El siguiente relato le sucedió a un mujer durante su infancia, quien asegura fue atacada por duendes y de no ser por la oportuna intervención de su perro habría perdido la vida a manos de estos seres. Hecho que sucedió en Comalcalco.
Cinthia tendría alrededor de siete años cuando vivió esta terrorífica experiencia, atribuye el ataque a que estas criaturas se encontraban enojadas porque estaban violando su hábitat. Y es que algunas hectáreas de la extensa zona donde vivía la mujer, sus familiares las habían vendido para la construcción de un hotel. Poco les importó que eran tierras heredadas y sobre todo, que habían sido parte de asentamientos olmecas, ya que ellos son descendientes directos de esta cultura.
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Algunos de sus tíos estaban trabajando como albañiles en la obra antes mencionada, por lo que les llevaban la comida todos los días, en cierta ocasión fue a la menor que le tocó esta encomienda. Para llegar hasta donde estaban sus tíos tenía que pasar por grandes terrenos solitarios, cubiertos por enormes árboles frutales, matas de plátano y siembras de cacao, también había canales de riego, construidos a partir de alterar el cauce natural de un cuerpo de agua cercano.
En medio de toda esta área natural, el casco de lo que fue una hacienda cacaotera, la cual tenía años de estar en el abandono; ni una alma se paraba por el lugar, debido a esta casona, la mamá le advirtió que cuando pasara por el sitio, lo hiciera por la parte de adentro, aunque le llevara más tiempo, porque si tomaba la orilla de la carretera corría el peligro de ser arrollada por un auto o levantada por desconocidos.
La infante obedeció y al llegar a la zona antes descrita, tomó por el plantío de cacao, siguiendo uno de los canales de agua, de ahí llegó a los terrenos de las ruinas y pasó entre ellas, enseguida se internó en la pequeña selva que formaban los árboles frutales. Fue en este sitio que los cantos de los pájaros y sonidos de animales del lugar dejaron de escucharse; chillidos, golpes a los troncos y una sensación de ser observada comenzó a oír y percibir la niña.
El miedo que sentía era cada vez mayor, pero el encargo de su madre la mantenía en el camino, de pronto risas se sumaron al de por sí enrarecido ambiente, Cinthia apresuró el paso; lo primero que vino a su mente fue que unos tipos querían hacerle algo; sin embargo, cuando vio lo que la iba siguiendo o mejor dicho quienes, el pánico se apoderó de ella. De unos árboles se descolgaron unos seres un poco más bajos que ella, con dientes afilados; pequeños entes furiosos que gruñían. Uno la tomó de una pierna y la comenzó a arrastrar, su fuerza no iba con su físico escuálido.
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Llegaron hasta una cueva, ahí comenzaron a golpearla y patearla, la menor sólo se cubría la cara y acurrucaba el cuerpo, así estuvo por varios minutos, de pronto, el ataque se detuvo y ante ella apareció otro ser, un poco más alto y grueso, en ese momento pensaba que iba a morir, cuando la voz de su madre a la distancia, la llamaba. Los diminutos seres voltearon a ver de donde venía el sonido, en eso, su perro apareció y se abalanzó sobre el líder de los duendes, lo tumbó y comenzó a morderlo, los otros seres al ver al can, arremetieron y se llevaron el cuerpo lo más profundo de la cueva; la niña jamás volvió a ver a su mascota.
Minutos después apareció la mamá, le dijo que tenía horas buscándola, la menor simplemente alcanzó a decir que se había perdido. Sobre los rasguños y moretones que presentaba, la madre apresuró la respuesta y dijo que tuviera cuidado al caminar para que en otras ocasiones no tropezara y se lastimara de esa forma, sin embargo a la niña le dio la impresión que estaba ocultando algo, que ya sabía el motivo de esas marcas.
El paso de los años fue suavizando la aterradora experiencia, y la que vivió todo esto saca en conclusión que el ataque de esos duendes no era contra ella, sino contra la humanidad en general, a la cual, probablemente, consideran que ha destruido su hábitat.
