/ sábado 3 de febrero de 2024

Punto y Aparte | ¿Cayó en desuso la División de Poderes?

Hoy en día, nadie parece entender o, al menos, recordar, las razones de la existencia de la llamada División de Poderes. Incluso, pareciera, que se añoran las épocas, donde el poder, absolutamente, lo ejercía, una sola persona, sin limitación alguna.

Mucho tiempo, a nivel mundial, en los países que presumían de democráticos, se privilegió y respetó, la división de poderes, que no es más que, un principio de organización política para el buen desarrollo de un Estado.

Así, el Poder público, se basa en distintas tareas asignadas, específicamente, a los poderes que conforman la organización política de un Estado. Las mismas, están repartidas en órganos distintos, separados y con sus atribuciones bien delimitadas, sin contraponerse el uno con el otro.

Desde luego, para que lo escrito hasta ahora, funcione, debe basarse, en un impecable sistema jurídico. Quizás, por ello, Maquiavelo sostenía: “Los principales cimientos en qué asentar un Estado -sea nuevo, viejo o mixto- son las buenas leyes”.

En tal contexto, José Díaz Cervera, nos detalla: “A Maquiavelo le interesa entender cómo es posible lograr el equilibrio entre el funcionamiento eficaz del Estado y las fortalezas y debilidades de sus gobernantes que, a final de cuentas, no están exentos de las pequeñas y grandes pasiones humanas”.

De ahí, que, si cada poder no tiene, adecuada y pertinentemente, delimitadas las atribuciones que deben realizar; originará, tarde que temprano, un choque de poderes, ya que no existirían, los pesos y contrapesos.

Necesariamente, surgen las inquietantes interrogantes, ¿tenemos un buen sistema jurídico, en México? ¿garantiza una debida división de poderes? ¿ninguno de los tres poderes, se subordina a otro?

Urgen respuestas racionales, ante las evidencias actuales, que señalan que, al menos el Poder Legislativo, que, según los teóricos, debe ser el principal; está sujetado, incondicionalmente y con la única barrera de la parte opositora en ambas Cámaras; a obedecer, sin cortapisas, la voluntad del titular del Poder Ejecutivo.

A contrapelo, el Poder Judicial, actualmente, se ve fustigado y presionado, por los 2 poderes arriba aludidos. Es decir, los 3 poderes, se están friccionando y anteponiendo, entre ellos, al sentir y sostener, que alguno de ellos, se está inmiscuyendo, en las esferas de los otros.

Ello evidencia, necesariamente, un inadecuado sistema jurídico en nuestro país. Y no es que falten jurisperitos y expertos en la materia, sino que la política, desde hace mucho tiempo, se ha impuesto al derecho.

Vemos, ahora, cuando pensábamos, que el Presidencialismo, iba en decadencia, la realidad es que ha repuntado con mayor potencia.

Claramente, sin mayor análisis y pruebas, el Poder Ejecutivo, se percibe con mayor fortaleza que los otros dos. En cambio, el Judicial, se percibe, como el más débil.

Por más que se busca, no se ven, o, no se notan, los mecanismos de pesos y contrapesos del poder. Algo está pasando y nadie parece darse cuenta o no le interesa, encontrarlos.

Pareciera que se borró de la memoria de los gobernantes que la división de poderes, busca el equilibrio y armonía de fuerzas mediante una serie de pesos y contrapesos.

Valdría la pena repasar a Locke y Montesquieu, teóricos clásicos de la citada división. Ambos sostienen que las decisiones no deben concentrarse, por lo que los órganos del poder han de auto controlarse a través de un sistema de contrapesos y equilibrios.

Desde luego, la inquietud de detentar el Poder Absoluto, siempre persistirá, sin importar épocas, ni circunstancias. No les es suficiente o no les interesa, lo que, Montesquieu, enfatizaba:

“Todo hombre que tiene poder se inclina por abusar del mismo; va hasta que encuentra límites. Para que no se pueda abusar de éste, hace falta disponer las cosas de tal forma que el poder detenga al poder”.

Por tal razón, es necesario que, entre ellos, se vigilen, controlen y detengan los excesos de los otros; para impedir, que, por desmedida ambición, predomine uno, sobre los demás.

Respetemos los medios que conectan los poderes, llamados controles y equilibrios, los cuales evitan que, cualquiera de ellos, sea preponderante. Regresemos al estricto librito y al Derecho.

Hoy en día, nadie parece entender o, al menos, recordar, las razones de la existencia de la llamada División de Poderes. Incluso, pareciera, que se añoran las épocas, donde el poder, absolutamente, lo ejercía, una sola persona, sin limitación alguna.

Mucho tiempo, a nivel mundial, en los países que presumían de democráticos, se privilegió y respetó, la división de poderes, que no es más que, un principio de organización política para el buen desarrollo de un Estado.

Así, el Poder público, se basa en distintas tareas asignadas, específicamente, a los poderes que conforman la organización política de un Estado. Las mismas, están repartidas en órganos distintos, separados y con sus atribuciones bien delimitadas, sin contraponerse el uno con el otro.

Desde luego, para que lo escrito hasta ahora, funcione, debe basarse, en un impecable sistema jurídico. Quizás, por ello, Maquiavelo sostenía: “Los principales cimientos en qué asentar un Estado -sea nuevo, viejo o mixto- son las buenas leyes”.

En tal contexto, José Díaz Cervera, nos detalla: “A Maquiavelo le interesa entender cómo es posible lograr el equilibrio entre el funcionamiento eficaz del Estado y las fortalezas y debilidades de sus gobernantes que, a final de cuentas, no están exentos de las pequeñas y grandes pasiones humanas”.

De ahí, que, si cada poder no tiene, adecuada y pertinentemente, delimitadas las atribuciones que deben realizar; originará, tarde que temprano, un choque de poderes, ya que no existirían, los pesos y contrapesos.

Necesariamente, surgen las inquietantes interrogantes, ¿tenemos un buen sistema jurídico, en México? ¿garantiza una debida división de poderes? ¿ninguno de los tres poderes, se subordina a otro?

Urgen respuestas racionales, ante las evidencias actuales, que señalan que, al menos el Poder Legislativo, que, según los teóricos, debe ser el principal; está sujetado, incondicionalmente y con la única barrera de la parte opositora en ambas Cámaras; a obedecer, sin cortapisas, la voluntad del titular del Poder Ejecutivo.

A contrapelo, el Poder Judicial, actualmente, se ve fustigado y presionado, por los 2 poderes arriba aludidos. Es decir, los 3 poderes, se están friccionando y anteponiendo, entre ellos, al sentir y sostener, que alguno de ellos, se está inmiscuyendo, en las esferas de los otros.

Ello evidencia, necesariamente, un inadecuado sistema jurídico en nuestro país. Y no es que falten jurisperitos y expertos en la materia, sino que la política, desde hace mucho tiempo, se ha impuesto al derecho.

Vemos, ahora, cuando pensábamos, que el Presidencialismo, iba en decadencia, la realidad es que ha repuntado con mayor potencia.

Claramente, sin mayor análisis y pruebas, el Poder Ejecutivo, se percibe con mayor fortaleza que los otros dos. En cambio, el Judicial, se percibe, como el más débil.

Por más que se busca, no se ven, o, no se notan, los mecanismos de pesos y contrapesos del poder. Algo está pasando y nadie parece darse cuenta o no le interesa, encontrarlos.

Pareciera que se borró de la memoria de los gobernantes que la división de poderes, busca el equilibrio y armonía de fuerzas mediante una serie de pesos y contrapesos.

Valdría la pena repasar a Locke y Montesquieu, teóricos clásicos de la citada división. Ambos sostienen que las decisiones no deben concentrarse, por lo que los órganos del poder han de auto controlarse a través de un sistema de contrapesos y equilibrios.

Desde luego, la inquietud de detentar el Poder Absoluto, siempre persistirá, sin importar épocas, ni circunstancias. No les es suficiente o no les interesa, lo que, Montesquieu, enfatizaba:

“Todo hombre que tiene poder se inclina por abusar del mismo; va hasta que encuentra límites. Para que no se pueda abusar de éste, hace falta disponer las cosas de tal forma que el poder detenga al poder”.

Por tal razón, es necesario que, entre ellos, se vigilen, controlen y detengan los excesos de los otros; para impedir, que, por desmedida ambición, predomine uno, sobre los demás.

Respetemos los medios que conectan los poderes, llamados controles y equilibrios, los cuales evitan que, cualquiera de ellos, sea preponderante. Regresemos al estricto librito y al Derecho.