué decir de un andén de abordaje, talleres, espacios para maniobra de autobuses, etc.) de la calle Pedro Fuentes, a espaldas del parque La Paz de Villahermosa, puede comprarse un viaje redondo por módicos 600 pesos.

Pasajeros tienen que acomodar, en algunas ocasiones, sus pertenencias ya sean en cajas o bolsas dentro del maletero de la unidad. Foto: Iván Sánchez | El Heraldo de Tabasco

Son las 18:40 horas de un lunes. En la ventanilla de "Viajes Hilda" hacen fila tres o cuatro personas. El boletero advierte que quedan pocos lugares y que el autobús está a punto de salir. El boletero también vende dulces y cigarros sueltos, los cuales tiene acomodados en una cajita que está sobre el mostrador. A unos metros, bajo un techo de lámina y sentados sobre las bancas de una improvisada sala de espera, otros pasajeros aguardan. Llevan poco equipaje; la mayoría viajan ligeros, porque volverán cargados de mercancías; ropa, zapatos, bisutería, juguetes. Algunos tienen como destino la CDMX, y otros se irán quedando en las distintas paradas que el autobús realizará durante su incierto trayecto; Coatzacoalcos, Minatitlán, Puebla... en San Martín Texmelucan algunos realizarán sus compras en el gigantesco tianguis que lleva años de operar en esta ciudad... hasta finalmente llegar a la capital del país.

Muchas de las agencias carecen de una área de abordaje en espera. Foto: Iván Sánchez | El Heraldo de Tabasco

Después de pagar el importe, recibo un deslucido boleto impreso a una tinta sobre papel corriente. Antes de abordar al autobús, el mismo sujeto que me acaba de vender el boleto en la ventanilla me lo exige de vuelta, pidiéndome además que le muestre una credencial para votar. Anota mi nombre en una libreta y se queda con el papelito, que no tiene folio ni razón social.

—Y sin mi ticket, ¿cómo le hago para hacer válido el seguro del viajero? —pregunto.

Me mira de reojo, gira la cabeza en señal de negación, medio se ríe. Luego estira la mano para pedirle su boleto al siguiente pasajero, y permanece en silencio.

Recibe a partir de ahora las noticias más importantes directo a tu WhatsApp

El autobús huele a desodorante en spray, a Fabuloso, al Vainillo locochón. Le acaban de dar un trapazo mientras el conductor se tomaba un café y fumaba un cigarro. Es un modelo viejo, con el exterior pintado de azul, dorado y blanco. Los asientos se ven gastados y se sienten un poco incómodos.

El vehículo se va llenando con personas de las más variadas apariencias. Foto: Ángel Vega

Poco a poco, el vehículo se va llenando con personas de las más variadas apariencias; hombres solos con facha de empleados o jornaleros, parejas jóvenes, adultos mayores, un par de mujeres que viajan con niños. En las bocinas suena música de tecladistas tabasqueños, seguida de canciones de banda, cumbias. Todos acomodan sus pertenencias y se preparan para un largo viaje, calculado entre 12 a 14 horas, no se sabe con certeza, debido a la cantidad de paradas obligadas. Depende también del tráfico en las casetas de cobro de Capufe, y de los retenes de la Guardia Nacional que buscan migrantes sudamericanos viajando de incógnito y sin documentos, los cuales interrumpen el trayecto hasta en cuatro ocasiones.

”Pues podemos llegar a las 7 u 8 de la mañana o un poco más tarde, pero lo que importa es que llegaremos todos con bien, primero Dios”, responde el chofer cuando se le pregunta por la hora estimada de llegada a la Ciudad de México.

El autobús se echa en reversa lentamente, mientras que el boletero, ahora convertido en encargado de maniobras, le hace señas al operador, quien lo mira a través de uno de los espejos laterales.

II.- INCIERTO DESTINO: ROBOS, DESCOMPOSTURAS Y ACCIDENTES

El problema con las líneas de autobús no reguladas, radica, precisamente, en esa frase expresada por el chofer; “llegar con bien”. En la historia reciente de Tabasco, es decir en la última década, se cuentan al menos cuatro accidentes graves protagonizados por camiones pertenecientes a este tipo de empresas; entre todos superan el centenar de muertos, decenas de heridos y millones de pesos en pérdidas materiales. Son "agencias de viajes" que funcionan cumpliendo de panzazo la legislación vigente, pero con tantos vacíos y carencias, que viajar en sus camiones se convierte en un acto de fe casi ciega: una auténtica ruleta rusa.

Haciendo el obligado recuento trágico: el 13 de abril del 2014 un camión perteneciente a Viajes Huicho S.A., procedente de Villahermosa, chocó contra un tractocamión de la empresa Prolat, de Tepetitán, Jalisco, en el tramo Isla-Cosoleacaque. A consecuencia del encontronazo, el autobús se incendió tan rápidamente que a los pasajeros nos les dio tiempo de alcanzar la salida, ni tampoco de desbloquear las ventanillas de emergencia, resultando un saldo de 36 personas calcinadas. Entre las víctimas había varios comerciantes e incluso una familia entera de seis miembros, además de un bebé. Los restos irreconocibles volvieron a Tabasco en bolsas del Semefo, y la labor de identificación se prolongaría durante meses.

El 13 de abril del 2014 un camión perteneciente a Viajes Huicho S.A., procedente de Villahermosa, chocó contra un tractocamión de la empresa Prolat, de Tepetitán, Jalisco, en el tramo Isla-Cosoleacaque. Foto: Archivo

Es, tristemente, uno de los accidentes que han dejado mayor cantidad de personas fallecidas y de los que han impactado más fuertemente a la opinión pública. Sin embargo, entrevistado al respecto, un exoperador de conocida línea de autobuses, quien debido a su empleo actual decidió reservar su identidad, señala:

“Sería injusto decir que los accidentes solamente le pasan a las empresas patito. También han pasado carreterazos muy fuertes (Sic) a empresas reconocidas, con un supuesto prestigio, una marca. Y también han dejado muchos muertos. Sólo que las empresas patito a veces no tienen el capital para indemnizar a los deudos conforme a la ley, y naturalmente, sufren más percances porque sus flotillas no están actualizadas. Casi siempre son autobuses viejos, de modelos descontinuados, y tampoco tienen tanto mantenimiento como los de las otras líneas. O sea, sí es un riesgo viajar en las patito, pero, o no aprendemos, o la necesidad es mucha. Además, los viajeros ya saben a lo que le tiran cuando se suben a uno de estos”, argumenta Jorge 'N', tajante.

Se refiere, casi con seguridad, a otro tipo de accidentes que también dejaron su cicatriz, profunda e indeleble, en la memoria de los tabasqueños, de muchas familias. Por ejemplo, en abril de 2006, un autobús se desbarrancó en las Cumbres de Maltrata, Veracruz, dejando 67 personas muertas, de las que 57 eran de Tabasco. Según se asentó en la investigación posterior, el vehículo era viejo, se trasladaba con sobrecarga de pasajeros y el conductor cometió un error mortal: al presuntamente quedarse sin frenos, entró a una rampa de frenado que tenía dos pistas; una de arena y otra de asfalto. El chofer tomó la rampa equivocada, la cual le condujo a un barranco de 150 metros de profundidad, donde el vehículo terminó destrozado.

En abril de 2006, un autobús se desbarrancó en las Cumbres de Maltrata, Veracruz, dejando 67 personas muertas, de las que 57 eran de Tabasco. Foto: Archivo

Los pasajeros regresaban de un acto religioso celebrado en Tequila, Jalisco. Desde Veracruz, los cadáveres de las personas originarias de Tabasco arribaron en avión a su estado natal, donde una multitud de familiares dolidos los esperaban. Escenas verdaderamente desgarradoras se dieron durante el sepelio.

Años más tarde, en 2014, un autobús de la empresa Autobuses de Oriente (ADO) se estrelló contra una pipa de doble tanque que transportaba Diesel, dejando un saldo de 15 muertos y al menos 4 heridos. El percance sucedió a las 14:30 horas en el kilómetro 108 de Nuevo Campechito, Campeche, cuando el vehículo se dirigía a la ciudad de Villahermosa, Tabasco.

Sin embargo, y a pesar de ello, el índice de siniestralidad de las líneas de autobuses que cumplen con las normatividades de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT) "es bajo", y de acuerdo a la emisión 523 "Buenas prácticas de seguridad vial" y del "Manual de Gestión de Seguridad Vial" de la Asociación Nacional de Transporte Privado (ANTP), las unidades deben ser sometidas a revisiones constantes, a los choferes deben practicárseles exámenes médicos y controles antidoping, además de recibir capacitación constante y cumplir estrictos tiempos de manejo límite y descansos.

En 2014, un autobús de la empresa Autobuses de Oriente (ADO) se estrelló contra una pipa de doble tanque que transportaba Diesel, dejando un saldo de 15 muertos y al menos 4 heridos.

Lo anterior también podría ser cuestionable. En el transcurso de una charla realizada en una de las terminales de autobuses de Villahermosa, durante un descanso entre viajes, nuestro informante Jorge 'N', chofer en activo, vuelve a la carga:

"Algunas veces te ponen más viajes de los que puedes hacer, sin tiempos de descanso. Muchos choferes tienen que zumbarse un perico, para que les vaya hablando durante todo el camino y no se queden dormidos. Si a eso le sumas el estrés, los bajos salarios, las fechas complicadas que saturan las carreteras, pues se convierte en un riesgo, es más probable sufrir un percance", señala.

Otras de las amenazas que deben sortear los pasajeros que usan las unidades pertenecientes a empresas no regulares, son los robos en carretera; datos de la Guardia Nacional revelan que entre las carreteras mas peligrosas y con más robos en México, se encuentra la carretera 150D, que corre de la Ciudad de México a Veracruz, pues tan solo en el año 2020 se registraron al menos 22 denuncias de robo violento en varios de sus tramos.

Al verse obligados a parar en carretera, los pasajeros se exponen a un accidente o un asalto. Foto: Ángel Vega

Con esto en mente, continuamos con el trayecto a bordo de "Viajes Hilda". Trece horas sobre la carretera y al menos siete paradas después, algunas por puntos de inspección de la Guardia Nacional, otras para "comer algo o ir al baño" y algunas más por la intensa fila para pagar el peaje en algunas casetas de Veracruz, conseguimos llegar a la Ciudad de México sin mayores "percances"...

El regreso a Tabasco, es otra historia.

III. DE VUELTA...

Son las seis de la tarde en la Ciudad de México. La bulliciosa calle de República de Argentina, tradicionalmente ocupada por comerciantes de joyas y bisutería, entre otras mercancías, es también un paradero clandestino para autobuses patito que corren hacia diversos derroteros del sureste del país, incluyendo Veracruz, Tabasco, Campeche, Chiapas, Yucatán y Quintana Roo.

Al transitar sobre esta calle cercana a la Merced, e incluso en las inmediaciones (como el callejón de Santa Escuela), maleta en mano, el agresivo estilo de ventas del tercer mundo hace su aparición. Y ahí, camuflados entre los comercios establecidos y los puestos informales, se encuentran diversos paraderos de autobuses "pirata", como los llaman más duramente los chilangos.

La bulliciosa calle de República de Argentina, tradicionalmente ocupada por comerciantes de joyas y bisutería, entre otras mercancías, es también un paradero clandestino para autobuses patito. Foto: Google Maps

Aquí, entre campamentos de viajeros que a su arribo a la ciudad no tienen un lugar en dónde quedarse, los "boleteros" enganchan a los potenciales pasajeros y los llevan personalmente hasta las distintas "terminales" que existen en los viejos edificios, algunos de los cuales, con sus fachadas artesonadas y sus muros de tezontle, datan de la época colonial.

Las opciones son muchas: Viajes Chiapas, Viajes Romo, Turismo Leo, Turipaquetes, Viajes Exprés, Turismo Jorge Luis, Turismo Tres Hermanas...

Viajes Hilda, el autobús que nos trajo de Tabasco a CDMX, curiosamente, no para en República de Argentina, sino en República del Perú.

Para el regreso, elegimos otra línea de autobuses "patito" o "pirata" distinta. De mano de un sujeto que viste jeans, playera sin mangas y lleva corte de pelo tipo militar, recibo una tarjeta que dice:

"Viajes especiales. Punto de reunión: Prolongación de Mina #502, antes de la gasolinera La Gas. Contamos con seguro del viajero. Agradecemos su preferencia", seguida de al menos seis números telefónicos celulares. El que me dio la tarjeta pregunta, con marcado acento chilango, "cantadito":

En la CDMX hay personas promoviendo otras agencias "patito" para el viaje de regreso. Foto: Ángel Vega

—¿A dónde viaja, mi jefe?

La "terminal" es el sótano de un viejo edificio. Ahí, algunos con los motores encendidos, se encuentran estacionados una docena de autobuses, entre cargadores que llevan mercancías con diablitos y que llenan afanosamente los compartimientos de los camiones.

—¿Tiene boletos para Tabasco? ¿A qué hora sale? —pregunto.

Hay basura por todas partes, huele a humo de escape, está oscuro, la sensación es de caos, opresiva. Hay personas haciendo filas para abordar. Me asignan mi lugar. En el reloj son las 6:38, pero no sería sino hasta las 8 de la noche en que, por fin, el autobús partiría, siendo que la promesa de salida era a las 7 de la noche.

Pese a ello, los pasajeros lucen tranquilos, relajados. Como habituados a este tipo de situaciones, o como si el tiempo no les importara en lo más mínimo.

El autobús va a tope, igual que los compartimientos de carga. La primera parte del trayecto transcurre como en cámara lenta. Sin contratiempos, el transporte sale del área urbana y toma la salida a Puebla. En San Martín hace la primera parada. Baja mucha gente y los asientos de atrás se desocupan. Pero esto no dura mucho tiempo, porque de pronto, una mujer y el ayudante del chofer, un señor de la tercera edad de apariencia nerviosa, se ponen a subir cajas de zapatos que acomodan en la parte trasera. De pronto llegan a ser tantas que bloquean la entrada al baño y ocupan varios asientos.

En el viaje de regreso, la mercancía es acomodada en los asientos traseros del autobús, llegando a bloquear la entrada al baño, además de ocupar varios asientos.. Foto: Ángel Vega | El Heraldo de Tabasco

La parada se prolonga por al menos cuarenta minutos.

Esta vez, ahora sí, algunos pasajeros comienzan a impacientarse:

—Oiga, ¿a qué hora nos vamos? ¿A qué hora piensa que vamos a llegar a Tabasco? —pregunta uno de ellos.

—A la hora que tengamos que llegar. Son viajes especiales —le contesta, groseramente y sin mirarlo, el viejo ayudante del operador, que además, entre pausas, se da tiempo de comerse un tamal.

—¿Y ahora cómo vamos a usar el baño? —pregunta una señora acompañada de una adolescente, aparentemente, su hija.

—Vamos a estar haciendo varias paradas para que puedan hacer sus necesidades —recibe por respuesta.

Por lo bajo, alguien comenta que el autobús está sobrecargado, y que llevar mercancia suelta en los espacios reservados para los pasajeros, es una grave falla de seguridad. "Luego por eso chocan estos diantres y agarran fuego en chinga". Pero, abiertamente, nadie se atreve a reclamar nada.

El viaje prosigue con las luces apagadas. El autobús toca su propia música en las bocinas, la cual no para ni tampoco baja de volumen ni siquiera de madrugada. Algunos pasajeros deciden que su playlist es mejor que el del chofer, y hacen sonar sus propias canciones desde su teléfono móvil. De pronto, el ambiente es una mezcolanza infernal de estridentes géneros musicales y ronquidos humanos de alto decibel.

Y efectivamente, el chofer realiza otras paradas a lo largo del trayecto, ninguna de las cuales es inferior a los 15 minutos. Ya cerca de Coatzacoalcos, Veracruz, realiza una parada más para, esta vez, descargar la enorme cantidad de cajas de zapatos que algún pasajero comerciante subió en San Martín Texmelucan. Ahí se nos va otra media hora.

* * *

Han pasado más de 12 horas y aún no llegamos a Cárdenas, Tabasco. Faltando medio kilómetro para la caseta de cobro, el autobús, de pronto, se apaga. El chofer intenta ponerlo en marcha de nuevo, pero no hay corriente. Abre la puerta, desciende, revisa los fusibles, vuelve a subir, intenta encenderlo, pero nada. "No tengo ni siquiera corriente, está bloqueado", le grita a su ayudante. Hace una llamada de emergencia por su celular. "Me quedé tirado cerca de Cárdenas... es algo eléctrico... voy a necesitar que nos manden otro camión", dice. Luego corta y se dirige a los pasajeros, algunos de los cuales ya se muestran impacientes.

—Porfa, voy a necesitar que se bajen a empujar...

Refunfuñando, pues afuera una llovizna cae, varios descienden. El autobús está en el carril derecho. El ayudante hace señas con un trapo y los demás empujamos para que el pesado vehículo se acomode en el acotamiento.

Pese a todos sus esfuerzos y revisiones, el autobús "patito" no vuelve a encender. Está muerto.

Las averías de las unidades son el pan de cada día, en cualquier tramo de la carretera. Foto: Ángel Vega

En un momento dado, el resto de los pasajeros se aburre y pisan carretera. Aquí ocurre un fenómeno extraño, porque contrario a todo pronóstico, lejos de enojarse, se solidarizan con el chofer. Y pese a que este les promete que el camión de relevo llegará pronto, esto no habría de pasar sino hasta más de una hora después. Luego de traspasar toda la carga al nuevo camión, la marcha se reanuda.

Llegamos, "con bien" a Tabasco cerca de las diez y media de la mañana.

Y es que, como lo dijera el ayudante del chofer: "son viajes especiales"...

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