/ martes 26 de marzo de 2019

Seguridad Pública, gran reto gubernamental

Todo nuevo gobierno, necesita tiempo prudente y el beneficio de la duda, ante los problemas que agravian a la población, tales como son, el desempleo y la galopante inseguridad.

<capitular>Se sabe que aunque sean positivas, la actitud y la aptitud, de cualquier titular de la Secretaria de Seguridad y Protección Ciudadana de Tabasco, se llame Jorge Alberto Aguirre Carbajal o de otra manera; el problema no radica en la cabeza, sino en varios malos policías y oficiales que se incrustaron hace tiempo en los otrora preparados y disciplinados cuerpos policiales que se formaron en el antiguo Colegio de Policía.

Hoy, urge una verdadera reingeniería, ante el poco profesionalismo de algunos policías; el “valemadrismo” de otros; así como la obsolescencia de la infraestructura operativa con la que cuentan.

Según la definición del Foro de Profesionales Latinoamericanos de Seguridad, la seguridad pública es un servicio que debe brindar el Estado para garantizar la integridad de todos los ciudadanos y sus bienes.

Implica que los ciudadanos pueden convivir en armonía, cada uno respetando los derechos individuales del otro.

El Estado debe ser el garante de la seguridad pública y el máximo responsable a la hora de evitar las alteraciones del orden social.

Es decir, es el vigilante principal de que no se vulnere el Estado de Derecho; y en caso, de que no se respete, debe percatarse que la afrenta a la Ley, sea sancionada justa y pertinentemente.

En este sentido, la seguridad pública es un servicio que debe ser universal (debe alcanzar a todas las personas) para proteger la integridad física de los ciudadanos y sus bienes. En pocas palabras, esa debe la tarea básica de toda fuerza pública policial.

Esa es la razón de existir de las fuerzas de seguridad, que deben trabajar de la mano con el poder judicial. Será éste quien deberá aplicar los castigos que estipula la ley, según la gravedad del delito.

Las fuerzas de la seguridad pública deben prevenir la comisión de delitos y reprimir éstos una vez que están curso o se han producido.

En síntesis, la seguridad pública depende, entre otros múltiples factores, de la eficacia de la policía, su preparación, su modernización, su adecuada logística e infraestructura; así como la impecable coordinación entre sus directivos, mandos y tropa.

Todo lo anterior, habrá de desglosarse y detallarse en un auténtico Programa Sexenal de Seguridad Pública, que marque la guía para llevar a buen puerto, las políticas públicas que intenten aplicarse.

Incluso, ya nadie confía en nada ni en nadie y mucho menos en los propios policías. Más cuando se escucha por muchos lados que algunos elementos podrían estar inmiscuidos con quienes se pretende combatir.

En tal contexto, la permanencia o cambio de Jorge Alberto Aguirre Carbajal no es lo importante, sino tener un verdadero diagnóstico, plan y líneas de acción, para prevenir y combatir a todo aquel que ponga en peligro la seguridad del patrimonio, la vida y la libertad de los tabasqueños.

Desde luego lamentarse, comentar en corillos, la descoordinación actual, es un recurso válido para quienes tienen la voz, pero no los medios. Sin embargo, la seguridad debe ser preocupación y ocupación de todos. Cuidémonos entre todos. Que el miedo no nos refunda en nuestras casas o nuestros enrejados negocios.

Es cierto, merecemos una mejor Seguridad Pública; y los gobernantes habrán de encontrar Políticas Públicas eficientes y efectivas, pero no habrá que desdeñar que la comunidad la hacemos todos, no sólo la policía y los políticos.

Así que quitar a un titular o no, nunca será lo importante, al menos que, políticamente, convenga a los adentro de la corporación.

Todo nuevo gobierno, necesita tiempo prudente y el beneficio de la duda, ante los problemas que agravian a la población, tales como son, el desempleo y la galopante inseguridad.

<capitular>Se sabe que aunque sean positivas, la actitud y la aptitud, de cualquier titular de la Secretaria de Seguridad y Protección Ciudadana de Tabasco, se llame Jorge Alberto Aguirre Carbajal o de otra manera; el problema no radica en la cabeza, sino en varios malos policías y oficiales que se incrustaron hace tiempo en los otrora preparados y disciplinados cuerpos policiales que se formaron en el antiguo Colegio de Policía.

Hoy, urge una verdadera reingeniería, ante el poco profesionalismo de algunos policías; el “valemadrismo” de otros; así como la obsolescencia de la infraestructura operativa con la que cuentan.

Según la definición del Foro de Profesionales Latinoamericanos de Seguridad, la seguridad pública es un servicio que debe brindar el Estado para garantizar la integridad de todos los ciudadanos y sus bienes.

Implica que los ciudadanos pueden convivir en armonía, cada uno respetando los derechos individuales del otro.

El Estado debe ser el garante de la seguridad pública y el máximo responsable a la hora de evitar las alteraciones del orden social.

Es decir, es el vigilante principal de que no se vulnere el Estado de Derecho; y en caso, de que no se respete, debe percatarse que la afrenta a la Ley, sea sancionada justa y pertinentemente.

En este sentido, la seguridad pública es un servicio que debe ser universal (debe alcanzar a todas las personas) para proteger la integridad física de los ciudadanos y sus bienes. En pocas palabras, esa debe la tarea básica de toda fuerza pública policial.

Esa es la razón de existir de las fuerzas de seguridad, que deben trabajar de la mano con el poder judicial. Será éste quien deberá aplicar los castigos que estipula la ley, según la gravedad del delito.

Las fuerzas de la seguridad pública deben prevenir la comisión de delitos y reprimir éstos una vez que están curso o se han producido.

En síntesis, la seguridad pública depende, entre otros múltiples factores, de la eficacia de la policía, su preparación, su modernización, su adecuada logística e infraestructura; así como la impecable coordinación entre sus directivos, mandos y tropa.

Todo lo anterior, habrá de desglosarse y detallarse en un auténtico Programa Sexenal de Seguridad Pública, que marque la guía para llevar a buen puerto, las políticas públicas que intenten aplicarse.

Incluso, ya nadie confía en nada ni en nadie y mucho menos en los propios policías. Más cuando se escucha por muchos lados que algunos elementos podrían estar inmiscuidos con quienes se pretende combatir.

En tal contexto, la permanencia o cambio de Jorge Alberto Aguirre Carbajal no es lo importante, sino tener un verdadero diagnóstico, plan y líneas de acción, para prevenir y combatir a todo aquel que ponga en peligro la seguridad del patrimonio, la vida y la libertad de los tabasqueños.

Desde luego lamentarse, comentar en corillos, la descoordinación actual, es un recurso válido para quienes tienen la voz, pero no los medios. Sin embargo, la seguridad debe ser preocupación y ocupación de todos. Cuidémonos entre todos. Que el miedo no nos refunda en nuestras casas o nuestros enrejados negocios.

Es cierto, merecemos una mejor Seguridad Pública; y los gobernantes habrán de encontrar Políticas Públicas eficientes y efectivas, pero no habrá que desdeñar que la comunidad la hacemos todos, no sólo la policía y los políticos.

Así que quitar a un titular o no, nunca será lo importante, al menos que, políticamente, convenga a los adentro de la corporación.