El rumor de que el gobernador Adán Augusto López Hernández iba a renunciar a su actual encomienda, para sustituir a Octavio Romero Oropeza en Pemex, no tuvo el eco político deseado que sus perversos detractores planearon, diseñaron y ejecutaron.
Se difuminó casi con la misma velocidad con la que desaparecieron los rumores surgidos en otras administraciones estatales.
Si duró algunas horas, fue más bien debido, a la proverbial incapacidad e incompetencia del malogrado candidato a la alcaldía de Centro. A quien usaron de gancho, para que se tuviera más impacto político y social.
Políticamente la remoción del inquilino de la Quinta Grijalva es impensable, por una simple y sencilla razón: son tiempos electorales. Cambiar a algún mandatario de Morena en estos precisos momentos resultaría contraproducente, retrógrada.
Innecesariamente se podría en riesgo no nada más las curules federales, sino también las locales y las propias alcaldías.
Adán Augusto López Hernández, no ha tenido mayores problemas. Sigue teniendo el control político y social del estado que gobierna. No hay una causa grave del porqué iban a cambiarlo a unos meses de haber iniciado su tercer año de gobierno.
Si alguien está obligado a entregarle buenas cuentas al paisano Andrés Manuel López Obrador es su par en la entidad, y no precisamente, porque sean correligionarios y amigos, sino porque el notario público con licencia está consciente de que el presidente no se puede dar el lujo de perder en las urnas su tierra, y menos las diputaciones que integran la Cámara baja del Congreso de la Unión.
No sé qué vaya a ocurrir el año próximo, lo que sí puedo asegurarle, es que Adán Augusto López Hernández seguirá gobernando.
Su relevo es por ahora política y electoralmente imposible, y más cuando su partido no tiene a rivales competitivos que enfrentar en las elecciones intermedias.
Prácticamente, van a un día de campo.
“SQUOD SCRIPSI, SCRIPSI”
(LO ESCRITO, ESCRITO ESTÁ)
El nuevo convenio con la CFE a beneficio de la población, fue del gobierno una jugada magistral.
A tiros y troyanos, agarró de sorpresa.
Respuestas tardías, confusas y ambiguas.
Ahora sí, que los agarraron como al “tigre de Santa Julia”.