La siguiente historia forma parte de la tradición oral del estado de Tabasco, bien puede tratarse de una pieza de ficción o pertenecer al imaginario popular. Algunos de los relatos que aquí publicamos son dados por verdaderos entre quienes afirman haberlos vivido, sin embargo, en la presente sección simplemente difundimos estos contenidos para que nuestros queridos lectores pasen un rato entretenido.
Historias de duendes hay muchas en Tabasco, y Jalapa no podía ser la excepción; cuenta una leyenda que en el municipio un niño se perdió, estaba jugando con otros en el campo, pero de pronto ya no lo encontraron. Pese a que sus compañeros recorrieron todos los lugares que conocían, no dieron con el infante.
Preocupados por no saber del paradero de su amigo de juegos, fueron a casa de sus padres, les informaron que su hijo estaba jugando con ellos esconde, esconde, pero ya no lo encontraron, lo llamaron por su nombre, ni así respondió. Tras recibir la noticia, el matrimonio salió junto con los demás niños. Llegaron hasta donde estaban jugando.
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Los adultos se dieron cuenta que era una parte muy retirada de la cabecera municipal. Comenzaron todos a gritar el nombre del pequeño una y otra vez, pero todo era inútil;, así pasaron las horas hasta que la noche cayó. Sólo la luna iluminaba algunos parajes y a lo lejos se podían ver las estrellas claramente. El único sonido que se escuchaba era el de los grillos.
La esperanza de encontrar al chico se había perdido, cuando a los lejos vieron a dos niños, les gritaron y ellos voltearon, se dieron cuenta que era el pequeño a quien buscaban, sin embargo, al estar a una distancia que podían distinguir, las facciones los adultos y demás muchachitos se dieron cuenta que no era uno de ellos.
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Su rostro era de un viejito, las orejas le terminaban en punta y tenía un gran sombrero, en ese momento, los papás del extraviado identificaron al extraño personaje: Un duende.
La preocupación de los adultos era mayor que cuando estaban buscando a su hijo, ya que aquella criatura lo que intentaba era llevárselo. Y si no hacían algo lo iba a lograr. Sabían que ese tipo de criaturas tenían la capacidad de hipnotizar a las seres humanos, así es como lograban perder a las personas.
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El ser no contaba con que el papá del menor de edad conocía un remedio contra los duendes. Fue a cortar una hoja de ‘Tanay’ con la que hizo un violín, con el objeto el hombre se acercó a la criatura y a sus vástago, le habló al chaparrito, le dijo que tenía un juguete, si lo quería, se lo daba con mucho gusto, la cara arrugada del ser se iluminó con una sonrisa. El otro sin titubear le entregó el objeto musical, aquel comenzó a tocarlo.
Tanto era su gusto por lo que le habían obsequiado que se olvidó del pequeñín, lo que aprovecharon los papás, el niño y demás compañeros para retirarse de ese lugar. Se dice que al llegar la electricidad a Jalapa y las calles y casas estar iluminadas, hasta en la noche, los duendes dejaron de aparecerse a las personas, quedando como una leyenda más del estado.
