A lo lejos se escucha el sonido característico del silbato que hace sonar por donde pasa, mientras arrastra la máquina que porta la lima, se trata de don Pedro Morales López, que desde hace tres décadas y media recorre las calles de Villahermosa afilando cuchillo, tijeras y todo tipo utensilios de cocina.
Luego de tantos años dedicándose a este oficio, el señor Pedro ya forma parte del folklore de esta ciudad, aunque ya pocos afiladores se dejan ver por las calles, pues dijo con preocupación que la demanda de este servicio ha bajado, gracias al surgimiento de aparatos y accesorios de venta, que de forma práctica permiten a los clientes afilar los cuchillos y demás, sin necesidad de recurrir a un afilador.
“Antes teníamos mucho trabajo, pero ahora ha bajado considerablemente pues ya hay varios accesorios o aparatos que desde la casa pueden afilar la gente, claro que no es lo mismo, pero pues les sirve un ratito y a la mera hora les resulta más caro”, aseveró.
Con nostalgia recuerda que hace más de treinta años cobraba un peso, y al pasar los años fue aumentando poco a poco, lo que no aumenta es el trabajo –dijo- porque cada año son menos las personas que pagan por estos servicios. Aunque se niega a retirarse, pues manifestó que por ahora, aunque sea poco, pero sale, además que no quiere guardar las herramientas que lo han acompañado todo este tiempo.
Actualmente, el servicio se cobra en 15 pesos, indicó, pero ya tienen sus clientes a los que se lo deja en menos, pues aunado a la modernidad, no lo abandonan.
“Hasta ahorita todavía sale, pero cuando no salga quien sabe que le voy a hacer porque me da tristeza guardan mis herramientas, pues me han dado de comer por muchos años”, acotó.
Don Pedro nació en el municipio de Jalpa de Méndez, no obstante, luego de tener otros trabajos decidió venir a la ciudad en la década de los 80’, junto a su familia, para dedicarse al oficio de afilador ambulante, recorriendo desde entonces casi el 90 por ciento de las calles de la capital.
Este viernes –dijo- tocó el turno de la colonia Magisterial, ahí tiene algunos clientes que lo esperan todos los fines de semana, y con eso, expreso que al menos saca lo de la comida del día.
Finalmente, expuso a este medio de comunicación que mientras Dios le preste vida y fuerza en sus manos, continuara dedicándose a lo mismo, pues ser afilador parece sencillo e insignificante, pero en realidad, alguien debe hacer ese trabajo.
“Alguien tiene que hacer ese trabajo, parece insignificante, pero alguien debe hacerlo, si bien hay afiladores eléctricos, u otros aparatos, nunca será lo mismo, porque hay utensilios que no quedan con eso”, concluyó.