/ martes 23 de noviembre de 2021

Asesor Jurídico | Hablemos de deuda y gasto público en México

A pesar de la política de austeridad del presidente de la República, con la 4T se ha incrementado el gasto en burocracia y gasto corriente en México. No obstante, no es un comportamiento exclusivo de esta administración, pues del 2000 al 2020, la tasa de crecimiento acumulada del gasto público ha crecido constantemente.

La paradoja en la política económica de México es que al elevado gasto público hay bajo crecimiento y es que del 2000 al 2020, la tasa de crecimiento acumulada del gasto público y de la deuda fueron más altas que la tasa acumulada del Producto Interno Bruto (PIB). ¿Esto qué ha significado? Si bien, ha habido mayor presupuesto público, esto no ha incidido a una mayor tasa de crecimiento del PIB: hemos crecido más en gasto, en deuda y sin crecimiento económico.

Además, no hay calidad y efectividad del gasto público. Sobre todo, con la crisis coyuntural de la pandemia del COVID-19, habría que privilegiarse la inversión productiva en materia del gasto, para que éste, sea efectivo en términos de crecimiento para el país. Por otra parte, en los últimos veinte años el gasto público ha tenido un crecimiento acumulado superior al experimentado por el PIB, generando una deuda más abultada y la deuda en los tres niveles de gobierno se ha alimentado a sí misma para crecer.

Se ha enfatizado la necesidad de una reforma fiscal que permita aumentar los ingresos públicos para hacer frente a un mayor gasto público, con el propósito de atender la caída de la producción, el empleo y el gasto social. Sin embargo, los resultados económicos del país, exhiben que un gasto más voluminoso no necesariamente llevaría a un crecimiento económico o a mitigar el efecto contraccionista de la pandemia.

No hay rentabilidad de las inversiones que se realizan con los recursos públicos, pues las inversiones en Petróleos Mexicanos (PEMEX), Comisión Federal de Electricidad (CFE) y en los programas de asistencia social o los proyectos de desarrollo de infraestructura no contribuyen a generar mayor riqueza en el futuro a mediano y largo plazo, comenzando a representar un problema de deuda.

México está entrando en un proceso peligroso de la deuda, ya que su volumen le resta liquidez al gobierno y posibilidad de financiamiento privado. Más allá del discurso político, la pertinencia de la austeridad y ahorro gubernamental, contrasta con un aspecto que enmascara una grave anomalía en la economía del país: con una deuda del 52 por ciento del PIB, el grueso del financiamiento se lo está llevando el gobierno.

El país sigue endeudándose y te explico por qué. No solo el gasto público no ha dinamizado la producción y el empleo, agregadamente la deuda pública del gobierno sigue creciendo. Hay un déficit entre ingresos y egresos, que obliga al gobierno a endeudarse y el problema es que a final de cuentas la deuda la acabamos pagando los ciudadanos.

Sí ha aumentado la deuda del gobierno mexicano, pues con datos oficiales de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, la deuda ha incrementado en lo que va de la actual administración, tanto la deuda interna, la denominada en pesos, como la externa. Como dato, en noviembre de 2018, la deuda interna neta del sector público federal, más los organismos y empresas como PEMEX y CFE, más la banca de desarrollo, era de 6.7 millones de millones de pesos.

Al pasado mes de abril, que es último mes del que tenemos información, esa deuda era ya de 7. 8 millones de millones de pesos, lo cual representa un incremento de 16.7 por ciento con relación a la deuda neta del sector público federal, pero si consideramos nada más al gobierno federal, sacamos de este gran total a los organismos, empresas y a la banca de desarrollo, pues tenemos que en noviembre de 2018 esa deuda del gobierno federal era de 6.5 millones de millones de pesos y al pasado mes de abril era ya de 7.8, es decir, un incremento de 20.2 por ciento.

Respecto a la deuda externa, si consideramos al sector público federal, tenemos que en noviembre de 2018 era de 198 mil millones de dólares, al pasado mes de abril era ya de 225 mil millones de dólares, un incremento de 13.5 por ciento. Y si consideramos nada más la deuda externa del gobierno federal, en noviembre de 2018 era de 95 mil millones de dólares y en abril de 2021 sumaba ya 118 mil millones, un incremento del 23.5 por ciento.

El gobierno federal –en corresponsabilidad compartida entre el Poder Ejecutivo y el Legislativo-, está contrayendo más deuda y está endeudando a los gobiernos futuros. Además, no se está distribuyendo bien el gasto y lo inquietante es que, no solo que la economía esté contraída, en 2022 vamos a entrar en un franco estancamiento: no tendremos ni siquiera aquellos 2 o 2.5 por ciento de crecimiento que teníamos en México.

El Centro de Estudios de las Finanzas Públicas estima que, al cierre de 2021, la deuda neta aprobada alcanzará 13.6 billones de pesos y 13.9 billones para 2022. Lo que significa un crecimiento del orden de 330 mil millones de pesos, siendo el déficit presupuestario de 800 mil millones de pesos. De ser así, ello se explicaría por el posible repago de deuda externa y abatimiento del costo de financiamiento, hecho inédito pero acorde al reto del peso de la deuda sobre el PIB.

El incremento nominal de la deuda se traduce en que hemos caído sustancialmente en los ingresos no recurrentes -caída de los precios y producción de petróleo-, hay mayor crecimiento del gasto, pero no de la economía. Además, no hay coordinación entre la política monetaria y fiscal en México. Urge elevar la calidad y efectividad del gasto público: hay que privilegiar la inversión productiva en materia del gasto, para que éste sea efectivo en términos de crecimiento.

A pesar de la política de austeridad del presidente de la República, con la 4T se ha incrementado el gasto en burocracia y gasto corriente en México. No obstante, no es un comportamiento exclusivo de esta administración, pues del 2000 al 2020, la tasa de crecimiento acumulada del gasto público ha crecido constantemente.

La paradoja en la política económica de México es que al elevado gasto público hay bajo crecimiento y es que del 2000 al 2020, la tasa de crecimiento acumulada del gasto público y de la deuda fueron más altas que la tasa acumulada del Producto Interno Bruto (PIB). ¿Esto qué ha significado? Si bien, ha habido mayor presupuesto público, esto no ha incidido a una mayor tasa de crecimiento del PIB: hemos crecido más en gasto, en deuda y sin crecimiento económico.

Además, no hay calidad y efectividad del gasto público. Sobre todo, con la crisis coyuntural de la pandemia del COVID-19, habría que privilegiarse la inversión productiva en materia del gasto, para que éste, sea efectivo en términos de crecimiento para el país. Por otra parte, en los últimos veinte años el gasto público ha tenido un crecimiento acumulado superior al experimentado por el PIB, generando una deuda más abultada y la deuda en los tres niveles de gobierno se ha alimentado a sí misma para crecer.

Se ha enfatizado la necesidad de una reforma fiscal que permita aumentar los ingresos públicos para hacer frente a un mayor gasto público, con el propósito de atender la caída de la producción, el empleo y el gasto social. Sin embargo, los resultados económicos del país, exhiben que un gasto más voluminoso no necesariamente llevaría a un crecimiento económico o a mitigar el efecto contraccionista de la pandemia.

No hay rentabilidad de las inversiones que se realizan con los recursos públicos, pues las inversiones en Petróleos Mexicanos (PEMEX), Comisión Federal de Electricidad (CFE) y en los programas de asistencia social o los proyectos de desarrollo de infraestructura no contribuyen a generar mayor riqueza en el futuro a mediano y largo plazo, comenzando a representar un problema de deuda.

México está entrando en un proceso peligroso de la deuda, ya que su volumen le resta liquidez al gobierno y posibilidad de financiamiento privado. Más allá del discurso político, la pertinencia de la austeridad y ahorro gubernamental, contrasta con un aspecto que enmascara una grave anomalía en la economía del país: con una deuda del 52 por ciento del PIB, el grueso del financiamiento se lo está llevando el gobierno.

El país sigue endeudándose y te explico por qué. No solo el gasto público no ha dinamizado la producción y el empleo, agregadamente la deuda pública del gobierno sigue creciendo. Hay un déficit entre ingresos y egresos, que obliga al gobierno a endeudarse y el problema es que a final de cuentas la deuda la acabamos pagando los ciudadanos.

Sí ha aumentado la deuda del gobierno mexicano, pues con datos oficiales de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, la deuda ha incrementado en lo que va de la actual administración, tanto la deuda interna, la denominada en pesos, como la externa. Como dato, en noviembre de 2018, la deuda interna neta del sector público federal, más los organismos y empresas como PEMEX y CFE, más la banca de desarrollo, era de 6.7 millones de millones de pesos.

Al pasado mes de abril, que es último mes del que tenemos información, esa deuda era ya de 7. 8 millones de millones de pesos, lo cual representa un incremento de 16.7 por ciento con relación a la deuda neta del sector público federal, pero si consideramos nada más al gobierno federal, sacamos de este gran total a los organismos, empresas y a la banca de desarrollo, pues tenemos que en noviembre de 2018 esa deuda del gobierno federal era de 6.5 millones de millones de pesos y al pasado mes de abril era ya de 7.8, es decir, un incremento de 20.2 por ciento.

Respecto a la deuda externa, si consideramos al sector público federal, tenemos que en noviembre de 2018 era de 198 mil millones de dólares, al pasado mes de abril era ya de 225 mil millones de dólares, un incremento de 13.5 por ciento. Y si consideramos nada más la deuda externa del gobierno federal, en noviembre de 2018 era de 95 mil millones de dólares y en abril de 2021 sumaba ya 118 mil millones, un incremento del 23.5 por ciento.

El gobierno federal –en corresponsabilidad compartida entre el Poder Ejecutivo y el Legislativo-, está contrayendo más deuda y está endeudando a los gobiernos futuros. Además, no se está distribuyendo bien el gasto y lo inquietante es que, no solo que la economía esté contraída, en 2022 vamos a entrar en un franco estancamiento: no tendremos ni siquiera aquellos 2 o 2.5 por ciento de crecimiento que teníamos en México.

El Centro de Estudios de las Finanzas Públicas estima que, al cierre de 2021, la deuda neta aprobada alcanzará 13.6 billones de pesos y 13.9 billones para 2022. Lo que significa un crecimiento del orden de 330 mil millones de pesos, siendo el déficit presupuestario de 800 mil millones de pesos. De ser así, ello se explicaría por el posible repago de deuda externa y abatimiento del costo de financiamiento, hecho inédito pero acorde al reto del peso de la deuda sobre el PIB.

El incremento nominal de la deuda se traduce en que hemos caído sustancialmente en los ingresos no recurrentes -caída de los precios y producción de petróleo-, hay mayor crecimiento del gasto, pero no de la economía. Además, no hay coordinación entre la política monetaria y fiscal en México. Urge elevar la calidad y efectividad del gasto público: hay que privilegiar la inversión productiva en materia del gasto, para que éste sea efectivo en términos de crecimiento.