/ viernes 22 de abril de 2022

Artilugios | Ladrón de libros.

Justamente indignada está la encargada de la librería que lleva el nombre del poeta José Carlos Becerra y, según dicho de la encargada, un hombre estuvo rondando el sitio. Amagando a las empleadas, corriendo por entre los anaqueles, haciendo ver cómo que quería llevarse un libro o dos. En una primera intención, parece que logró su cometido. En la segunda, lograron detenerlo.

La indignación de Yumey Salgado, acciona cuando todos nos tomamos el suceso a broma. Algunos pidiendo sacaran al Robin Hood de los libros, otros pidiéndole al secretario de cultura que retirara la demanda, los más diciendo que pagarían la fianza, cosa que no creo cumplieran. En fin, todos no tomamos en cuenta el acoso, la amenaza, el terror que debieron pasar las empleadas de la librería ante el amago. Por supuesto, habrá que hacer algunas consideraciones.

1.- Robarse los libros es efectivamente un delito, por muy romántico que parezca. No es menor que robar celulares en transportes públicos o joyas en una tienda pomadosa. Debe castigarse, por supuesto.

2.- Robarse libros es una práctica de todo mundo. No en balde existe el cínico refrán que reza Tonto es quien presta un libro, más tonto aun es quien lo regresa. Con eso se da carta credencial a quien se queda con libros que no son suyos.

3.- Un individuo llamado Francisco Murillo aparece un día en el café con un libro mío que, a su vez, le prestó otro amigo a quien se lo presté. Gracias, le dije, ya me lo llevo porque nuestro amigo común tiene tres meses y no me lo devuelve. Así lo recuperé. ¿Debería ir a la casa del caco y quitarle mi libro? No lo sé.

4.- En otro momento, puse un meme en mi muro de Facebook donde una niña, de sonrisa malévola, ve como se incendia una casa y el letrerito dice, para que no vuelvas a quedarte con mis libros. Sorprendido quedé cuando un amigo me devolvió algunos libros que no recordaba habérselos prestado.

5.- El poeta Alejandro Aura hizo las veces de oficina de Fomento a la lectura a nivel nacional cuando tuvo La sobremesa, un programa transmitido por Radio ACIR. En él, Aura recibía de editoriales connotadas ejemplares de libros que distribuía por la república en la noble tarea de promover la lectura. Es un pie de cría, decía Aura con ese simpático dejo suyo que lo hizo uno de los programas culturales más escuchados transmitido por una cadena de radio nacional. ¿Y si alguien se los roba?, preguntó una radioescucha. Déjelos, seguramente los leerá, decía el poeta. No debemos atesorar libros. Y si el ladrón de libros es tan miserable para robárselos, esperemos que alguien se los robe a él para que reciba una lección.

6.- En las novelas de Manuel Vázquez Montalbán donde es protagonista el detective Pepe Carvalho se da una condición interesante sobre los libros. El detective los quema una vez leídos. Una de sus ocasionales compañeras de lecho, al ver que Carvalho prende el boiler con hojas arrancadas de El Aleph de Borges, grita horrorizada, ¡Qué haces, maldito nazi, ¿por qué quemas los libros? Ya los leí, responde el detective. Para qué quiero que hagan bulto.

7.- En la novela La hora del ángel, un luciferino ángel salido de la imaginación de Anne Rice, lee ávidamente. Cuando termina una cantidad considerable de libros, los dona a la biblioteca pública más cercana.

8.- En un cuento de Las mil y una noches, el rey se envenena con un libro. Mientras más lee el rey, el veneno se asienta más en su cuerpo. Este mismo caso es retomado por Umberto Eco en la novela El nombre de la rosa, donde el libro envenenado es sinónimo del conocimiento que nos llevará a la muerte.

9.- Un presidente municipal en Tabasco vio con beneplácito la donación de equipos de cómputo a la biblioteca pública. Mejor, decía, así los chicos se entretienen en algo útil y dejan de perder el tiempo leyendo esos libros viejos.

10.- En otro municipio, este de Chiapas porque en San Juan también hace aire, otro presidente municipal decía que no leyeran los libros donados por la señora esa, porque tuvo tuberculosis y los libros, seguramente, estaban contaminados. La “señora esa” era la poeta Rosario Castellanos.

11.- El poeta Li Yu, nervioso ante el emperador, cae postrado rindiendo pleitesía al soberano y dice: Oh, gran empeOrador de la China, cuando lo que quiso decir fue Oh, gran emperador de la China. Mientras lo decapitaban, el poeta Li Yu decía en voz alta, ¿Todo esto por una letra?

12.- En la novela Libros de Luca, del autor sueco Mikkel Birkegaard, hay lectores que, a medida que leen, establecen contacto con otros que reciben lo leído. El mismo axioma ocurre en la novela de Goran Petrovic, La mano de la Buena Fortuna.

13.- Ladrona de libros, la novela de Markus Zusak nos habla de una chica que se lleva libros de una inmensa biblioteca, los lee, los devuelve, los lee con avidez. Es una chica valiente, porque pronto alguien se dará cuenta y la delatará, convirtiéndola en una vulgar ladrona cuando su interés fue ofrecer la cultura a quienes no la tenían.

14.- Este apartado era para el Quijote, pero esa ya nos la sabemos, según porque no la hemos leído, claro.

Muchos de los acontecimientos aquí narrados precisan la importancia de la lectura. Quien lee arriesga. Quien arriesga busca su placer. El placer de la lectura es único e irrepetible. No hay nada comparable a él, créanme.

Por eso, este ladrón de la librería José Carlos Becerra se atrevió. Aunque en su declaración, que fue subida a Facebook, no aclara su proceder. Hay algo de rencor, de maldad, de cinismo. No es un hombre bueno que quiso robar libros para repartir conocimiento. Es un ladrón que vio una oportunidad de ejercer su maldad, su prepotencia, su soberbia.

Es verdad, leer no te hace buena persona. Seguimos en esto.


Justamente indignada está la encargada de la librería que lleva el nombre del poeta José Carlos Becerra y, según dicho de la encargada, un hombre estuvo rondando el sitio. Amagando a las empleadas, corriendo por entre los anaqueles, haciendo ver cómo que quería llevarse un libro o dos. En una primera intención, parece que logró su cometido. En la segunda, lograron detenerlo.

La indignación de Yumey Salgado, acciona cuando todos nos tomamos el suceso a broma. Algunos pidiendo sacaran al Robin Hood de los libros, otros pidiéndole al secretario de cultura que retirara la demanda, los más diciendo que pagarían la fianza, cosa que no creo cumplieran. En fin, todos no tomamos en cuenta el acoso, la amenaza, el terror que debieron pasar las empleadas de la librería ante el amago. Por supuesto, habrá que hacer algunas consideraciones.

1.- Robarse los libros es efectivamente un delito, por muy romántico que parezca. No es menor que robar celulares en transportes públicos o joyas en una tienda pomadosa. Debe castigarse, por supuesto.

2.- Robarse libros es una práctica de todo mundo. No en balde existe el cínico refrán que reza Tonto es quien presta un libro, más tonto aun es quien lo regresa. Con eso se da carta credencial a quien se queda con libros que no son suyos.

3.- Un individuo llamado Francisco Murillo aparece un día en el café con un libro mío que, a su vez, le prestó otro amigo a quien se lo presté. Gracias, le dije, ya me lo llevo porque nuestro amigo común tiene tres meses y no me lo devuelve. Así lo recuperé. ¿Debería ir a la casa del caco y quitarle mi libro? No lo sé.

4.- En otro momento, puse un meme en mi muro de Facebook donde una niña, de sonrisa malévola, ve como se incendia una casa y el letrerito dice, para que no vuelvas a quedarte con mis libros. Sorprendido quedé cuando un amigo me devolvió algunos libros que no recordaba habérselos prestado.

5.- El poeta Alejandro Aura hizo las veces de oficina de Fomento a la lectura a nivel nacional cuando tuvo La sobremesa, un programa transmitido por Radio ACIR. En él, Aura recibía de editoriales connotadas ejemplares de libros que distribuía por la república en la noble tarea de promover la lectura. Es un pie de cría, decía Aura con ese simpático dejo suyo que lo hizo uno de los programas culturales más escuchados transmitido por una cadena de radio nacional. ¿Y si alguien se los roba?, preguntó una radioescucha. Déjelos, seguramente los leerá, decía el poeta. No debemos atesorar libros. Y si el ladrón de libros es tan miserable para robárselos, esperemos que alguien se los robe a él para que reciba una lección.

6.- En las novelas de Manuel Vázquez Montalbán donde es protagonista el detective Pepe Carvalho se da una condición interesante sobre los libros. El detective los quema una vez leídos. Una de sus ocasionales compañeras de lecho, al ver que Carvalho prende el boiler con hojas arrancadas de El Aleph de Borges, grita horrorizada, ¡Qué haces, maldito nazi, ¿por qué quemas los libros? Ya los leí, responde el detective. Para qué quiero que hagan bulto.

7.- En la novela La hora del ángel, un luciferino ángel salido de la imaginación de Anne Rice, lee ávidamente. Cuando termina una cantidad considerable de libros, los dona a la biblioteca pública más cercana.

8.- En un cuento de Las mil y una noches, el rey se envenena con un libro. Mientras más lee el rey, el veneno se asienta más en su cuerpo. Este mismo caso es retomado por Umberto Eco en la novela El nombre de la rosa, donde el libro envenenado es sinónimo del conocimiento que nos llevará a la muerte.

9.- Un presidente municipal en Tabasco vio con beneplácito la donación de equipos de cómputo a la biblioteca pública. Mejor, decía, así los chicos se entretienen en algo útil y dejan de perder el tiempo leyendo esos libros viejos.

10.- En otro municipio, este de Chiapas porque en San Juan también hace aire, otro presidente municipal decía que no leyeran los libros donados por la señora esa, porque tuvo tuberculosis y los libros, seguramente, estaban contaminados. La “señora esa” era la poeta Rosario Castellanos.

11.- El poeta Li Yu, nervioso ante el emperador, cae postrado rindiendo pleitesía al soberano y dice: Oh, gran empeOrador de la China, cuando lo que quiso decir fue Oh, gran emperador de la China. Mientras lo decapitaban, el poeta Li Yu decía en voz alta, ¿Todo esto por una letra?

12.- En la novela Libros de Luca, del autor sueco Mikkel Birkegaard, hay lectores que, a medida que leen, establecen contacto con otros que reciben lo leído. El mismo axioma ocurre en la novela de Goran Petrovic, La mano de la Buena Fortuna.

13.- Ladrona de libros, la novela de Markus Zusak nos habla de una chica que se lleva libros de una inmensa biblioteca, los lee, los devuelve, los lee con avidez. Es una chica valiente, porque pronto alguien se dará cuenta y la delatará, convirtiéndola en una vulgar ladrona cuando su interés fue ofrecer la cultura a quienes no la tenían.

14.- Este apartado era para el Quijote, pero esa ya nos la sabemos, según porque no la hemos leído, claro.

Muchos de los acontecimientos aquí narrados precisan la importancia de la lectura. Quien lee arriesga. Quien arriesga busca su placer. El placer de la lectura es único e irrepetible. No hay nada comparable a él, créanme.

Por eso, este ladrón de la librería José Carlos Becerra se atrevió. Aunque en su declaración, que fue subida a Facebook, no aclara su proceder. Hay algo de rencor, de maldad, de cinismo. No es un hombre bueno que quiso robar libros para repartir conocimiento. Es un ladrón que vio una oportunidad de ejercer su maldad, su prepotencia, su soberbia.

Es verdad, leer no te hace buena persona. Seguimos en esto.