/ lunes 21 de octubre de 2019

Los Otros Datos | Derecho a Opinar

El tema de la inseguridad es algo que nos afecta en todos los momentos de nuestra vida. Hemos alterado nuestra rutina, gastamos nuestros pocos recursos en tratar de protegernos y terminamos convirtiendo nuestras casas en cárceles, con tal de sentirnos medianamente seguros.

Pero nada de lo que hagamos parece ayudar, y cada día que pasa nos sentimos más vulnerables, no sólo en las calles, en el transporte público, en nuestros coches, en los cajeros de los bancos o en los mercados, sino hasta en nuestras propias viviendas.

Algo hay en la percepción, y en su capacidad de generar pánico, que incluso, sufrimos con los habitantes de Culiacán, en vivo, es decir, en tiempo real, ese sentimiento de miedo que aterrorizó a las familias de la capital sinaloense.

Como ellos, nos sentimos desprotegidos y abandonados por un gobierno que exhibió una tremenda incapacidad, una ineptitud criminal que no costó más vidas humanas, porque la Mesa de Seguridad que sí funcionó, como lo confirman varios videos que circularon en redes sociales, fue la de los delincuentes, quienes antes de la refriega, pidieron a dueños de negocios refugiarse o de plano, abandonar la ciudad.

En cambio, el gabinete de Seguridad que encabeza Alfonso Durazo no sólo mintió sobre el verdadero origen del caos que se generó ese jueves negro que vivieron los “culichis”, al decir que durante un recorrrido una patrulla “se topó” con un delincuente (Ovidio Guzmán, el hijo del Chapo), sino al optar por lo fácil, culpar a la tropa de actuar “precipitadamente”.

Es evidente que en ningún estado del país estamos exentos de vivir los embates de este cáncer que paulatinamente ha ido increchendo en nuestro país. Pero más allá de si tenemos o no simpatías con el presidente López Obrador o con Morena, la pregunta obligada es: Que debemos hacer los ciudadanos ? ¿Tenemos derecho a opinar y a exigir resultados a quienes nos gobiernan, o no? ¿Deberíamos confiar ciegamente y callar? ¿Un año todavía no es suficiente para que aprendan? ¿Hay que darles más tiempo?

Esta pregunta viene a cuento después de escuchar a la dirigente nacional de Morena Yeikol Polensky, quien muy enojada por los señalamientos de que el gobierno de López Obrador sembró un mal precedente al liberar a un delincuente ante las presiones y amenazas de su grupo delictivo, expresó: “No tienen derecho a opinar quienes ya tuvieron su oportunidad de hacer algo y no lo hicieron”.

La respuesta a este señalamiento es muy simple y nos lleva a responder con otras preguntas ¿Qué no para los demócratas una constante es la Tolerancia?, ¿Dónde queda el respeto a la diversidad de un país? ¿Dónde queda la libre expresión de las ideas?, ¿Acaso por haber estado antes en un cargo quienes opinan diferente a ellos dejan de ser mexicanos? ¿Que no ganaron una elección para gobernar a un país? ¿O acaso solo gobiernan para quienes militan en Morena?

La intolerancia, la sinrazón empieza a ser una constante en los dirigentes nacionales de Morena y desafortunadamente es un patrón que se origina en la voz presidencial; una posición antidemocrática que lamentablemente baja por imitación ciega, como la línea priista que muchos criticamos, a todos los estados del país. Aunque estén equivocados, aunque sus estrategias sean un verdadero fiasco, como ocurre con la seguridad; aunque no haya crecimiento económico y aumenten el desempleo y la pobreza, la orden es repetir como loros que el pueblo “está feliz, feliz, feliz”.

Lo que estamos viendo y viviendo es muy lamentable: los dirigentes estatales de Morena, los gobernadores y sus gabinetes en los estados que gobiernan, se han vuelto totalmente acríticos de los errores que cometen, defienden a ultranza, la mayoría de las veces con insultos y sin argumentos, todas las acciones del gobierno federal y descalifican cualquier expresión critica.

Viendo lo que pasa en otros estados, el problema de la inseguridad que ahora se va a agravar por culpa de un mal operativo, la falta de crecimiento económico, el gobernador Adán Agusto López Hernández debería invitar a sus colaboradores a escuchar a la sociedad y no sólo a verse en el espejo de la autocomplacencia. Él aprendió en la casa materna, me consta, que se requiere inteligencia, grandeza, magnanimidad y generosidad para gobernar.

Cuando los que hoy gobiernan fueron oposición, nunca dejaron de ver, y eso es algo que en muchos sentidos se les agradece, la paja en el ojo ajeno; lamentablemente, hoy estando en el poder no ven la viga que les cuelga de los ojos.

El tema de la inseguridad es algo que nos afecta en todos los momentos de nuestra vida. Hemos alterado nuestra rutina, gastamos nuestros pocos recursos en tratar de protegernos y terminamos convirtiendo nuestras casas en cárceles, con tal de sentirnos medianamente seguros.

Pero nada de lo que hagamos parece ayudar, y cada día que pasa nos sentimos más vulnerables, no sólo en las calles, en el transporte público, en nuestros coches, en los cajeros de los bancos o en los mercados, sino hasta en nuestras propias viviendas.

Algo hay en la percepción, y en su capacidad de generar pánico, que incluso, sufrimos con los habitantes de Culiacán, en vivo, es decir, en tiempo real, ese sentimiento de miedo que aterrorizó a las familias de la capital sinaloense.

Como ellos, nos sentimos desprotegidos y abandonados por un gobierno que exhibió una tremenda incapacidad, una ineptitud criminal que no costó más vidas humanas, porque la Mesa de Seguridad que sí funcionó, como lo confirman varios videos que circularon en redes sociales, fue la de los delincuentes, quienes antes de la refriega, pidieron a dueños de negocios refugiarse o de plano, abandonar la ciudad.

En cambio, el gabinete de Seguridad que encabeza Alfonso Durazo no sólo mintió sobre el verdadero origen del caos que se generó ese jueves negro que vivieron los “culichis”, al decir que durante un recorrrido una patrulla “se topó” con un delincuente (Ovidio Guzmán, el hijo del Chapo), sino al optar por lo fácil, culpar a la tropa de actuar “precipitadamente”.

Es evidente que en ningún estado del país estamos exentos de vivir los embates de este cáncer que paulatinamente ha ido increchendo en nuestro país. Pero más allá de si tenemos o no simpatías con el presidente López Obrador o con Morena, la pregunta obligada es: Que debemos hacer los ciudadanos ? ¿Tenemos derecho a opinar y a exigir resultados a quienes nos gobiernan, o no? ¿Deberíamos confiar ciegamente y callar? ¿Un año todavía no es suficiente para que aprendan? ¿Hay que darles más tiempo?

Esta pregunta viene a cuento después de escuchar a la dirigente nacional de Morena Yeikol Polensky, quien muy enojada por los señalamientos de que el gobierno de López Obrador sembró un mal precedente al liberar a un delincuente ante las presiones y amenazas de su grupo delictivo, expresó: “No tienen derecho a opinar quienes ya tuvieron su oportunidad de hacer algo y no lo hicieron”.

La respuesta a este señalamiento es muy simple y nos lleva a responder con otras preguntas ¿Qué no para los demócratas una constante es la Tolerancia?, ¿Dónde queda el respeto a la diversidad de un país? ¿Dónde queda la libre expresión de las ideas?, ¿Acaso por haber estado antes en un cargo quienes opinan diferente a ellos dejan de ser mexicanos? ¿Que no ganaron una elección para gobernar a un país? ¿O acaso solo gobiernan para quienes militan en Morena?

La intolerancia, la sinrazón empieza a ser una constante en los dirigentes nacionales de Morena y desafortunadamente es un patrón que se origina en la voz presidencial; una posición antidemocrática que lamentablemente baja por imitación ciega, como la línea priista que muchos criticamos, a todos los estados del país. Aunque estén equivocados, aunque sus estrategias sean un verdadero fiasco, como ocurre con la seguridad; aunque no haya crecimiento económico y aumenten el desempleo y la pobreza, la orden es repetir como loros que el pueblo “está feliz, feliz, feliz”.

Lo que estamos viendo y viviendo es muy lamentable: los dirigentes estatales de Morena, los gobernadores y sus gabinetes en los estados que gobiernan, se han vuelto totalmente acríticos de los errores que cometen, defienden a ultranza, la mayoría de las veces con insultos y sin argumentos, todas las acciones del gobierno federal y descalifican cualquier expresión critica.

Viendo lo que pasa en otros estados, el problema de la inseguridad que ahora se va a agravar por culpa de un mal operativo, la falta de crecimiento económico, el gobernador Adán Agusto López Hernández debería invitar a sus colaboradores a escuchar a la sociedad y no sólo a verse en el espejo de la autocomplacencia. Él aprendió en la casa materna, me consta, que se requiere inteligencia, grandeza, magnanimidad y generosidad para gobernar.

Cuando los que hoy gobiernan fueron oposición, nunca dejaron de ver, y eso es algo que en muchos sentidos se les agradece, la paja en el ojo ajeno; lamentablemente, hoy estando en el poder no ven la viga que les cuelga de los ojos.