/ viernes 24 de diciembre de 2021

ARTILUGIOS. Tiros en el concierto

No recuerdo quien lo dijo, pero es real. La política en el arte es como un disparo en mitad de un concierto. Ofende, sorprende, irrita, pero no deja de llamar la atención.

Lo anterior vino a mi mente después de ver la cinta El joven Toscanini, de Franco Zeffirelli (1988) que realmente debería llamarse De cómo se abolió la esclavitud en Brasil gracias a las palabras de una diva. En la cinta, el joven Toscanini (C. Thomas Howell) es rechazado en su audición en la Scala de Milán. El empresario Claudio Rossi (John Rhys Davies) lo contrata como violonchelista en una gira por América Latina, teniendo como primera parada, Brasil donde Toscanini conoce a la diva Nadina Bullicioff (Elizabeth Taylor) con quien establece un escarceo amoroso que deriva en el condicionamiento de la diva en cuanto a la situación esclavista prevaleciente en el país a raíz de las medidas del emperador Pedro. Al reprocharle el joven Toscanini la indiferencia al maltrato a los esclavos, la diva responde que él está en esa casa para dar lecciones de piano, no para ofrecer discursos políticos. Toscanini sale de la casa avergonzado. Claro, su reclamo no deja sin mella el ánimo de la mujer.

Foto: Cortesía | imdb

Representando la ópera Aída, Toscanini alecciona siendo a su vez aleccionado por el amor de una joven defensora de los derechos humanos, Margarita (Sophie Ward). En mitad de la representación, justo antes del solo de Aída, la diva detiene la acción y ofrece un sonoro discurso a la audiencia criticando la esclavitud, la política del emperador y diciendo que, a partir de ese momento, ella libera a sus esclavos, lo que deviene en un aplauso ensordecedor de la galería y un abucheo por parte de los aristócratas.

Zeffirelli lo logra, da un disparo en medio del concierto y provoca la atención. Después de esta escena, aparece un cartelito que resume la cinta: La esclavitud fue abolida en Brasil dos años después, el 18 de mayo de 1888. Ya solo sabemos de los triunfos de Toscanini, el más humoroso director de orquesta en ese tiempo. O sea, la esclavitud en Brasil desaparece gracias al discurso, por demás sentimentaloide, de la diva. Nada tiene que ver la política que, como ciencia, al fin y al cabo, tiene avances acumulativos. La abolición de la esclavitud, según Zeffirelli fue obra de una artista tocada en su más sensiblero adviento. Es casi como la declaración de Tarantino, haciendo morir a Hitler en un cine en la cinta Bastardos sin gloria (2019), suma aspiración de cualquier artista, saltándonos la Historia a la torera. Dejamos la película.

MÁS TIROS.

Supongamos que la discusión está por demás zanjada. Que nadie, en estos tiempos de alta política, se detendría en discutirlo nuevamente. Déjeme decirle, lector asiduo, que no es así. Los artistas siempre tenemos norteada la brújula política. Nos damos a causas nobles antes que a causas eficaces.

Y no lo digo por nadie en especial. Solo agrego que la reyerta formada por algunos actores artísticos, más aleccionados que artistas, fue un grano, un forúnculo a extirpar en tiempos añejos. ¿Cómo lo extirpó la sociedad? De ninguna forma, aun se huele a secta, a grupo, a tribu. Quien no piensa como yo, es mi enemigo. La tolerancia es sinónimo de debilidad. Hay mucho de Savonarola en cada Ché Guevara. Incisivos, los grupos de artistas señalan diferencias antes que convergencias. A veces más por darse a notar que por verdadero sentimiento gremial. Causas y causas.

Por ejemplo, la ley que prohíbe animales en los circos fue recibida con regocijo por las asociaciones protectoras de animales. Dejamos de ver osos, leones, caballos, dromedarios, perritos amaestrados en los circos. Ahora bien, hace poco se habla de prohibir las corridas de toros en la Plaza México, la más grande del mundo dicen los exegetas. Con esto queda implícito que las corridas de toros, suma cruzada de los defensores de los derechos de los animales, quedan abolidas definitivamente.

Con cinco votos a favor y cuatro ausencias los legisladores decidieron hace unas semanas la prohibición de las corridas de toros, lo que ocasionaría el cierre de la Monumental Plaza México. El Congreso de la CDMX votó para terminar con las corridas de toros. El asunto debe llegar a Pleno y ahí las fuerzas serán otras. Para empezar, el mundo al revés: formaciones de izquierdas, como Morena, con mayoría en la Cámara estatal, no acudieron a la sesión; las de derechas, como el PAN, en la oposición, sumaron su mano alzada a las del PRD, el PRI y los Verdes para eliminar una costumbre, tradición, espectáculo sangriento, tortura o cultura.

Foto: Cortesía | bioguia

Cada uno le pone su adjetivo al debate recurrente. Cerca de 50.000 aficionados dejarán de reunirse en este emblemático coso de la tauromaquia, pero los tiempos han hablado, y la plaza no alcanza la bandera. Esas son las cifras, aunque, como el vaso, el medio aforo unos lo ven tirando a vacío y otros a lleno. La fiesta se muere de tarde en tarde, todos los saben, pero unos piden muerte natural y otros, ahora sí, reclaman la puntilla.

Así las cosas, ahí reside un poco de la espectacularidad de las decisiones políticas. Tiros en el concierto. ¿Cuándo se darán la vuelta, legisladores y defensores, a ver en los laboratorios de cosméticos los abusos terribles que les hacen a los animalitos? En ellos prueban lápices de labios, rímel, rouge y otros embelecos de la fascinación femenina, destruyéndolos en abominables pruebas. En estos estudios, que generalmente no usan analgésicos, se mide el grado de irritación e inflamación en ojos y piel; en consecuencia, los animales se pueden quedar ciegos, sufrir convulsiones o incluso morir.

Es frecuente que estas pruebas produzcan resultados inexactos o erróneos dado que el grado de lesión es subjetiva para el observador. Entonces, queda claro. Nos gusta mucho ver que alguien pone en el arte un disparo, un rudo apéndice donde volteamos a ver porque es de llamar la atención. Cuando la sensación del disparo se detiene, entonces volteamos hacia otro lado, dejando solo al artista que, pistola en mano, deberá enfrentar solo las consecuencias.

¿Cuánto durará esta costumbrita? ¿Pronto podremos hablar de tolerancia, de congruencia, de sincera veracidad en nuestra obra artística? Son temas demasiado duros, creo, para este fin de año. Pero el lector tendrá la última palabra. Felices fiestas.

No recuerdo quien lo dijo, pero es real. La política en el arte es como un disparo en mitad de un concierto. Ofende, sorprende, irrita, pero no deja de llamar la atención.

Lo anterior vino a mi mente después de ver la cinta El joven Toscanini, de Franco Zeffirelli (1988) que realmente debería llamarse De cómo se abolió la esclavitud en Brasil gracias a las palabras de una diva. En la cinta, el joven Toscanini (C. Thomas Howell) es rechazado en su audición en la Scala de Milán. El empresario Claudio Rossi (John Rhys Davies) lo contrata como violonchelista en una gira por América Latina, teniendo como primera parada, Brasil donde Toscanini conoce a la diva Nadina Bullicioff (Elizabeth Taylor) con quien establece un escarceo amoroso que deriva en el condicionamiento de la diva en cuanto a la situación esclavista prevaleciente en el país a raíz de las medidas del emperador Pedro. Al reprocharle el joven Toscanini la indiferencia al maltrato a los esclavos, la diva responde que él está en esa casa para dar lecciones de piano, no para ofrecer discursos políticos. Toscanini sale de la casa avergonzado. Claro, su reclamo no deja sin mella el ánimo de la mujer.

Foto: Cortesía | imdb

Representando la ópera Aída, Toscanini alecciona siendo a su vez aleccionado por el amor de una joven defensora de los derechos humanos, Margarita (Sophie Ward). En mitad de la representación, justo antes del solo de Aída, la diva detiene la acción y ofrece un sonoro discurso a la audiencia criticando la esclavitud, la política del emperador y diciendo que, a partir de ese momento, ella libera a sus esclavos, lo que deviene en un aplauso ensordecedor de la galería y un abucheo por parte de los aristócratas.

Zeffirelli lo logra, da un disparo en medio del concierto y provoca la atención. Después de esta escena, aparece un cartelito que resume la cinta: La esclavitud fue abolida en Brasil dos años después, el 18 de mayo de 1888. Ya solo sabemos de los triunfos de Toscanini, el más humoroso director de orquesta en ese tiempo. O sea, la esclavitud en Brasil desaparece gracias al discurso, por demás sentimentaloide, de la diva. Nada tiene que ver la política que, como ciencia, al fin y al cabo, tiene avances acumulativos. La abolición de la esclavitud, según Zeffirelli fue obra de una artista tocada en su más sensiblero adviento. Es casi como la declaración de Tarantino, haciendo morir a Hitler en un cine en la cinta Bastardos sin gloria (2019), suma aspiración de cualquier artista, saltándonos la Historia a la torera. Dejamos la película.

MÁS TIROS.

Supongamos que la discusión está por demás zanjada. Que nadie, en estos tiempos de alta política, se detendría en discutirlo nuevamente. Déjeme decirle, lector asiduo, que no es así. Los artistas siempre tenemos norteada la brújula política. Nos damos a causas nobles antes que a causas eficaces.

Y no lo digo por nadie en especial. Solo agrego que la reyerta formada por algunos actores artísticos, más aleccionados que artistas, fue un grano, un forúnculo a extirpar en tiempos añejos. ¿Cómo lo extirpó la sociedad? De ninguna forma, aun se huele a secta, a grupo, a tribu. Quien no piensa como yo, es mi enemigo. La tolerancia es sinónimo de debilidad. Hay mucho de Savonarola en cada Ché Guevara. Incisivos, los grupos de artistas señalan diferencias antes que convergencias. A veces más por darse a notar que por verdadero sentimiento gremial. Causas y causas.

Por ejemplo, la ley que prohíbe animales en los circos fue recibida con regocijo por las asociaciones protectoras de animales. Dejamos de ver osos, leones, caballos, dromedarios, perritos amaestrados en los circos. Ahora bien, hace poco se habla de prohibir las corridas de toros en la Plaza México, la más grande del mundo dicen los exegetas. Con esto queda implícito que las corridas de toros, suma cruzada de los defensores de los derechos de los animales, quedan abolidas definitivamente.

Con cinco votos a favor y cuatro ausencias los legisladores decidieron hace unas semanas la prohibición de las corridas de toros, lo que ocasionaría el cierre de la Monumental Plaza México. El Congreso de la CDMX votó para terminar con las corridas de toros. El asunto debe llegar a Pleno y ahí las fuerzas serán otras. Para empezar, el mundo al revés: formaciones de izquierdas, como Morena, con mayoría en la Cámara estatal, no acudieron a la sesión; las de derechas, como el PAN, en la oposición, sumaron su mano alzada a las del PRD, el PRI y los Verdes para eliminar una costumbre, tradición, espectáculo sangriento, tortura o cultura.

Foto: Cortesía | bioguia

Cada uno le pone su adjetivo al debate recurrente. Cerca de 50.000 aficionados dejarán de reunirse en este emblemático coso de la tauromaquia, pero los tiempos han hablado, y la plaza no alcanza la bandera. Esas son las cifras, aunque, como el vaso, el medio aforo unos lo ven tirando a vacío y otros a lleno. La fiesta se muere de tarde en tarde, todos los saben, pero unos piden muerte natural y otros, ahora sí, reclaman la puntilla.

Así las cosas, ahí reside un poco de la espectacularidad de las decisiones políticas. Tiros en el concierto. ¿Cuándo se darán la vuelta, legisladores y defensores, a ver en los laboratorios de cosméticos los abusos terribles que les hacen a los animalitos? En ellos prueban lápices de labios, rímel, rouge y otros embelecos de la fascinación femenina, destruyéndolos en abominables pruebas. En estos estudios, que generalmente no usan analgésicos, se mide el grado de irritación e inflamación en ojos y piel; en consecuencia, los animales se pueden quedar ciegos, sufrir convulsiones o incluso morir.

Es frecuente que estas pruebas produzcan resultados inexactos o erróneos dado que el grado de lesión es subjetiva para el observador. Entonces, queda claro. Nos gusta mucho ver que alguien pone en el arte un disparo, un rudo apéndice donde volteamos a ver porque es de llamar la atención. Cuando la sensación del disparo se detiene, entonces volteamos hacia otro lado, dejando solo al artista que, pistola en mano, deberá enfrentar solo las consecuencias.

¿Cuánto durará esta costumbrita? ¿Pronto podremos hablar de tolerancia, de congruencia, de sincera veracidad en nuestra obra artística? Son temas demasiado duros, creo, para este fin de año. Pero el lector tendrá la última palabra. Felices fiestas.

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