/ miércoles 3 de febrero de 2021

“Para ser sicario, algo muy feo te tuvo que haber pasado”

Zetas: La estructura de una célula criminal infiltrada en cualquier rincón de Tabasco

Fragmento de una entrevista realizada en agosto del 2007, en algún lugar de la ciudad de Villahermosa.

La estructura de la célula o “Estaca” es como sigue: Hasta abajo están los llamados “Mulas” o “Burreros”. El nombre lo dice todo. Son los encargados del trasiego y la distribución, dentro y fuera del estado. ¿Verdad?

Luego están los “Halcones”, que son los ojos de los cabecillas en la ciudad. Son los vigilantes que se encargan de ver cómo está el movimiento de las corporaciones policiacas y del Ejército.

Tenemos “ojos” y “dedos” en todas partes y en donde menos te lo imaginas: algunos, la mayoría, son taxistas que andan rolando por toda la ciudad; otros Halcones trabajan en los antros y en los teibols como meseros o sacaborrachos.

Otros se ubican en lugares menos visibles. En el cuartel de la policía Federal, nuestro Halcón más ducho es un chamaquito de trece años que le lava las patrullas a los agentes. Él se encarga de tirarnos el pitazo cuando sale un convoy muy numeroso para realizar un operativo, o cuando hay algún movimiento inusual, como la llegada de algún ‘cacagrande’ o algún jefe a la ciudad.

Ahí donde lo ves, todo mugroso y prieto de tanto asolearse, el franelero carga un celular de última generación que le regaló uno de los “contadores” de la organización por su buen desempeño. Desde allí le manda los mensajes a algún “Cobra”, que son los trabajadores que se ubican dentro del primer círculo de confianza de los meros meros: los Zetas Viejos, los patriarcas, los fundadores del grupo.

Pero también adentro de las corporaciones se cuecen habas. Tenemos una nómina amplia con un tabulador más chingón y hasta con mejores prestaciones que la lista de raya de la Secretaría de Seguridad Pública. ¿Ves, periodista? Cuidado, no vayas a estar grabando esto, ¿eh? Te puede costar la cabeza. Sólo escucha y si quieres, pues sigue anotando en tu pinche cuadernito ese.

¿Dónde me quedé? Ah, sí, ¡qué coño con mi mala memoria! Bueno, ya me acordé. Te decía: la nómina incluye a policías rasos, mandos medios y altos mandos. Todos cobran, no les queda de otra. Es el dinero más fácil que se van a ganar en toda su pinche vida: les pagamos por no hacer nada. Les pagamos por cerrar la boca y ser invisibles. Les damos buen dinero por no meterse con nosotros, y además los dejamos seguir viviendo. ¿Ta’ fácil, no?

Me acuerdo que allá por Gaviotas le pusimos un “cuatro” a una camioneta de la Estatal. Ya los teníamos ubicados desde antes. Nosotros andábamos en nuestros asuntos, revisando las tienditas de la zona en Coquitos, Armenia, Explanada, La Manga. En cuanto los vimos, nos hicimos pend… para que nos siguieran. Pobres ingenuos: los fuimos jalando más y más hacia el Monal.

Mientras tanto le hablamos por celular a unos de nuestros “Cobras” para que nos alcanzaran. Apenas les avisamos del problema, cuando los policías aceleraron para darnos el cerrón. Ya hasta se habían bajado los patrulleros para rodearnos. Nos estaban apuntando con sus armas. No querían llevarnos presos, ¡qué va! Querían dinero. Les explicamos que esa zona ya estaba “apalabrada” con sus jefes, que nos dejaran en paz. Pero no, pinches necios. A huevo querían billetes. En eso llegaron los Cobras y pues ni les preguntaron: que se bajan tirando putazos para todos lados con las AR-15.

Dos de los policías no la contaron. A que sí te acuerdas de eso, ¿verdad, periodista?

Ah, sí, te decía: los “Cobras”. Resulta que son los más importantes a la hora de la hora; el brazo armado, el ejército malandro, los ángeles de la guarda de la mañosidad, la guadaña de la Santa Muerte: los meros sicarios.

Vienen de todas partes de la república, pero también hemos reclutado gente de aquí de Tabasco. Unos empezaron desde muy chavalos en este negocio de asesinar en caliente o de andar levantando cristianos para darles “piso”.

Los mejores son los que no tienen nada que perder; esos que sacamos de las calles para ofrecerles lo que en otro lugar nadie les quiso dar. Un techo, buena ropa, comida, un vehículo, y hasta algo parecido a una familia. Y lo más importante: les dimos respeto. Aquí son admirados y allá afuera temidos. Ya ves, hasta les escriben sus corridos. Tienen dinero y buenas morras.

Pero llegar a ser sicario tiene su chiste, no creas que nomás es matar por matar. Primero les damos entrenamiento con los mejores, si es que antes no pertenecieron ya a una corporación; entre nuestras filas hay ex policías estatales, ex chutas, ex guachos, ex guarros. O sea, ex soldados, ex marinos, ex federales, ex miembros del Estado Mayor. Hay de todo en esta viña del señor, como dicen.

Los sicarios son los que se la rifan en los enfrentamientos. Los que protegen los cargamentos, los que vigilan las operaciones de los negocios que llevan los contadores. Los encargados de proteger una plaza para que no se metan los de otras bandas, otros cárteles. Vigilan las casas de seguridad. Vigilan las ‘tienditas’. Secuestran a los enemigos, los torturan, les sacan la información que necesitamos y luego los ejecutan. Cobran las cuentas pendientes. Saldan las deudas.

Para hacer todo eso uno tiene que estar muy mal de su cabecita. Algo muy feo te tuvo que haber pasado en la vida. Les corre hielo por las venas, a esos batos.

Una vez vi a uno cortarle la cabeza a un “contra”. Lo bajó arrastrando de la batea de la camioneta y le puso el cuello en el canto de la banqueta. Estaba “maniado” como una iguana y con la cabeza enrollada de cinta canela, como si fuera una cebolla, el pobre. Al primer machetazo no le pudo cortar la cabeza.

El pobre bato se retorcía muy feo, muy raro, y salpicaba sangre como si tuviera una manguera en el cuello, que ya lo tenía medio desprendido, pero nomás no se moría. Como esos puercos a los que les tienes lástima cuando los están sacrificando y menos se mueren. El “Cobra” se enojó por su propia falta de pericia con el machete. Sus compañeros se burlaron de él. Se reían y le chiflaban desde la camioneta.


Al segundo machetazo la cabeza rodó por ahí. El “Cobra” la agarró de los pelos y la metió en una bolsa de plástico, bien encabronado.

¿Te imaginas, periodista? Qué clase de alma negra tiene que tener un sujeto para hacer eso?.

Fragmento de una entrevista realizada en agosto del 2007, en algún lugar de la ciudad de Villahermosa.

La estructura de la célula o “Estaca” es como sigue: Hasta abajo están los llamados “Mulas” o “Burreros”. El nombre lo dice todo. Son los encargados del trasiego y la distribución, dentro y fuera del estado. ¿Verdad?

Luego están los “Halcones”, que son los ojos de los cabecillas en la ciudad. Son los vigilantes que se encargan de ver cómo está el movimiento de las corporaciones policiacas y del Ejército.

Tenemos “ojos” y “dedos” en todas partes y en donde menos te lo imaginas: algunos, la mayoría, son taxistas que andan rolando por toda la ciudad; otros Halcones trabajan en los antros y en los teibols como meseros o sacaborrachos.

Otros se ubican en lugares menos visibles. En el cuartel de la policía Federal, nuestro Halcón más ducho es un chamaquito de trece años que le lava las patrullas a los agentes. Él se encarga de tirarnos el pitazo cuando sale un convoy muy numeroso para realizar un operativo, o cuando hay algún movimiento inusual, como la llegada de algún ‘cacagrande’ o algún jefe a la ciudad.

Ahí donde lo ves, todo mugroso y prieto de tanto asolearse, el franelero carga un celular de última generación que le regaló uno de los “contadores” de la organización por su buen desempeño. Desde allí le manda los mensajes a algún “Cobra”, que son los trabajadores que se ubican dentro del primer círculo de confianza de los meros meros: los Zetas Viejos, los patriarcas, los fundadores del grupo.

Pero también adentro de las corporaciones se cuecen habas. Tenemos una nómina amplia con un tabulador más chingón y hasta con mejores prestaciones que la lista de raya de la Secretaría de Seguridad Pública. ¿Ves, periodista? Cuidado, no vayas a estar grabando esto, ¿eh? Te puede costar la cabeza. Sólo escucha y si quieres, pues sigue anotando en tu pinche cuadernito ese.

¿Dónde me quedé? Ah, sí, ¡qué coño con mi mala memoria! Bueno, ya me acordé. Te decía: la nómina incluye a policías rasos, mandos medios y altos mandos. Todos cobran, no les queda de otra. Es el dinero más fácil que se van a ganar en toda su pinche vida: les pagamos por no hacer nada. Les pagamos por cerrar la boca y ser invisibles. Les damos buen dinero por no meterse con nosotros, y además los dejamos seguir viviendo. ¿Ta’ fácil, no?

Me acuerdo que allá por Gaviotas le pusimos un “cuatro” a una camioneta de la Estatal. Ya los teníamos ubicados desde antes. Nosotros andábamos en nuestros asuntos, revisando las tienditas de la zona en Coquitos, Armenia, Explanada, La Manga. En cuanto los vimos, nos hicimos pend… para que nos siguieran. Pobres ingenuos: los fuimos jalando más y más hacia el Monal.

Mientras tanto le hablamos por celular a unos de nuestros “Cobras” para que nos alcanzaran. Apenas les avisamos del problema, cuando los policías aceleraron para darnos el cerrón. Ya hasta se habían bajado los patrulleros para rodearnos. Nos estaban apuntando con sus armas. No querían llevarnos presos, ¡qué va! Querían dinero. Les explicamos que esa zona ya estaba “apalabrada” con sus jefes, que nos dejaran en paz. Pero no, pinches necios. A huevo querían billetes. En eso llegaron los Cobras y pues ni les preguntaron: que se bajan tirando putazos para todos lados con las AR-15.

Dos de los policías no la contaron. A que sí te acuerdas de eso, ¿verdad, periodista?

Ah, sí, te decía: los “Cobras”. Resulta que son los más importantes a la hora de la hora; el brazo armado, el ejército malandro, los ángeles de la guarda de la mañosidad, la guadaña de la Santa Muerte: los meros sicarios.

Vienen de todas partes de la república, pero también hemos reclutado gente de aquí de Tabasco. Unos empezaron desde muy chavalos en este negocio de asesinar en caliente o de andar levantando cristianos para darles “piso”.

Los mejores son los que no tienen nada que perder; esos que sacamos de las calles para ofrecerles lo que en otro lugar nadie les quiso dar. Un techo, buena ropa, comida, un vehículo, y hasta algo parecido a una familia. Y lo más importante: les dimos respeto. Aquí son admirados y allá afuera temidos. Ya ves, hasta les escriben sus corridos. Tienen dinero y buenas morras.

Pero llegar a ser sicario tiene su chiste, no creas que nomás es matar por matar. Primero les damos entrenamiento con los mejores, si es que antes no pertenecieron ya a una corporación; entre nuestras filas hay ex policías estatales, ex chutas, ex guachos, ex guarros. O sea, ex soldados, ex marinos, ex federales, ex miembros del Estado Mayor. Hay de todo en esta viña del señor, como dicen.

Los sicarios son los que se la rifan en los enfrentamientos. Los que protegen los cargamentos, los que vigilan las operaciones de los negocios que llevan los contadores. Los encargados de proteger una plaza para que no se metan los de otras bandas, otros cárteles. Vigilan las casas de seguridad. Vigilan las ‘tienditas’. Secuestran a los enemigos, los torturan, les sacan la información que necesitamos y luego los ejecutan. Cobran las cuentas pendientes. Saldan las deudas.

Para hacer todo eso uno tiene que estar muy mal de su cabecita. Algo muy feo te tuvo que haber pasado en la vida. Les corre hielo por las venas, a esos batos.

Una vez vi a uno cortarle la cabeza a un “contra”. Lo bajó arrastrando de la batea de la camioneta y le puso el cuello en el canto de la banqueta. Estaba “maniado” como una iguana y con la cabeza enrollada de cinta canela, como si fuera una cebolla, el pobre. Al primer machetazo no le pudo cortar la cabeza.

El pobre bato se retorcía muy feo, muy raro, y salpicaba sangre como si tuviera una manguera en el cuello, que ya lo tenía medio desprendido, pero nomás no se moría. Como esos puercos a los que les tienes lástima cuando los están sacrificando y menos se mueren. El “Cobra” se enojó por su propia falta de pericia con el machete. Sus compañeros se burlaron de él. Se reían y le chiflaban desde la camioneta.


Al segundo machetazo la cabeza rodó por ahí. El “Cobra” la agarró de los pelos y la metió en una bolsa de plástico, bien encabronado.

¿Te imaginas, periodista? Qué clase de alma negra tiene que tener un sujeto para hacer eso?.

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