Al atardecer del primero de noviembre todo estaba oscuro en el corazón de la ciudad, porque el suministro eléctrico se había interrumpido a causa de la inundación. El malecón hacía agua por todas partes y el Centro Histórico era una trinchera en guerra a punto de perderse.
El último fin de semana de octubre, los villahermosinos comenzaron a olvidarse de los preparativos del Día de Muertos y a inquietarse por la crecida del río Grijalva.
El domingo, los de Gaviotas tuvieron que cruzar al centro por los puentes peatonales, porque el servicio de lanchitas había sido suspendido. Los automovilistas se encontraron –el lunes por la mañana- con que la circulación estaba cerrada en los malecones Carlos A. Madrazo y Leandro Rovirosa, mientras los militares reforzaban apresuradamente las barreras de costales en ambos lados del afluente.
El Grijalva ya había hecho esa mañana su primera invasión a la zona conocida como CICOM, dejando inundados el sótano del teatro Esperanza Iris y el CEIBA, así como también la Biblioteca Pública José María Pino Suárez.
Los bancos y comercios junto al malecón ya no abrieron al día siguiente y el miedo se agudizó por la noche, cuando el Grijalva comenzó a filtrar por las viejas calles de Lino Merino, Constitución, Sánchez Magallanes y Bastar Zozaya. Para ese momento, el Parque Museo La Venta sufría anegaciones por el desbordamiento de la Laguna de las Ilusiones.
La tarde del miércoles 31, al alcanzar el Grijalva su altura más peligrosa, 6.81 metros, es decir, 1.57 metros arriba de su escala crítica, los del centro contemplaron un éxodo creciente que fue como un aviso de lo que a ellos les esperaba: familias enteras, provenientes primero de Torno Largo, Coquitos, El Monal y Armenia, y después, de más cerca, de San José, Gaviotas y La Manga, pasaban huyendo a pie o arriba de camionetas con las pocas cosas que salvaron hacia Atasta y las zonas más altas.
El Centro Histórico resistiría un día más, pero sucumbiría finalmente durante la noche del primero de noviembre cuando el agua alcanzó las calle de Pino Suárez, anegando el Centro Cultural Villahermosa. En menos de 24 horas, se inundaría la parte del mercado Pino Suárez y alcanzaría las calles de Mina, Méndez, Madero, Juárez, Zaragoza, donde se ubican los parques Juárez, La Paz, Corregidora y la Plazuela del Águila, así como Del Sol, la Casa de los Azulejos y la Iglesia de la Santa Cruz. Ya nadie se acordaba de los Fieles Difuntos, todo tenía que ver con el agua.
* Tomado del libro "2007: Tabasco bajo el agua", del escritor Ángel Vega