/ viernes 8 de julio de 2022

Artilugios | Escribir, por ejemplo.

¿De qué escriben los escritores en Tabasco actualmente? Los jóvenes, poesía. Hay una constante en todos ellos, a pesar de su desprecio por el poeta Pellicer, de seguir los pasos del bardo. Hay mucho poeta en Tabasco, desde las profundidades de la selva teapaneca hasta las riberas del río Grijalva. Ensayistas de ningún modo. Poco piensan los intelectuales tabasqueños. Todo es más para la víscera que para el cerebro. Hay enemigos, no rivales. Hay contrincantes, no alternantes. La crítica como tal no puede ejercerse, todo es personal. Criticas a uno, se desmandan sus amigotes a “defenderlo”.

El ejercicio de la crítica expone al que critica. El criticado se ufana en seguir haciendo mal las cosas. Los artistas en Tabasco son talentosos todos, no puede negarse. Desprecian la técnica porque ellos ya han triunfado así, con su mero talento. ¿Qué importa que a ti, a mí, a aquel no les agrade esa obra? Ya son. Ya se paran de pie frente a las cosas. Nadie sabe más que ellos. Comprensible mas no correcto. La vida nos puso en el camino de volvernos criticones del arte. Pero nadie lo pone por escrito. Existen esfuerzos importantes para delinear el aspecto del arte en nuestro estado.

Recuerdo el libro La sombra de la ceiba, editado por la UJAT. Ahí se reunió una breve esquela de la plástica tabasqueña con sus respectivas críticas. Sé que hubo sorpresas porque este artilugista realizó varias de ellas sobre varios pintores de nuestro estado. El caso es que no quedas bien con tirios o con troyanos. Es más, los bandos no están conformados por artistas. Son bandos políticos.

Cuando me atreví a invitar al Grupo Círculo 21, hoy ya desaparecido, gracias a Dios, a exponer una muestra de su obra en el Centro Cultural Villahermosa, todos se opusieron por instrucciones más de la dirigencia estatal del PRD que por una cuestión artística. No les simpatizaba el presidente municipal de Centro de aquellos tiempos. Los artistas tabasqueños cedieron en aquel momento a las instrucciones de la politiquería más que a las del devenir artístico, cosa deleznable. Ya lo dije por ahí en otro de estos artilugios, la política en el arte es como un disparo en medio de un concierto, agrede, jode, molesta, pero no deja de llamar la atención. A esto se acogieron los artistas plásticos y no de finales del siglo pasado. Llamaron la atención más por su estruendo político que por el fragor de su obra.

Pocos fueron correctos, como el poeta Teo García Ruiz. Los demás se lanzaron a la depredación estética inducidos por los políticos antes que a la efectividad de su producción artística. Me dolió esta actitud, porque los integrantes de este círculo se hacían pasar por amigos. En fin, no los hay en política.

Lo curioso es que queda un género que da la batalla por la definición de Tabasco, la definición estética, entendamos. Es la novela. La profusión de novelistas en estos tiempos rebasa la de cualquiera otros. En su recopilación, La novela en Tabasco, Gerardo Rivera ofrece datos de novelas escritas entre el siglo XIX hasta los años ochenta del siglo XX. La lista, aparte de impresionante, abarca la búsqueda del territorio social en nuestro estado. La novela es vida activa del momento. La novela impone actitudes que reconocerán las generaciones venideras. La novela incide donde los otros géneros ofrecen nada más imagen. La poesía y el cuento son hoyos en la pared de la Historia. La novela es la pared.

Si no leemos La tragedia de la Agustina, de Ramón Mendoza, no entenderemos la pasión que acude al autor definiendo los excesos del alcohol o del malevaje que se veía por el centro de la ciudad. Si no leemos Las vírgenes terrestres, de Alicia Delaval, no sabremos cómo se acomodaba la sociedad tabasqueña de ese tiempo o si no leemos Solamente yo quedo, de Mario de Lille no entenderemos la significación del lenguaje en Tabasco.

En la actualidad podemos acercarnos a dos ámbitos que defienden el género. 1, los que definen la sociedad tabasqueña, con todas sus anchas o angostas líneas de pensamiento; 2, los que surcan una irrealidad más cercana al realismo mágico que al naturalismo. Eso sí, no hay novelas solo románticas o solamente políticas. Hay una mezcla de situaciones que enriquece el espectro narrativo. Luis Acopa en los tres volúmenes de su historia del cuento, aporta la deferencia entre lo que se narra en cinco o diez páginas hasta lo que se cuenta en más de 100. La novela avanza, transcurre, dirime o aporta.

En el punto 1 podríamos encontrar Los días erráticos de Ángel Vega o Catalina la choca, de Bartolo Jiménez. Estaría también La enfermedad de la rosa, y perdón por autocitarme. En el punto 2 encontraríamos Colunga de Maru Torres Arias o Alma sin piel de Ruth Pérez Aguirre. Las cinco novelas citadas ofrecen la alternativa de un Tabasco visto desde el caleidoscopio donde se desmenuzan todas las posturas, todos los tiempos, todas las añagazas de la guerra.

La novela costumbrista como Perico, de don Arcadio Zentella es un móvil donde los personajes se mueven al influjo del viento con que sopla el narrador. Del mismo modo la novela Antón Pérez, Manuel Sánchez Mármol toma el suceso histórico para convertirlo en ficción, una ficción que demuestra la capacidad del tabasqueño para cambiar de bando. Vea si no el lector ese hermoso fresco de la vida estudiantil villahermosina escrito por Jesús Ezequiel de Dios, José de los Santos o Un niño en la Revolución mexicana, de Andrés Iduarte pendientes ambas de la misma cuerda.

En El crucero de los ratones, de próxima aparición, la pluma de Sergio González Salvador conmueve porque la historia encuentra su meollo en el plano de la extrapolación. No olvidemos las novelas de Sheila Dorantes, todas concretando un momento no definido con anterioridad que es la femineidad tabasqueña. O en El proyecto del almirante de Juan Manuel Muñoz Cano o Fata Morgana de Bruno Estañol. En ambas, el personaje principal es la columna vertebral de lo acontecido.

O de lugares, la novela El puerto bajo la bruma de Álvaro Ruiz Abre o Vestiré un vestido azul turquesa de Antonio Ocampo Echalaz deslizan esos chismecillos locales con los que se hacen las novelas, las buenas novelas. A estas podríamos agregar Fotografía junto a un tulipán, esa breve relación de otro hecho histórico que involucra al poeta Andrés Calcáneo Díaz, de José Carlos Becerra o El libro vacío de Josefina Vicens que acomoda todos los aspectos anteriores, siendo el gran clásico de nuestro entorno narrativo.

En fin, el cosmos novelístico de Tabasco infunde respeto porque en él se tratan todos los ámbitos, todas las cornisas, todas las aristas. Villahermosa, en la obra de Edith Jiménez, por ejemplo, o en la de Ariel Lemarroy, es ese momento con que la sociedad sufre los mismos pecados por los que será estigmatizada. Las pequeñas imposibilidades del joven autor Jorge Vital así como Onishi o la fiesta del infierno de Ciprián Cabrera Jasso implican la droga, el estado de salud o la búsqueda de una cura que está en la mente del protagonista más que en su cuerpo.

Sabemos de otras novelas que pronto verán la luz en nuestro estado para aumentar la cauda de ese cometa, ya astro a fuerza de establecerse más y más en la galaxia novelística de Tabasco, que vendrán a reponer lo antes olvidado. Autores novedosos como Alejandro Ahumada que con su novela La captura del deseo hará una nueva etapa del género, nos dan entereza para volver a creer en nuestros novelistas. Sé que la novela, por ser novedosa y generacionalmente moderna, aun tendrá que darnos muchos volúmenes donde la imaginería literaria, la apuesta por tal o cual sector ideológico o la entereza por sus personajes, sus usos y costumbres, su campo y sus velorios, como dijo Lácides García Detjen, Mientras existan los velorios, existirá la narrativa.

Gocemos entonces su aparición y sigamos adelante.

¿De qué escriben los escritores en Tabasco actualmente? Los jóvenes, poesía. Hay una constante en todos ellos, a pesar de su desprecio por el poeta Pellicer, de seguir los pasos del bardo. Hay mucho poeta en Tabasco, desde las profundidades de la selva teapaneca hasta las riberas del río Grijalva. Ensayistas de ningún modo. Poco piensan los intelectuales tabasqueños. Todo es más para la víscera que para el cerebro. Hay enemigos, no rivales. Hay contrincantes, no alternantes. La crítica como tal no puede ejercerse, todo es personal. Criticas a uno, se desmandan sus amigotes a “defenderlo”.

El ejercicio de la crítica expone al que critica. El criticado se ufana en seguir haciendo mal las cosas. Los artistas en Tabasco son talentosos todos, no puede negarse. Desprecian la técnica porque ellos ya han triunfado así, con su mero talento. ¿Qué importa que a ti, a mí, a aquel no les agrade esa obra? Ya son. Ya se paran de pie frente a las cosas. Nadie sabe más que ellos. Comprensible mas no correcto. La vida nos puso en el camino de volvernos criticones del arte. Pero nadie lo pone por escrito. Existen esfuerzos importantes para delinear el aspecto del arte en nuestro estado.

Recuerdo el libro La sombra de la ceiba, editado por la UJAT. Ahí se reunió una breve esquela de la plástica tabasqueña con sus respectivas críticas. Sé que hubo sorpresas porque este artilugista realizó varias de ellas sobre varios pintores de nuestro estado. El caso es que no quedas bien con tirios o con troyanos. Es más, los bandos no están conformados por artistas. Son bandos políticos.

Cuando me atreví a invitar al Grupo Círculo 21, hoy ya desaparecido, gracias a Dios, a exponer una muestra de su obra en el Centro Cultural Villahermosa, todos se opusieron por instrucciones más de la dirigencia estatal del PRD que por una cuestión artística. No les simpatizaba el presidente municipal de Centro de aquellos tiempos. Los artistas tabasqueños cedieron en aquel momento a las instrucciones de la politiquería más que a las del devenir artístico, cosa deleznable. Ya lo dije por ahí en otro de estos artilugios, la política en el arte es como un disparo en medio de un concierto, agrede, jode, molesta, pero no deja de llamar la atención. A esto se acogieron los artistas plásticos y no de finales del siglo pasado. Llamaron la atención más por su estruendo político que por el fragor de su obra.

Pocos fueron correctos, como el poeta Teo García Ruiz. Los demás se lanzaron a la depredación estética inducidos por los políticos antes que a la efectividad de su producción artística. Me dolió esta actitud, porque los integrantes de este círculo se hacían pasar por amigos. En fin, no los hay en política.

Lo curioso es que queda un género que da la batalla por la definición de Tabasco, la definición estética, entendamos. Es la novela. La profusión de novelistas en estos tiempos rebasa la de cualquiera otros. En su recopilación, La novela en Tabasco, Gerardo Rivera ofrece datos de novelas escritas entre el siglo XIX hasta los años ochenta del siglo XX. La lista, aparte de impresionante, abarca la búsqueda del territorio social en nuestro estado. La novela es vida activa del momento. La novela impone actitudes que reconocerán las generaciones venideras. La novela incide donde los otros géneros ofrecen nada más imagen. La poesía y el cuento son hoyos en la pared de la Historia. La novela es la pared.

Si no leemos La tragedia de la Agustina, de Ramón Mendoza, no entenderemos la pasión que acude al autor definiendo los excesos del alcohol o del malevaje que se veía por el centro de la ciudad. Si no leemos Las vírgenes terrestres, de Alicia Delaval, no sabremos cómo se acomodaba la sociedad tabasqueña de ese tiempo o si no leemos Solamente yo quedo, de Mario de Lille no entenderemos la significación del lenguaje en Tabasco.

En la actualidad podemos acercarnos a dos ámbitos que defienden el género. 1, los que definen la sociedad tabasqueña, con todas sus anchas o angostas líneas de pensamiento; 2, los que surcan una irrealidad más cercana al realismo mágico que al naturalismo. Eso sí, no hay novelas solo románticas o solamente políticas. Hay una mezcla de situaciones que enriquece el espectro narrativo. Luis Acopa en los tres volúmenes de su historia del cuento, aporta la deferencia entre lo que se narra en cinco o diez páginas hasta lo que se cuenta en más de 100. La novela avanza, transcurre, dirime o aporta.

En el punto 1 podríamos encontrar Los días erráticos de Ángel Vega o Catalina la choca, de Bartolo Jiménez. Estaría también La enfermedad de la rosa, y perdón por autocitarme. En el punto 2 encontraríamos Colunga de Maru Torres Arias o Alma sin piel de Ruth Pérez Aguirre. Las cinco novelas citadas ofrecen la alternativa de un Tabasco visto desde el caleidoscopio donde se desmenuzan todas las posturas, todos los tiempos, todas las añagazas de la guerra.

La novela costumbrista como Perico, de don Arcadio Zentella es un móvil donde los personajes se mueven al influjo del viento con que sopla el narrador. Del mismo modo la novela Antón Pérez, Manuel Sánchez Mármol toma el suceso histórico para convertirlo en ficción, una ficción que demuestra la capacidad del tabasqueño para cambiar de bando. Vea si no el lector ese hermoso fresco de la vida estudiantil villahermosina escrito por Jesús Ezequiel de Dios, José de los Santos o Un niño en la Revolución mexicana, de Andrés Iduarte pendientes ambas de la misma cuerda.

En El crucero de los ratones, de próxima aparición, la pluma de Sergio González Salvador conmueve porque la historia encuentra su meollo en el plano de la extrapolación. No olvidemos las novelas de Sheila Dorantes, todas concretando un momento no definido con anterioridad que es la femineidad tabasqueña. O en El proyecto del almirante de Juan Manuel Muñoz Cano o Fata Morgana de Bruno Estañol. En ambas, el personaje principal es la columna vertebral de lo acontecido.

O de lugares, la novela El puerto bajo la bruma de Álvaro Ruiz Abre o Vestiré un vestido azul turquesa de Antonio Ocampo Echalaz deslizan esos chismecillos locales con los que se hacen las novelas, las buenas novelas. A estas podríamos agregar Fotografía junto a un tulipán, esa breve relación de otro hecho histórico que involucra al poeta Andrés Calcáneo Díaz, de José Carlos Becerra o El libro vacío de Josefina Vicens que acomoda todos los aspectos anteriores, siendo el gran clásico de nuestro entorno narrativo.

En fin, el cosmos novelístico de Tabasco infunde respeto porque en él se tratan todos los ámbitos, todas las cornisas, todas las aristas. Villahermosa, en la obra de Edith Jiménez, por ejemplo, o en la de Ariel Lemarroy, es ese momento con que la sociedad sufre los mismos pecados por los que será estigmatizada. Las pequeñas imposibilidades del joven autor Jorge Vital así como Onishi o la fiesta del infierno de Ciprián Cabrera Jasso implican la droga, el estado de salud o la búsqueda de una cura que está en la mente del protagonista más que en su cuerpo.

Sabemos de otras novelas que pronto verán la luz en nuestro estado para aumentar la cauda de ese cometa, ya astro a fuerza de establecerse más y más en la galaxia novelística de Tabasco, que vendrán a reponer lo antes olvidado. Autores novedosos como Alejandro Ahumada que con su novela La captura del deseo hará una nueva etapa del género, nos dan entereza para volver a creer en nuestros novelistas. Sé que la novela, por ser novedosa y generacionalmente moderna, aun tendrá que darnos muchos volúmenes donde la imaginería literaria, la apuesta por tal o cual sector ideológico o la entereza por sus personajes, sus usos y costumbres, su campo y sus velorios, como dijo Lácides García Detjen, Mientras existan los velorios, existirá la narrativa.

Gocemos entonces su aparición y sigamos adelante.