La siguiente historia forma parte de la tradición oral del estado de Tabasco, bien puede tratarse de una pieza de ficción o pertenecer al imaginario popular. Algunos de los relatos que aquí publicamos son dados por verdaderos entre quienes afirman haberlos vivido, sin embargo, en la presente sección simplemente difundimos estos contenidos para que nuestros queridos lectores pasen un rato entretenido.
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El salón Siboney en los años 60 y 70 fue punto de reunión de baile en Huimanguillo, pero también es un lugar en el que, según testimonios, suceden hechos aparentemente inexplicables, incluso un cura llegó a bendecirlo, mencionó Víctor Manuel Jiménez Pérez, quien se ha dedicado a estudiar el tema y es autor del libro "Huimanguillo a través de sus leyendas".
“Era lo máximo”, comentó junto a una pared deteriorada, parte de lo que fue la estructura, en ella se lee: “Se vende terreno”; enseguida, un número telefónico. La solitaria y mal alumbrada calle, la oscuridad de la noche, los ladridos de perros y la poca presencia de transeúntes y conductores, se convirtieron en piezas que parecían echar más elementos al relato.
“En ellos (los muros del otrora lugar de esparcimiento) los pobladores cuentan una leyenda aterradora”, extiende su comentario. Enseguida menciona: “te voy a contar el contexto de dónde recabamos esta historia: allá por los años 60 no teníamos los caseríos contiguos, eran casas alejadas unas de otras, había bastante monte, bastante pasto. Sin embargo, se dio la oportunidad de edificar el salón.
“Entonces sucede algo novedoso en el lugar; la gente llegaba a disfrutar música viva de aquella generación; así ocurrió algo terrorífico; tenemos el testimonio de la época, de personas o avecindados que llegaban a divertirse, y te decía que por las tardes las tarimas sonaban como un zapateo, y prácticamente era en día de semana cuando no estaba abierto el lugar; días que no había baile. El único que entraba era el señor que hacía la limpieza y cerraba; pero ya muy tarde se escuchaban esos zapateos en la tarima.
“La gente se arremolinaba a ver lo que pasaba, y como estaba cerrado se asomaban por una abertura que tenía la puerta de madera un poco corroída por las termitas; entonces no se veía la figura, simplemente se alcanzaba a escuchar el ruido y los perros hacían su parte, (como) estaban en la calle se alebrestaban, corrían.
“Esto causó mucho revuelo entre la población de la época, esa era una de las leyendas urbanas que tenemos en Huimanguillo. Los mismos pobladores no daban crédito a lo que escuchaban, no sabían que cosa era; fue tanta la exaltación, que trajeron un cura para bendecir el lugar”, concluyó.