/ viernes 29 de abril de 2022

Artilugios | Casablanca

¿Ha notado, amable artilugista, ese personaje invisible que anda por la película Casablanca (Michael Curtiz, 1942) apenas notándolo unos pocos entendidos? Supongo que no. Pero vamos por partes. Esta película emblemática, ya de culto, que ha dado miles de versiones aledañas de la historia, de los personajes, de las frases o situaciones, era una de las preferidas del entonces gobernador del estado, Salvador Neme Castillo, y juro que lo que voy a escribir es cierto, y que Dios me perdone si alguien se siente ofendido. Corría el final de la década de los 80, mantenía Tabasco sus primeros embates contra el aparato hegemónico, contra lo que se diese entonces que no era bien visto, lo que hoy sería absurdo rememorarlo.

El entonces gobernador se refería a ella a la menor provocación. Fiesta, comida, antesala, sobremesa, reunión, tertulia o viaje en autobús, el mandatario sacaba a relucir datos, historias o anécdotas de la cinta en cuestión. Su preferida era, ¿quiénes habrían hecho los roles de Ingrid Bergman y Humphrey Bogart? Porque, decía Neme aspirando ese delicioso aroma del habano, tomando un sorbo de coñac, deleitándose en los asombrados ojos de sus interlocutores que no sabían quién o qué, era un Ingrid Bergman o un Humphrey Bogart. Pues al principio se pensó en Cyd Charisse o Hedy Lamarr y Ronald Reagan para el rol que terminó haciendo Bogart. Complacíase el gobernador de su triunfo mientras los demás anotaban el dato, porque si un gobernador lo decía, era digno de tomarse en cuenta. Casi como hoy, aunque hoy muchos mandatarios no saben, ya no digamos de cine, sino de otras artes. Volvamos al pasado.

Ante tamaña demostración de cinematografía no faltaron los adláteres, achichincles, comisionados e improvisados que quisieron aprovecharse del gusto del gobernador para sacar partido. Así lo hicieron. El entonces vocal ejecutivo de CORAT, José E. Esponda Hernández mandó hacer copias en VHS, el formato prevaleciente, de la cinta enviándoselos al gabinete en pleno. Obvio, para que se supiera del impacto cinematográfico preferido de don Salvador.

Otro de los cuestionamientos, no me atrevo a llamarlos pruebas por lo que contaré más adelante, fue cuál era la canción latina que se oía como parte del sound track de la cinta. Como nadie sabía, obviedad nuevamente, el gobernador daba la respuesta, Perfidia de Alberto Domínguez. Hubo más pruebas de este tipo, porque Casablanca accede a ese momento en que nos tunde la nostalgia, en que se sobrevuela el título, en que se aletarga el corazón. Quienes la vimos, no podremos olvidarla ya, como el Ave María de Amado Nervo. Otras preguntas comprometedoras fueron.

1.- As time goes by, que se tradujo como Algo para recordar, es la segunda canción más popular de la historia del cine. Y no fue escrita para la cinta como se cree.

2.- Michael Curtiz filmó asimismo el musical Yankee Duddle (1942) ese mismo año y qué va de una cinta a otra.

3.- Los actores no supieron hasta el último día de filmación cómo terminaba la película. Ingrid Bergman, desorientada, preguntaba insistentemente al director de qué hombre tenía que enamorarse, si de Bogart o de Paul Henreid.

4.- La escena de la ruleta con el número 22 (dos veces) es importante desde el punto de vista de la numerología por traer elementos importantes para el análisis del triángulo amoroso de la película.

5.- Humphrey Bogart era un ajedrecista excelente y la escena del tablero de ajedrez fue hecha por su sugerencia. La posición en el tablero refleja la situación política de la Segunda Guerra Mundial y la toma de decisión en aquel momento histórico.

Claro, llegó un momento en el breve tiempo de Neme como gobernador que esta manía se tomó a chunga. Se corrió la leyenda de que en una reunión el gobernador hizo la siguiente propuesta, Daré una diputación a quien me diga qué tipo de gente se utilizó para filmar la última escena. Ávidos de una curul los asistentes, sabiendo ya que Casablanca no era la colonia aledaña al Grijalva, inundada en 2007, sino una ciudad africana, respondían que si negros, árabes, judíos, musulmanes, amalecitas. Reía Neme con enjundia para responder después de muchos intentos, Para la escena final del avión, se usaron enanos, para que pareciera que estaban lejos. Esta salida ya la ponían en duda los contertulios. A partir de ahí, todos dijeron que la administración nemista estaba acabada. Quizá. Y la agorería propia de los medios, tuvo razón. No olvidemos que, al exhibir Casablanca en el teatro Esperanza Iris a finales de enero del año 1992, fue anunciada la renuncia del gobernador Neme. Hasta ahí concluye la historia de un gobernante y una película.

¿Cuál es ese personaje invisible en la película que nos atañe, ese que señalé al principio, recordará estimado lector? Creo que el aura de corrupción que se respira en todo el filme. Recordemos. El capitán francés (el actor Claude Rains) encargado de la ley en la ciudad, antes de cerrar el local por así convenirlo a los intereses políticos de los alemanes, recibe su parte de las ganancias en un rápido escamoteo de manos. Sidney Greenstreet y Peter Lorre repiten la pareja de mafiosos venidos a menos que ya habían hecho en otra cinta también protagonizada por Bogart, El halcón maltés (1941).

Pasaportes falsificados, la casa de juego clandestina, la moneda intercambiada, los policías que tienden trampas no para detener y hacer justicia, sino para sacar beneficios de ello, son algunas de las trapacerías que se ven en la cinta. El único hombre que no cede a la corrupción es Víctor Laszlo (Paul Henreid). Mantiene su fe en la verdad, en la justicia. ¿Cómo puede luchar Rick, el fullero, el coime, el dueño del bar clandestino, con un hombre como este? Esa es la apuesta. Así apostaron los guionistas, Julius J. Epstein, Philip G. Epstein y Howard Koch, así apostó Curtiz. Lo demás queda en la formación del espectador.

¿Esta era la razón por la que gustaba tanto este filme al entonces gobernador de Tabasco? Hasta yo que hago la pregunta me parece ofensiva. Lo cierto es que ahora en la celebración de los 80 años de Casablanca vuelvo los ojos a ese tiempo y me da verdadera nostalgia. Neme sabía de cine, al menos de esa película. Y lo sabía todo.

a doña Xóchitl Robles Bello, con todo aprecio.


¿Ha notado, amable artilugista, ese personaje invisible que anda por la película Casablanca (Michael Curtiz, 1942) apenas notándolo unos pocos entendidos? Supongo que no. Pero vamos por partes. Esta película emblemática, ya de culto, que ha dado miles de versiones aledañas de la historia, de los personajes, de las frases o situaciones, era una de las preferidas del entonces gobernador del estado, Salvador Neme Castillo, y juro que lo que voy a escribir es cierto, y que Dios me perdone si alguien se siente ofendido. Corría el final de la década de los 80, mantenía Tabasco sus primeros embates contra el aparato hegemónico, contra lo que se diese entonces que no era bien visto, lo que hoy sería absurdo rememorarlo.

El entonces gobernador se refería a ella a la menor provocación. Fiesta, comida, antesala, sobremesa, reunión, tertulia o viaje en autobús, el mandatario sacaba a relucir datos, historias o anécdotas de la cinta en cuestión. Su preferida era, ¿quiénes habrían hecho los roles de Ingrid Bergman y Humphrey Bogart? Porque, decía Neme aspirando ese delicioso aroma del habano, tomando un sorbo de coñac, deleitándose en los asombrados ojos de sus interlocutores que no sabían quién o qué, era un Ingrid Bergman o un Humphrey Bogart. Pues al principio se pensó en Cyd Charisse o Hedy Lamarr y Ronald Reagan para el rol que terminó haciendo Bogart. Complacíase el gobernador de su triunfo mientras los demás anotaban el dato, porque si un gobernador lo decía, era digno de tomarse en cuenta. Casi como hoy, aunque hoy muchos mandatarios no saben, ya no digamos de cine, sino de otras artes. Volvamos al pasado.

Ante tamaña demostración de cinematografía no faltaron los adláteres, achichincles, comisionados e improvisados que quisieron aprovecharse del gusto del gobernador para sacar partido. Así lo hicieron. El entonces vocal ejecutivo de CORAT, José E. Esponda Hernández mandó hacer copias en VHS, el formato prevaleciente, de la cinta enviándoselos al gabinete en pleno. Obvio, para que se supiera del impacto cinematográfico preferido de don Salvador.

Otro de los cuestionamientos, no me atrevo a llamarlos pruebas por lo que contaré más adelante, fue cuál era la canción latina que se oía como parte del sound track de la cinta. Como nadie sabía, obviedad nuevamente, el gobernador daba la respuesta, Perfidia de Alberto Domínguez. Hubo más pruebas de este tipo, porque Casablanca accede a ese momento en que nos tunde la nostalgia, en que se sobrevuela el título, en que se aletarga el corazón. Quienes la vimos, no podremos olvidarla ya, como el Ave María de Amado Nervo. Otras preguntas comprometedoras fueron.

1.- As time goes by, que se tradujo como Algo para recordar, es la segunda canción más popular de la historia del cine. Y no fue escrita para la cinta como se cree.

2.- Michael Curtiz filmó asimismo el musical Yankee Duddle (1942) ese mismo año y qué va de una cinta a otra.

3.- Los actores no supieron hasta el último día de filmación cómo terminaba la película. Ingrid Bergman, desorientada, preguntaba insistentemente al director de qué hombre tenía que enamorarse, si de Bogart o de Paul Henreid.

4.- La escena de la ruleta con el número 22 (dos veces) es importante desde el punto de vista de la numerología por traer elementos importantes para el análisis del triángulo amoroso de la película.

5.- Humphrey Bogart era un ajedrecista excelente y la escena del tablero de ajedrez fue hecha por su sugerencia. La posición en el tablero refleja la situación política de la Segunda Guerra Mundial y la toma de decisión en aquel momento histórico.

Claro, llegó un momento en el breve tiempo de Neme como gobernador que esta manía se tomó a chunga. Se corrió la leyenda de que en una reunión el gobernador hizo la siguiente propuesta, Daré una diputación a quien me diga qué tipo de gente se utilizó para filmar la última escena. Ávidos de una curul los asistentes, sabiendo ya que Casablanca no era la colonia aledaña al Grijalva, inundada en 2007, sino una ciudad africana, respondían que si negros, árabes, judíos, musulmanes, amalecitas. Reía Neme con enjundia para responder después de muchos intentos, Para la escena final del avión, se usaron enanos, para que pareciera que estaban lejos. Esta salida ya la ponían en duda los contertulios. A partir de ahí, todos dijeron que la administración nemista estaba acabada. Quizá. Y la agorería propia de los medios, tuvo razón. No olvidemos que, al exhibir Casablanca en el teatro Esperanza Iris a finales de enero del año 1992, fue anunciada la renuncia del gobernador Neme. Hasta ahí concluye la historia de un gobernante y una película.

¿Cuál es ese personaje invisible en la película que nos atañe, ese que señalé al principio, recordará estimado lector? Creo que el aura de corrupción que se respira en todo el filme. Recordemos. El capitán francés (el actor Claude Rains) encargado de la ley en la ciudad, antes de cerrar el local por así convenirlo a los intereses políticos de los alemanes, recibe su parte de las ganancias en un rápido escamoteo de manos. Sidney Greenstreet y Peter Lorre repiten la pareja de mafiosos venidos a menos que ya habían hecho en otra cinta también protagonizada por Bogart, El halcón maltés (1941).

Pasaportes falsificados, la casa de juego clandestina, la moneda intercambiada, los policías que tienden trampas no para detener y hacer justicia, sino para sacar beneficios de ello, son algunas de las trapacerías que se ven en la cinta. El único hombre que no cede a la corrupción es Víctor Laszlo (Paul Henreid). Mantiene su fe en la verdad, en la justicia. ¿Cómo puede luchar Rick, el fullero, el coime, el dueño del bar clandestino, con un hombre como este? Esa es la apuesta. Así apostaron los guionistas, Julius J. Epstein, Philip G. Epstein y Howard Koch, así apostó Curtiz. Lo demás queda en la formación del espectador.

¿Esta era la razón por la que gustaba tanto este filme al entonces gobernador de Tabasco? Hasta yo que hago la pregunta me parece ofensiva. Lo cierto es que ahora en la celebración de los 80 años de Casablanca vuelvo los ojos a ese tiempo y me da verdadera nostalgia. Neme sabía de cine, al menos de esa película. Y lo sabía todo.

a doña Xóchitl Robles Bello, con todo aprecio.