/ viernes 7 de junio de 2024

Artilugios / Jacobo Rauskin, i.m.

Don Jacobo Rauskin se ganó fama de aprensivo en sus visitas a Tabasco cuando hacíamos el Encuentro Iberoamericano de Poesía Carlos Pellicer. Pedía, al salir de su poderosa Asunción del Paraguay, comida para diabéticos, cosa que la aerolínea anotaba correctamente.

Al saberlo, Miguel Stanich proponía al hotel sede que le ofrecieran una comida especial para diabéticos. El argentino, diabético así mismo, sabía lo que era padecer aquello. Oye, le preguntaba yo, ¿y cuándo don Jacobo vea que se sirven camarones, piguas, cheladas, micheladas, pan o algunas de esas golosinas que engalanan la tierra, las rechazará con esa misma actitud con la que tú procuras que coma como pajarito? Miguel decía que la gula era sinónimo de estupidez, y me veía a mí como ejemplo.

El caso es que, apenas puesta la planta en Tabasco, el maestro Rauskin olvidaba de su mal y disponía de los alimentos terrestres con singular alegría, con entusiasmo viril y con denodado esfuerzo. Comía lo que no debería (y por ahí quedó la recomendación del menú morigerado) las visitas a la zona arqueológica de Comalcalco y su correspondiente estadía en alguno de los restaurantes que alberga el Bellote, eran la consideración más deliciosa para los comensales todos venidos de la cruenta América Latina, hasta para don Jacobo que era un as ya comiendo las delicias del Edén. Se mostraba como un hijo de la tierra, ingiriendo alcohol, diciendo sus poemas que daban en la frente por su dicotomía entre respondones y etéreos.

Lo vi los seis años que realicé la actividad, siempre adusto pero muy cortejador de las bellas poetas, tabasqueñas o no, que se acercaban a hablar con él. Su poesía era poderosa, total, increíblemente bella, desnuda de forzadas rimas o de silenciosos vahídos. Parecía casi marchar al decir algún verso, quizá creyendo estar en un desfile organizado por Hugo Chávez, marcial y contundente.

Se habló en uno de esos encuentros de darle el premio Príncipe de Asturias por su labor literaria. Quise preguntarle qué sentiría él, hijo de Bolívar, de la más rancia estirpe socialista, recibir el premio de una monarquía tan venida a menos como la española. No lo hice. Mamá siempre me dijo que, si no teníamos nada bueno que decirle a alguien, mejor no lo dijéramos. La expectativa quedó en eso. Era una de las mil cosas que no son importantes en la vida de un hombre. Sobre todo, de un hombre como Jacobo Rauskin. Dejo algún dato biográfico.

Jacobo A. Rauskin nace en 1941. Falleció en Asunción del Paraguay el 6 de mayo de 2024. Es uno de los poetas paraguayos más representativos de la actualidad.

Comenzó a publicar desde los años 60 y hasta la fecha publicó más de una veintena de libros de poemas entre ellos La noche del viaje (1988, Premio La República de 1989) y La canción andariega (1991, Premio El Lector). Sus poemas han aparecido en diversas revistas y publicaciones antológicas paraguayas y extranjeras. Ha recibido numerosos galardones entre los más importantes se halla el Premio Nacional de Literatura 2007, en Paraguay, la condecoración Orden del Poder Popular, en Venezuela, en 2010 y el Premio Rosa de Cobre, en Argentina, en 2014 a la trayectoria.

Comparto con él la opinión de que, efectivamente, las leyes cambiaron para proteger a las mujeres. Pero no se cumplen. Esta aseveración dio como resultado un intercambio de ideas entre alguna poeta mexicana que nunca entendió la solicitud alternativa de la obra o del papel del intelectual ante la Ley. Rauskin fijó su posición muy bien. Hay leyes sí que condenan al varón ante el uso de la fuerza y el abuso contra la pareja, legal o no. Pero no se cumplen. Ponía el ejemplo. Hay muchas mujeres aun abusadas en sus propios hogares, trabajos, escuelas. Y aquí viene lo interesante. El Gobierno se escuda en la existencia de la Ley. No vigila su cumplimiento. O lo evade. Todo un sabio el maestro.

En alguna de esas veces, por un equívoco en su itinerario, se quedó en Villahermosa. Pasé por él, fuimos a comer, a tomar cerveza, a gozar de sus últimas horas aquí. Mientras escribo esto tengo ante mí el libro que me obsequió con parte de su obra. Espantabiablos, se llama, Premio Nacional de Literatura, 2007. Veo el autógrafo y siento un enorme pesar. Otro poeta que nos deja. Otro de esos personajes especiales que se disturbia de este mundo.

Dejo algunos poemas de su obra vasta deseando que nunca, nunca olvidemos su nombre.

Agradezco al poeta Roberto Arizmendi la información. Descanse en paz don Jacobo Rauskin.

ESPANTADIABLOS

Mirar al cielo como náufragos

y celebrar entonces nuestro encuentro

en una red que dejan caer las estrellas.

(La red, hecha de magia y noche,

puede salvarnos.)


Creo en una constelación favorable,

creo en el curso de los astros

y creo mucho más en el abrazo

de quien no quiere así desabrazarse.


Para vivir en paz o, por lo menos,

en esta intermitente tregua imperial,

no se me ocurre nada mejor

que hacer ahora un amuleto en verso,

un talismán en forma de canción.


Palabras que diremos a modo de plegaria.

En fin, un fiel espantadiablos

para impedir que alguien te asalte,

que una bala me mate,

que un deslave te siga, que un alud me persiga,

que un derrumbe brutal nos entierre a los dos.

EL SUCESOR

Ahí va, es inconfundible.

Lo anuncia el perpetuo escarbadientes

con el que emite un chasquido

que él y sólo él juzga rítmico.

Vive, es un decir, de aeropuerto en aeropuerto.

Oligarca tacaño, no da un dólar de propina a nadie.

Viaja en clase turista, es cuasifisicoculturista,

engorda y hace dieta al mismo tiempo.

No sé por qué hablamos de él, nadie espera

que las cosas mejoren con semejante líder.

Será el próximo líder, no lo dudes.


UN CONOCIDO

Despierta el alba en todas las ventanas

y en quien , joven fogoso, mira al cielo.

No intentar la acción es imposible:

la religión del peligro gana prosélitos.

Hasta aquí, muy bien, pero,

un año después todo cambia

para quien ya fue rebelde sólo por un año.


Desde entonces, trabaja en la casa de Astrea.

Apura el papeleo para los comecasas

y para los devorahuertos,

representados, todos ellos, por un cuervo

o por un vermiforme leguleyo.

Es un juez a punto siempre de no decir

una sola palabra sobre ningún asunto.

Y con mayor razón, en recepciones,

donde saluda en voz baja

usando la copa de vino como micrófono.

Don Jacobo Rauskin se ganó fama de aprensivo en sus visitas a Tabasco cuando hacíamos el Encuentro Iberoamericano de Poesía Carlos Pellicer. Pedía, al salir de su poderosa Asunción del Paraguay, comida para diabéticos, cosa que la aerolínea anotaba correctamente.

Al saberlo, Miguel Stanich proponía al hotel sede que le ofrecieran una comida especial para diabéticos. El argentino, diabético así mismo, sabía lo que era padecer aquello. Oye, le preguntaba yo, ¿y cuándo don Jacobo vea que se sirven camarones, piguas, cheladas, micheladas, pan o algunas de esas golosinas que engalanan la tierra, las rechazará con esa misma actitud con la que tú procuras que coma como pajarito? Miguel decía que la gula era sinónimo de estupidez, y me veía a mí como ejemplo.

El caso es que, apenas puesta la planta en Tabasco, el maestro Rauskin olvidaba de su mal y disponía de los alimentos terrestres con singular alegría, con entusiasmo viril y con denodado esfuerzo. Comía lo que no debería (y por ahí quedó la recomendación del menú morigerado) las visitas a la zona arqueológica de Comalcalco y su correspondiente estadía en alguno de los restaurantes que alberga el Bellote, eran la consideración más deliciosa para los comensales todos venidos de la cruenta América Latina, hasta para don Jacobo que era un as ya comiendo las delicias del Edén. Se mostraba como un hijo de la tierra, ingiriendo alcohol, diciendo sus poemas que daban en la frente por su dicotomía entre respondones y etéreos.

Lo vi los seis años que realicé la actividad, siempre adusto pero muy cortejador de las bellas poetas, tabasqueñas o no, que se acercaban a hablar con él. Su poesía era poderosa, total, increíblemente bella, desnuda de forzadas rimas o de silenciosos vahídos. Parecía casi marchar al decir algún verso, quizá creyendo estar en un desfile organizado por Hugo Chávez, marcial y contundente.

Se habló en uno de esos encuentros de darle el premio Príncipe de Asturias por su labor literaria. Quise preguntarle qué sentiría él, hijo de Bolívar, de la más rancia estirpe socialista, recibir el premio de una monarquía tan venida a menos como la española. No lo hice. Mamá siempre me dijo que, si no teníamos nada bueno que decirle a alguien, mejor no lo dijéramos. La expectativa quedó en eso. Era una de las mil cosas que no son importantes en la vida de un hombre. Sobre todo, de un hombre como Jacobo Rauskin. Dejo algún dato biográfico.

Jacobo A. Rauskin nace en 1941. Falleció en Asunción del Paraguay el 6 de mayo de 2024. Es uno de los poetas paraguayos más representativos de la actualidad.

Comenzó a publicar desde los años 60 y hasta la fecha publicó más de una veintena de libros de poemas entre ellos La noche del viaje (1988, Premio La República de 1989) y La canción andariega (1991, Premio El Lector). Sus poemas han aparecido en diversas revistas y publicaciones antológicas paraguayas y extranjeras. Ha recibido numerosos galardones entre los más importantes se halla el Premio Nacional de Literatura 2007, en Paraguay, la condecoración Orden del Poder Popular, en Venezuela, en 2010 y el Premio Rosa de Cobre, en Argentina, en 2014 a la trayectoria.

Comparto con él la opinión de que, efectivamente, las leyes cambiaron para proteger a las mujeres. Pero no se cumplen. Esta aseveración dio como resultado un intercambio de ideas entre alguna poeta mexicana que nunca entendió la solicitud alternativa de la obra o del papel del intelectual ante la Ley. Rauskin fijó su posición muy bien. Hay leyes sí que condenan al varón ante el uso de la fuerza y el abuso contra la pareja, legal o no. Pero no se cumplen. Ponía el ejemplo. Hay muchas mujeres aun abusadas en sus propios hogares, trabajos, escuelas. Y aquí viene lo interesante. El Gobierno se escuda en la existencia de la Ley. No vigila su cumplimiento. O lo evade. Todo un sabio el maestro.

En alguna de esas veces, por un equívoco en su itinerario, se quedó en Villahermosa. Pasé por él, fuimos a comer, a tomar cerveza, a gozar de sus últimas horas aquí. Mientras escribo esto tengo ante mí el libro que me obsequió con parte de su obra. Espantabiablos, se llama, Premio Nacional de Literatura, 2007. Veo el autógrafo y siento un enorme pesar. Otro poeta que nos deja. Otro de esos personajes especiales que se disturbia de este mundo.

Dejo algunos poemas de su obra vasta deseando que nunca, nunca olvidemos su nombre.

Agradezco al poeta Roberto Arizmendi la información. Descanse en paz don Jacobo Rauskin.

ESPANTADIABLOS

Mirar al cielo como náufragos

y celebrar entonces nuestro encuentro

en una red que dejan caer las estrellas.

(La red, hecha de magia y noche,

puede salvarnos.)


Creo en una constelación favorable,

creo en el curso de los astros

y creo mucho más en el abrazo

de quien no quiere así desabrazarse.


Para vivir en paz o, por lo menos,

en esta intermitente tregua imperial,

no se me ocurre nada mejor

que hacer ahora un amuleto en verso,

un talismán en forma de canción.


Palabras que diremos a modo de plegaria.

En fin, un fiel espantadiablos

para impedir que alguien te asalte,

que una bala me mate,

que un deslave te siga, que un alud me persiga,

que un derrumbe brutal nos entierre a los dos.

EL SUCESOR

Ahí va, es inconfundible.

Lo anuncia el perpetuo escarbadientes

con el que emite un chasquido

que él y sólo él juzga rítmico.

Vive, es un decir, de aeropuerto en aeropuerto.

Oligarca tacaño, no da un dólar de propina a nadie.

Viaja en clase turista, es cuasifisicoculturista,

engorda y hace dieta al mismo tiempo.

No sé por qué hablamos de él, nadie espera

que las cosas mejoren con semejante líder.

Será el próximo líder, no lo dudes.


UN CONOCIDO

Despierta el alba en todas las ventanas

y en quien , joven fogoso, mira al cielo.

No intentar la acción es imposible:

la religión del peligro gana prosélitos.

Hasta aquí, muy bien, pero,

un año después todo cambia

para quien ya fue rebelde sólo por un año.


Desde entonces, trabaja en la casa de Astrea.

Apura el papeleo para los comecasas

y para los devorahuertos,

representados, todos ellos, por un cuervo

o por un vermiforme leguleyo.

Es un juez a punto siempre de no decir

una sola palabra sobre ningún asunto.

Y con mayor razón, en recepciones,

donde saluda en voz baja

usando la copa de vino como micrófono.