/ jueves 24 de enero de 2019

La importancia del gabinete

A los tabasqueños les ha quedado claro que para hacer un buen gobierno no se necesita de un titular del Ejecutivo con una envidiable hoja de servicios, como fue el caso de Arturo Núñez Jiménez, que ha sido el político con la mejor preparación académica y con experiencia administrativa de sobra que ha llegado a la Quinta Grijalva.

El polo opuesto ha sido Andrés Granier Melo, un popular químico laboratorista que logró despechar en Plaza de Armas solo con haber sido jefe del extinto Sistema de Agua Potable y Alcantarillado de Tabasco (Sapaet) y presidente municipal de Centro.

Mientras el priísta tenía fama de no leer ni periódicos, el perredista cada y cuanto sacaba a relucir que ya se ha devorado por lo menos cinco mil libros.

Ambas administraciones resultaron desastrosas, pero hay fuentes que aseguran que el Edén estuvo mejor con Granier que con Núñez, quienes también se parecen en el hecho de que permitieron que su familia se entrometiera en sus gestiones, pues el primero dejó que su hijo Fabián tomara decisiones, y el segundo hasta modificó la ley para que su cónyuge, Martha Lilia López Aguilera, tuviera responsabilidades oficiales desde su papel de directora del DIF estatal.

Un aspecto parecido entre estos es que no integraron un equipo con gente preparada y les dieron espacio a sus allegados. En el caso del perredista creía que bastaba con su “talento“ para hacer una administración eficiente.

Así que el éxito de un gobierno no radica en si su responsable tiene títulos y reconocimientos y ha ocupado altos cargos. Ya no es garantía ser erudito en la ciencia política ni conocer las entrañas del régimen.

Más bien hay que voltear a ver al gabinete para, a partir de ahí, poder aventurar alguna hipótesis sobre el éxito que le puede esperar a una gestión gubernamental.

En ese sentido parece que el gobernador Adán Augusto López Hernández no quiso hacer experimentos y llamó a colaborar a cuadros que ya habían dado resultado en otras épocas.

Gente probada ocupa las principales carteras.

Así, para hacer frente a los delitos de alto impacto como el secuestro y las extorsiones, propuso para la Fiscalía General del estado a un peso pesado que tiene la experiencia no nada más de haber sido procurador de Justicia de Chiapas y Tabasco, sino también secretario de Gobierno durante dos administraciones, la de Enrique Priego Oropeza y la de Manuel Andrade Díaz.

Jaime Lastra Bastar es un fiscal fogueado igualmente en el área de la política interna, cuya fama de funcionario de hierro puede ser la respuesta para abatir los índices de inseguridad en temas sensibles.

Al notario público oriundo de Emiliano Zapata le tocará, asimismo, perseguir a las bandas dedicadas al robo de combustible.

Otro ejemplo se dio en el poder Judicial, en donde la responsabilidad recayó en el ex gobernador Enrique Priego, cuya buena fama pública y de político conciliador le ha valido que en muchas ocasiones su partido, el PRI, le haya ofrecido cualquier número de candidaturas a cargos de elección y puestos partidistas, sin que haya aceptado ni siquiera las posiciones plurinominales.

Un renglón en el que han fracasado las dos últimas administraciones es el educativo. Excepto el paso del profesor Rodolfo Lara Lagunas por la Secretaría de Educación, los últimos titulares de la dependencia en el gobierno de Arturo Núñez solo llegaron a enriquecerse.

Ahí se requería a un servidor a toda prueba. Por eso la llegada de Guillermo Narváez Osorio fue buen vista en los sectores del área.

Ex alcalde de Tacotalpa y ex presidente del Tribunal Superior de Justicia, el notario público representa el extraño caso del político priísta que no es rechazado y que goza de aceptación pese a llevar muchos años dentro de la administración.

A los tabasqueños les ha quedado claro que para hacer un buen gobierno no se necesita de un titular del Ejecutivo con una envidiable hoja de servicios, como fue el caso de Arturo Núñez Jiménez, que ha sido el político con la mejor preparación académica y con experiencia administrativa de sobra que ha llegado a la Quinta Grijalva.

El polo opuesto ha sido Andrés Granier Melo, un popular químico laboratorista que logró despechar en Plaza de Armas solo con haber sido jefe del extinto Sistema de Agua Potable y Alcantarillado de Tabasco (Sapaet) y presidente municipal de Centro.

Mientras el priísta tenía fama de no leer ni periódicos, el perredista cada y cuanto sacaba a relucir que ya se ha devorado por lo menos cinco mil libros.

Ambas administraciones resultaron desastrosas, pero hay fuentes que aseguran que el Edén estuvo mejor con Granier que con Núñez, quienes también se parecen en el hecho de que permitieron que su familia se entrometiera en sus gestiones, pues el primero dejó que su hijo Fabián tomara decisiones, y el segundo hasta modificó la ley para que su cónyuge, Martha Lilia López Aguilera, tuviera responsabilidades oficiales desde su papel de directora del DIF estatal.

Un aspecto parecido entre estos es que no integraron un equipo con gente preparada y les dieron espacio a sus allegados. En el caso del perredista creía que bastaba con su “talento“ para hacer una administración eficiente.

Así que el éxito de un gobierno no radica en si su responsable tiene títulos y reconocimientos y ha ocupado altos cargos. Ya no es garantía ser erudito en la ciencia política ni conocer las entrañas del régimen.

Más bien hay que voltear a ver al gabinete para, a partir de ahí, poder aventurar alguna hipótesis sobre el éxito que le puede esperar a una gestión gubernamental.

En ese sentido parece que el gobernador Adán Augusto López Hernández no quiso hacer experimentos y llamó a colaborar a cuadros que ya habían dado resultado en otras épocas.

Gente probada ocupa las principales carteras.

Así, para hacer frente a los delitos de alto impacto como el secuestro y las extorsiones, propuso para la Fiscalía General del estado a un peso pesado que tiene la experiencia no nada más de haber sido procurador de Justicia de Chiapas y Tabasco, sino también secretario de Gobierno durante dos administraciones, la de Enrique Priego Oropeza y la de Manuel Andrade Díaz.

Jaime Lastra Bastar es un fiscal fogueado igualmente en el área de la política interna, cuya fama de funcionario de hierro puede ser la respuesta para abatir los índices de inseguridad en temas sensibles.

Al notario público oriundo de Emiliano Zapata le tocará, asimismo, perseguir a las bandas dedicadas al robo de combustible.

Otro ejemplo se dio en el poder Judicial, en donde la responsabilidad recayó en el ex gobernador Enrique Priego, cuya buena fama pública y de político conciliador le ha valido que en muchas ocasiones su partido, el PRI, le haya ofrecido cualquier número de candidaturas a cargos de elección y puestos partidistas, sin que haya aceptado ni siquiera las posiciones plurinominales.

Un renglón en el que han fracasado las dos últimas administraciones es el educativo. Excepto el paso del profesor Rodolfo Lara Lagunas por la Secretaría de Educación, los últimos titulares de la dependencia en el gobierno de Arturo Núñez solo llegaron a enriquecerse.

Ahí se requería a un servidor a toda prueba. Por eso la llegada de Guillermo Narváez Osorio fue buen vista en los sectores del área.

Ex alcalde de Tacotalpa y ex presidente del Tribunal Superior de Justicia, el notario público representa el extraño caso del político priísta que no es rechazado y que goza de aceptación pese a llevar muchos años dentro de la administración.