/ martes 15 de septiembre de 2020

Jaime Nunó, el héroe que dejó un gran legado: el Himno Nacional

En 1942 sus restos fueron traídos a México y depositados en la Rotonda de las Personas Ilustres

Aunque no participó en la Guerra de Independencia, el compositor y director español, Jaime Nunó, es considerado también un héroe de la historia mexicana por su valiosa joya que regalo hacía el pueblo mexicano: la música del Himno Nacional, que fue interpretado por primera vez el 15 de septiembre de 1854.

El compositor español no nació ni murió en México, pero sí permaneció en repetidas ocasiones en el país, por lo que estuvo estrechamente vinculado a las figuras políticas nacionales y episodios decisivos en la historia mexicana.

La tierra que lo vio nacer fue San Juan de las Abadesas, pueblo de la provincia de Gerona, Cataluña (España) un 8 de septiembre de 1824 y murió el 18 de julio de 1908 a los 84 años, en Bay Side, Nueva Jersey, para ser sepultado finalmente en Nueva York.

Jaume era su nombre de pila, y creció en una familia humilde, de acuerdo con los registros fue el más pequeño de los sietes hijos que tuvieron sus padres, Francisco Nunó y Magdalena Roca. Desde muy pequeño, Nunó recibió las bases de su formación musical por parte de su hermano Juan organista de la iglesia local.

A una corta edad, su padre murió en un accidente, por lo que él y su familia emigraron a Barcelona. Poco después, Magdalena Roca murió cuando Jaime tenía nueve años, debido a una epidemia de cólera. Ante tal hecho, Nunó fue adoptado por su tío Bernardo, un comerciante de telas de seda de Barcelona, quien empezó a fomentar las grandes aptitudes musicales de su sobrino.

Gracias a este importante impulso, el pequeño con grandes dotes musicales fue admitido en la catedral de Barcelona para cantar en el coro, del que pronto se convirtió en solista. Asimismo, también tocaba el órgano y durante el proceso en el que su voz cambiaba debido a su desarrollo, el joven recibió una beca para continuar sus estudios en Italia.

Este año no se realizará la ceremonia debido a la contingencia sanitaria / Foto: Roberto Hernández

En este país asistió a clases de composición con el maestro Saverio Mercadante y tras terminar sus estudios regresó a Barcelona en donde ejerció su profesión y compuso un gran número de piezas de baile.

En el año 1851 fue nombrado por el gobierno Director de la Banda del Regimiento de la Reina, en Madrid. Asimismo, se le encomendó la misión de organizar las bandas militares regionales de Cuba, que era para ese entonces posesión de España.

Al momento de su llegada a España, conoció al General mexicano Antonio López de Santa Anna, con quien cultivó una gran amistad. Cuando Santa Anna partió a México invitó a su gran amigo Nunó a nuestro país con el objetivo de ser nombrado Director General de bandas militares, con un sueldo muy elevado, cargo que aceptó en 1853.

Para ese mismo año, Santa Anna convocó a poetas y compositores del país para la creación del Himno Nacional Mexicano. La letra ya había sido escrita por el poeta Francisco González Bocanegra y Nunó atendió a la convocatoria.

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Las partituras tenían que ser entregadas de acuerdo con las determinaciones establecidas en máximo 60 días y después de convencer al jurado, su emotiva obra fue nombrada como la ganadora. Nunó había firmado la partitura con solo sus iniciales y se le instó a que revelara su identidad.

El 15 de septiembre de 1854 fue entonada la melodía por primera vez en el Teatro Santa Anna y fue interpretado por los italianos Claudina Florentini, soprano, y Lorenzo Salvi, tenor, acompañados por coros y orquesta de la Gran Compañía de Ópera Italiana, dirigida por el maestro Vitessiri.

Aunque la carrera de Nunó parecía prometedora en México, con la derrota de Santa Anna salió del país en 1856 y debido a los cambios políticos el solemne himno dejó de interpretarse o bien, en las ocasiones que fue ejecutado se omitían estrofas que mencionaban a Santa Anna y a Agustín de Iturbide.

A su salida, el artista se dirigió a Cuba y Estados Unidos, en donde organizó conciertos con su banda. Vivió en Nueva York, trabajando como concertista de piano y director de orquesta, y en 1862 Nunó fue contratado por una compañía de ópera italiana.

Tras unirse a ella realizó una gira por Estados Unidos, Cuba y México, en donde por fín piso tierra azteca en 1864. Tras la gira, fijó su residencia en Estados Unidos y fundó una escuela de música en Buffalo, en donde años más tarde falleció.

Después el olvido del Himno Nacional, de Nunó y Boca negra, en 1901 volvió a interpretarse en público durante el mandato de Porfirio Díaz, quien, al dar con su paradero, invitó a Nunó a homenajear su gran labor.

Para 1904, el compositor volvió a ser invitado por el nuevo gobierno mexicano con motivo de la celebración de los cincuenta años del Himno Nacional por lo que el español volvió al país.

El músico pasó los últimos años de su vida a lado de su hijo Jaime. Su muerte sorprendió a su primogénito el 18 de julio de 1908, tras una exitosa vida.

Foto: Daniel Galeana

El pueblo natal de Jaime Nunó rindió homenaje al compositor transformando la casa donde nació en un atractivo museo local, en donde se honra su memoria.

Finalmente, en 1942 sus restos fueron traídos a México y depositados en la Rotonda de las Personas Ilustres.

Aunque no participó en la Guerra de Independencia, el compositor y director español, Jaime Nunó, es considerado también un héroe de la historia mexicana por su valiosa joya que regalo hacía el pueblo mexicano: la música del Himno Nacional, que fue interpretado por primera vez el 15 de septiembre de 1854.

El compositor español no nació ni murió en México, pero sí permaneció en repetidas ocasiones en el país, por lo que estuvo estrechamente vinculado a las figuras políticas nacionales y episodios decisivos en la historia mexicana.

La tierra que lo vio nacer fue San Juan de las Abadesas, pueblo de la provincia de Gerona, Cataluña (España) un 8 de septiembre de 1824 y murió el 18 de julio de 1908 a los 84 años, en Bay Side, Nueva Jersey, para ser sepultado finalmente en Nueva York.

Jaume era su nombre de pila, y creció en una familia humilde, de acuerdo con los registros fue el más pequeño de los sietes hijos que tuvieron sus padres, Francisco Nunó y Magdalena Roca. Desde muy pequeño, Nunó recibió las bases de su formación musical por parte de su hermano Juan organista de la iglesia local.

A una corta edad, su padre murió en un accidente, por lo que él y su familia emigraron a Barcelona. Poco después, Magdalena Roca murió cuando Jaime tenía nueve años, debido a una epidemia de cólera. Ante tal hecho, Nunó fue adoptado por su tío Bernardo, un comerciante de telas de seda de Barcelona, quien empezó a fomentar las grandes aptitudes musicales de su sobrino.

Gracias a este importante impulso, el pequeño con grandes dotes musicales fue admitido en la catedral de Barcelona para cantar en el coro, del que pronto se convirtió en solista. Asimismo, también tocaba el órgano y durante el proceso en el que su voz cambiaba debido a su desarrollo, el joven recibió una beca para continuar sus estudios en Italia.

Este año no se realizará la ceremonia debido a la contingencia sanitaria / Foto: Roberto Hernández

En este país asistió a clases de composición con el maestro Saverio Mercadante y tras terminar sus estudios regresó a Barcelona en donde ejerció su profesión y compuso un gran número de piezas de baile.

En el año 1851 fue nombrado por el gobierno Director de la Banda del Regimiento de la Reina, en Madrid. Asimismo, se le encomendó la misión de organizar las bandas militares regionales de Cuba, que era para ese entonces posesión de España.

Al momento de su llegada a España, conoció al General mexicano Antonio López de Santa Anna, con quien cultivó una gran amistad. Cuando Santa Anna partió a México invitó a su gran amigo Nunó a nuestro país con el objetivo de ser nombrado Director General de bandas militares, con un sueldo muy elevado, cargo que aceptó en 1853.

Para ese mismo año, Santa Anna convocó a poetas y compositores del país para la creación del Himno Nacional Mexicano. La letra ya había sido escrita por el poeta Francisco González Bocanegra y Nunó atendió a la convocatoria.

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Las partituras tenían que ser entregadas de acuerdo con las determinaciones establecidas en máximo 60 días y después de convencer al jurado, su emotiva obra fue nombrada como la ganadora. Nunó había firmado la partitura con solo sus iniciales y se le instó a que revelara su identidad.

El 15 de septiembre de 1854 fue entonada la melodía por primera vez en el Teatro Santa Anna y fue interpretado por los italianos Claudina Florentini, soprano, y Lorenzo Salvi, tenor, acompañados por coros y orquesta de la Gran Compañía de Ópera Italiana, dirigida por el maestro Vitessiri.

Aunque la carrera de Nunó parecía prometedora en México, con la derrota de Santa Anna salió del país en 1856 y debido a los cambios políticos el solemne himno dejó de interpretarse o bien, en las ocasiones que fue ejecutado se omitían estrofas que mencionaban a Santa Anna y a Agustín de Iturbide.

A su salida, el artista se dirigió a Cuba y Estados Unidos, en donde organizó conciertos con su banda. Vivió en Nueva York, trabajando como concertista de piano y director de orquesta, y en 1862 Nunó fue contratado por una compañía de ópera italiana.

Tras unirse a ella realizó una gira por Estados Unidos, Cuba y México, en donde por fín piso tierra azteca en 1864. Tras la gira, fijó su residencia en Estados Unidos y fundó una escuela de música en Buffalo, en donde años más tarde falleció.

Después el olvido del Himno Nacional, de Nunó y Boca negra, en 1901 volvió a interpretarse en público durante el mandato de Porfirio Díaz, quien, al dar con su paradero, invitó a Nunó a homenajear su gran labor.

Para 1904, el compositor volvió a ser invitado por el nuevo gobierno mexicano con motivo de la celebración de los cincuenta años del Himno Nacional por lo que el español volvió al país.

El músico pasó los últimos años de su vida a lado de su hijo Jaime. Su muerte sorprendió a su primogénito el 18 de julio de 1908, tras una exitosa vida.

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