/ martes 1 de diciembre de 2020

"En Navidad, la Rama me devolvió a mi hermanito"

Dulces y dinerito, la promesa de un milagro que se convirtió en una historia llena de nostalgia 

Nuestro lector, Armando Arias Palomeque nos cuenta esta anécdota navideña ocurrida en la ciudad de Villahermosa, hace más de medio siglo.

"Yo no sé si alguien se acuerde, pero hace muchos muchos años en Villahermosa los niños celebrábamos la Navidad cantando la Rama. Son como villancicos, pero muy tradicionales del sureste del país. Toda la muchachada de la colonia se juntaba para adornar una ramita seca como si fuera un pequeño arbolito de Navidad. Quedaba bonita con sus papelitos de colores y su escarcha de algodón, sólo había que tener mucha imaginación para que luciera, y hasta hacíamos competencias con otras colonias a ver a quién le quedaba más linda. Luego, todos en bola y cargando nuestra Rama, íbamos de casa en casa cantando:

"Buenas noches tengan, ya estamos aquí

y aquí está la rama que les prometí

que les prometí venir a cantar

pero mi aguinaldo me tienen que dar

me tienen que dar con mucho cariño

como se lo dieron los reyes al niño

y en esta casa me dan mi aguinaldo

"Debió ser allá por 1952 o 53, porque mi hermanito Samuel tenía como 4 años y yo 9. Mi papá trabajaba como jornalero y mi madre se quedaba al cuidado de la casa, pero como a veces no había para comer, se iba a las casas ricas a lavar y hacer la limpieza para ganarse unos pesos y mantenernos.

Llegado diciembre, los niños se emocionaban con preparar la rama.

"Entonces mi hermano y yo nos quedábamos solos ahí en nuestra casita, que estaba en la margen derecha del río Grijalva, a la altura de lo que hoy se conoce como colonia Gaviotas. En esa época no era más que terreno apenas poblado, lleno de mosquitos y lodo. Parece que hoy sigue igual sólo que ahora con miles de casas que se inundan cada rato, delincuencia y basura.

"Fue un diciembre, cuando mi papá se fue a trabajar al puerto de Frontera y mi mamá cayó gravemente enferma. Como no teníamos más familiares en la ciudad, mi hermanito y yo teníamos que cuidarla. Era muy difícil porque ella no se podía casi levantar de la cama, y teníamos que buscarle de comer y preparar los alimentos, ayudarla a bañarse, hacer la limpieza, etcétera.

"Recuerdo que una noche, el día de la virgen, me desperté con el ruido de los cuetes que estaban tronando en la iglesia de la Conchita, del otro lado del río. Entonces vi a mi mamá arrodillada en el piso, junto a la cama. Rezaba. En la oscuridad alcancé a escuchar que le pedía a la virgen que nos cuidara, porque ella pensaba que se iba a morir y le daba miedo dejarnos solitos. Virgencita, le decía, virgencita no los desampares cuando yo no esté. No dejes que les pase nada malo a mi Armandito y a mi Samuel...

"Nosotros, como niños que éramos, no podíamos hacer mucho. Y como niños que éramos, nos llamaban la atención las fiestas de diciembre, los juguetes que nunca tendríamos, las posadas.

"Cuando mi mamá se recuperó un poco, pudimos salir algunas tardes a cantar la Rama con nuestros amiguitos, para pedir los aguinaldos en las casas. Algunos nos daban dulces, otros fruta, otros algo de dinero. Cantábamos con emoción y le echábamos harta enjundia para que las personas nos dieran más cosas. A mí me gustaba ir con mi hermanito porque como lo veían tiernito, les daba nostalgia y por eso siempre nos llevábamos más dulces. Lo poníamos a cantar hasta adelante para que todos lo vieran cómo cantaba de bonito.

"Sucedió un día que andábamos con toda la palomilla cante y cante, porque se acercaba el 24 de diciembre y una vez llegada esa fecha, pues ya no se podía cantar y se nos acababa nuestra minita de oro. Samuel cantaba y cantaba con nosotros y como éramos muchos niños, de pronto salíamos corriendo para la siguiente casa y así. Cuando se terminaban las casas del barrio, nos íbamos a otros a cantar la Rama, pero era arriesgado porque los muchachos de otras colonias nos podían quitar nuestro dinero y pegarnos.

"De pronto, entre tanta casa, y entre tanto chamaco y garulla, vi que Samuel ya no venía con nosotros. Al principio no me dio miedo, porque no eran épocas en las que los niños se perdieran así nomás, y Villahermosa era un pueblo en donde todo mundo conocía a todo mundo, y no había tanta maldad como ahora. Pero me fui buscando a mi hermanito y nadie me daba razón de él, ni mis amiguitos ni la gente que andaba por las calles.

"Comencé a asustarme y empecé a tocar las puertas a donde previamente habíamos cantado la Rama. Las gentes salían y al ver mi cara de espanto, se alarmaban. Pero en ninguna me daban razón de Samuelito. Yo estaba cada vez más alarmado y entre más me decían que no, que ahí no estaba mi hermanito, a mí se me salían las lágrimas. ¿Y ahora qué le cuentas le voy a entregar a mi mamá? Pensaba yo.

"Se hacía más noche y yo no quería ni llegar a mi casa. Para colmo mis amiguitos como que no le dieron importancia a mis miedos y siguieron cantando por su cuenta. Entonces me decidí a volver a la casa para contarle a mi mamá que se me había perdido mi hermano.

"En el camino, recuerdo que la gente nada más se me quedaba viendo, pero nadie me preguntaba nada ni me ayudaban. Y yo caminaba y pensaba: ay, niñito Jesús... ¡ayúdame a encontrar a mi hermanito! Y entonces le prometí al niñito Dios que si hallaba a mi hermano sano y salvo, cuando fuera grande todos los años le iba a poner su nacimiento y muchos dulces y golosinas en su pesebre, y que a todos los niños que llegaran a mi casa a cantar la Rama, les daría mucha comida y unos pesos...

Terminaban de cantar en una casa y todos corrían a la siguiente, con la esperanza de recibir más dulces o dinero.


"Cuando llegué a casa, por fin, me decidí a entrar. No quería ni imaginar la tristeza que le iba yo a provocar a mi madre enferma al haber descuidado a mi hermano. Pero tenía que saberlo y seguro me ayudaría a buscarlo, y por eso le tenía que decir la verdad...

"Cuál fue mi sorpresa que, al entrar en nuestra humilde casa, de esas que tenían el techo de guano y el piso de tierra aplanada, me encuentro a mi madre abrazando a Samuelito, que había logrado regresar a casa por cuenta propia...

"A mí se me salieron las lágrimas y corrí a abrazarlos. Mi madre pareció entender la angustia por la que había pasado, y me recibió en sus brazos. Ella también lloró.

"Pasó el tiempo. Mi madre y mi padre ya fallecieron. Yo me hice hombre, y mi hermano también. La vida nos separó, él ya lleva muchos años viviendo en Estados Unidos, allá hizo carrera y formó una familia. Yo anduve viviendo en muchos lugares del país, pero hace como 15 años que estoy de vuelta en esta mi tierra tabasqueña.

"Nunca puse arbolito de Navidad en mi casa. Todos los años, decoro una humilde rama de madera con lo que tengo a la mano, y la pongo cerca de la ventana para que todo el mundo la vea. También pongo un nacimiento y lleno el pesebre de dulces y golosinas. Ya casi no se ve esa tradición, pero cuando un grupo de niños nos viene a cantar la Rama, a mí se me salen las lágrimas de pura nostalgia. Y por supuesto, les doy su dinerito y muchos dulces, y les digo que se cuiden mucho cuando anden en la calle, porque Villahermosa ya no es la misma de hace años".

"Ya se va la Rama muy agradecida

porque en esta casa

fue bien recibida".

Nuestro lector, Armando Arias Palomeque nos cuenta esta anécdota navideña ocurrida en la ciudad de Villahermosa, hace más de medio siglo.

"Yo no sé si alguien se acuerde, pero hace muchos muchos años en Villahermosa los niños celebrábamos la Navidad cantando la Rama. Son como villancicos, pero muy tradicionales del sureste del país. Toda la muchachada de la colonia se juntaba para adornar una ramita seca como si fuera un pequeño arbolito de Navidad. Quedaba bonita con sus papelitos de colores y su escarcha de algodón, sólo había que tener mucha imaginación para que luciera, y hasta hacíamos competencias con otras colonias a ver a quién le quedaba más linda. Luego, todos en bola y cargando nuestra Rama, íbamos de casa en casa cantando:

"Buenas noches tengan, ya estamos aquí

y aquí está la rama que les prometí

que les prometí venir a cantar

pero mi aguinaldo me tienen que dar

me tienen que dar con mucho cariño

como se lo dieron los reyes al niño

y en esta casa me dan mi aguinaldo

"Debió ser allá por 1952 o 53, porque mi hermanito Samuel tenía como 4 años y yo 9. Mi papá trabajaba como jornalero y mi madre se quedaba al cuidado de la casa, pero como a veces no había para comer, se iba a las casas ricas a lavar y hacer la limpieza para ganarse unos pesos y mantenernos.

Llegado diciembre, los niños se emocionaban con preparar la rama.

"Entonces mi hermano y yo nos quedábamos solos ahí en nuestra casita, que estaba en la margen derecha del río Grijalva, a la altura de lo que hoy se conoce como colonia Gaviotas. En esa época no era más que terreno apenas poblado, lleno de mosquitos y lodo. Parece que hoy sigue igual sólo que ahora con miles de casas que se inundan cada rato, delincuencia y basura.

"Fue un diciembre, cuando mi papá se fue a trabajar al puerto de Frontera y mi mamá cayó gravemente enferma. Como no teníamos más familiares en la ciudad, mi hermanito y yo teníamos que cuidarla. Era muy difícil porque ella no se podía casi levantar de la cama, y teníamos que buscarle de comer y preparar los alimentos, ayudarla a bañarse, hacer la limpieza, etcétera.

"Recuerdo que una noche, el día de la virgen, me desperté con el ruido de los cuetes que estaban tronando en la iglesia de la Conchita, del otro lado del río. Entonces vi a mi mamá arrodillada en el piso, junto a la cama. Rezaba. En la oscuridad alcancé a escuchar que le pedía a la virgen que nos cuidara, porque ella pensaba que se iba a morir y le daba miedo dejarnos solitos. Virgencita, le decía, virgencita no los desampares cuando yo no esté. No dejes que les pase nada malo a mi Armandito y a mi Samuel...

"Nosotros, como niños que éramos, no podíamos hacer mucho. Y como niños que éramos, nos llamaban la atención las fiestas de diciembre, los juguetes que nunca tendríamos, las posadas.

"Cuando mi mamá se recuperó un poco, pudimos salir algunas tardes a cantar la Rama con nuestros amiguitos, para pedir los aguinaldos en las casas. Algunos nos daban dulces, otros fruta, otros algo de dinero. Cantábamos con emoción y le echábamos harta enjundia para que las personas nos dieran más cosas. A mí me gustaba ir con mi hermanito porque como lo veían tiernito, les daba nostalgia y por eso siempre nos llevábamos más dulces. Lo poníamos a cantar hasta adelante para que todos lo vieran cómo cantaba de bonito.

"Sucedió un día que andábamos con toda la palomilla cante y cante, porque se acercaba el 24 de diciembre y una vez llegada esa fecha, pues ya no se podía cantar y se nos acababa nuestra minita de oro. Samuel cantaba y cantaba con nosotros y como éramos muchos niños, de pronto salíamos corriendo para la siguiente casa y así. Cuando se terminaban las casas del barrio, nos íbamos a otros a cantar la Rama, pero era arriesgado porque los muchachos de otras colonias nos podían quitar nuestro dinero y pegarnos.

"De pronto, entre tanta casa, y entre tanto chamaco y garulla, vi que Samuel ya no venía con nosotros. Al principio no me dio miedo, porque no eran épocas en las que los niños se perdieran así nomás, y Villahermosa era un pueblo en donde todo mundo conocía a todo mundo, y no había tanta maldad como ahora. Pero me fui buscando a mi hermanito y nadie me daba razón de él, ni mis amiguitos ni la gente que andaba por las calles.

"Comencé a asustarme y empecé a tocar las puertas a donde previamente habíamos cantado la Rama. Las gentes salían y al ver mi cara de espanto, se alarmaban. Pero en ninguna me daban razón de Samuelito. Yo estaba cada vez más alarmado y entre más me decían que no, que ahí no estaba mi hermanito, a mí se me salían las lágrimas. ¿Y ahora qué le cuentas le voy a entregar a mi mamá? Pensaba yo.

"Se hacía más noche y yo no quería ni llegar a mi casa. Para colmo mis amiguitos como que no le dieron importancia a mis miedos y siguieron cantando por su cuenta. Entonces me decidí a volver a la casa para contarle a mi mamá que se me había perdido mi hermano.

"En el camino, recuerdo que la gente nada más se me quedaba viendo, pero nadie me preguntaba nada ni me ayudaban. Y yo caminaba y pensaba: ay, niñito Jesús... ¡ayúdame a encontrar a mi hermanito! Y entonces le prometí al niñito Dios que si hallaba a mi hermano sano y salvo, cuando fuera grande todos los años le iba a poner su nacimiento y muchos dulces y golosinas en su pesebre, y que a todos los niños que llegaran a mi casa a cantar la Rama, les daría mucha comida y unos pesos...

Terminaban de cantar en una casa y todos corrían a la siguiente, con la esperanza de recibir más dulces o dinero.


"Cuando llegué a casa, por fin, me decidí a entrar. No quería ni imaginar la tristeza que le iba yo a provocar a mi madre enferma al haber descuidado a mi hermano. Pero tenía que saberlo y seguro me ayudaría a buscarlo, y por eso le tenía que decir la verdad...

"Cuál fue mi sorpresa que, al entrar en nuestra humilde casa, de esas que tenían el techo de guano y el piso de tierra aplanada, me encuentro a mi madre abrazando a Samuelito, que había logrado regresar a casa por cuenta propia...

"A mí se me salieron las lágrimas y corrí a abrazarlos. Mi madre pareció entender la angustia por la que había pasado, y me recibió en sus brazos. Ella también lloró.

"Pasó el tiempo. Mi madre y mi padre ya fallecieron. Yo me hice hombre, y mi hermano también. La vida nos separó, él ya lleva muchos años viviendo en Estados Unidos, allá hizo carrera y formó una familia. Yo anduve viviendo en muchos lugares del país, pero hace como 15 años que estoy de vuelta en esta mi tierra tabasqueña.

"Nunca puse arbolito de Navidad en mi casa. Todos los años, decoro una humilde rama de madera con lo que tengo a la mano, y la pongo cerca de la ventana para que todo el mundo la vea. También pongo un nacimiento y lleno el pesebre de dulces y golosinas. Ya casi no se ve esa tradición, pero cuando un grupo de niños nos viene a cantar la Rama, a mí se me salen las lágrimas de pura nostalgia. Y por supuesto, les doy su dinerito y muchos dulces, y les digo que se cuiden mucho cuando anden en la calle, porque Villahermosa ya no es la misma de hace años".

"Ya se va la Rama muy agradecida

porque en esta casa

fue bien recibida".

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