/ viernes 31 de diciembre de 2021

ARTILUGIOS. Tres escenarios para el fin de año

Como supongo que el avezado lector estará festejando, estos Artilugios no serán exagerados sino más divertidos. Aunque el lector tendrá la última palabra.

1. En la novela El ponche de los deseos del escritor Michael Ende, dos hechiceros perversos preparan un ponche con el que van a destruir el mundo al sonar la última campanada del año. Dos animalitos bien interesados en impedirlo, un cuervo familiar de la bruja Tirania Vampir y un gato que canta ópera serán los encargados de elaborar un plan para detener los planes funestos de estos villanos casi cómicos. El gato Maurizio Di Mauro y el cuervo Jacobo Osadías, suben al cielo para visitar a San Silvestre, patrono del año nuevo, y pedirle que retrase la celebración para que el hechizo se confunda y los villanos no realicen sus malvados planes. San Silvestre, un viejo bonachón, acepta y retrasa la última campanada de fin de año.

Los villanos mientras tanto, la bruja Tirania y un hechicero que responde al nombre de Belcebú Sarcasmo, festejan anticipadamente su hazaña bebiendo, comiendo y hartándose de estupefacientes. Aquí me detendré para una sutil reflexión. Sin duda, el lector recordará a Ende por ser el autor de esa famosísima novela La historia sin fin, donde se introducen los personajes de la vida real en el libro. Ende fue famoso por otras novelas, Momo, Jim Botón y los poemas de Norberto Nucagorda y otros animalitos fortuitos. Esta novela es un hito pues declara la maldad de los villanos no solo por su ponche encantado sino porque consumen drogas sin ningún pudor. Ende no es un escritor estilo Disney, es un autor de felices tiempos, de ignotos ademanes, es un hombre de su tiempo, perdonando el lugar común. Leerlo es zambullirse en el universo donde la realidad se confunde con la imaginación. Por lo mismo, no es un autor gazmoño que niega los resultados del vicio. Es un hombre de una sensibilidad literaria importante, sí. No es hipócrita, lo que debemos agradecerle ante tanto autor que se dice infantil.

Nacido en 1925, fallece en 1995, Ende fue hijo único del pintor surrealista Edgar Ende y de Luise Bartholomä, una fisioterapeuta. Su infancia estuvo marcada por el ambiente artístico y bohemio en que se movía su padre. En su juventud participó en una agrupación antinazi llamada Frente Libre Bávaro mientras era estudiante, pero debió suspender sus estudios para servir al ejército alemán. Tiempo después, su familia se mudó a una zona de artistas en Múnich, lo cual sería una gran influencia para Ende más tarde. Entre 1947 y 1950 estudió interpretación en la escuela de Otto Falckenburg, en Múnich. Autor de obras de teatro, de títeres y de otros espacios, Ende nos da en El ponche de los deseos una valiente ficción donde los animalitos, siempre más conscientes de lo humano que los propios humanos, salvan al planeta, precisamente en la noche de fin de año.

Lee más: ARTILUGIOS: ¿Video-teatro o teatro-video?

Foto: Cortesía | Pinterest

Leer este juego imaginativo, escudriñar entre sus letras, volver sobre las insidias del texto convierte una historia simple, al parecer, en una acomodada alucinación filosófica. Al ingerir droga los villanos, al tramar la destrucción del mundo, Ende nos habla de los peligros que acechan a los jóvenes de todos los tiempos. sencillamente, sin aspavientos, sin jodidas moralejas. Los salvadores, el gato y el cuervo, quieren el bien. Para ello, detener a los malos es imperioso. No echemos en saco roto las notas de esta novelita, apenas 120 páginas, más alta en pensamiento que en extensión editorial. Muy recomendable.

2. ¿Vio el lector la cinta Reportaje, igualmente ambientada en la víspera de año nuevo? Es un delicioso juego cinematográfico mexicano donde todas las estrellas, las más, del cine nacional de la Época de oro conviven en álgida paz. La historia es simple. Arturo de Córdova, dueño de un diario, pide a su director, Miguel Ángel Ferriz, que lancen un concurso entre sus reporteros. Quien traiga el reportaje más interesante, ganará una cantidad de dinero en efectivo. Reúne el director general a sus reporteros, Roberto Cañedo, Luis Aldás, Víctor Parra, Manolo Fábregas, Tito Novaro, Rafael Banquells, Víctor Manuel Mendoza, no reportero sino obrero de prensa y comunica la noticia. Todos se lanzan por el reportaje, los reporteros no duermen ni descansan parece ser el lema de la cinta, excepto Roberto Cañedo que quiere pasar la fiesta con la familia pues su esposa está a punto de dar a luz.

Una complicación hace que Cañedo corra a la clínica pues su esposa, María Elena Marqués sufrió un accidente. A partir de ese momento, asistimos al desfile de estrellas de una generación irrepetible. En la clínica encontramos a Julio Villarreal, Ernesto Alonso, Miroslava, Columba Domínguez, José Elías Moreno, Amanda del Llano todos igualmente ingeniosos, haciendo sus breves intervenciones como los vimos en las películas del cine nacional. Después vemos a Pedro Infante con Carmen Sevilla en un cuento de fin de año deliciosamente fantasmal. A Libertad Lamarque con Pedro Vargas tratando de pagar la cuenta del cabaret con sus voces sonoras. En otra mesa, los hermanos Andrés y Fernando Soler comparten con las hermanas Schiller, Fanny y Annie mientras el reportero Luis Aldás trata de que le den una entrevista.

Foto: De None visible - eBay, Dominio público,

Síguenos en Facebook: @elheraldodetab y en Twitter: @heraldodetab

Recibe Fernando Soler una llamada de dos ladrones que están robando su casa y quieren la combinación de la caja fuerte o la volarán en pedazos. Los ladrones son Joaquín Pardavé, con su divertido acento árabe, y Pedro López Lagar, a quien el lector recordará en la cinta El vendedor de muñecas (1955). Asistimos a la separación/reconciliación de Arturo de Córdova y Dolores del Río, así como a la delegación donde el reportero Víctor Parra trata de obtener un reportaje del agente del ministerio público, Carlos López Moctezuma. En la delegación se van sumando Tin Tan, Marcelo Chávez, Clavillazo, Carlos Orellana, Wolf Ruvinskins, Meche Barba que sobresalen por su veta cómica.

Finalmente, Jorge Negrete y María Félix protagonizan una memorable escena donde reproducen algo de la película El rapto (1954). Emblemática, sonora, importante, esta cinta la vemos, como una tradición cada 31 de diciembre. Dirigida por Emilio Fernández y con guion del mismo Indio Fernández, Mauricio Magdaleno y Julio Alejandro, narra Guillermo Portillo Acosta, con esa voz espléndida, hija de la locución del pasado, Reportaje pasó a la historia como una reunión de artistas, todos haciendo las conocidas versiones de sus personajes. Domingo Soler como cura, José Elías Moreno como macho mexicano, Tin Tan como el comiquísimo pachuco. Ausencias, sí. Cantinflas no está, ni Sara García, ni Prudencia Griffel, ni Silvia Pinal, ni Oscar Ortiz de Pinedo, por citar algunos. Cosas de la farándula.

Foto: Pinterest

3. Cada quien su vida es otro instante que ocurre en la noche de fin de año. Contextualizada en la década de los años cuarenta o cincuenta del Siglo XX, esta extraordinaria obra, nos muestra un microcosmos que ejemplifica a una sociedad que va dejando ver sus fallas, y en la que aparecen al menos 21 personajes, que representan perfectamente a esa sociedad que vería el fin de la Segunda Mundial, y el primer gobierno de licenciados tecnócratas, que después de la pléyade de generales que gobernaron el país cuarenta y seis años, se enquistaron durante varias décadas más, y es justo en esa década del “milagro mexicano”, que la pobreza se hace notar muchísimo más.

Así vemos a este grupo de personas, retratadas por el gran dramaturgo Luis G. Basurto, quien escribió la obra en el tradicional formato de tres actos; es la que más éxito logró a lo largo de su carrera en que escribió una infinidad de obras, que fueron llevadas al teatro y al cine. Uno de los personajes principales, una prostituta de edad avanzada es la que repite constantemente la frase “cada quien su vida”, y a lo largo de la obra varios personajes la repiten convirtiendo el leit motive acuciante, denostado, feroz con que el autor retrata su tiempo.

Todo sucede un par de horas antes de la celebración de año nuevo. ¿El año? No importa, parece estar escrita para cualquier noche vieja. En el bar en que sucede todo, aparece el Gachupín, un español dueño del bar. Aparecen también, el hijo del patrón y la novia de este, que son empleados de aquel. No puede faltar el Padrote que da clara muestra de su escondido gusto por un homosexual del cual se hace acompañar, además de maltratar a la novia que regenteaba.


Y entre llantos, risas, discusiones y peleas, transcurren varias horas y sucesos que cambiarán la vida y la forma de pensar de varios de los asistentes. En fin, todo un pequeño cosmos que plasmó perfectamente el autor, y que puede ser vigente en cualquier fiesta de fin de año, en donde quiera que ésta se lleve a cabo (hogar, oficina, cantina, bar, antro, etc.) y, sobre todo, en cualquier estatus social. Las envidias, las virtudes, los vicios, las traiciones, las malas vibras nunca faltan en estos escenarios. Esta obra define la transición mexicana con la que vivimos a partir de ese momento en el ámbito partidista.

Si el lector confía en mis recomendaciones, muchas gracias. Si no, como decía el hombre del corbatón, El saber no ocupa lugar.

1. En la novela El ponche de los deseos del escritor Michael Ende, dos hechiceros perversos preparan un ponche con el que van a destruir el mundo al sonar la última campanada del año. Dos animalitos bien interesados en impedirlo, un cuervo familiar de la bruja Tirania Vampir y un gato que canta ópera serán los encargados de elaborar un plan para detener los planes funestos de estos villanos casi cómicos. El gato Maurizio Di Mauro y el cuervo Jacobo Osadías, suben al cielo para visitar a San Silvestre, patrono del año nuevo, y pedirle que retrase la celebración para que el hechizo se confunda y los villanos no realicen sus malvados planes. San Silvestre, un viejo bonachón, acepta y retrasa la última campanada de fin de año.

Los villanos mientras tanto, la bruja Tirania y un hechicero que responde al nombre de Belcebú Sarcasmo, festejan anticipadamente su hazaña bebiendo, comiendo y hartándose de estupefacientes. Aquí me detendré para una sutil reflexión. Sin duda, el lector recordará a Ende por ser el autor de esa famosísima novela La historia sin fin, donde se introducen los personajes de la vida real en el libro. Ende fue famoso por otras novelas, Momo, Jim Botón y los poemas de Norberto Nucagorda y otros animalitos fortuitos. Esta novela es un hito pues declara la maldad de los villanos no solo por su ponche encantado sino porque consumen drogas sin ningún pudor. Ende no es un escritor estilo Disney, es un autor de felices tiempos, de ignotos ademanes, es un hombre de su tiempo, perdonando el lugar común. Leerlo es zambullirse en el universo donde la realidad se confunde con la imaginación. Por lo mismo, no es un autor gazmoño que niega los resultados del vicio. Es un hombre de una sensibilidad literaria importante, sí. No es hipócrita, lo que debemos agradecerle ante tanto autor que se dice infantil.

Nacido en 1925, fallece en 1995, Ende fue hijo único del pintor surrealista Edgar Ende y de Luise Bartholomä, una fisioterapeuta. Su infancia estuvo marcada por el ambiente artístico y bohemio en que se movía su padre. En su juventud participó en una agrupación antinazi llamada Frente Libre Bávaro mientras era estudiante, pero debió suspender sus estudios para servir al ejército alemán. Tiempo después, su familia se mudó a una zona de artistas en Múnich, lo cual sería una gran influencia para Ende más tarde. Entre 1947 y 1950 estudió interpretación en la escuela de Otto Falckenburg, en Múnich. Autor de obras de teatro, de títeres y de otros espacios, Ende nos da en El ponche de los deseos una valiente ficción donde los animalitos, siempre más conscientes de lo humano que los propios humanos, salvan al planeta, precisamente en la noche de fin de año.

Lee más: ARTILUGIOS: ¿Video-teatro o teatro-video?

Foto: Cortesía | Pinterest

Leer este juego imaginativo, escudriñar entre sus letras, volver sobre las insidias del texto convierte una historia simple, al parecer, en una acomodada alucinación filosófica. Al ingerir droga los villanos, al tramar la destrucción del mundo, Ende nos habla de los peligros que acechan a los jóvenes de todos los tiempos. sencillamente, sin aspavientos, sin jodidas moralejas. Los salvadores, el gato y el cuervo, quieren el bien. Para ello, detener a los malos es imperioso. No echemos en saco roto las notas de esta novelita, apenas 120 páginas, más alta en pensamiento que en extensión editorial. Muy recomendable.

2. ¿Vio el lector la cinta Reportaje, igualmente ambientada en la víspera de año nuevo? Es un delicioso juego cinematográfico mexicano donde todas las estrellas, las más, del cine nacional de la Época de oro conviven en álgida paz. La historia es simple. Arturo de Córdova, dueño de un diario, pide a su director, Miguel Ángel Ferriz, que lancen un concurso entre sus reporteros. Quien traiga el reportaje más interesante, ganará una cantidad de dinero en efectivo. Reúne el director general a sus reporteros, Roberto Cañedo, Luis Aldás, Víctor Parra, Manolo Fábregas, Tito Novaro, Rafael Banquells, Víctor Manuel Mendoza, no reportero sino obrero de prensa y comunica la noticia. Todos se lanzan por el reportaje, los reporteros no duermen ni descansan parece ser el lema de la cinta, excepto Roberto Cañedo que quiere pasar la fiesta con la familia pues su esposa está a punto de dar a luz.

Una complicación hace que Cañedo corra a la clínica pues su esposa, María Elena Marqués sufrió un accidente. A partir de ese momento, asistimos al desfile de estrellas de una generación irrepetible. En la clínica encontramos a Julio Villarreal, Ernesto Alonso, Miroslava, Columba Domínguez, José Elías Moreno, Amanda del Llano todos igualmente ingeniosos, haciendo sus breves intervenciones como los vimos en las películas del cine nacional. Después vemos a Pedro Infante con Carmen Sevilla en un cuento de fin de año deliciosamente fantasmal. A Libertad Lamarque con Pedro Vargas tratando de pagar la cuenta del cabaret con sus voces sonoras. En otra mesa, los hermanos Andrés y Fernando Soler comparten con las hermanas Schiller, Fanny y Annie mientras el reportero Luis Aldás trata de que le den una entrevista.

Foto: De None visible - eBay, Dominio público,

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Recibe Fernando Soler una llamada de dos ladrones que están robando su casa y quieren la combinación de la caja fuerte o la volarán en pedazos. Los ladrones son Joaquín Pardavé, con su divertido acento árabe, y Pedro López Lagar, a quien el lector recordará en la cinta El vendedor de muñecas (1955). Asistimos a la separación/reconciliación de Arturo de Córdova y Dolores del Río, así como a la delegación donde el reportero Víctor Parra trata de obtener un reportaje del agente del ministerio público, Carlos López Moctezuma. En la delegación se van sumando Tin Tan, Marcelo Chávez, Clavillazo, Carlos Orellana, Wolf Ruvinskins, Meche Barba que sobresalen por su veta cómica.

Finalmente, Jorge Negrete y María Félix protagonizan una memorable escena donde reproducen algo de la película El rapto (1954). Emblemática, sonora, importante, esta cinta la vemos, como una tradición cada 31 de diciembre. Dirigida por Emilio Fernández y con guion del mismo Indio Fernández, Mauricio Magdaleno y Julio Alejandro, narra Guillermo Portillo Acosta, con esa voz espléndida, hija de la locución del pasado, Reportaje pasó a la historia como una reunión de artistas, todos haciendo las conocidas versiones de sus personajes. Domingo Soler como cura, José Elías Moreno como macho mexicano, Tin Tan como el comiquísimo pachuco. Ausencias, sí. Cantinflas no está, ni Sara García, ni Prudencia Griffel, ni Silvia Pinal, ni Oscar Ortiz de Pinedo, por citar algunos. Cosas de la farándula.

Foto: Pinterest

3. Cada quien su vida es otro instante que ocurre en la noche de fin de año. Contextualizada en la década de los años cuarenta o cincuenta del Siglo XX, esta extraordinaria obra, nos muestra un microcosmos que ejemplifica a una sociedad que va dejando ver sus fallas, y en la que aparecen al menos 21 personajes, que representan perfectamente a esa sociedad que vería el fin de la Segunda Mundial, y el primer gobierno de licenciados tecnócratas, que después de la pléyade de generales que gobernaron el país cuarenta y seis años, se enquistaron durante varias décadas más, y es justo en esa década del “milagro mexicano”, que la pobreza se hace notar muchísimo más.

Así vemos a este grupo de personas, retratadas por el gran dramaturgo Luis G. Basurto, quien escribió la obra en el tradicional formato de tres actos; es la que más éxito logró a lo largo de su carrera en que escribió una infinidad de obras, que fueron llevadas al teatro y al cine. Uno de los personajes principales, una prostituta de edad avanzada es la que repite constantemente la frase “cada quien su vida”, y a lo largo de la obra varios personajes la repiten convirtiendo el leit motive acuciante, denostado, feroz con que el autor retrata su tiempo.

Todo sucede un par de horas antes de la celebración de año nuevo. ¿El año? No importa, parece estar escrita para cualquier noche vieja. En el bar en que sucede todo, aparece el Gachupín, un español dueño del bar. Aparecen también, el hijo del patrón y la novia de este, que son empleados de aquel. No puede faltar el Padrote que da clara muestra de su escondido gusto por un homosexual del cual se hace acompañar, además de maltratar a la novia que regenteaba.


Y entre llantos, risas, discusiones y peleas, transcurren varias horas y sucesos que cambiarán la vida y la forma de pensar de varios de los asistentes. En fin, todo un pequeño cosmos que plasmó perfectamente el autor, y que puede ser vigente en cualquier fiesta de fin de año, en donde quiera que ésta se lleve a cabo (hogar, oficina, cantina, bar, antro, etc.) y, sobre todo, en cualquier estatus social. Las envidias, las virtudes, los vicios, las traiciones, las malas vibras nunca faltan en estos escenarios. Esta obra define la transición mexicana con la que vivimos a partir de ese momento en el ámbito partidista.

Si el lector confía en mis recomendaciones, muchas gracias. Si no, como decía el hombre del corbatón, El saber no ocupa lugar.

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