/ sábado 5 de febrero de 2022

Democracia Virtual | Animales humanizados y humanos animalizados 

Hace unos días, un amigo público en redes sociales unas fotografías de perros rescatados de las calles y me llamó la atención porque siempre lo hace, y entonces empezó el diálogo.

-Ya debes constituir una asociación civil para el rescate y cuidado de perros abandonados, le dije.

-Sólo si cada uno pusiera su granito de arena llevando uno a su casa no existieran en la calle ninguno bro, me respondió.

-O sea que todos tenemos que asumir la responsabilidad que otros soslayan, repliqué.

Y él me respondió de nuevo: “si lo hiciéramos seríamos humanos no animales”, frase que me dio el tema para escribir esta columna.

De antemano quiero aclarar que no tengo nada en contra de los animales, es solo que me llamó la atención algo muy peculiar: los seres humanos empezamos a preferir a esta especie y a despreciar a la nuestra.

De hecho, soy amante de los perros. Tengo cuatro en mi casa: Everest es una mastín americano que todos los días me levanta a las seis de la mañana para que yo le dé de comer y me espera a que yo regrese a casa para que también le sirva sus alimentos. Es extraordinaria.

De ahí esta Cuqui, una cruza de Rat Terrier que de repente apareció deambulando cerca de mi domicilio y decidí adoptarla; obviamente, lo hice luego de haberla rescatado, publicar su fotografía en redes y no aparecer el dueño, lo que me hizo intuir que la habían abandonado. Ella es súper cariñosa y celosa. Una verdadera belleza.

De ahí está Ellis, una French Poodle que ya cuenta con 12 años, sobreviviente del moquillo, porque en la inundación pasada se enfermó junto con Travieso y Chule, que no tuvieron la capacidad de resistir y murieron, pero ella se resiste a dejarme.

De ahí tengo a Kayser, un perrito chihuahueño que por algunas circunstancias familiares llegó a mi hogar y, de inmediato, se ganó mi corazón. El no solo tiene alojamiento sino que en ocasiones comparte mi cama y no soy capaz de bajarlo, muchos menos sacarlo del cuarto.

Sin embargo, mi reflexión fue porque muchas personas preferimos rescatar a un perro o gato, o inclusive a otro tipo de animal, albergarlo en su casa, alimentarlo y, si por alguna razón está herido o enfermo, llevarlo a una veterinaria para que lo atiendan, no importa cuánto cueste.

En contra parte, cuando vemos a un ser humano, indigente, tirado en las calles, que muchas veces pide una moneda o algo de comer, se lo negamos. No somos capaces de aliviar sus penas sino por el contrario lo rechazamos, con el argumento de que “él se lo buscó”, “está así porque quiere”, “no trabaja porque no se le paga la gana”, pero no analizamos el trasfondo de su problema. Dejamos de ser humanos

Entonces, ese es el problema que regularmente enfrentamos en este mundo actual, donde pareciera que los animales se humanizan con el trato amoroso de los humanos, y los humanos se animalizan con el mal trato de sus semejantes. ¿Será bueno esto?

Se debe legislar en esta materia de maltrato animal, porque no puede ser que haya personas que cuando ven a una mascota en su edad cachorra quieran llevarla a su casa, pero luego decidan abandonarla en las calles porque no son capaces de asumir la responsabilidad de su cuidado y manutención.

Ese sería un buen tema para los legisladores, a fin regular esa práctica y evitar que haya en Tabasco tanto perro callejero que sufre y además contamina. Sería la mejor forma de someter con la ley en la mano a todos aquellos irresponsables que, inclusive, agreden a los animales y tratan hasta de matarlos, como sucedió hace unos días con una camioneta repartidora de gas que le pasó la unidad encima a un perro que descansaba en la calle.

Hace unos días, un amigo público en redes sociales unas fotografías de perros rescatados de las calles y me llamó la atención porque siempre lo hace, y entonces empezó el diálogo.

-Ya debes constituir una asociación civil para el rescate y cuidado de perros abandonados, le dije.

-Sólo si cada uno pusiera su granito de arena llevando uno a su casa no existieran en la calle ninguno bro, me respondió.

-O sea que todos tenemos que asumir la responsabilidad que otros soslayan, repliqué.

Y él me respondió de nuevo: “si lo hiciéramos seríamos humanos no animales”, frase que me dio el tema para escribir esta columna.

De antemano quiero aclarar que no tengo nada en contra de los animales, es solo que me llamó la atención algo muy peculiar: los seres humanos empezamos a preferir a esta especie y a despreciar a la nuestra.

De hecho, soy amante de los perros. Tengo cuatro en mi casa: Everest es una mastín americano que todos los días me levanta a las seis de la mañana para que yo le dé de comer y me espera a que yo regrese a casa para que también le sirva sus alimentos. Es extraordinaria.

De ahí esta Cuqui, una cruza de Rat Terrier que de repente apareció deambulando cerca de mi domicilio y decidí adoptarla; obviamente, lo hice luego de haberla rescatado, publicar su fotografía en redes y no aparecer el dueño, lo que me hizo intuir que la habían abandonado. Ella es súper cariñosa y celosa. Una verdadera belleza.

De ahí está Ellis, una French Poodle que ya cuenta con 12 años, sobreviviente del moquillo, porque en la inundación pasada se enfermó junto con Travieso y Chule, que no tuvieron la capacidad de resistir y murieron, pero ella se resiste a dejarme.

De ahí tengo a Kayser, un perrito chihuahueño que por algunas circunstancias familiares llegó a mi hogar y, de inmediato, se ganó mi corazón. El no solo tiene alojamiento sino que en ocasiones comparte mi cama y no soy capaz de bajarlo, muchos menos sacarlo del cuarto.

Sin embargo, mi reflexión fue porque muchas personas preferimos rescatar a un perro o gato, o inclusive a otro tipo de animal, albergarlo en su casa, alimentarlo y, si por alguna razón está herido o enfermo, llevarlo a una veterinaria para que lo atiendan, no importa cuánto cueste.

En contra parte, cuando vemos a un ser humano, indigente, tirado en las calles, que muchas veces pide una moneda o algo de comer, se lo negamos. No somos capaces de aliviar sus penas sino por el contrario lo rechazamos, con el argumento de que “él se lo buscó”, “está así porque quiere”, “no trabaja porque no se le paga la gana”, pero no analizamos el trasfondo de su problema. Dejamos de ser humanos

Entonces, ese es el problema que regularmente enfrentamos en este mundo actual, donde pareciera que los animales se humanizan con el trato amoroso de los humanos, y los humanos se animalizan con el mal trato de sus semejantes. ¿Será bueno esto?

Se debe legislar en esta materia de maltrato animal, porque no puede ser que haya personas que cuando ven a una mascota en su edad cachorra quieran llevarla a su casa, pero luego decidan abandonarla en las calles porque no son capaces de asumir la responsabilidad de su cuidado y manutención.

Ese sería un buen tema para los legisladores, a fin regular esa práctica y evitar que haya en Tabasco tanto perro callejero que sufre y además contamina. Sería la mejor forma de someter con la ley en la mano a todos aquellos irresponsables que, inclusive, agreden a los animales y tratan hasta de matarlos, como sucedió hace unos días con una camioneta repartidora de gas que le pasó la unidad encima a un perro que descansaba en la calle.