/ sábado 25 de mayo de 2019

Resistencia al cambio

¿Es malo que se construya un nuevo ayuntamiento? No, al contrario es bueno. ¿Es bueno que se venda el terreno que ocupa actualmente el ayuntamiento de Centro? No, puede ser malísimo porque es un bien del pueblo, no del alcalde en turno. Es decir, cualquiera puede disponer de lo que es suyo, no de lo que es de los demás.

La acción de Evaristo Hernández Cruz podría prestarse a malas interpretaciones, pues el dueño del inmueble (o sea, el pueblo) no sabe de quién es la empresa interesada en comprar el predio, y, por lo tanto, (el dueño de la propiedad) ignora con quién hará negocios y cuál es el trasfondo de la maniobra financiera; es más, no sabe si habrá pago de comisiones para quien hará la función de agente inmobiliario.

Recordemos que en Tabasco 2000, Arturo Núñez, el peor gobernador de Tabasco en la época del Marthiarcado, vendió un terreno que se ocupaba como estacionamiento en esa zona, por lo que ahora, mediante la comercialización del espacio que habita el ayuntamiento de Centro, podría pensarse que se cerraría la pinza para construir una gran plaza en una de las zonas más caras y exclusivas de Villahermosa.

Pero esto tiene que ver con la transición política del país, del estado y el municipio. El diccionario explica que transición es una situación o estado intermedio entre lo antiguo o lo pasado, a otro nuevo al que se llega tras un cambio; es también el paso de un estado o modo de ser a otro distinto, o, en su defecto, es el modo de pasar de un razonamiento a otro o a un cambio de mentalidad.

La transición empezó, definitivamente, con un movimiento proclamado hace 30 años, y eso debiera traer como consecuencia un cambio de lugar, un cambio de nivel, una transformación, una metamorfosis, un crecimiento, mejores gobernantes, ataque a la corrupción y la impunidad y transparencia en el manejo de los bienes públicos.

Para ello, como señalamos dos párrafos antes, debe haber una insoslayable renovación en la forma de pensar, porque si no hay un cambio de mentalidad tanto del gobernante como del pueblo, es imposible que se tenga éxito en los próximos años.

Los gobernantes anteriores, en su mayoría, llegaban al poder y hacían lo que querían sin consultar a su patrón (el pueblo). El amo (el pueblo) se hacía de la vista gorda y dejaba que su empleado dispusiera de sus bienes a como se le pegará la gana.

Esa práctica llevó a que el pueblo se hartara y, en la pasada elección, despidiera justificadamente a sus trabajadores y otorgara la plaza a una nueva camada de administradores, para experimentar un cambio o transición que le permitiera ver la prosperidad y multiplicación de sus bienes; sin embargo, se colaron algunos que, formados con la vieja mentalidad, pretenden hoy evadir la conciencia ciudadana y continuar con las mismas prácticas.

Como dijo el presidente Andrés Manuel López Obrador, el pueblo no va a permitir que se venda su patrimonio ni que se privaticen los recursos naturales, en referencia a que también se quiere privatizar el consumo del agua, el cual, en este momento vale alrededor de 87 centavos el metro cúbico, pero que se quiere cobrar, mediante concesión a empresas privadas, a una tarifa no menor a los 20 pesos.

Esto podría detonar una nueva resistencia civil en la que el pueblo se niegue a pagar el consumo del líquido y, por qué no, también el impuesto predial. Es mejor que se escuche la opinión del experto en movimientos políticos y no que se busque la confrontación, porque si el pueblo que oye entiende y sigue la sugerencia del presidente López Obrador, las cosas se pueden complicar “cañón”, como dicen los jóvenes, para el alcalde de Centro, Evaristo Hernández Cruz.

¿Es malo que se construya un nuevo ayuntamiento? No, al contrario es bueno. ¿Es bueno que se venda el terreno que ocupa actualmente el ayuntamiento de Centro? No, puede ser malísimo porque es un bien del pueblo, no del alcalde en turno. Es decir, cualquiera puede disponer de lo que es suyo, no de lo que es de los demás.

La acción de Evaristo Hernández Cruz podría prestarse a malas interpretaciones, pues el dueño del inmueble (o sea, el pueblo) no sabe de quién es la empresa interesada en comprar el predio, y, por lo tanto, (el dueño de la propiedad) ignora con quién hará negocios y cuál es el trasfondo de la maniobra financiera; es más, no sabe si habrá pago de comisiones para quien hará la función de agente inmobiliario.

Recordemos que en Tabasco 2000, Arturo Núñez, el peor gobernador de Tabasco en la época del Marthiarcado, vendió un terreno que se ocupaba como estacionamiento en esa zona, por lo que ahora, mediante la comercialización del espacio que habita el ayuntamiento de Centro, podría pensarse que se cerraría la pinza para construir una gran plaza en una de las zonas más caras y exclusivas de Villahermosa.

Pero esto tiene que ver con la transición política del país, del estado y el municipio. El diccionario explica que transición es una situación o estado intermedio entre lo antiguo o lo pasado, a otro nuevo al que se llega tras un cambio; es también el paso de un estado o modo de ser a otro distinto, o, en su defecto, es el modo de pasar de un razonamiento a otro o a un cambio de mentalidad.

La transición empezó, definitivamente, con un movimiento proclamado hace 30 años, y eso debiera traer como consecuencia un cambio de lugar, un cambio de nivel, una transformación, una metamorfosis, un crecimiento, mejores gobernantes, ataque a la corrupción y la impunidad y transparencia en el manejo de los bienes públicos.

Para ello, como señalamos dos párrafos antes, debe haber una insoslayable renovación en la forma de pensar, porque si no hay un cambio de mentalidad tanto del gobernante como del pueblo, es imposible que se tenga éxito en los próximos años.

Los gobernantes anteriores, en su mayoría, llegaban al poder y hacían lo que querían sin consultar a su patrón (el pueblo). El amo (el pueblo) se hacía de la vista gorda y dejaba que su empleado dispusiera de sus bienes a como se le pegará la gana.

Esa práctica llevó a que el pueblo se hartara y, en la pasada elección, despidiera justificadamente a sus trabajadores y otorgara la plaza a una nueva camada de administradores, para experimentar un cambio o transición que le permitiera ver la prosperidad y multiplicación de sus bienes; sin embargo, se colaron algunos que, formados con la vieja mentalidad, pretenden hoy evadir la conciencia ciudadana y continuar con las mismas prácticas.

Como dijo el presidente Andrés Manuel López Obrador, el pueblo no va a permitir que se venda su patrimonio ni que se privaticen los recursos naturales, en referencia a que también se quiere privatizar el consumo del agua, el cual, en este momento vale alrededor de 87 centavos el metro cúbico, pero que se quiere cobrar, mediante concesión a empresas privadas, a una tarifa no menor a los 20 pesos.

Esto podría detonar una nueva resistencia civil en la que el pueblo se niegue a pagar el consumo del líquido y, por qué no, también el impuesto predial. Es mejor que se escuche la opinión del experto en movimientos políticos y no que se busque la confrontación, porque si el pueblo que oye entiende y sigue la sugerencia del presidente López Obrador, las cosas se pueden complicar “cañón”, como dicen los jóvenes, para el alcalde de Centro, Evaristo Hernández Cruz.