/ miércoles 2 de septiembre de 2020

#Crónica | Reciclajes "perros"

Luis Alfonso camina diariamente largas distancias buscando chatarra para vender; desconectado del mundo espera volver a Sinaloa y visitar la tumba de su madre

La recolección y el reciclaje de materiales encontrados en la vía pública, puede ser para algunas personas una fuente de sustento diario, cuando se carece de un ingreso fijo y se vive en condiciones de marginalidad.

Pero para personas como Luis Alfonso Cienfuegos Avila Beltrán, esto puede llegar a ser una forma de vida, sobre todo si la persona se encuentra lejos de su casa, confinado en una especie de isla en forma de asfalto, como fue considerado por muchas décadas el estado de Tabasco, al estar prácticamente incomunicado del centro del país, rodeado de aguas por todas partes.

Sin embargo, esos tiempos ya pasaron, pero no para Luis Alfonso, quien convertido en una especie de moderno Robinson Crusoe busca una forma de regresar a la ciudad que lo vio nacer hace 60 años.

Más de 20 años lejos de su tierra, ubicada a 1,978.2 Kilómetros de Villahermosa, no han menguado las ganas Luis Alfonso Cienfuegos Avila Beltrán, de regresar a su natal Culiacán, Sinaloa.

Acompañado de dos perros de raza pequeña que aún no han cumplido el año de edad, se traslada todos los días a pie desde el fraccionamiento Pomoca, ubicado en el municipio de Nacajuca, a unos 15 minutos de la capital del estado.

Su meta diaria es encontrar en las calles objetos y material que le sirva para reciclar y vender, y de ahí obtener para su sustento diario, y parte de los materiales, irla reservando para el regreso a su estado.

Vestido de pantalón y playera negra, que contrastan con su barba descuidada y encanecida por el tiempo, Luis Alfonso porta un paraguas para amortiguar los intensos rayos del sol.

Como si se tratara de uno de los hijos olvidados de Pedro Páramo, recorre todos los días los rincones de la ciudad acompañado de Poncho y Tita, dos cachorros que no lo abandonan ni por un momento.

-Tienen 8 meses, nacieron el primero de diciembre; es una cruza rara, la mamá es chihuahueña con French Poodle, precisamente me han ayudado bastante, me entiendo perfectamente con ellos-, comenta mientras se toma un descanso en un tramo largo del boulevard Adolfo Ruiz Cortines.

Grandes experiencias ha vivido Luis Alnfonso, quien llegó a Tabasco hace 20 años.

-Los perros andan conmigo para donde sea; me paro y ahí se quedan conmigo, y eso que no los cargo amarrados-, expresa.

Mientras hace alarde de su lenguaje con los perros pidiéndoles que se sienten, refiere que venía también una perrita pintita atrás de ellos, “pero la espantó un perro allá en Pomoca y agarró pal’ monte y ya no la encontramos”.

Luis Alfonso hace gala de una buena condición física a sus 60 años de edad, ya que camina todos los días por toda la ciudad: “Vivo recolectando para conseguir dinero y llegar a mi tierra; yo no soy de aquí, soy de Culiacán, Sinaloa, y por un juramento que le hice a mi madre de portarme bien, hace 20 años que ando por acá, pero hace 5 años ando en la miseria por culpa de mi propia familia, y de la autoridad, porque cuando estaba viviendo en Atasta recolectaba ayuda y la autoridad me levantó con todo y troquita sin cometer ningún delito”.

Los perros pacientemente y sin alejarse mucho esperan a su amo, quien prosigue su interesante relato.

-Me dijeron que un pederasta les pagó porque yo le estorbaba, yo no he cometido ningún delito, al contrario, ando sufriendo recolectando para no cometer ningún delito, porque yo desde los 60 que tengo ya he visto muchas cosas y lo que más odio es la malandrinada, y el abuso hacia a mujer-, expresa.

Sin embargo, reconoce que en su tierra no estuvo exento de cometer algunos errores, los cuales ya pagó.

-Cuando me hicieron la primera maldad fue allá en mi tierra, me levantaron y querían que aceptara que había matado a una persona en Sonora, que había violado a una chamaca y que me había robado un carro; me pasaron el tehuacanazo, el toque en los testículos, y todo lo aguanté porque yo era inocente-, manifiesta.

Sin embargo, asegura que en los últimos años ha estado “limpio” y lo que hará llegando a su tierra será ir a visitar a su madre al cementerio donde se encuentra.

Nacido en la colonia Melchor Ocampo, de Culiacán Sinaloa, hace 20 años que ando por estas tierras del trópico.

-A los 40 años llegué por acá, por eso no pude estar con mi madre en su despedida, porque ando en la miseria y ando recolectando, la lata, el cobre, el codo, para poder regresar-, comenta.

Actualmente vive en Pomoca, en una casa que le prestó su expareja, y se las ha visto duras más aun con esta pandemia que parece no tener fin.

La plática toma otro giro, cuando de la manga se saca unas facetas desconocidas hasta entonces, pero que de alguna forma explican su carácter y su complexión física. -La primera cosa que haré cuando llegue a mi tierra será ir a ver a mis expatrones, a los Caro Quintero, porque ellos no sólo son malandrines, al contrario, han ayudado a mucha gente de los cerros, y más a la gente grande, a la gente mayor-, agrega mientras recoge algunos tornillos de las calles, algo en lo que también se ha especializado: “junto de todo, hasta tornillitos que están en las calles, he visto muchas ponchaduras en la carretera, los vendo y me pagan a 2 pesos el kilo.

Confiesa que tiene algunos ahorros, y que le faltan algunos pesos para meterle “mínimo mil 500 a la troquita para poder agarrar carretera”.

Su meta diaria es encontrar en las calles objetos y material que le sirva para reciclar y vender.

“Me dolerá dejar a mis perros, pero le pediré a quien se los quede, que no los maltrate, que no los tenga encerrados, que los saquen a pasear, porque son seres vivientes del planeta, pero desgraciadamente el ser humano se ha creído dueño de ellos y de todo”, expresa.

Sin embargo, su principal preocupación es su hijo de 16 años, que vive con su mamá en Tierra Colorada, pero anda queriendo entrar a la malandrinada; “lo que quiero es aconsejarlo, no golpearlo ni lastimarlo; hablé con él y le dije, lo que yo quiero es que me entregues un título de licenciado, de arquitecto, ingeniero, científico, lo que tú quieras, pero hazme el paro”.

Para Luis Alfonso la vida no ha sido fácil, ya que apenas logró terminar la primaria y no cuenta con algún oficio o preparación.

-Pero de volada aprendo de todo, lo que más me lastima es que ya no me acuerdo de las cosas, porque estoy desconectado completamente, no tengo celular, no escucho radio, no veo televisión, nada completamente, ya llevo 4 años que estoy desconectado, precisamente me urge conseguir un celular y no lo he hecho por el sacrificio, para conectarme y saber cómo está todo el movimiento, porque antes que agarre carretera quiero saber cómo están las cosas-, argumenta.

Sin embargo, uno de sus mayores logros fue haber sido preseleccionado olímpico en boxeo, deporte que todavía practica: -“Yo gané la representación de México en la Olimpoadas de Moscú 80, pero el Politécnico no me dejaron ir, porque yo estuve con Nacho Beristáin, yo gané primer lugar en peso welter.

Eso le permitió conocer a figuras del boxeo mexicano de las que guarda buenos recuerdos: -“A Pipino Cuevas una vez le arrimé una chinga porque no tenía con quién entrenar e iba a defender el campeonato, yo apenas empezaba empezando y me dice Nacho, ayúdale; no, le digo, me va madrear; me dice que es sólo para enseñarle la defensa, y me subí al ring y le puse una chinga. Oye Morro, cómo le hiciste, me dijo Nacho, quien me rogó para que yo fuera profesional del box, pero yo el box lo aprendí para mi defensa, y el karate porque antes en el box había mucha malandrinada también, en las apuestas, perdías, pum a la chingada.

Es debido a esta preparación física, que a sus 60 años sigue caminando todos los días, recorriendo grandes distancias y sin perder la esperanza de regresar a su ciudad natal.

La recolección y el reciclaje de materiales encontrados en la vía pública, puede ser para algunas personas una fuente de sustento diario, cuando se carece de un ingreso fijo y se vive en condiciones de marginalidad.

Pero para personas como Luis Alfonso Cienfuegos Avila Beltrán, esto puede llegar a ser una forma de vida, sobre todo si la persona se encuentra lejos de su casa, confinado en una especie de isla en forma de asfalto, como fue considerado por muchas décadas el estado de Tabasco, al estar prácticamente incomunicado del centro del país, rodeado de aguas por todas partes.

Sin embargo, esos tiempos ya pasaron, pero no para Luis Alfonso, quien convertido en una especie de moderno Robinson Crusoe busca una forma de regresar a la ciudad que lo vio nacer hace 60 años.

Más de 20 años lejos de su tierra, ubicada a 1,978.2 Kilómetros de Villahermosa, no han menguado las ganas Luis Alfonso Cienfuegos Avila Beltrán, de regresar a su natal Culiacán, Sinaloa.

Acompañado de dos perros de raza pequeña que aún no han cumplido el año de edad, se traslada todos los días a pie desde el fraccionamiento Pomoca, ubicado en el municipio de Nacajuca, a unos 15 minutos de la capital del estado.

Su meta diaria es encontrar en las calles objetos y material que le sirva para reciclar y vender, y de ahí obtener para su sustento diario, y parte de los materiales, irla reservando para el regreso a su estado.

Vestido de pantalón y playera negra, que contrastan con su barba descuidada y encanecida por el tiempo, Luis Alfonso porta un paraguas para amortiguar los intensos rayos del sol.

Como si se tratara de uno de los hijos olvidados de Pedro Páramo, recorre todos los días los rincones de la ciudad acompañado de Poncho y Tita, dos cachorros que no lo abandonan ni por un momento.

-Tienen 8 meses, nacieron el primero de diciembre; es una cruza rara, la mamá es chihuahueña con French Poodle, precisamente me han ayudado bastante, me entiendo perfectamente con ellos-, comenta mientras se toma un descanso en un tramo largo del boulevard Adolfo Ruiz Cortines.

Grandes experiencias ha vivido Luis Alnfonso, quien llegó a Tabasco hace 20 años.

-Los perros andan conmigo para donde sea; me paro y ahí se quedan conmigo, y eso que no los cargo amarrados-, expresa.

Mientras hace alarde de su lenguaje con los perros pidiéndoles que se sienten, refiere que venía también una perrita pintita atrás de ellos, “pero la espantó un perro allá en Pomoca y agarró pal’ monte y ya no la encontramos”.

Luis Alfonso hace gala de una buena condición física a sus 60 años de edad, ya que camina todos los días por toda la ciudad: “Vivo recolectando para conseguir dinero y llegar a mi tierra; yo no soy de aquí, soy de Culiacán, Sinaloa, y por un juramento que le hice a mi madre de portarme bien, hace 20 años que ando por acá, pero hace 5 años ando en la miseria por culpa de mi propia familia, y de la autoridad, porque cuando estaba viviendo en Atasta recolectaba ayuda y la autoridad me levantó con todo y troquita sin cometer ningún delito”.

Los perros pacientemente y sin alejarse mucho esperan a su amo, quien prosigue su interesante relato.

-Me dijeron que un pederasta les pagó porque yo le estorbaba, yo no he cometido ningún delito, al contrario, ando sufriendo recolectando para no cometer ningún delito, porque yo desde los 60 que tengo ya he visto muchas cosas y lo que más odio es la malandrinada, y el abuso hacia a mujer-, expresa.

Sin embargo, reconoce que en su tierra no estuvo exento de cometer algunos errores, los cuales ya pagó.

-Cuando me hicieron la primera maldad fue allá en mi tierra, me levantaron y querían que aceptara que había matado a una persona en Sonora, que había violado a una chamaca y que me había robado un carro; me pasaron el tehuacanazo, el toque en los testículos, y todo lo aguanté porque yo era inocente-, manifiesta.

Sin embargo, asegura que en los últimos años ha estado “limpio” y lo que hará llegando a su tierra será ir a visitar a su madre al cementerio donde se encuentra.

Nacido en la colonia Melchor Ocampo, de Culiacán Sinaloa, hace 20 años que ando por estas tierras del trópico.

-A los 40 años llegué por acá, por eso no pude estar con mi madre en su despedida, porque ando en la miseria y ando recolectando, la lata, el cobre, el codo, para poder regresar-, comenta.

Actualmente vive en Pomoca, en una casa que le prestó su expareja, y se las ha visto duras más aun con esta pandemia que parece no tener fin.

La plática toma otro giro, cuando de la manga se saca unas facetas desconocidas hasta entonces, pero que de alguna forma explican su carácter y su complexión física. -La primera cosa que haré cuando llegue a mi tierra será ir a ver a mis expatrones, a los Caro Quintero, porque ellos no sólo son malandrines, al contrario, han ayudado a mucha gente de los cerros, y más a la gente grande, a la gente mayor-, agrega mientras recoge algunos tornillos de las calles, algo en lo que también se ha especializado: “junto de todo, hasta tornillitos que están en las calles, he visto muchas ponchaduras en la carretera, los vendo y me pagan a 2 pesos el kilo.

Confiesa que tiene algunos ahorros, y que le faltan algunos pesos para meterle “mínimo mil 500 a la troquita para poder agarrar carretera”.

Su meta diaria es encontrar en las calles objetos y material que le sirva para reciclar y vender.

“Me dolerá dejar a mis perros, pero le pediré a quien se los quede, que no los maltrate, que no los tenga encerrados, que los saquen a pasear, porque son seres vivientes del planeta, pero desgraciadamente el ser humano se ha creído dueño de ellos y de todo”, expresa.

Sin embargo, su principal preocupación es su hijo de 16 años, que vive con su mamá en Tierra Colorada, pero anda queriendo entrar a la malandrinada; “lo que quiero es aconsejarlo, no golpearlo ni lastimarlo; hablé con él y le dije, lo que yo quiero es que me entregues un título de licenciado, de arquitecto, ingeniero, científico, lo que tú quieras, pero hazme el paro”.

Para Luis Alfonso la vida no ha sido fácil, ya que apenas logró terminar la primaria y no cuenta con algún oficio o preparación.

-Pero de volada aprendo de todo, lo que más me lastima es que ya no me acuerdo de las cosas, porque estoy desconectado completamente, no tengo celular, no escucho radio, no veo televisión, nada completamente, ya llevo 4 años que estoy desconectado, precisamente me urge conseguir un celular y no lo he hecho por el sacrificio, para conectarme y saber cómo está todo el movimiento, porque antes que agarre carretera quiero saber cómo están las cosas-, argumenta.

Sin embargo, uno de sus mayores logros fue haber sido preseleccionado olímpico en boxeo, deporte que todavía practica: -“Yo gané la representación de México en la Olimpoadas de Moscú 80, pero el Politécnico no me dejaron ir, porque yo estuve con Nacho Beristáin, yo gané primer lugar en peso welter.

Eso le permitió conocer a figuras del boxeo mexicano de las que guarda buenos recuerdos: -“A Pipino Cuevas una vez le arrimé una chinga porque no tenía con quién entrenar e iba a defender el campeonato, yo apenas empezaba empezando y me dice Nacho, ayúdale; no, le digo, me va madrear; me dice que es sólo para enseñarle la defensa, y me subí al ring y le puse una chinga. Oye Morro, cómo le hiciste, me dijo Nacho, quien me rogó para que yo fuera profesional del box, pero yo el box lo aprendí para mi defensa, y el karate porque antes en el box había mucha malandrinada también, en las apuestas, perdías, pum a la chingada.

Es debido a esta preparación física, que a sus 60 años sigue caminando todos los días, recorriendo grandes distancias y sin perder la esperanza de regresar a su ciudad natal.

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