/ sábado 1 de diciembre de 2018

Cambio de gobierno y de mentalidad

El hecho de que 30 millones de ciudadanos hayan votado a favor del líder izquierdista Andrés Manuel López Obrador el pasado 1 de julio, no deja lugar a ninguna duda de que los mexicanos querían un cambio de gobierno, de partido y de generación de políticos; sin embargo, si no hay un cambio de mentalidad tanto del gobernante como del pueblo, es imposible que se tenga éxito en los próximos años.

Este sábado se consolida el cambio de gobierno. Hoy rinde protesta Andrés Manuel López Obrador y se convierte en Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos. Lo celebran no solo los 30 millones que acudieron a las urnas a votar por el él sino la mayoría de mexicanos que abrazan la esperanza de salir de la condición en que el régimen PRIANista mantuvo al país durante casi un siglo.

Si los tiempos y las cosas cambian el gobernante también debe cambiar. Los mexicanos ya demostraron una metamorfosis en su forma de pensar y actuar al acudir a la elección pasada para emitir su voto por la persona que, a su juicio, más conviene al país como presidente.

Al pueblo ya no le importó el chantaje de los programas sociales ni la compra de votos, ni los puercos, cochinos, marranos y frijol con gorgojo que les dieron. Su corazón los llevó a rebelarse contra ese yugo que los sumió en la pobreza y la miseria durante nueve décadas y propiciar, de esa forma, el alumbramiento de la cuarta transformación de México.

Andrés Manuel tiene que cambiar, junto con el pueblo, su forma de pensar y actuar, en el entendido de que no es lo mismo estar en campaña que en el ejercicio del poder. Esto tan sencillo puede ser la diferencia entre el éxito y el fracaso, pues si el gobernante ve que todo a su alrededor se transforma y él no cambia su manera de proceder, porque siempre ha prosperado al caminar por una vía y no puede persuadirse de apartarse de ella, entonces lo esperará la ruina.

Un hombre que está acostumbrado a actuar de una manera y no cambia nunca, está condenado a fracasar cuando las circunstancias se modifican. No puede ir el país por un lado y la obra del presidente por otro. Al momento de sentarse en la silla presidencial tiene que cambiar su mentalidad, hacer realidad la reconciliación, hasta con los medios de comunicación, y llevar a cabo, al pie de la letra, cada una de las promesas realizadas.

El pueblo ya hizo lo suyo y lo llevó al gobierno, ahora Andrés Manuel tiene qué responder a la confianza de los mexicanos de todos los niveles sociales y de todos los sectores, sin despegar los pies de la tierra, porque el poder a los sabios obnubila y a los no tan sabios enloquece. Depende del nivel de preparación del gobernante la altura de la levitación.


A partir de este 1 de diciembre AMLO tiene que ser cuidadoso hasta con sus palabras, ya que éstas se pueden convertir en bendición o maldición para todo el país; sus decretos pueden representar edificación o destrucción de personas, empresas o instituciones entre otras cosas. Sin doblez, ¡Qué sea lo mejor!


El hecho de que 30 millones de ciudadanos hayan votado a favor del líder izquierdista Andrés Manuel López Obrador el pasado 1 de julio, no deja lugar a ninguna duda de que los mexicanos querían un cambio de gobierno, de partido y de generación de políticos; sin embargo, si no hay un cambio de mentalidad tanto del gobernante como del pueblo, es imposible que se tenga éxito en los próximos años.

Este sábado se consolida el cambio de gobierno. Hoy rinde protesta Andrés Manuel López Obrador y se convierte en Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos. Lo celebran no solo los 30 millones que acudieron a las urnas a votar por el él sino la mayoría de mexicanos que abrazan la esperanza de salir de la condición en que el régimen PRIANista mantuvo al país durante casi un siglo.

Si los tiempos y las cosas cambian el gobernante también debe cambiar. Los mexicanos ya demostraron una metamorfosis en su forma de pensar y actuar al acudir a la elección pasada para emitir su voto por la persona que, a su juicio, más conviene al país como presidente.

Al pueblo ya no le importó el chantaje de los programas sociales ni la compra de votos, ni los puercos, cochinos, marranos y frijol con gorgojo que les dieron. Su corazón los llevó a rebelarse contra ese yugo que los sumió en la pobreza y la miseria durante nueve décadas y propiciar, de esa forma, el alumbramiento de la cuarta transformación de México.

Andrés Manuel tiene que cambiar, junto con el pueblo, su forma de pensar y actuar, en el entendido de que no es lo mismo estar en campaña que en el ejercicio del poder. Esto tan sencillo puede ser la diferencia entre el éxito y el fracaso, pues si el gobernante ve que todo a su alrededor se transforma y él no cambia su manera de proceder, porque siempre ha prosperado al caminar por una vía y no puede persuadirse de apartarse de ella, entonces lo esperará la ruina.

Un hombre que está acostumbrado a actuar de una manera y no cambia nunca, está condenado a fracasar cuando las circunstancias se modifican. No puede ir el país por un lado y la obra del presidente por otro. Al momento de sentarse en la silla presidencial tiene que cambiar su mentalidad, hacer realidad la reconciliación, hasta con los medios de comunicación, y llevar a cabo, al pie de la letra, cada una de las promesas realizadas.

El pueblo ya hizo lo suyo y lo llevó al gobierno, ahora Andrés Manuel tiene qué responder a la confianza de los mexicanos de todos los niveles sociales y de todos los sectores, sin despegar los pies de la tierra, porque el poder a los sabios obnubila y a los no tan sabios enloquece. Depende del nivel de preparación del gobernante la altura de la levitación.


A partir de este 1 de diciembre AMLO tiene que ser cuidadoso hasta con sus palabras, ya que éstas se pueden convertir en bendición o maldición para todo el país; sus decretos pueden representar edificación o destrucción de personas, empresas o instituciones entre otras cosas. Sin doblez, ¡Qué sea lo mejor!