Se cuenta que a finales de los años veinte y principios de los años treinta llegó al puerto Álvaro Obregón (hoy Frontera), un hombre barbado misterioso; este personaje, con la Biblia en las manos y vestido con una túnica color blanca, recorría las calles del puerto predicando la palabra de Dios y exhortando a la población a que se arrepintieran de sus pecados para alcanzar el reino celestial, algunas personas afirman que el nombre de esta persona era Enoc.
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En aquel tiempo nuestro país se encontraba involucrado en una guerra civil (Guerra Cristera 1926-1929), para ese entonces la Iglesia Católica se había levantado en armas en contra del gobierno de general Plutarco Elías Calles, quien era presidente de México. La guerra estalló porque la Iglesia Católica protestó por algunos artículos de la Constitución que el presidente exigía que se respetaran; tales artículos le daban el derecho al pueblo de la libertad de cultos.
Mientras que en el noroeste y centro del país se libraban intensos combates, en Tabasco, teniendo como gobernador al Lic. Tomás Garrido Canabal, se destruían imágenes católicas, se quemaban santos y se derribaban templos e iglesias. Los camisas rojas, como se les llamaba a los seguidores y simpatizantes del garrisdismo, tenían la orden de recorrer todos los pueblos del Estado para desfanatizar a la gente de la iglesia, castigar a los alcohólicos e instaurar parques para ferias. Y precisamente fueron ellos los que al llegar al puerto de Frontera y encontrar al hombre barbado predicando por las calles, lo golpearon, le cortaron el cabello y la barba y al final lo encerraron en la cárcel.
Se dice que durante varios días, los camisas rojas lo pasearon por todo el puerto para que la gente se burlara de él. Se comenta también, que mientras estuvo en la cárcel, lo hicieron trabajar mucho, había días en que no se le daba de comer, pero un día, este profeta misterioso se fugó de la cárcel para dirigirse al parque central, y dicen quienes lo vieron, que al llegar al lugar; maldijo al pueblo diciendo que no pasaría mucho tiempo y el pueblo terminaría en la pobreza y la miseria, que nunca más iba a sobresalir hasta llegar el grado de desaparecer. Este seria el castigo por todo el mal que se le había hecho. Los camisas rojas, al saber de su fuga, se dirigieron en su búsqueda para reaprenderlo, pero el hombre caminó hasta llegar al mercado y allí, a orillas del río, hizo una balsa con joloche, y una vez en la balsa, cruzó el río hasta desaparecer.
Al llegar al mercado, los camisas rojas tan sólo vieron al profeta cruzar el río en su balsa diciendo maldiciones e injurios en contra de ellos y del pueblo. Nunca se supo a dónde fue ni qué se hizo, ya que jamás se le volvió a ver.
Sin embargo, el pueblo empezó a temer por las maldiciones de aquel hombre, porque mientras otras ciudades empezaban a modernizarse, como Ciudad del Carmen o Paraíso, Frontera continuaba igual: las cooperativas copreras y pesqueras comenzaron a desaparecer e inestabilizarse económicamente; el palacio municipal fue incendiado en una trifulca en 1955; los grandes comercios sufrieron grandes pérdidas; en 1973 un ciclón de nombre Brenda devastó el puerto; a principios de la década de los 90 las compañías plataneras abandonaron Frontera; en 1995 y 1999 terribles inundaciones causaron grandes desastres en la agricultura y ganadería local; múltiples conflictos sociales y desestabilización económica ha sufrido el puerto de Frontera desde entonces.
Todo esto pudo haber sido coincidencia, pero para las personas de avanzada edad afirman que pudo haber sido cierto lo dicho por el profeta, y aunque hay personas que niegan la existencia de este personaje, el profeta continuará arraigado en lo más profundo de los recuerdos del pueblo de Frontera, como una leyenda urbana que subsiste en la memoria histórica del pueblo.