/ martes 23 de abril de 2019

No debemos politizar las desgracias

Hasta la delincuencia organizada mantiene estrictos códigos. Uno de ellos, muy reiterado y público, es el de no matar ni a mujeres ni a niños.

Por ello, es inexplicable la vulneración de esas antiguas reglas en los sonados casos de Minatitlán, Veracruz; y Comalcalco, Tabasco; donde sin pudor alguno, fueron tiroteados, mujeres y niños.

Incluso, en el caso veracruzano, hasta con tiro de gracia.

Por más que cualquier ciudadano busca alguna razón, excusa, pretexto que pudiera hacernos entender el por qué la rabia, el coraje, el enojo, contra esas mujeres, a quienes a los ojos de todos, son inocentes de cualquier cosa que pudiese achacárseles.

Empero, suponiendo, sin conceder que pudieran tener algún vestigio desconocido de culpa, ¿por qué los niños?

Imposible que sobre ellos pudiera haber alguna sospecha.

El caso de Minatitlán, fue artero, ventajoso, y con toda alevosía, la arremetida en contra de las féminas y el niño, como si fuera un asunto de venganza y no de problemas en los negocios.

La rabia y saña con que se dieron los hechos, pudiera indicarnos que el daño colateral no fue calculado o fue ejecutado el atentado por aprendices o novatos.

Igual, pudo haber pasado en el caso de Comalcalco; bastaba, si es que la debían, cerrárseles bajarlas y ejecutarlas, sin exponer a los niños; pero de nuevo la ejecución fue mal llevada a cabo.

Muy difícilmente, los grupos delincuenciales verdaderamente organizados, justificarían y aprobarían ese tipo de ejecuciones.

Ellos normalmente buscan congraciarse con la ciudadanía común y corriente. Pruebas de su filantropía y solidaridad con comunidades enteras, las hay.

Por el contrario, nadie de ellos ganaría aplauso alguno con hechos como los que analizamos.

En síntesis, o se les salió de control, los eventos; fueron mal ejecutados; o, simplemente, no pertenecen a los delincuentes organizados, sino a grupúsculos totalmente dispersos que aprovechan la fama de los primeros, para cometer sus fechorías.

La violencia en diversos puntos del país es inocultable, sin precisar quiénes son culpables y desde que época.

Ante ella, todos buscan resultados y respuestas eficaces. Nunca, para nadie, sin importar color ideológico, será fácil. Más que pelear ante los graves hechos, debemos unirnos todos, para hacer equipo y desde cualquier trinchera, por modesta que ésta sea, habremos de hacer un frente común.

Desde hace tiempo, hemos sostenido, que parte del problema, es haber desactivado y desmembrado, con el conque de que hacían espionaje político, al antiguo equipo encargado de la Seguridad Nacional.

Fueron sustituidos por expertos teóricos con rimbombantes títulos, incluso del extranjero. Empero despreciaron y se desprendieron de los hombres de la auténtica información y de la experiencia en campo.

Ellos conocían las raíces y a los verdaderos líderes de los grandes Cárteles, éstos a la vez, controlaban y bloqueaban a los codiciosos y ambiciosos aspirantes a mafiosos pero totalmente desorganizados.

Luego entonces, habría que replantearse, cómo y con quien pudiera combatirse la galopante inseguridad.

A la Guardia Nacional hay que darle el beneficio de la duda, aunque no queda claro, como y de donde, pagarían Estados y Municipios.

Así que no hay que politizar la inseguridad, sino permitirle a quienes tienen los elementos logísticos y humanos para combatirla, que acaben de implementar sus estrategias y políticas públicas. Desde luego ¡urgen!

Es cierto, suele ser de este tipo de asuntos, de los que sacan raja los políticos para las próximas elecciones.

Pero creemos que ello no nos conduce a los caminos correctos para la resolución de los angustiantes problemas del país.

Duelen las masacres recientes y otras del pasado, pero no es con llanto, dolor o indilgando culpas como podremos salir adelante.

Tampoco, es cuestión exclusiva de las autoridades de los tres niveles de gobierno; o del ropaje político que tengamos. Los delincuentes nos han ganado las calles y pretenden encerrarnos en nuestras casas. Así que los políticos habrán de consultar a los mejores expertos de seguridad, “limpiar” las policías del país y sólo entonces, empezaremos a dar la batalla.


Hasta la delincuencia organizada mantiene estrictos códigos. Uno de ellos, muy reiterado y público, es el de no matar ni a mujeres ni a niños.

Por ello, es inexplicable la vulneración de esas antiguas reglas en los sonados casos de Minatitlán, Veracruz; y Comalcalco, Tabasco; donde sin pudor alguno, fueron tiroteados, mujeres y niños.

Incluso, en el caso veracruzano, hasta con tiro de gracia.

Por más que cualquier ciudadano busca alguna razón, excusa, pretexto que pudiera hacernos entender el por qué la rabia, el coraje, el enojo, contra esas mujeres, a quienes a los ojos de todos, son inocentes de cualquier cosa que pudiese achacárseles.

Empero, suponiendo, sin conceder que pudieran tener algún vestigio desconocido de culpa, ¿por qué los niños?

Imposible que sobre ellos pudiera haber alguna sospecha.

El caso de Minatitlán, fue artero, ventajoso, y con toda alevosía, la arremetida en contra de las féminas y el niño, como si fuera un asunto de venganza y no de problemas en los negocios.

La rabia y saña con que se dieron los hechos, pudiera indicarnos que el daño colateral no fue calculado o fue ejecutado el atentado por aprendices o novatos.

Igual, pudo haber pasado en el caso de Comalcalco; bastaba, si es que la debían, cerrárseles bajarlas y ejecutarlas, sin exponer a los niños; pero de nuevo la ejecución fue mal llevada a cabo.

Muy difícilmente, los grupos delincuenciales verdaderamente organizados, justificarían y aprobarían ese tipo de ejecuciones.

Ellos normalmente buscan congraciarse con la ciudadanía común y corriente. Pruebas de su filantropía y solidaridad con comunidades enteras, las hay.

Por el contrario, nadie de ellos ganaría aplauso alguno con hechos como los que analizamos.

En síntesis, o se les salió de control, los eventos; fueron mal ejecutados; o, simplemente, no pertenecen a los delincuentes organizados, sino a grupúsculos totalmente dispersos que aprovechan la fama de los primeros, para cometer sus fechorías.

La violencia en diversos puntos del país es inocultable, sin precisar quiénes son culpables y desde que época.

Ante ella, todos buscan resultados y respuestas eficaces. Nunca, para nadie, sin importar color ideológico, será fácil. Más que pelear ante los graves hechos, debemos unirnos todos, para hacer equipo y desde cualquier trinchera, por modesta que ésta sea, habremos de hacer un frente común.

Desde hace tiempo, hemos sostenido, que parte del problema, es haber desactivado y desmembrado, con el conque de que hacían espionaje político, al antiguo equipo encargado de la Seguridad Nacional.

Fueron sustituidos por expertos teóricos con rimbombantes títulos, incluso del extranjero. Empero despreciaron y se desprendieron de los hombres de la auténtica información y de la experiencia en campo.

Ellos conocían las raíces y a los verdaderos líderes de los grandes Cárteles, éstos a la vez, controlaban y bloqueaban a los codiciosos y ambiciosos aspirantes a mafiosos pero totalmente desorganizados.

Luego entonces, habría que replantearse, cómo y con quien pudiera combatirse la galopante inseguridad.

A la Guardia Nacional hay que darle el beneficio de la duda, aunque no queda claro, como y de donde, pagarían Estados y Municipios.

Así que no hay que politizar la inseguridad, sino permitirle a quienes tienen los elementos logísticos y humanos para combatirla, que acaben de implementar sus estrategias y políticas públicas. Desde luego ¡urgen!

Es cierto, suele ser de este tipo de asuntos, de los que sacan raja los políticos para las próximas elecciones.

Pero creemos que ello no nos conduce a los caminos correctos para la resolución de los angustiantes problemas del país.

Duelen las masacres recientes y otras del pasado, pero no es con llanto, dolor o indilgando culpas como podremos salir adelante.

Tampoco, es cuestión exclusiva de las autoridades de los tres niveles de gobierno; o del ropaje político que tengamos. Los delincuentes nos han ganado las calles y pretenden encerrarnos en nuestras casas. Así que los políticos habrán de consultar a los mejores expertos de seguridad, “limpiar” las policías del país y sólo entonces, empezaremos a dar la batalla.