“Si no te gusta algo cámbialo; si no lo puedes cambiar, cambia la forma en que piensas sobre ello”. Mary Engelbreit (Artista gráfica e ilustradora de libros infantiles)
¿Has caído en cuenta que hacemos todo lo posible por sentirnos mal, con culpa, resentimientos y demás? Primero que nada, te quiero contar que gracias a las investigaciones, se descubrió que todos los seres humanos tenemos un sistema interno que se llama homeostasis (gr. homeo- constante + gr. stasis), que consiste en un proceso en el que nuestro cuerpo se regula para restablecer los umbrales de placer y dolor. Es un sistema que podríamos imaginar como una balanza que automáticamente busca el equilibrio.
Puedo decir que yo misma he experimentado ese tipo de restablecimiento en algunos momentos de la vida. Por ejemplo como cuando tienes un parto natural, al sentir mucho dolor con las contracciones y se te quita y literalmente se te olvida cuando nace tu bebé. Otro cuando terminas una prueba física difícil como un maratón (en mi caso) y a pesar del dolor de piernas, sientes una felicidad indescriptible al terminar. Y también cuando disfruto demasiado de comer, y después siento culpa.
Ley de vida:
Si quieres ganar resiliencia y gozar de la vida, sorprenderte y disfrutar, es necesario una dosis intencional de incomodidad.
El punto de equilibrio al que deseamos llegar es a poder ser vulnerables con el dolor, pero no quedarnos estancados ahí, sin perder la alegría, y el gozo en la vida. La cuestión es que, también como seres humanos, nos encanta postergar las situaciones de placer, para que no desaparezca, y pensamos que si continuamos comiendo, jugando, bebiendo, “scrolleando” ese placer, no se irá.
Otra Ley de Vida:
TODO EN EXCESO ES MALO.
Estamos sufriendo (hablo de la humanidad en general) una epidemia de falta de fuerza interior para poder enfrentar las adversidades que siempre estarán en el camino, nos cuesta manejar el estrés, lidiar con las vueltas de la vida y sí, estamos sufriendo por un exceso de comodidad y en otros en su casos, por un extremo de violencia.
La mala noticia, es que sí podemos llegar a tronar este sistema de equilibrio que ya tenemos incluido, al evitar la tolerancia a la frustración, al querer estar siempre en estado de placer, o en su caso estar expuestos constantemente a la violencia extrema.
¿Puedes pensar qué situaciones así has experimentado en tu vida? ó en qué tipo de emociones ya sea de felicidad o de dolor te basas para tomar decisiones?
Mientras escribía esto, me di un break de unos minutos para checar mi página en Instagram y me topé con una historia que me conmovió mucho. Habla sobre el nacimiento del hijo de un reportero llamado Mohamed Salem, (periodista de la agencia Reuters en la franja de Gaza) que trabaja en medio de la guerra cubriendo noticias de dolor y muerte. Me sorprendió ver en el video que aún puede reflejar en su cara felicidad y ternura cuando tiene a su bebé en sus brazos, combinando dolor y felicidad. Antes que termine el pequeño video, Mohamed dice: Al final la vida es así, y la vida debe seguir. Uff, tremendo!! He estado en conversaciones con personas jóvenes, y es notorio que la mayoría de ellos no quieren tener hijos, por la razón muy válida, por cierto, de ver cómo está el mundo el día de hoy. No la tienen nada fácil, eventos de cambios climáticos, tecnologías, guerras, etc… y eso me hizo pensar que quizá nos estamos perdiendo la oportunidad de darle el valor y celebrar las cosas buenas de la vida que Sí hay.
Me conmovió el ponerme en el lugar de ese papá o de esa mamá que en medio de la guerra pudieron dar vida y experimentar el amor profundo, esperanzador, dador de luz, lleno de plenitud y esperanza, de primeras miradas llenas de amor hacia nuestros hijos. Ellos, Mohamed y su esposa, en lugar de pensar en el horror que están viviendo, se dan la oportunidad de amar y de dar vida. Muchas veces, uno se cierra a la menor dificultad y pensamos no tener la fuerza necesaria para poder seguir adelante, el miedo nos paraliza para poder vivir plenamente. Creo que esta familia, es un ejemplo de resiliencia y de amor, más que de ignorancia y de irresponsabilidad.
Estoy segura que este tipo de historias las vivimos en nuestro país, muchas veces y también de diferentes formas. El mensaje final, que quiero esta vez, transmitirles a ustedes es que, no importa que tan feo, caótico, triste, gris, oscuro, negativo podamos ver el mundo exterior, los seres humanos tenemos la capacidad de poder sentir la vida con luz, alegría, felicidad, paciencia, compasión, amor, fé, fuerza de la buena, resetear nuestro sistema, cambiar la forma de ver las cosas y así poder ayudar, amar y aceptar a los que nos rodean.
Gracias por leerme.