/ domingo 27 de octubre de 2024

Martín Solares cierra su trilogía sobre el surrealismo

Su influencia es tan grande que hasta nuestros días seguimos viviendo el amor de la manera en que ellos lo definieron

Han pasado seis años desde la aparición del joven detective “Pierre Le Noir”, protagonista de las novelas “Catorce colmillos” (2018) y “Muerte en el jardín de la luna” (2020), quien infiltró a los lectores entre las misteriosas y alucinantes líneas de acción de los integrantes del movimiento surrealista, a través de los conceptos de la poesía y la libertad.

Tras noches en vela, escuchando el dictado de sus intuiciones literarias, su creador, el escritor tamaulipeco, Martín Solares (1970), pone fin a estas aventuras policiacas, con la publicación de su más reciente novela, “Cómo vi a la mujer desnuda cuando entraba en el bosque” (2024), en la que explora el significado del amor, crucial para este movimiento artístico que cambió el mundo, del cual se cumple este año su centenario.

“Los surrealistas querían empezar el mundo desde cero otra vez, e intentaron limpiar el lenguaje cotidiano que la propaganda nacionalista le había inyectado para convencer a los franceses de ir a la guerra contra los alemanes. A ellos les tocó, por ejemplo, separar el supuesto amor a la patria, que en realidad era una forma de defender el honor de los militares, y el amor puro”, explica Martín Solares en entrevista con El Sol de México.

“Su influencia es tan grande que hasta nuestros días seguimos viviendo el amor de la manera en que ellos lo definieron, lo vivimos loco, con el deseo apasionado; aprendimos a reconocer todo lo que encierra la palabra libertad y por eso la defendemos con tanto ahínco; y también vivimos con la idea de poesía que ellos nos legaron: no una poesía nacionalista, retórica, llena de grandilocuencia, sino que busque llevarnos al encuentro con lo maravilloso, lo inesperado y lo asombroso”, agrega el autor.

Artistas sospechosos

Recapitulando el origen de estas tres historias, situadas en noviembre de 1927, “uno de los momentos más álgidos de los surrealistas”, Martín Solares relata que todo sucedió tras haber visto, durante su estancia académica en París, una retrospectiva de dicho movimiento artístico en el Centro Pompidu.

Se enteró de la existencia de unos “grandes expedientes que hicieron contra la ley los surrealistas, e incluso, cosas que eran puras sospechas”, actualmente en manos de la policía francesa. Su interés lo llevó a rondar por las oficinas de la Policía de París, pero no logró tener acceso a estos archivos, por lo que se dio a la tarea de recrear los expedientes de algunos integrantes como Luis Aragón, André Bretón, Marx Ernst, René Magritte, donde aparecen artistas como Luis Buñuel y Salvador Dalí.

“En esos expedientes están las cosas que hicieron contra la ley los surrealistas e incluso las sospechas por las que fueron investigados durante algunos años. Bretón estaba muy irritado contra la sociedad parisina que seguía pensando en que la guerra era óptima, por lo que regresó con un profundo rechazo, que fue secundado por los demás del grupo, que habían sobrevivido al gas mostaza y las bayonetas, por lo que llegaron abofetear a uno que otro político”, apunta Solares, quien asegura con una sonrisa que idear las “travesuras” de los surrealistas ha sido uno de los placeres más grandes de su carrera.

“El surrealismo siempre se ha visto como algo peligroso y a sus practicantes como locos furibundos. Es compresible que asuste a tantas personas, pero la verdad es muy distinta. El mismo Bretón lo dijo, en aquel Primer Manifiesto del Surrealismo: ‘¿Nos vamos a perder de la poesía y la magia de las artes solamente por el miedo a enloquecer?’”.

México no es un país surrealista

Solares cita a Mario Vargas Llosa, al mencionar que “la novela negra es el mejor bisturí que tiene la literatura para abrir el cuerpo de una sociedad enferma y descubrir sus problemas sociales”.

Y explica que hace 100 años, en el origen del surrealismo, “por un lado había una incisión tremenda en la sociedad, entonces eran los belicistas y los pacifistas; y por otro lado el veneno en el lenguaje cotidiano, porque hay palabras que son como granadas, que en cuanto se pronuncian estalla el rencor y la ira”.

Por último, como mexicano que es obsesionado por el surrealismo, Solares aclara que cuando Bretón dijo que México era un país surrealista se refería principalmente por su afinidad y admiración por el arte mexicano de artistas como Frida Kahlo y María Izquierdo, y no tanto a una condición de nuestro ser nacional.

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“Cada vez que decimos surrealismo pensamos en algo caótico, desordenado e incluso en una justificación para la parte irracional de las conductas del mexicano. Pero el surrealismo auténtico está muy lejos de ello, pues es el movimiento artístico que nos enseñó a mezclar seres u objetos completamente ajenos en uno solo para crear nuevas metáforas.

“Estas novedades han moldeado también nuestra imaginación plástica: vemos un reloj derritiéndose y pensamos en el tiempo que se escapa de nuestras manos o vemos una pipa y sabemos que el arte es una parte ilusión y otra creencia. Yo no calificaría a México como un país surrealista, sino como un país que todavía sigue en efervescencia, y más ahora, por lo que vamos a necesitar a una generación tan rica como la surrealista para contar todo lo que ha pasado”, finaliza.

Han pasado seis años desde la aparición del joven detective “Pierre Le Noir”, protagonista de las novelas “Catorce colmillos” (2018) y “Muerte en el jardín de la luna” (2020), quien infiltró a los lectores entre las misteriosas y alucinantes líneas de acción de los integrantes del movimiento surrealista, a través de los conceptos de la poesía y la libertad.

Tras noches en vela, escuchando el dictado de sus intuiciones literarias, su creador, el escritor tamaulipeco, Martín Solares (1970), pone fin a estas aventuras policiacas, con la publicación de su más reciente novela, “Cómo vi a la mujer desnuda cuando entraba en el bosque” (2024), en la que explora el significado del amor, crucial para este movimiento artístico que cambió el mundo, del cual se cumple este año su centenario.

“Los surrealistas querían empezar el mundo desde cero otra vez, e intentaron limpiar el lenguaje cotidiano que la propaganda nacionalista le había inyectado para convencer a los franceses de ir a la guerra contra los alemanes. A ellos les tocó, por ejemplo, separar el supuesto amor a la patria, que en realidad era una forma de defender el honor de los militares, y el amor puro”, explica Martín Solares en entrevista con El Sol de México.

“Su influencia es tan grande que hasta nuestros días seguimos viviendo el amor de la manera en que ellos lo definieron, lo vivimos loco, con el deseo apasionado; aprendimos a reconocer todo lo que encierra la palabra libertad y por eso la defendemos con tanto ahínco; y también vivimos con la idea de poesía que ellos nos legaron: no una poesía nacionalista, retórica, llena de grandilocuencia, sino que busque llevarnos al encuentro con lo maravilloso, lo inesperado y lo asombroso”, agrega el autor.

Artistas sospechosos

Recapitulando el origen de estas tres historias, situadas en noviembre de 1927, “uno de los momentos más álgidos de los surrealistas”, Martín Solares relata que todo sucedió tras haber visto, durante su estancia académica en París, una retrospectiva de dicho movimiento artístico en el Centro Pompidu.

Se enteró de la existencia de unos “grandes expedientes que hicieron contra la ley los surrealistas, e incluso, cosas que eran puras sospechas”, actualmente en manos de la policía francesa. Su interés lo llevó a rondar por las oficinas de la Policía de París, pero no logró tener acceso a estos archivos, por lo que se dio a la tarea de recrear los expedientes de algunos integrantes como Luis Aragón, André Bretón, Marx Ernst, René Magritte, donde aparecen artistas como Luis Buñuel y Salvador Dalí.

“En esos expedientes están las cosas que hicieron contra la ley los surrealistas e incluso las sospechas por las que fueron investigados durante algunos años. Bretón estaba muy irritado contra la sociedad parisina que seguía pensando en que la guerra era óptima, por lo que regresó con un profundo rechazo, que fue secundado por los demás del grupo, que habían sobrevivido al gas mostaza y las bayonetas, por lo que llegaron abofetear a uno que otro político”, apunta Solares, quien asegura con una sonrisa que idear las “travesuras” de los surrealistas ha sido uno de los placeres más grandes de su carrera.

“El surrealismo siempre se ha visto como algo peligroso y a sus practicantes como locos furibundos. Es compresible que asuste a tantas personas, pero la verdad es muy distinta. El mismo Bretón lo dijo, en aquel Primer Manifiesto del Surrealismo: ‘¿Nos vamos a perder de la poesía y la magia de las artes solamente por el miedo a enloquecer?’”.

México no es un país surrealista

Solares cita a Mario Vargas Llosa, al mencionar que “la novela negra es el mejor bisturí que tiene la literatura para abrir el cuerpo de una sociedad enferma y descubrir sus problemas sociales”.

Y explica que hace 100 años, en el origen del surrealismo, “por un lado había una incisión tremenda en la sociedad, entonces eran los belicistas y los pacifistas; y por otro lado el veneno en el lenguaje cotidiano, porque hay palabras que son como granadas, que en cuanto se pronuncian estalla el rencor y la ira”.

Por último, como mexicano que es obsesionado por el surrealismo, Solares aclara que cuando Bretón dijo que México era un país surrealista se refería principalmente por su afinidad y admiración por el arte mexicano de artistas como Frida Kahlo y María Izquierdo, y no tanto a una condición de nuestro ser nacional.

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“Cada vez que decimos surrealismo pensamos en algo caótico, desordenado e incluso en una justificación para la parte irracional de las conductas del mexicano. Pero el surrealismo auténtico está muy lejos de ello, pues es el movimiento artístico que nos enseñó a mezclar seres u objetos completamente ajenos en uno solo para crear nuevas metáforas.

“Estas novedades han moldeado también nuestra imaginación plástica: vemos un reloj derritiéndose y pensamos en el tiempo que se escapa de nuestras manos o vemos una pipa y sabemos que el arte es una parte ilusión y otra creencia. Yo no calificaría a México como un país surrealista, sino como un país que todavía sigue en efervescencia, y más ahora, por lo que vamos a necesitar a una generación tan rica como la surrealista para contar todo lo que ha pasado”, finaliza.

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