Con 20 años de trabajo en la elaboración y reparación de hamacas, el señor Carlos N, ha intentado darle un inusual paisaje urbano a las riberas del río Grijalva.
Para ello, ha adornado por más de 5 años lo que algunos habitantes de la colonia Gaviotas llaman “el Árbol de las Hamacas”.
Se trata de un denga spuria, llamado comúnmente cuajiniquil o paterna, derivado del náhuatl cuauhicxinecuilli, que significa árbol de pie torcido, el cual se ubica en el malecón de Villahermosa, por el lado de las Gaviotas.
Para don Carlos, es simplemente un árbol de Guatope, conocido por sus vainas de cuinicuil que son comestibles, ya que el guamo, es una especie leguminosa cuyo aspecto se asemeja a una mimosa.
Sin embargo, lo que llama la atención no son sus vainas, ni sus frutos ni sus hojas, sino lo que cuelga de sus ramas, que son una infinidad de brazos de hamacas, como si se tratara de un cementerio de hilos de colores.
“Así como el carpintero tiene que tirar aserrín en su carpintería, desde hace unos años vengo tirando los hilos ahí”, comenta Carlos, quien confiesa que es más conocido por su sobrenombre.
“A mí me dicen el Ojo de Tigre, y vivo aquí en la calle Chico Ché”, señala mientras hace una pausa en su trabajo diario de confeccionar hamacas con sus manos.
Reconoce que en los últimos meses las ventas han estado muy malas por la pandemia de Covid 19 que azota a la entidad y a todo el país.
Por ello, en ocasiones pasan semanas y no logra vender ni una hamaca, cuyos costos varían entre los mil y mil 500 pesos.
Su puesto ambulante de venta y reparación de hamacas fue bautizado por él mismo como La Guacamaya, nombre que trató de plasmar frente al árbol en cuestión, en el muro de contención que fue construido luego de los problemas de inundaciones y desbordamiento del Rio Grijalva.
Eso lo mandé a rotular yo, para que haga juego con el árbol, en donde desde hace un tiempo los brazos de las hamacas que compongo, los pongo ahí para que se vea bonito
A sus casi 53 años de edad, Carlos, “El Ojo de Tigre”, acude todos los días al árbol de las hamacas, ya que, aunque las ventas sean bajas, para él siempre es un placer disfrutar de su sombra y de su colorido, haciendo lo que mejor sabe hacer, acompañado de la bebida de su preferencia, para mitigar el calor de su tierra.