/ viernes 6 de mayo de 2022

Artilugios | Realidad, ficción y albur.

No voy a comenzar con la consabida frase atribuida a Shakespeare. Mejor oteemos, artilugista que me lees, por algunos instantes literarios.

1.- En la novela El castillo de los Cárpatos, de Julio Verne, asistimos a la predicción del cinematógrafo casero, esa máquina con la que nuestros padres nos mostraban una y otra vez la infancia gloriosa. En la novela de Verne, el joven Franz, enamorado de una cantante de ópera, le pide matrimonio. Ella muere al poco tiempo. Entonces, Franz descubre, según consejas de las montañas, que ella está presa en un castillo, presa del conde Vardálek, malvado y vampírico descendiente de una rancia estirpe. Realmente, lo que tiene presa el conde es la imagen de Stella, la cantante, a la que mira a cada momento, llorando su pérdida. El cinematógrafo se inventó pocos años después de la novela, ¿qué fue primero, la invención artística o la científica?

2.- En la novela Secuestrado, de Robert Louis Stevenson, encontramos el secuestro de un joven por un familiar. La obra aprovecha el trasfondo de unos acontecimientos en la Escocia del siglo XVIII; como un célebre asesinato sin resolver que tuvo lugar en Appin, al oeste de Escocia, el 14 de mayo de 1752, tras el alzamiento jacobita de 1745. Muchos de los personajes y uno de los protagonistas, Alan Breck Stewart, tienen existencia real. Igualmente, la situación política del momento es retratada desde diferentes puntos de vista y las Tierras Altas de Escocia son tratadas con simpatía. Stevenson, parece ser, se inspiró en un suceso real.

3.- En la serie Las 7 vidas de Léa, no solo encontramos un excelente thriller sobre la muerte de Ismael y la pesquisa de Léa por esclarecerlo, también encontramos que la vida social de los adolescentes de 1991 era muy diferente a la de ahora. Sin aspavientos morales o culturales. No había teléfonos móviles, no había redes sociales, las tribus escolares eran más relajadas, la vida del pueblo transcurre como un espasmo delirante mientras Léa, la actriz Raika Hazanavicius, viaja de 2021 a 1991 tratando de resolver la muerte del amigo de sus padres, Ismael (Khalil Gharbia). Al viajar al pasado entra en el cuerpo de algunos de los testigos del crimen. Claro, que ella viaje en el tiempo no quiere decir que, forzosamente, resolverá nada. Lo curioso es ese papel siempre detenido, pasivo, trémulo que las mujeres tenían aun en ese tiempo, papel que se han negado a mantener en estos tiempos. Interesante.

Los tres casos descubren la especie de inmoralidad que late en nuestra sociedad. Asesinato, violencia, marchas contra el aborto, secuestro. La sociedad milenarista no acaba de deshacerse del prejuicio, de la maldad, de lo que la ha convertido en un caotico mundo en el que los satanases del crimen entronizan su reino. Fíjese el lector en el caso de la chica secuestrada, abandonada en una carretera, olvidada por todos −amigas, padres, autoridades− hasta que efectivamente fue encontrada muerta donde menos se esperaba.

Todo comenzó el pasado 8 de abril, cuando Debanhi Susana Escobar Bazaldua, de 18 años, acudió a una fiesta en el municipio de Escobedo, en Nuevo León, junto a dos amigas, quienes regresaron a casa dejando a Debanhi en el lugar. Estas decidieron llamar a un ‘contacto de confianza’ en una plataforma de viaje como Uber o Didi para que la buscase ahí mismo.

Cerca de las 5 de la mañana, el ‘contacto de confianza’ dejó a la joven sola en la carretera, tomando la última fotografía de Debanhi cuando el conductor la dejó en la carretera Nuevo Laredo-Monterrey, vialidad conocida como la carretera de la muerte debido a las múltiples desapariciones que se han registrado en el lugar y por esa grácil costumbre de la sociedad de bautizar de manera truculenta como antes fue bautizado el bosque, la cueva, el lago. Ese mismo día, Andrea Escobar, prima de Debanhi, compartió en su cuenta de Instagram que el grupo de amigas con quien Debanhi había salido regresó a casa sin ella y que pedía ayuda para saber de su paradero.

Ante la justa indignación paterna, aparecen datos variados, respuestas a lo simple, excesos, acomodos, silencios, estridencias. ¿Qué le pasó a la chica finalmente? ¿Sucumbió a su calidad de chivo expiatorio? ¿Pagó ella para que los dioses de la violencia sacien su sed, no teniendo que buscar otras víctimas? ¿Fue elegida, indicada, suspendida en un delicuescente memorial de crímenes? No lo sabremos, creo.

Necesario es forjar una escueta precisión sobre el papel que juegan los avisos, las memorias, los artilugios −propiamente dicho− que llevaron a una joven a quedarse en una carretera solitaria por la intemperancia de sus amigas, siendo fotografiada por quien debía llevarla sana y salva, para después aparecer corriendo, huyendo, saliendo del entramado del hotel que se convirtió en el laberinto de Creta. Desde ahí todo es especulación, pistas falsas, salidas de emergencia selladas, contracorriente, obsoletismo. Toda la ineficacia que puede ser exhibida por parte de las autoridades, lo ha sido sin menoscabo de otros casos.

¿Sorpresa? ¿Aun guarda sorpresas un país como el nuestro que vio desaparecer a 43 jóvenes, que ve todos los días aparecer fosas clandestinas, que ve la insultante gama de crímenes que se propalan en vez de desvanecerse? ¿Qué aún no sabe bien a bien qué pasó en octubre de 1968, en el jueves de Corpus de 1971? ¿Qué no sabe quién será el próximo ejecutado/a para que los dioses de la violencia no vuelvan sus ojos hacia los nuestros?

Pues así pasó con Debanhi. Fue escogida por los dioses, esos que pensamos dormidos en la calma chicha de una paz implantada a fuerzas, para ser la sacrificada. Lo curioso de esto es que la sed de los dioses no parece apagarse. Al contrario, ella es apenas una de las muchas que desaparecen. La búsqueda llevó a descubrir cuerpos donde menos se esperaba. Buscando a una, aparecieron otras. Pareciera el país de Serendipia, donde si buscas algo encuentras aquello que buscaste hace tiempo y no hallaste. Otra referencia literaria, perdonarán.

En alguna ocasión, tratamos el tema de las muchachas desaparecidas en Juárez, Chihuahua, en una obra de teatro que titulé Así que pasen 500 años. En la Gaceta de la UJAT la reseña de una joven alumna minimizó el tema de la obra aduciendo que ahora sí todos queríamos figurar a través del caso. No pude con esa crítica que me pareció de lo más insensata y soberbia, sobre todo viniendo de una mujer. O sea, la sororidad es prerrogativa de las mujeres. Está visto que no, dado el caso de Debanhi donde sus mismas amigas la abandonaron a su suerte.

¿Qué nos espera? Más cadáveres, supongo. Otro caso no resuelto, parece. Autoridades sin autoridad, como siempre. En fin. La tragedia nacional camina infalible, sin tropiezos. La farsa nacional está en la mira del mundo, como pocas veces. La ausencia de valores se redime ante la falta de costumbres. El apoyo a los familiares de las víctimas se escatima ante la mirada penetrante, conminatoria de los dioses. Tienen sed, tienen hambre. ¿Qué nos espera?

Recordemos otro momento literario, y prometo que es el último. Cuando tuvo lugar el Ragnärok, quedó destruida la Tierra. El dios ciego tomó el tablero de ajedrez con el que se entretenían él y sus pares y borra los escaques. Es tiempo de que forjen sus destinos los hombres, libres de los caprichos de los dioses, dice el dios ciego abandonando el tablero por ahí. ¿Falta mucho para ello? Mire el artilugista que primero debe darse la conflagración, la destrucción de la que renacerá el mundo, quizá diferente, quizá con los mismos acordes de la maldad.

Un albur, como lo es nuestro país.

No voy a comenzar con la consabida frase atribuida a Shakespeare. Mejor oteemos, artilugista que me lees, por algunos instantes literarios.

1.- En la novela El castillo de los Cárpatos, de Julio Verne, asistimos a la predicción del cinematógrafo casero, esa máquina con la que nuestros padres nos mostraban una y otra vez la infancia gloriosa. En la novela de Verne, el joven Franz, enamorado de una cantante de ópera, le pide matrimonio. Ella muere al poco tiempo. Entonces, Franz descubre, según consejas de las montañas, que ella está presa en un castillo, presa del conde Vardálek, malvado y vampírico descendiente de una rancia estirpe. Realmente, lo que tiene presa el conde es la imagen de Stella, la cantante, a la que mira a cada momento, llorando su pérdida. El cinematógrafo se inventó pocos años después de la novela, ¿qué fue primero, la invención artística o la científica?

2.- En la novela Secuestrado, de Robert Louis Stevenson, encontramos el secuestro de un joven por un familiar. La obra aprovecha el trasfondo de unos acontecimientos en la Escocia del siglo XVIII; como un célebre asesinato sin resolver que tuvo lugar en Appin, al oeste de Escocia, el 14 de mayo de 1752, tras el alzamiento jacobita de 1745. Muchos de los personajes y uno de los protagonistas, Alan Breck Stewart, tienen existencia real. Igualmente, la situación política del momento es retratada desde diferentes puntos de vista y las Tierras Altas de Escocia son tratadas con simpatía. Stevenson, parece ser, se inspiró en un suceso real.

3.- En la serie Las 7 vidas de Léa, no solo encontramos un excelente thriller sobre la muerte de Ismael y la pesquisa de Léa por esclarecerlo, también encontramos que la vida social de los adolescentes de 1991 era muy diferente a la de ahora. Sin aspavientos morales o culturales. No había teléfonos móviles, no había redes sociales, las tribus escolares eran más relajadas, la vida del pueblo transcurre como un espasmo delirante mientras Léa, la actriz Raika Hazanavicius, viaja de 2021 a 1991 tratando de resolver la muerte del amigo de sus padres, Ismael (Khalil Gharbia). Al viajar al pasado entra en el cuerpo de algunos de los testigos del crimen. Claro, que ella viaje en el tiempo no quiere decir que, forzosamente, resolverá nada. Lo curioso es ese papel siempre detenido, pasivo, trémulo que las mujeres tenían aun en ese tiempo, papel que se han negado a mantener en estos tiempos. Interesante.

Los tres casos descubren la especie de inmoralidad que late en nuestra sociedad. Asesinato, violencia, marchas contra el aborto, secuestro. La sociedad milenarista no acaba de deshacerse del prejuicio, de la maldad, de lo que la ha convertido en un caotico mundo en el que los satanases del crimen entronizan su reino. Fíjese el lector en el caso de la chica secuestrada, abandonada en una carretera, olvidada por todos −amigas, padres, autoridades− hasta que efectivamente fue encontrada muerta donde menos se esperaba.

Todo comenzó el pasado 8 de abril, cuando Debanhi Susana Escobar Bazaldua, de 18 años, acudió a una fiesta en el municipio de Escobedo, en Nuevo León, junto a dos amigas, quienes regresaron a casa dejando a Debanhi en el lugar. Estas decidieron llamar a un ‘contacto de confianza’ en una plataforma de viaje como Uber o Didi para que la buscase ahí mismo.

Cerca de las 5 de la mañana, el ‘contacto de confianza’ dejó a la joven sola en la carretera, tomando la última fotografía de Debanhi cuando el conductor la dejó en la carretera Nuevo Laredo-Monterrey, vialidad conocida como la carretera de la muerte debido a las múltiples desapariciones que se han registrado en el lugar y por esa grácil costumbre de la sociedad de bautizar de manera truculenta como antes fue bautizado el bosque, la cueva, el lago. Ese mismo día, Andrea Escobar, prima de Debanhi, compartió en su cuenta de Instagram que el grupo de amigas con quien Debanhi había salido regresó a casa sin ella y que pedía ayuda para saber de su paradero.

Ante la justa indignación paterna, aparecen datos variados, respuestas a lo simple, excesos, acomodos, silencios, estridencias. ¿Qué le pasó a la chica finalmente? ¿Sucumbió a su calidad de chivo expiatorio? ¿Pagó ella para que los dioses de la violencia sacien su sed, no teniendo que buscar otras víctimas? ¿Fue elegida, indicada, suspendida en un delicuescente memorial de crímenes? No lo sabremos, creo.

Necesario es forjar una escueta precisión sobre el papel que juegan los avisos, las memorias, los artilugios −propiamente dicho− que llevaron a una joven a quedarse en una carretera solitaria por la intemperancia de sus amigas, siendo fotografiada por quien debía llevarla sana y salva, para después aparecer corriendo, huyendo, saliendo del entramado del hotel que se convirtió en el laberinto de Creta. Desde ahí todo es especulación, pistas falsas, salidas de emergencia selladas, contracorriente, obsoletismo. Toda la ineficacia que puede ser exhibida por parte de las autoridades, lo ha sido sin menoscabo de otros casos.

¿Sorpresa? ¿Aun guarda sorpresas un país como el nuestro que vio desaparecer a 43 jóvenes, que ve todos los días aparecer fosas clandestinas, que ve la insultante gama de crímenes que se propalan en vez de desvanecerse? ¿Qué aún no sabe bien a bien qué pasó en octubre de 1968, en el jueves de Corpus de 1971? ¿Qué no sabe quién será el próximo ejecutado/a para que los dioses de la violencia no vuelvan sus ojos hacia los nuestros?

Pues así pasó con Debanhi. Fue escogida por los dioses, esos que pensamos dormidos en la calma chicha de una paz implantada a fuerzas, para ser la sacrificada. Lo curioso de esto es que la sed de los dioses no parece apagarse. Al contrario, ella es apenas una de las muchas que desaparecen. La búsqueda llevó a descubrir cuerpos donde menos se esperaba. Buscando a una, aparecieron otras. Pareciera el país de Serendipia, donde si buscas algo encuentras aquello que buscaste hace tiempo y no hallaste. Otra referencia literaria, perdonarán.

En alguna ocasión, tratamos el tema de las muchachas desaparecidas en Juárez, Chihuahua, en una obra de teatro que titulé Así que pasen 500 años. En la Gaceta de la UJAT la reseña de una joven alumna minimizó el tema de la obra aduciendo que ahora sí todos queríamos figurar a través del caso. No pude con esa crítica que me pareció de lo más insensata y soberbia, sobre todo viniendo de una mujer. O sea, la sororidad es prerrogativa de las mujeres. Está visto que no, dado el caso de Debanhi donde sus mismas amigas la abandonaron a su suerte.

¿Qué nos espera? Más cadáveres, supongo. Otro caso no resuelto, parece. Autoridades sin autoridad, como siempre. En fin. La tragedia nacional camina infalible, sin tropiezos. La farsa nacional está en la mira del mundo, como pocas veces. La ausencia de valores se redime ante la falta de costumbres. El apoyo a los familiares de las víctimas se escatima ante la mirada penetrante, conminatoria de los dioses. Tienen sed, tienen hambre. ¿Qué nos espera?

Recordemos otro momento literario, y prometo que es el último. Cuando tuvo lugar el Ragnärok, quedó destruida la Tierra. El dios ciego tomó el tablero de ajedrez con el que se entretenían él y sus pares y borra los escaques. Es tiempo de que forjen sus destinos los hombres, libres de los caprichos de los dioses, dice el dios ciego abandonando el tablero por ahí. ¿Falta mucho para ello? Mire el artilugista que primero debe darse la conflagración, la destrucción de la que renacerá el mundo, quizá diferente, quizá con los mismos acordes de la maldad.

Un albur, como lo es nuestro país.