/ lunes 17 de junio de 2019

Sin identidad ni mística partidista

El problema central del ex secretario de Salud, José Ramón Narro Nobles, en sus legítimas pretensiones por relevar en la dirigencia nacional del PRI a Claudia Ruiz Massieu, no es su falta de inteligencia, brillantez, institucionalidad, profesionalismo y honradez (por cierto, esta última cuestionada en sus conferencias mañaneras por el paisano Andrés Manuel López Obrador), sino su falta de identidad y mística partidista.

Su principal obstáculo para llegar al edificio de Insurgentes norte no es el que haya sido empleado del inepto mexiquense Enrique Peña Nieto, sino que el priista de abajo, del que camina a pie, no lo siente uno de los suyos, no lo identifican como tal.Puedo jurarle que a José Ramón Narro Robles los priistas lo recuerdan más como rector de la UNAM que, como militante priista.

De los que aspiran a llegar a dirigir al PRI nacional es el que menos trabajo partidista tiene y, por ende, menos méritos. Y en el ámbito legislativo también está pelas, pues no ha sido ni diputado local, ni tan siquiera regidor.

En pocas palabras: no tiene carrera partidista.

Carece de la experiencia, a pesar de que estuvo al frente de la UNAM, que se necesita para conducir la nave priista, y más en las patéticas y lamentables condiciones en que quedó el partido, luego de las elecciones del año pasado, en las que perdieron en las urnas, el grueso de los cargos públicos que se disputaron a nivel federal y estatal.

El PRI ya no aguanta más dirigencias vergonzosas, como las que protagonizó el mezquino de Enrique Ochoa Reza. Un tecnócrata insensible más, alejado de la base priista, como muchos de los ex presidentes de la República que desdeMiguel de la Madrid Hurtado se encargaron puntualmente de irle dando en toda la torre al institucional, y que exitosamente fue coronado, por el inútil de inútiles: Enrique Peña Nieto.

Ahora más que nunca, el PRI requiere urgentemente de un líder que no solo deje el confort de sus oficinas centrales, sino combativo, aguerrido, carismático, visionario y, sobre todo, inteligente.

Un dirigente que conozca a fondo no nada más las tripas del partido, sino de la política nacional.

Y creo que el ex gobernador con licencia, Rafael Alejandro Moreno Cárdenas, cumple con estos requisitos.

Su currículo vitae lo avala.

Por lo que su arribó es casi un hecho, mejor dicho, sin el casi. Es una tangible realidad.

“SQUOD SCRIPSI, SCRIPSI” (LO ESCRITO, ESCRITO ESTÁ)

No solo el ex gobernador Andrés Rafael Granier Melo está política, moral y éticamente obligado a demandar a su ex par Arturo Núñez Jiménez, sino también los ex funcionarios que infamemente enlodaron durante su caótica administración.

El daño que psicológicamente les ocasionaron, y por consecuencia a sus familias, fue pernicioso, mezquino, cobarde e inhumano.

Legal, mediática y políticamente se ensañaron con ellos.

Arturo Núñez Jiménez y los testaferros que siguieron su juego perverso deben de responder ante la ley por todas las arbitrariedades que cometieron.

Y en el gobierno de Adán Augusto López Hernández y del propio Andrés Manuel López Obrador también están obligados a demandarlos.

El daño al erario federal, pero capitalmente, a la hacienda pública estatal, fue monstruoso, sin precedente alguno.

Al menos, claro está, que todo haya sido una patraña, como la que Núñez Jiménez y Martha Lilia López Aguileraarmaron contra Granier Melo y algunos ex colaboradores, y que a varios de ellos costó cárcel.

Impunidad es lo que menos debe de existir en este caso, como en ninguno.

Quien torció la ley, lisa y llanamente, que responda ante las autoridades competentes.

Si es que verdaderamente vivimos en un Estado de Derecho.

Si no, pues sigamos simulando como hasta ahora.

El problema central del ex secretario de Salud, José Ramón Narro Nobles, en sus legítimas pretensiones por relevar en la dirigencia nacional del PRI a Claudia Ruiz Massieu, no es su falta de inteligencia, brillantez, institucionalidad, profesionalismo y honradez (por cierto, esta última cuestionada en sus conferencias mañaneras por el paisano Andrés Manuel López Obrador), sino su falta de identidad y mística partidista.

Su principal obstáculo para llegar al edificio de Insurgentes norte no es el que haya sido empleado del inepto mexiquense Enrique Peña Nieto, sino que el priista de abajo, del que camina a pie, no lo siente uno de los suyos, no lo identifican como tal.Puedo jurarle que a José Ramón Narro Robles los priistas lo recuerdan más como rector de la UNAM que, como militante priista.

De los que aspiran a llegar a dirigir al PRI nacional es el que menos trabajo partidista tiene y, por ende, menos méritos. Y en el ámbito legislativo también está pelas, pues no ha sido ni diputado local, ni tan siquiera regidor.

En pocas palabras: no tiene carrera partidista.

Carece de la experiencia, a pesar de que estuvo al frente de la UNAM, que se necesita para conducir la nave priista, y más en las patéticas y lamentables condiciones en que quedó el partido, luego de las elecciones del año pasado, en las que perdieron en las urnas, el grueso de los cargos públicos que se disputaron a nivel federal y estatal.

El PRI ya no aguanta más dirigencias vergonzosas, como las que protagonizó el mezquino de Enrique Ochoa Reza. Un tecnócrata insensible más, alejado de la base priista, como muchos de los ex presidentes de la República que desdeMiguel de la Madrid Hurtado se encargaron puntualmente de irle dando en toda la torre al institucional, y que exitosamente fue coronado, por el inútil de inútiles: Enrique Peña Nieto.

Ahora más que nunca, el PRI requiere urgentemente de un líder que no solo deje el confort de sus oficinas centrales, sino combativo, aguerrido, carismático, visionario y, sobre todo, inteligente.

Un dirigente que conozca a fondo no nada más las tripas del partido, sino de la política nacional.

Y creo que el ex gobernador con licencia, Rafael Alejandro Moreno Cárdenas, cumple con estos requisitos.

Su currículo vitae lo avala.

Por lo que su arribó es casi un hecho, mejor dicho, sin el casi. Es una tangible realidad.

“SQUOD SCRIPSI, SCRIPSI” (LO ESCRITO, ESCRITO ESTÁ)

No solo el ex gobernador Andrés Rafael Granier Melo está política, moral y éticamente obligado a demandar a su ex par Arturo Núñez Jiménez, sino también los ex funcionarios que infamemente enlodaron durante su caótica administración.

El daño que psicológicamente les ocasionaron, y por consecuencia a sus familias, fue pernicioso, mezquino, cobarde e inhumano.

Legal, mediática y políticamente se ensañaron con ellos.

Arturo Núñez Jiménez y los testaferros que siguieron su juego perverso deben de responder ante la ley por todas las arbitrariedades que cometieron.

Y en el gobierno de Adán Augusto López Hernández y del propio Andrés Manuel López Obrador también están obligados a demandarlos.

El daño al erario federal, pero capitalmente, a la hacienda pública estatal, fue monstruoso, sin precedente alguno.

Al menos, claro está, que todo haya sido una patraña, como la que Núñez Jiménez y Martha Lilia López Aguileraarmaron contra Granier Melo y algunos ex colaboradores, y que a varios de ellos costó cárcel.

Impunidad es lo que menos debe de existir en este caso, como en ninguno.

Quien torció la ley, lisa y llanamente, que responda ante las autoridades competentes.

Si es que verdaderamente vivimos en un Estado de Derecho.

Si no, pues sigamos simulando como hasta ahora.