No es simplemente un refrigerador mortuorio. Es una cámara en donde la vida, el tiempo, las historias, quedaron atrapadas. Donde la impunidad duerme el inquieto sueño de las víctimas. Donde los científicos criminalistas buscan las respuestas a preguntas que incomodan, que duelen, o que de plano ya nadie quiere hacerse.
Del año 2008 al año 2021, la Fiscalía General del Estado de Tabasco (FGE) tiene registrados 538 cuerpos y restos humanos que no han sido identificados, y menos aún, reclamados. De estos, 418 ya fueron enviados a la fosa común, 82 permanecen en alguna de las dos cámaras de refrigeración de la dependencia, y 38 corresponden a restos humanos encontrados en al menos 20 fosas clandestinas del estado.
Pero estas son dos realidades al parecer inconciliables: la de los números, también fríos, la de la estadística sin rostro ni apellido. Pero la otra realidad se encuentra justo frente a nosotros, en bolsas de nylon apiladas en la morgue.
El anfitrión del recorrido es Óscar Gómez Pérez, joven antropólogo forense egresado de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), originario de la Ciudad de México y empleado de la Fiscalía, quien de primera mano nos muestra cómo opera el nuevo y moderno Sistema Forense en Tabasco.
Esta unidad, de reciente creación en Tabasco, busca abatir los rezagos de años atrás, en los que los procedimientos para disponer de la gran cantidad de cuerpos que se apilaban en las cámaras frigoríficas no se encontraban estandarizados, debido a lo que se cometían errores en todo el proceso: desde la identificación, hasta la entrega a familiares o la disposición de los cadáveres.
"Todo eso está cambiando. Ahora se tienen que cumplir todas las normativas sobre servicios forenses y periciales. Además, todo se realiza desde una perspectiva humanista, de respeto hacia los cadáveres y hacia los posibles familiares que acuden a tratar de identificarlos", señala Óscar.
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Y es que, desde la década pasada, cuando se recrudeció la llamada "guerra contra el narco", la morgue de Tabasco fue insuficiente, y el porcentaje de rezago en cuanto a la identificación de los cuerpos aumentó exponencialmente. En las épocas más calurosas, como pasó en el verano del 2008, el sistema de refrigeración de las viejas cámaras se descomponía, y el hedor a cadáver era perceptible hasta la avenida Usumacinta. Las instalaciones fueron remozadas y ampliadas, pero los muertos siguieron llegando, y los espacios aún siguen siendo apenas suficientes.
"Se procesa al menos un ejecutado al día en Tabasco; calculamos que más del 60 por ciento de cadáveres que llegan a la FGE, son producto de ejecuciones", señala el antropólogo.
De acuerdo a los datos proporcionados a El Heraldo de Tabasco vía transparencia por la Fiscalía General del Estado de Tabasco, tan sólo del año 2018 al mes de abril del 2021 se han encontrado 38 cuerpos de hombres y mujeres adultas, entre ellos un menor de edad, en alguna de las fosas clandestinas con restos humanos sin definirse.
"Hay dos niños pendientes de identificación en la Fiscalía. Es muy triste, porque uno de ellos fue arrojado a la basura, donde posteriormente fue encontrado. El cuerpecito presenta huellas de maltrato; fracturas, desnutrición, etcétera", comenta Óscar mientras el joven equipo de forenses tabasqueños (incluyendo becarios) trabaja incesantemente en los expedientes, la identificación dental, las fotografías.
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Lo irónico es que pese a estos esfuerzos institucionales, en México cada vez aparecen más colectivos de familiares que salen a buscar a sus parientes desaparecidos, excavando con palas, sin recursos, sin apoyo, sin protección de las bandas de criminales que merodean por toda la geografía nacional.
Mapa de la desgracia generalizada del que, tristemente, Tabasco no es la excepción.
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