/ viernes 25 de enero de 2019

¡¡Orden!!

Si el edil de Centro -por segunda ocasión-, Evaristo Hernández Cruz, logra meter en cintura a los miles de ambulantes que desde hace años se han apoderado de las principales avenidas y calles de la capital tabasqueña, la ciudadanía se lo va infinitamente agradecer.

La ciudad en algunos lados es literalmente un caos, un verdadero manicomio.

Vendedores ambulantes se han apropiado de las banquetas. Están llenas de mercancías y aparatos de sonidos -casi todo el día- a todo volumen, a todo lo que da.

Ahí se encuentra de todo. Desde verduras hasta discos piratas. Ropa ni se diga, y de todas las marcas, patitos, pues.

Lo mismo hace un sinnúmero de negocios establecidos para llamar la atención de la gente. Para no dejarse de la competencia ilegal. De la que no paga impuestos, ni al ayuntamiento ni a finanzas.

En algunos puntos de los alrededores de lo que es el nuevo mercado José María Pino Suárez, ya no se puede ni caminar. De plano, que hay que bajarse de las guarniciones (jugándose la vida, ya que los cafres del volante nunca faltan) ante el desorden comercial, sobre todo si lleva usted prisa.

De ese tamaño es el problema que provocan los vendedores ambulantes.

Y el transporte público está peor, y en horas y pico, ni se diga. Desquiciante, exasperante.

No respetan absolutamente nada, pero lo que se dice nada de nada. ¡Vaya!, ni a los transeúntes…y a las autoridades, menos, se pitorrean de ellos, aunque la mayoría de los uniformados -cabe precisar- se han convertido en cómplices de esta situación. Así qué imagínese el relajo que se traen.

A esto agréguele, las cubetas, los blocks, los ladrillos y demás obstáculos que se pone a todo lo largo y ancho de la ciudad, para que no se estacione uno.

La total anarquía.

Las leyes, normas y reglamentos que son el cuadro normativo que hay al respecto lo incumplen, y no nada más los hombres hacen y deshacen, también las féminas cooperan.

Y algunas son hasta más agresivas que los varones.

De qué sirven estar haciendo leyes y más leyes, si nadie las respeta, si quienes deben hacerla respetar, caen en simulaciones. Así ha sido por décadas.

Desde luego, que está penosa, lamentable y contraproducente situación, que no tiene ni pies ni cabeza, no puede, ni debe, continuar así.

Tarde o temprano, el alcalde Evaristo Hernández Cruz tendrá que enfrentarla.

Lo mismo tendrán que hacer las titulares de Movilidad y de la Policía Estatal de Caminos: Egla Cornelio Landero y Julissa Riveroll Ochoa.

La gente está cansada y harta no solo de los abusivos y prepotentes transportistas y vendedores ambulantes, sino también de que los responsables de hacer que el Estado de Derecho prevalezca, sean los primeros en pisotearla.

Políticamente va a serles más redituable, que si no actúan.

Si las matemáticas no fallan, es más el beneficio que el costo.

Por ello, están obligados: “agarrar al toro por los cuernos”.

Orden es lo que se necesita, mano dura.

Si el edil de Centro -por segunda ocasión-, Evaristo Hernández Cruz, logra meter en cintura a los miles de ambulantes que desde hace años se han apoderado de las principales avenidas y calles de la capital tabasqueña, la ciudadanía se lo va infinitamente agradecer.

La ciudad en algunos lados es literalmente un caos, un verdadero manicomio.

Vendedores ambulantes se han apropiado de las banquetas. Están llenas de mercancías y aparatos de sonidos -casi todo el día- a todo volumen, a todo lo que da.

Ahí se encuentra de todo. Desde verduras hasta discos piratas. Ropa ni se diga, y de todas las marcas, patitos, pues.

Lo mismo hace un sinnúmero de negocios establecidos para llamar la atención de la gente. Para no dejarse de la competencia ilegal. De la que no paga impuestos, ni al ayuntamiento ni a finanzas.

En algunos puntos de los alrededores de lo que es el nuevo mercado José María Pino Suárez, ya no se puede ni caminar. De plano, que hay que bajarse de las guarniciones (jugándose la vida, ya que los cafres del volante nunca faltan) ante el desorden comercial, sobre todo si lleva usted prisa.

De ese tamaño es el problema que provocan los vendedores ambulantes.

Y el transporte público está peor, y en horas y pico, ni se diga. Desquiciante, exasperante.

No respetan absolutamente nada, pero lo que se dice nada de nada. ¡Vaya!, ni a los transeúntes…y a las autoridades, menos, se pitorrean de ellos, aunque la mayoría de los uniformados -cabe precisar- se han convertido en cómplices de esta situación. Así qué imagínese el relajo que se traen.

A esto agréguele, las cubetas, los blocks, los ladrillos y demás obstáculos que se pone a todo lo largo y ancho de la ciudad, para que no se estacione uno.

La total anarquía.

Las leyes, normas y reglamentos que son el cuadro normativo que hay al respecto lo incumplen, y no nada más los hombres hacen y deshacen, también las féminas cooperan.

Y algunas son hasta más agresivas que los varones.

De qué sirven estar haciendo leyes y más leyes, si nadie las respeta, si quienes deben hacerla respetar, caen en simulaciones. Así ha sido por décadas.

Desde luego, que está penosa, lamentable y contraproducente situación, que no tiene ni pies ni cabeza, no puede, ni debe, continuar así.

Tarde o temprano, el alcalde Evaristo Hernández Cruz tendrá que enfrentarla.

Lo mismo tendrán que hacer las titulares de Movilidad y de la Policía Estatal de Caminos: Egla Cornelio Landero y Julissa Riveroll Ochoa.

La gente está cansada y harta no solo de los abusivos y prepotentes transportistas y vendedores ambulantes, sino también de que los responsables de hacer que el Estado de Derecho prevalezca, sean los primeros en pisotearla.

Políticamente va a serles más redituable, que si no actúan.

Si las matemáticas no fallan, es más el beneficio que el costo.

Por ello, están obligados: “agarrar al toro por los cuernos”.

Orden es lo que se necesita, mano dura.