/ miércoles 21 de octubre de 2020

“Vimos relámpagos plateados y después la gente retorciéndose en el agua”

Chela recuerda la experiencia sobrenatural que vivió en el estado de Veracruz siendo apenas una niña y que además salvó la vida de su madre

El siguiente relato misterioso que nos compartió Isela Cano, ocurrió hace muchos años en la Villa Juanita, perteneciente al municipio de San Juan Evangelista, en el estado de Veracruz, cuando Chela era aún muy pequeña. Tal vez fue una premonición, su ángel de la Guarda resguardándola, o el anuncio de la muerte rondando el lugar antes de la tragedia.

“Miraba a la estufa, la olla del caldo de pollo me llamaba pero mi madre me había dicho "no te acerques a la estufa, si quieres algo, ve con tu abuelita, ahorita regreso, solo voy a lavar estos trapos”.

“Por esos días no había agua potable por una falla y los de San Juan no habían ido a reparar el problema, todas las vecinas bajaban a lavar a los manantiales, sabía que mamá regresaría a cocinar para cuando volvieran los "escueleros" como le decía a mis hermanos que ya iban a la primaria, yo aún no cumplía cinco, así que me tocaba quedarme pero mi estómago protestaba.

“Mi hermanita Mine dormía, Luis estaba jugando con unos botes y a mí nada me entretenía el hambre que ya sentía, así que me salí, me asomé a la casa de los abuelos, pues estábamos en el mismo terreno; mi abuelita Chana estaba ayudando a mi tía Angela a pararse, hacía poco tiempo había nacido mi primo Neto, ellas no se dieron cuenta cuando me salí y eché a caminar loma abajo rumbo a los pocitos.

“Agarré hacia casa de tío Diego y tía Vicenta y me seguí derecho, en esos caminos había árboles de almendra, esos de hojas grandes y verdes que al secarse caen en colores amarillo o anaranjado; recuerdo llevar una batita que mi madre me cosió en la máquina de pedal, en esos tiempos no se sabía de peligros aparte, ¿qué podía pasarme en los terrenos de mi familia los Pérez?

“Justo antes de llegar a los pocitos me encontré en el camino a la vecina, estaba como descansando del calor del medio día; traía una cubeta grande con agua en la cabeza y otra con ropa mojada, me le quedé mirando y le pregunté por mi mamá, ella me dijo "ahí viene Cata, vámonos, ya no camines" le dije "no, yo quiero verla", ella insistió pero yo caprichosa me seguí caminando.

“Unos minutos después, ya estaba en los manantiales, mi madre estaba metida en la poza con el agua a la pantorrilla, me vio y me regañó por haberme salido de la casa, pero mi argumento bastó para que se saliera del agua y recogiera lo lavado y llenara otra cubeta con agua.

“Recuerdo que en eso, mi mamá se despidió de alguien y le dijo ¿te quedas? Yo volteé y para mi sorpresa ¡era la vecina! Ella le contestó "si Cata, ya casi acabo, solo baño a los chamacos y me voy".

Mi madre estaba metida en la poza con el agua a la pantorrilla, me vio y me regañó por haberme salido de la casa.

“Ella estaba con algunos de sus hijos; a esa edad no tiene mucha lógica la relación tiempo-espacio pues no me cuestioné el como la había visto hacía unos minutos en el camino y en ese momento estaba ahí.

“Subimos a prisa, mi madre me iba regañando por haber desobedecido; yo sólo le decía que ya tenía mucha hambre.

“Casi estábamos llegando a la casa cuando se escuchó un trueno espantoso; segundos después, gritos despavoridos. Al mirar atrás se podían ver como relámpagos plateados.

Mi madre exclamó ¡Virgen Santísima!, y corrimos a la casa; mi abuelita Chana gritaba ¡mi hija está en los pozos! En eso mi madre le dijo: no, ya estoy acá

Se oían los gritos y algo rugía allá abajo, y después un silencio sepulcral; la tarde se tornó oscura, no había luz, se supo que trabajadores de la compañía de luz estaban haciendo trabajos en los cables de alta tensión y traían la palanca de maniobras arriba, y sin darse cuenta habían reventado uno de los cables.

“Éste cayó exactamente en los manantiales, y al hacer contacto con el agua era como una serpiente hambrienta. Cuentan los que pudieron salir del agua que los cuerpos de los que no alcanzaron salir se retorcían, entre ellos el de la vecina y sus hijos.

“Tengo en mi memoria guardado cómo desde la loma de la casa de mi abuela vimos a las familias subir a sus difuntos; mi madre ayudó a acomodar todo en casa de la vecina para recibir los cuerpos.

“Al paso de los años, me he preguntado mil veces por qué la vecina o lo que fuera trató de detenerme en el camino, y si no hubiera sido por mi terquedad y hambre no hubiera seguido caminando, y mi madre quizás no hubiera alcanzado salir del agua; siempre he sabido que aquel día fuimos afortunadas”.

El siguiente relato misterioso que nos compartió Isela Cano, ocurrió hace muchos años en la Villa Juanita, perteneciente al municipio de San Juan Evangelista, en el estado de Veracruz, cuando Chela era aún muy pequeña. Tal vez fue una premonición, su ángel de la Guarda resguardándola, o el anuncio de la muerte rondando el lugar antes de la tragedia.

“Miraba a la estufa, la olla del caldo de pollo me llamaba pero mi madre me había dicho "no te acerques a la estufa, si quieres algo, ve con tu abuelita, ahorita regreso, solo voy a lavar estos trapos”.

“Por esos días no había agua potable por una falla y los de San Juan no habían ido a reparar el problema, todas las vecinas bajaban a lavar a los manantiales, sabía que mamá regresaría a cocinar para cuando volvieran los "escueleros" como le decía a mis hermanos que ya iban a la primaria, yo aún no cumplía cinco, así que me tocaba quedarme pero mi estómago protestaba.

“Mi hermanita Mine dormía, Luis estaba jugando con unos botes y a mí nada me entretenía el hambre que ya sentía, así que me salí, me asomé a la casa de los abuelos, pues estábamos en el mismo terreno; mi abuelita Chana estaba ayudando a mi tía Angela a pararse, hacía poco tiempo había nacido mi primo Neto, ellas no se dieron cuenta cuando me salí y eché a caminar loma abajo rumbo a los pocitos.

“Agarré hacia casa de tío Diego y tía Vicenta y me seguí derecho, en esos caminos había árboles de almendra, esos de hojas grandes y verdes que al secarse caen en colores amarillo o anaranjado; recuerdo llevar una batita que mi madre me cosió en la máquina de pedal, en esos tiempos no se sabía de peligros aparte, ¿qué podía pasarme en los terrenos de mi familia los Pérez?

“Justo antes de llegar a los pocitos me encontré en el camino a la vecina, estaba como descansando del calor del medio día; traía una cubeta grande con agua en la cabeza y otra con ropa mojada, me le quedé mirando y le pregunté por mi mamá, ella me dijo "ahí viene Cata, vámonos, ya no camines" le dije "no, yo quiero verla", ella insistió pero yo caprichosa me seguí caminando.

“Unos minutos después, ya estaba en los manantiales, mi madre estaba metida en la poza con el agua a la pantorrilla, me vio y me regañó por haberme salido de la casa, pero mi argumento bastó para que se saliera del agua y recogiera lo lavado y llenara otra cubeta con agua.

“Recuerdo que en eso, mi mamá se despidió de alguien y le dijo ¿te quedas? Yo volteé y para mi sorpresa ¡era la vecina! Ella le contestó "si Cata, ya casi acabo, solo baño a los chamacos y me voy".

Mi madre estaba metida en la poza con el agua a la pantorrilla, me vio y me regañó por haberme salido de la casa.

“Ella estaba con algunos de sus hijos; a esa edad no tiene mucha lógica la relación tiempo-espacio pues no me cuestioné el como la había visto hacía unos minutos en el camino y en ese momento estaba ahí.

“Subimos a prisa, mi madre me iba regañando por haber desobedecido; yo sólo le decía que ya tenía mucha hambre.

“Casi estábamos llegando a la casa cuando se escuchó un trueno espantoso; segundos después, gritos despavoridos. Al mirar atrás se podían ver como relámpagos plateados.

Mi madre exclamó ¡Virgen Santísima!, y corrimos a la casa; mi abuelita Chana gritaba ¡mi hija está en los pozos! En eso mi madre le dijo: no, ya estoy acá

Se oían los gritos y algo rugía allá abajo, y después un silencio sepulcral; la tarde se tornó oscura, no había luz, se supo que trabajadores de la compañía de luz estaban haciendo trabajos en los cables de alta tensión y traían la palanca de maniobras arriba, y sin darse cuenta habían reventado uno de los cables.

“Éste cayó exactamente en los manantiales, y al hacer contacto con el agua era como una serpiente hambrienta. Cuentan los que pudieron salir del agua que los cuerpos de los que no alcanzaron salir se retorcían, entre ellos el de la vecina y sus hijos.

“Tengo en mi memoria guardado cómo desde la loma de la casa de mi abuela vimos a las familias subir a sus difuntos; mi madre ayudó a acomodar todo en casa de la vecina para recibir los cuerpos.

“Al paso de los años, me he preguntado mil veces por qué la vecina o lo que fuera trató de detenerme en el camino, y si no hubiera sido por mi terquedad y hambre no hubiera seguido caminando, y mi madre quizás no hubiera alcanzado salir del agua; siempre he sabido que aquel día fuimos afortunadas”.

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