/ sábado 13 de octubre de 2018

“A la salida nos vemos”

El reto lanzado por el gobernador Arturo Núñez Jiménez, en enero de 2016, está a punto de cumplirse este domingo 14 de octubre en un desayuno privado que el mandatario estatal sostendrá, en Tabasco, con Andrés Manuel López Obrador, presidente electo de México.

Las condiciones, obviamente, son distintas a las de hace dos años en las cuales el primero estaba en la plenitud de su sexenio y el segundo en el proceso de asimilar la derrota que envió al cuarto sitio a Octavio Romero Oropeza en la elección a la alcaldía del municipio de Centro. “A la salida nos vemos”, pronosticó entonces Arturo Núñez, al tocar el punto en un programa de radio, en el cual se refirió a la ruptura con el entonces dirigente nacional de Morena, Andrés Manuel López Obrador, quien entre otros calificativos le había llamado “traidor” al jefe del Ejecutivo tabasqueño, por coludirse con la mafia del poder y propinarle “soyenca” derrota en la contienda por el gobierno de la capital del estado. Este domingo, en nombre de la reconciliación que sugiere la cuarta transformación del país, ambos políticos compartirán el pan y la sal en un desayuno privado, en el que seguramente limarán asperezas y establecerán acuerdos positivos para el bien de Tabasco y sus habitantes, que, dicho sea de paso, ya quieren despertar de un sueño que se ha convertido en una larga y espantosa pesadilla. Esperemos que ahora la falta de dinero y la incertidumbre en que se encuentra el estado, hayan menguado ese temperamento descontrolado y ambas partes puedan ponerse de acuerdo, como lo hicieron antes del 1 de julio para que Néstor Núñez fuera candidato de Morena y hoy alcalde de la Delegación Cuauhtémoc en la Ciudad de México. Mañana muchos atestiguarán que el presidente electo de México no es un hombre de rencores, no es alguien que usará el poder político y económico del país para vengarse de algunos renegados; ni siquiera será capaz de abandonarlos en los momentos más críticos del ocaso de su sexenio y, seguramente, les tenderá la mano para ayudarlos a salir de dificultades financieras que presagian un verdadero naufragio para diciembre del presente año. Por ello, una vez concluido el “tentempié”, con la compañía del gobernador electo de Tabasco, Adán Augusto López Hernández, Núñez Jiménez y López Obrador sostendrán una reunión de trabajo en el salón Gorostiza del palacio de gobierno, en la que participarán integrantes de los gabinetes (oficial y extraoficial), alcaldes, legisladores federales y locales y los medios de comunicación que tendrán la tarea de anunciar, a todo pulmón, la restauración de la armonía entre ambas partes. Y para que el gozo sea completo, el presidente electo llevará a cabo un encuentro con la militancia y ciudadanía en general en la Plaza de Armas. Seguramente recordará los años en que miles de tabasqueños caminaban junto a él desde la Ciudad Deportiva a la plataforma ubicada frente al palacio de gobierno, con el propósito de exigir justicia, frenar el fraude electoral y reclamar indemnizaciones por afectación petrolera, tarifa eléctrica preferencial, borrón y cuenta nueva, entre otras demandas. Ojalá y estuvieran ahí los protagonistas del movimiento que nació en 1988, aquellos que con fidelidad y lealtad siguieron a López Obrador desde el principio en la difícil tarea de la revolución democrática, porque aun cuando en el “ataque final” tomaron la decisión de permanecer en otro partido, sin ellos el anhelo de Andrés Manuel muy probablemente no se habría concretado.

El reto lanzado por el gobernador Arturo Núñez Jiménez, en enero de 2016, está a punto de cumplirse este domingo 14 de octubre en un desayuno privado que el mandatario estatal sostendrá, en Tabasco, con Andrés Manuel López Obrador, presidente electo de México.

Las condiciones, obviamente, son distintas a las de hace dos años en las cuales el primero estaba en la plenitud de su sexenio y el segundo en el proceso de asimilar la derrota que envió al cuarto sitio a Octavio Romero Oropeza en la elección a la alcaldía del municipio de Centro. “A la salida nos vemos”, pronosticó entonces Arturo Núñez, al tocar el punto en un programa de radio, en el cual se refirió a la ruptura con el entonces dirigente nacional de Morena, Andrés Manuel López Obrador, quien entre otros calificativos le había llamado “traidor” al jefe del Ejecutivo tabasqueño, por coludirse con la mafia del poder y propinarle “soyenca” derrota en la contienda por el gobierno de la capital del estado. Este domingo, en nombre de la reconciliación que sugiere la cuarta transformación del país, ambos políticos compartirán el pan y la sal en un desayuno privado, en el que seguramente limarán asperezas y establecerán acuerdos positivos para el bien de Tabasco y sus habitantes, que, dicho sea de paso, ya quieren despertar de un sueño que se ha convertido en una larga y espantosa pesadilla. Esperemos que ahora la falta de dinero y la incertidumbre en que se encuentra el estado, hayan menguado ese temperamento descontrolado y ambas partes puedan ponerse de acuerdo, como lo hicieron antes del 1 de julio para que Néstor Núñez fuera candidato de Morena y hoy alcalde de la Delegación Cuauhtémoc en la Ciudad de México. Mañana muchos atestiguarán que el presidente electo de México no es un hombre de rencores, no es alguien que usará el poder político y económico del país para vengarse de algunos renegados; ni siquiera será capaz de abandonarlos en los momentos más críticos del ocaso de su sexenio y, seguramente, les tenderá la mano para ayudarlos a salir de dificultades financieras que presagian un verdadero naufragio para diciembre del presente año. Por ello, una vez concluido el “tentempié”, con la compañía del gobernador electo de Tabasco, Adán Augusto López Hernández, Núñez Jiménez y López Obrador sostendrán una reunión de trabajo en el salón Gorostiza del palacio de gobierno, en la que participarán integrantes de los gabinetes (oficial y extraoficial), alcaldes, legisladores federales y locales y los medios de comunicación que tendrán la tarea de anunciar, a todo pulmón, la restauración de la armonía entre ambas partes. Y para que el gozo sea completo, el presidente electo llevará a cabo un encuentro con la militancia y ciudadanía en general en la Plaza de Armas. Seguramente recordará los años en que miles de tabasqueños caminaban junto a él desde la Ciudad Deportiva a la plataforma ubicada frente al palacio de gobierno, con el propósito de exigir justicia, frenar el fraude electoral y reclamar indemnizaciones por afectación petrolera, tarifa eléctrica preferencial, borrón y cuenta nueva, entre otras demandas. Ojalá y estuvieran ahí los protagonistas del movimiento que nació en 1988, aquellos que con fidelidad y lealtad siguieron a López Obrador desde el principio en la difícil tarea de la revolución democrática, porque aun cuando en el “ataque final” tomaron la decisión de permanecer en otro partido, sin ellos el anhelo de Andrés Manuel muy probablemente no se habría concretado.