/ martes 26 de noviembre de 2019

Punto y Aparte | Solalinde, el sacerdote militante

Tras que el poeta Javier Sicilia enviara una carta abierta al presidente Andrés Manuel López Obrador, en la cual lo exhortó a dar muestras de que en su gobierno son fundamentales la paz y la justicia, y le advirtiera que saldrá nuevamente a las calles; el activista Alejandro Solalinde afirmó que Sicilia es un “excelente poeta, pero un pésimo político”.

Traducido: “Sicilia no es político eficaz, como lo soy yo”, pudo haber dicho Solalinde. Y es que Don Alejandro tiene toda la pinta de que los postulados juaristas y la separación Iglesia-Estado, le valen un cacahuate.

José Alejandro Solalinde Guerra, más conocido como Alejandro Solalinde, es un sacerdote católico mexicano defensor de los derechos humanos de los migrantes.

Es también director del albergue Hermanos en el Camino, sito en la Ciudad Ixtepec, Oaxaca que proporciona asistencia humanitaria y orientación a los migrantes, en su paso hacia los Estados Unidos.

Nació el 19 de marzo de 1945, en Texcoco, Estado de México. Cuarto hijo de Doña Berta Guerra Muñoz y de Don Juan Manuel Solalinde Lozano.

Rebelde de toda la vida, no mantuvo el celibato que exigen los cánones, ya que, siendo sacerdote, tuvo una relación sentimental de dos años.

En su juventud, fue de derecha, ya que se afilió a los Caballeros de Colón y al terminar sus estudios de secundaria tuvo la inquietud de pertenecer a la Compañía de Jesús, pero fue disuadido por sus superiores por ser una congregación “demasiada progresista”.

Luego se incorporó al Instituto Preparatoriano de los padres Carmelitas de Guadalajara donde cursó dos años de Letras Clásicas.

Por sus ideas fue expulsado de los Carmelitas e ingresó al Instituto Superior de Estudios Eclesiásticos para cursar la Filosofía y la Teología.

Al no estar conforme con dicha formación sacerdotal, faltando 3 años para ordenarse, Solalinde abandonó el seminario junto con otros quince seminaristas y formó un grupo denominado Consejo Regional de Seminaristas. Fue finalmente ordenado presbítero por monseñor Arturo Vélez, obispo de Toluca.

Posee la Licenciatura en Historia por la Universidad Autónoma del Estado de México, así como la Licenciatura en Psicología y la Maestría en Terapia Familiar Sistemática. También cursó algunos semestres de la carrera de Arquitectura.

En 2005, a los 60 años, Solalinde decidió dejar la vida privilegiada y tranquila de la parroquia y dedicarse en cuerpo, vida y corazón a los migrantes del sur.

“Antes de entrar en esto de los migrantes era una persona sencilla, común y corriente, y desconocida. Escogí los migrantes porque eran una zona muy hermosa para morir, para pasar los últimos años de mi vida sirviendo de forma anónima, pacífica, privada, y retirarme así”.

“A los migrantes yo me los encontré, no me encontraron ellos a mí. Los encontré en el camino, en las vías, y me pregunté quién los estaría cuidando”.

Solalinde era un aburguesado sacerdote de Toluca, cuando acudió a unos ejercicios espirituales en la sierra mixteca de Oaxaca, uno de los lugares más pobres del país. Ahí encontró su camino y se despojó de todo, menos de su rebeldía y persistencia.

Empezó a ir a las vías del tren en Ixtepec al volante de una camioneta pick-up para regalar comida y agua a los cientos de centroamericanos que llegaban en los lomos del tren que venía desde Arriaga, Chiapas; para esperar allí la salida del siguiente tren, éste con destino a Medias Aguas, Veracruz.

Vio ahí un nicho de oportunidad y fundó el ahora mundialmente famoso albergue “Hermanos en el Camino”, ubicado en la Ciudad de Ixtepec, Oaxaca.

Desde entonces, llegaron los reconocimientos y postulaciones; creció su fama y se convirtió en el azote de cuanta autoridad, eclesiástica y civil, pretendió acotarlo y/o bloquearlo. Ello lo llevó a las marquesinas mediáticas, donde ha permanecido y le agrada estar.

Hoy, en contra de cualquiera razonabilidad y prudencia, navega en las oprobiosas olas de la política, mismas que lo obligan a enemistarse con algunos antiguos aliados. No dude que pudiéramos verlo en las boletas electorales, aún en contra de lo que pudieran presumir los neo-juaristas.

Tras que el poeta Javier Sicilia enviara una carta abierta al presidente Andrés Manuel López Obrador, en la cual lo exhortó a dar muestras de que en su gobierno son fundamentales la paz y la justicia, y le advirtiera que saldrá nuevamente a las calles; el activista Alejandro Solalinde afirmó que Sicilia es un “excelente poeta, pero un pésimo político”.

Traducido: “Sicilia no es político eficaz, como lo soy yo”, pudo haber dicho Solalinde. Y es que Don Alejandro tiene toda la pinta de que los postulados juaristas y la separación Iglesia-Estado, le valen un cacahuate.

José Alejandro Solalinde Guerra, más conocido como Alejandro Solalinde, es un sacerdote católico mexicano defensor de los derechos humanos de los migrantes.

Es también director del albergue Hermanos en el Camino, sito en la Ciudad Ixtepec, Oaxaca que proporciona asistencia humanitaria y orientación a los migrantes, en su paso hacia los Estados Unidos.

Nació el 19 de marzo de 1945, en Texcoco, Estado de México. Cuarto hijo de Doña Berta Guerra Muñoz y de Don Juan Manuel Solalinde Lozano.

Rebelde de toda la vida, no mantuvo el celibato que exigen los cánones, ya que, siendo sacerdote, tuvo una relación sentimental de dos años.

En su juventud, fue de derecha, ya que se afilió a los Caballeros de Colón y al terminar sus estudios de secundaria tuvo la inquietud de pertenecer a la Compañía de Jesús, pero fue disuadido por sus superiores por ser una congregación “demasiada progresista”.

Luego se incorporó al Instituto Preparatoriano de los padres Carmelitas de Guadalajara donde cursó dos años de Letras Clásicas.

Por sus ideas fue expulsado de los Carmelitas e ingresó al Instituto Superior de Estudios Eclesiásticos para cursar la Filosofía y la Teología.

Al no estar conforme con dicha formación sacerdotal, faltando 3 años para ordenarse, Solalinde abandonó el seminario junto con otros quince seminaristas y formó un grupo denominado Consejo Regional de Seminaristas. Fue finalmente ordenado presbítero por monseñor Arturo Vélez, obispo de Toluca.

Posee la Licenciatura en Historia por la Universidad Autónoma del Estado de México, así como la Licenciatura en Psicología y la Maestría en Terapia Familiar Sistemática. También cursó algunos semestres de la carrera de Arquitectura.

En 2005, a los 60 años, Solalinde decidió dejar la vida privilegiada y tranquila de la parroquia y dedicarse en cuerpo, vida y corazón a los migrantes del sur.

“Antes de entrar en esto de los migrantes era una persona sencilla, común y corriente, y desconocida. Escogí los migrantes porque eran una zona muy hermosa para morir, para pasar los últimos años de mi vida sirviendo de forma anónima, pacífica, privada, y retirarme así”.

“A los migrantes yo me los encontré, no me encontraron ellos a mí. Los encontré en el camino, en las vías, y me pregunté quién los estaría cuidando”.

Solalinde era un aburguesado sacerdote de Toluca, cuando acudió a unos ejercicios espirituales en la sierra mixteca de Oaxaca, uno de los lugares más pobres del país. Ahí encontró su camino y se despojó de todo, menos de su rebeldía y persistencia.

Empezó a ir a las vías del tren en Ixtepec al volante de una camioneta pick-up para regalar comida y agua a los cientos de centroamericanos que llegaban en los lomos del tren que venía desde Arriaga, Chiapas; para esperar allí la salida del siguiente tren, éste con destino a Medias Aguas, Veracruz.

Vio ahí un nicho de oportunidad y fundó el ahora mundialmente famoso albergue “Hermanos en el Camino”, ubicado en la Ciudad de Ixtepec, Oaxaca.

Desde entonces, llegaron los reconocimientos y postulaciones; creció su fama y se convirtió en el azote de cuanta autoridad, eclesiástica y civil, pretendió acotarlo y/o bloquearlo. Ello lo llevó a las marquesinas mediáticas, donde ha permanecido y le agrada estar.

Hoy, en contra de cualquiera razonabilidad y prudencia, navega en las oprobiosas olas de la política, mismas que lo obligan a enemistarse con algunos antiguos aliados. No dude que pudiéramos verlo en las boletas electorales, aún en contra de lo que pudieran presumir los neo-juaristas.